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El tren

Intriga. Bélico. Drama El Coronel Franz Von Waldheim se encuentra destacado en París con una misión muy concreta: hacerse con las modernas pinturas francesas, las mismas calificadas de "degeneradas" por los nazis, y cargarlas en un tren con destino a Alemania para el Tercer Reich. Eso sí, ha de tener mucho cuidado de no dañar la carga y, además, tiene de tiempo límite lo que tarden los aliados en reconquistar la ciudad, es decir, poco margen ya que cada vez están más cerca. (FILMAFFINITY) [+]
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Críticas 49
Críticas ordenadas por utilidad
1 de abril de 2009
114 de 122 usuarios han encontrado esta crítica útil
Magnífico trabajo de director John Frankenheimer, que recoge un episodio sobre el expolio que Alemania quería someter a Francia a finales de la segunda guerra mundial. Basada en el libro “Le front de l´Art” de Rose Valland, responsable del museo Jeu de Paume, lugar donde se almacenaban las obras de arte que los alemanes habían saqueado de Museos y colecciones privadas de Francia antes de su traslado a Alemania, guionizada por Franklin Coen y Frank Davis (consiguieron un Oscar en el apartado de Mejor guión adaptado), espléndida música del malogrado Maurice Jarre y con la excelente fotografía de Jean Tournier & Walter Wottitz.

Como en otras películas bélicas, Frankenheimer utilizó el rodaje en blanco y negro para transmitir la idea del tono documental. En cuanto a la ambientación es más que aceptable, aunque mucho del material pesado que podemos ver es norteamericano.

Sin duda se trata de la mejor película de su director, y cuenta con un gran reparto: Burt Lancaster, en el papel “Labiche” inspector de trenes y que intentará recuperar el botín. Paul Scofield, como el coronel alemán “Von Waldheim” que intentará por todos los medios hacer llegar el tren a Berlín. Michel Simón “Papa Boule”, Jeanne Moreau “Christine”, Suzanne Flon “Miss Valland”, Wolfgang Preiss, Albert Remy, etc.

La película es una obra imprescindible de ritmo vivísimo y precisión casi matemática, el magnífico trabajo de dirección y la enorme capacidad de Frankenheimer para sugerir emoción y riesgo con una gran limitación de medios. Con unas interpretaciones sobresalientes y una acción magníficamente rodada, que junto con un guión espléndido y un estilo vibrante y emocionante que no da respiro. Incluso vista hoy, cuarenta y pico años después de su rodaje, es imposible no resaltar la espectacularidad e impresionante magnitud de la película.

En suma, una obra maestra imperecedera, recomendable al cien por cien, sobre todo por las múltiples lecturas humanas, políticas e históricas que abre.

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Vfoul
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29 de junio de 2006
93 de 103 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dentro de los alumnos aventajados de la televisión que saltaron al mundo del cine a finales de los años 50 y principios de los 60, yo particularmente me quedo con el recientemente fallecido John Frankenheimer, porque tiene calidad y técnica como pocos y además ha recogido el sentido lúdico y de entretenimiento de la pequeña pantalla.
Y es que Frankenheimer cuando rueda "El tren" ya es uno de los mejores directores de su generación puesto que ya nos ha regalado joyas como "El mensajero del miedo", "El hombre de Alcatraz" o "Siete días de mayo". En "El tren" vemos a un Frankenheimer que da lo mejor de sí mismo y realiza algunos de los mejores planos-secuencias que uno nunca ha visto en la historia del cine.
Pero si la película es un prodigio técnico - nunca se había mostrado tan bien un tren desde Keaton - la historia es portentosa, porque ante tiene un maravilloso guión que consigue aunar de forma única la intriga, el thriller y el cine bélico como pocas veces se ha hecho. Pero es que además la película tiene su profundidad psicológica y sus temas de debate, ya que se cuestiona si una obra de arte vale más que la vida de un sólo hombre.
Las interpretaciones soberbias, con un Burt Lancaster que nos brinda un lección de carácter y que es lamentable que cuando una y otra vez se hacen listas con los nombres de los mejores actores norteamericanos de todos los tiempos casi siempre se le ignore, lo cuál es un error porque no recuerdo ningún actor que combine el aspecto circense y atlético con las cualidades interpretativas mejor en la historia del cine que Burt Lancaster, que por cierto con Frankenheimer realizó algunos de sus mejores trabajos. También un recuerdo para dos actorazos como el alemán Wolgang Preiss y a Paul Scofield que lo bordan en sus papeles de oficiales de la
Y todo ello envuelto en una fotografía a la europea de Jean Tournier y Walter Wottitz que nos hace recordar al expresionismo alemán de los años 20 y a las películas de cine negro de los 40.
Por lo que tengo entendido quieren hacer un remake de "El tren", y viendo en lo patético que se ha convertido en cine de acción en la actualidad y sabiendo que los adolescentes no ven una película en blanco y negro ni aunque les fuera la vida en ello puede ser una interesante idea.
Eso sí para los verdaderos amantes del cine nos seguiremos quedando con la original de John Frankenheimer, uno de los mejores cinco directores del primer quinquenio de los sesenta.

