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Aunque Christoph Waltz parece que interprete el mismo papel que en “Malditos Bastardos” y Jamie Foxx, como gran homenaje al Spaguetti Western, por parte de un Tarantino que es capaz fundir clasicismo y casquería con una elegancia provocadora y feroz, interpreta un altanero y jactancioso personaje que bien hubiese podido representar el mismo Eastwood en los años 60, sin embargo “Django desencadenado”, que no solo complementa todas aquellas obras rodadas en Almería, sino que (por mucho que me crucifiquen los amantes de la trilogía del dólar) las supera, y no seria justo no nombrar que no solo coge referencias de estas, pues el personaje de Di Caprio y el contexto histórico casan mas con films como “Sin perdón” u obras de Mann o Fonda. Y eso son palabras mayores.

Más en clave paródica que formal, la sucesión de escenas pasan con los tándems Waltz-Foxx y Di Caprio-Jackson, cuyas interpretaciones, carisma y diálogos sotierran cualquier fallo de guion, más cualquier licencia siempre es bien recibida para pro y gloria de un Tarantino que a cada película que pasa, por mucho que algunos rabien, aumenta y crece su creatividad a la par que con su leyenda. Así pues no es justo nombrar a “Django desencadenado” como un simple homenaje, o un refrito de todos aquellos films a los que cualquiera puede hacer referencia, pues Tarantino no moldea, sino que crea y sus creaciones no tienen otra razón de ser que las de mantener su cordura dentro de su propio caos.

Puro entretenimiento e inteligencia, con desmesuradas muestras de un gusto por la violencia y la sangre, a ritmo de rap y sazonadas con una cámara lenta que roza la mofa y la sátira, dispuesto a sacar de quicio a cualquier purista de el genero o en general. Con un ritmo que no decae y atrapa, afortunada y sorprendentemente a ratos parca y a ratos auto-paródica, con un hilo conductor sobre cazarecompensas denodados por Nibelungos que va prendiendo y consumiendo la mecha a la que le espera la metafórica y literalmente explosión final. Efectimante, sí, Tarantino lo ha vuelto a hacer.

No hay película que de más miedo por contraproducente que parezca que una con sin ningún tipo de recursos. Ya lo intentaron “El proyecto de la bruja de Blair”, “Paranormal Activity”, o unas cuantas otras, ni cabe decir que todas fracasaron, pues sus recursos nunca fueron inversamente proporcionales a su calidad, persuasión o inteligencia. Entonces llegó Yoyok Dumprink con unas premisas totalmente diferentes y bastante claras, con personajes enigmáticos, personajes carismáticos, personajes definidos y bellas y sensuales mujeres para dotar a ”Pocong mandi goyang pinggul” de un cierto regusto a culebrón venezolano. Divertida por momentos, inquietante en otros, en un ejercicio de personalidad y buen hacer, este desconocido Indonesio combina y agita la leyenda del fantasma Pocong con un humor patán y desconcertante de primero de primaria para dejarnos desubicados pues bajo su aparente infantilismo esconde un juicio de expectación e intriga en sus entrañas, donde nada es lo que parece ser.

Obligada visualización de esta desconstrucción de un genero cada día mas postrado, cíclico y que languidece a pasos agigantados.

Después de la infravalorada “Jesucristo Cazavampiros”, un Lee Demarbre más maduro y más sobrio, con “Smash Cut”, un film que aflora un aplomo y un talante impropio de alguien tan joven, ha creado una obra maestra semi-biografica sobre el fracaso al que es condenado un director por parte del vulgo más lobotomizado, con la posterior redención de almas bajo la liquidación de unos cuerpos mancillados por las grandes influencias mas dogmáticas y una mediocridad enervante, una redención justa y como nadie antes había osado filmar.

“Smash Cut”, es el horror, inteligentemente cutre, pérfidamente irónica, narrada bajo la perspectiva del caos y de las películas ochenteras de Kung-fu y Blackxplotation, como si de un alumno aventajado de Tarantino y Russ Meyer se tratase, Demarbre combina los diálogos más contundentes con el erotismo más sugestivo de una Sasha Grey la cual encaja con su personaje como anillo al dedo todo aderezado con una banda sonora lacerante que taladra cual Hilti DD-100 en cualquier encéfalo humano.

Desafiando cánones establecidos, esta revisión sobre lo recóndito del cine y su industria, bajo su falsamente ingenua mordacidad disfrazada de gore y casquería y de como alguien la desafía para salir victorioso, aunque solo sea en la ficción, pues la verdad solo la conocen unos pocos como Demarbre, se alza como un trofeo exultante, como aquella Grecia de la Eurocopa del 2004, no convenció, pero ganó. Y eso es irrefutable.

Nota: La siguiente crítica se ha de leer cantando, preferiblemente mirando fijamente el objetivo de una Fuji JV300 Compacta Digital. Se aceptan canciones de Julio Iglesias y/o de Camela de fondo.

Soñé que vi una película hace[apenas] tiempo
Cuando había palomitas y las butacas valían la pena
Soñé que los buenos estrenos no morirían nunca
Soñé que Víctor Hugo perdonaría.

Entonces era joven e inconsciente
Y se hacían, se mancillaban y se desperdiciaban novelas
Pues había taquillas que pagar
No quedaron canciones sin cantar, ni Coca Cola sin sorber.

Pero los académicos vienen en Diciembre
Con sus vestuarios ostentosos
Al igual que te arrancan el parné
Vuelven obras en vergüenza.

Él camera se movió de lado a lado
Con él pasé unos minutos horrorosos
Él se llevó mi concentración
Pero se marchó cuando una nula profundidad dejo.

Y yo aún soñaba que él desarrollo a mí regresaría
Que un entretenimiento juntos pasaríamos
Pero hay guiones que no pueden ser
Y hay films cuya vacuidad no pueden capear.

Soñé que Bonham Carter, soñé que Baron Cohen
Tan diferentes de este infierno que visualicé
Tan diferentes hasta lo que ahora presencie
No evitaron que mataran la película que soñé.