Nota: 8,6.
vircenguetorix
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21 de agosto de 2010
62 de 64 usuarios han encontrado esta crítica útil
No es algo que ocurra todos los días, pero cuando ocurre es maravilloso. Lo más normal, por desgracia, es todo lo contrario: ver de nuevo películas que hemos tenido durante años por grandes obras y encontrarlas de pronto bobas, histéricas o directamente malas. No es tan habitual, sin embargo, sentarse a ver una peli que uno recuerda buena sin más y descubrir en ella los rasgos propios de una auténtica obra maestra. Lo que se experimenta entonces es, sin exagerar, lo más parecido que conozco a la auténtica alegría infantil: se siente uno, en efecto, como aquel niño maravillado que descubría por primera vez la grandeza del cine.

Durante muchos años tomé “El tren” por una estupenda peli de acción bélica. El recuerdo que yo tenía de ella se componía, básicamente, de las fotos que lucen en su carátula: Burt Lancaster disparando rabiosamente su metralleta y brincando sobre un tren en marcha, entre tiros y explosiones y pelotones de malvados nazis dispuestos a acabar con él. Poco menos que como una versión algo más dura y malcarada de “El temible burlón”, sólo que en blanco y negro y sin los volatines de Nick Cravat.

Cuánto me alegra haberme equivocado. Bueno, en algo sí acertaba: “El tren” es una soberbia y trepidante muestra del mejor cine de acción, espectacular y emocionante en el mejor sentido de dos términos que apenas significan ya nada. Es de lo más gratificante comprobar, en esta época de ridículos chamarileros de morralla digital que venden revoluciones 3D de top manta, el desbordante poder de la energía que eran capaces de desplegar los antiguos artesanos de los efectos especiales. Como Frankenheimer sirve además el espectáculo a un ritmo sostenido y preciso y con una extraordinaria gradación de la tensión, que alcanza cotas antológicas en su último tramo, el resultado no puede ser otro que una de las mejores pelis de su género jamás rodadas.

Lo cierto es que la tarea de Frankenheimer en esta peli es digna de estudio: hay escenas tan primorosamente planificadas, movimientos de cámara tan elegantes, una atención tan sutil a los detalles que la convierten en una obra de sugerencias prácticamente inagotables. La magnífica fotografía de Jean Tournier y Walter Wottitz, el profundo estudio de unos personajes poliédricos, un guión montado sobre dualidades que es un auténtico mecanismo de relojería y el espléndido trabajo de un reparto encabezado por un Lancaster en plenitud de facultades físicas e interpretativas y un glorioso Paul Scofield completan las bondades de una peli que, por si fuera poco, se dedica a hurgar en los rincones de esa ratonera llamada heroísmo, en los extraños y acaso gratuitos motivos que conducen a tantos hombres y mujeres sin nombre, cuando los alemanes se baten ya en retirada, a dejar de lamer sus botas y apostar la vida por cuatro francos a cambio de un puñado de cuadros que nunca han visto y en los que, les han dicho, se halla la raíz misma de la gloria de su patria. O de su vanidad, que viene a ser lo mismo.
Normelvis Bates
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29 de octubre de 2010
31 de 31 usuarios han encontrado esta crítica útil
Porque los héroes huelen a grasa, a sudor, al coñac de la mañana...Porque llevan las uñas sucias, las caras tiznadas de hollín, los cuellos de las camisas rozados y las chaquetas de los uniformes arrugadas.
Porque no son cultos, ni guapos, ni saben exactamente por qué hacen lo que hacen y, posiblemente, porque en su casa son tan vulgares y grises como cualquiera.
Porque mueren sin heroísmo, sin discursos grandilocuentes, fusilados anónimamente en una tapia o en una cuneta, olvidados ya en la siguiente escena.
Son Jacques, el jefe de la estación y su queso, la carabina casi de juguete de su sobrino Henry, los 4 francos de Papa Boule, los 60 francos de la dueña de la fonda, Christine, y la corbata demasiado corta de Labiche. Son los sin nombre, los de la pintura blanca, los que pican junto a las vías, los que quitan los carteles de las estaciones, el tipo que cuelga la chaqueta en el cambio de agujas o la anciana que cierra presurosa el paso con barreras...
Porque no hay actores en esta película. Porque los jefes de estación llevan toda la vida dando salida a los trenes, porque Pinnot, Pesquet y, no digamos, Papá Boule tienen las manos callosas de las miles de paladas de carbón que han echado a la caldera y de las miles de bielas que han engrasado, porque el bigotudo cantinero huele a Pernot y porque la funcionaria del museo, Villard, no ha vivido más pasión que la de las paredes llenas de cuadros.
Porque el coronel Von Whalheim es un aristócrata orgulloso, con una bonita residencia en algún retirado rinconcito de Baviera, donde las doncellas llevan uniformes con puntillas y suena Mozart. Porque el mayor Herren es un profesional, un hombre realista que bien podría haber sido el Labiche alemán si la invasión hubiera sido al revés.
Porque la mejor música es el incesante jadeo de las locomotoras (spoiler 1)
Porque contiene la mejor escena de amor que yo he visto en mi vida. Dura tres segundos y los protagonistas ni se tocan. (Spoiler 2)
Porque Frankenheimer es un relojero que construye una maquinaria perfecta y el montador un ser en estado de gracia en cada segundo.
Porque la estrella de Hollywood podría ser el chirrido disonante en la armonía perfecta. Pero la estrella tampoco es un actor, sino un titán llamado Burt Lancaster. El viejo acróbata que baja escaleras a pulso, sube y se lanza de trenes en marcha, el tipo que rueda por el terraplén, el que hace piezas y las pule, el que empalma cables como si lo hubiera hecho toda su vida.
Porque, como diría Carlos Pumares, es en blanco y negro...y en una infinita gama de grises, de nieblas y humedades.
Porque nunca he visto un bombardeo mejor hecho.
Por eso y mucho más esta película es una obra maestra. Gracias
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Strelnikov
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11 de julio de 2010
31 de 37 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película que se desmarca del formato tradicional bélico de la época para abundar en un carácter veraz ya que, si bien cuenta con una alta dosis de espectacularidad técnica, ofrece una muy contenida concepción de la épica en la gestión visual y dramática en detalles de plano general (directo, seco, sin trampa ni cartón), el suspense de montaje sincrónico y dilatado, o en una banda sonora que no busca el énfasis habitual a la hora de remarcar suspenses y explosiones.

Es así como la puesta en escena, siendo inevitablemente espectacular por el género de acción bélica en el que se inscribe la cinta, destila verosimilitud, precisión y claridad expositiva. También desde un punto de vista argumental la austeridad hace acto de presencia en el perfil de los personajes y sus relaciones (sin trámite enamoraticio, sin escenas destinadas a los fines de trazar simpatías entre personajes, etc.).

En la sección de “divagaciones” hablaría, apelando a cierta manga ancha en el paralelismo, de una reivindicación casi hawkasiana de la destreza artesanal y la admiración física en la muestra del profesional y su actividad, la fuerza instintiva y “muscular” o el tesón del hierro fundido y el ferroviario. Aspectos que reclaman la atención por encima incluso de la salvaguarda del legado impresionista y cubista que supone el leitmotiv de la trama, y que configuran un sustrato que de alguna manera sorprende en un Frankenheimer a priori más inclinado a propuestas de mayor humanismo, politización o intelectualización en el trazo de sus personajes principales.
Bloomsday
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