Haz click aquí para copiar la URL
Críticas de Luis Guillermo Cardona
Críticas 3.333
Críticas ordenadas por utilidad
9
16 de junio de 2015
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una guerra deja miles, millones de seres humanos muertos. También deja una cantidad mayor de heridos y lisiados. Cientos de pequeños inocentes quedan traumatizados y huérfanos. Incontados ancianos quedan trastornados por una cruenta realidad que no conocían… y numerosas mujeres, entre niñas, adolescentes y adultas, quedan sin protección, lo que las deja a merced de los buitres humanos que surgen de entre las cenizas y las ciudades destruidas, para abusarlas, explotarlas y traficarlas.

Lo más atroz, es que algunos miembros de los organismos internacionales que dizque acuden a prestar ayuda humanitaria y a preservar la paz en estas naciones aniquiladas, se convierten en promotores de la infamia y el abuso contra las mujeres. Se sienten con poder, tienen inmunidad diplomática, y esto los deja de fauces abiertas para devorar a seres indefensos y necesitados como los peores lobos.

Una oficial de policía, Kathryn Bolkovac -de abuelo croata que inmigró hacia los Estados Unidos de Norteamérica en la segunda década del siglo XX-, hizo parte de la Fuerza Internacional de Policía (dos mil oficiales de distintos países) que fue enviada por las Naciones Unidas para “ayudar” a los habitantes de Bosnia-Herzegovina (Yugoslavia), tras la guerra civil de 1992-1995 con la que buscaban su independencia y en la que la OTAN intervino con sus habituales intereses. Según estudios, más de 20 mil mujeres fueron violadas por los ejércitos encontrados durante el conflicto.

Cuando llegó a Bosnia, Bolkovac consiguió enterarse de que, en aquel año 1999, había casi un millar de burdeles donde, sometidas literalmente a la esclavitud y a la explotación sexual, un alto número de jóvenes de origen ucraniano, moldavo y rumano, ejercía la prostitución luego de haber sido llevadas con falsas promesas laborales y de haberles arrebatado sus pasaportes. Y entre los sostenedores de semejante infamia, había hombres (militares y diplomáticos) de la OTAN y de la ONU.

Por estos hechos y por el valiente rol que jugó, Kathryn Bolkovac, en la denuncia de semejante atrocidad, la debutante directora canadiense, Larysa Kondracki (de ascendencia ucraniana), llegó a interesarse tanto, que viajó a Amsterdam donde mantuvo un estrecho contacto con la ex-oficial de policía, y junto a su preciosa colaboradora en el guión, Eilis Kirwan, investigaron cuanto les fue posible sobre el tráfico sexual, llegando a comprobar las altas esferas a las que alcanzaba y develando, muy tristemente, que el principio de semejante comercio lo proporcionan en innumerables ocasiones, padres, tíos, hermanos y amigos(as) que, en muchos casos, saben lo que hacen.

Con alta fuerza dramática, “LA VERDAD OCULTA” cuenta una historia que lacera el alma, nos deja completamente escépticos frente a los grandes organismos gubernamentales, y nos hace sentir que, la justicia en la tierra, solo podrá aplicarla un día la naturaleza divina, pues la gran meta de la Unicidad se avisora lejos... muy lejos.

Rachel Weisz (Kathryn), Vanessa Redgrave (Madeleine Rees) y David Strathairn (Peter Ward), muy eficaces en sus respectivas caracterizaciones.

Título para Latinoamérica: “SECRETOS PELIGROSOS”
Luis Guillermo Cardona
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
7
28 de mayo de 2015
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cruz al mérito por sus actividades en la Marina Mercante en 1945 (miembro activo de la resistencia anti-nazi), el holandés Jan de Hartog (1914 - 2002), fue hijo de un ministro calvinista y profesor de teología, cuya madre vivió también muy interesada en los estudios místicos. Habiendo emigrado con su familia a los Estados Unidos de Norteamérica en los años 50', de Hartog se hizo cuáquero y continuó escribiendo profusamente, siendo su primera novela en América un recuento del viaje que realizaran en el barco de la familia (una suerte de hospital flotante), que tituló, “The Little Ark”.

Entre aplaudidas obras como la comedia, “Hollands glorie”, “The Fourposter”, con la que ganaría el premio Tony, o “The Peaceable Kingdom”, por la que fue nominado al premio Nobel en 1972, de Hartog escribió, “The Spiral Road”, una suerte de historia mística y muy humana que, de inmediato, atrajo el interés de Hollywood.

Con guion de, John Lee Mahin y Neil Paterson, la dirección fue puesta en manos del polifacético director, Robert Mulligan, quien se encargó de ajustarse a los marcados criterios espirituales del escritor, pero, dando a la contraparte escéptica -representada en el personaje, Anton Drager (Rock Hudson)-, los mejores argumentos para que resultase una interesante confrontación. Hechos vs. Ideas tienen, entonces, una fuerte lid, en una historia ambientada en las islas orientales holandesas donde una estrecha y enriquecedora amistad entre, Drager y el Dr. Brits Jansen, tendrá lugar mientras ambos combaten la lepra en la colonia Leper de Manpuko y en otras lejanas tierras.

Obedeciendo a los reclamos del ego, Drager está interesado en hacerse (para su gloria), con los profundos y experienciales conocimientos del Dr. Jansen, mientras que éste sólo pretende salvar vidas humanas que, para él, lo son todo. Drager es ateo, siente que el hombre debe bastarse a sí mismo para conducir su vida y su ego lo lleva al extremo de repetir la más ilusa de las frases: “No te necesito a ti ni a nadie”. Mientras que, Jansen, presiente a Dios en todo lo que hace y en todo lo que ve, y de ésta manera consigue tener paz interior.

Estas y otras contradicciones, hacen de su amistad un enriquecedor intercambio de caracteres, y los primeros 73 minutos de la película (donde pudo cerrarse con absoluto beneplácito la historia), transcurren de manera divertida, edificante y pletórica de un admirable ejercicio humanitario. Pero, aunque no deja de ser interesante lo que sucede después, luce tan marcadamente como ilustración cristiana de que, el ego y el descreimiento de Dios conducen al hombre a la desgracia, que un cierto olor a incienso emana de la pantalla y la resplandeciente historia que, hasta entonces teníamos, se destiñe un poco y no faltará quien lo use para mofarse de ella.

Contra todo, Burl Ives, nos da una prueba de actuación de enorme altura y en los más variados tonos humanos; por su parte, Rock Hudson consigue un atractivo, pero veleidoso personaje, que quizás lo convierta en el peor aleccionado; y Gena Rowlands, hace un grato ejercicio de mujer madura que entiende que, la mejor prueba de que se ama profundamente, es no ser jamás obstáculo para los ideales del ser al que se ama.

Ingrato sería no mencionar a Edgar Stehli, quien resulta encantador en su recreación del Sultán (“¡Ya te veo, Sapolini!”), y a Geoffrey Keen, por su contenido y perseverante rol de Willem Wattereus, la suerte de consejero al que nada parece resultarle.

Título para Latinoamérica: LABERINTO TRÁGICO
Luis Guillermo Cardona
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
9
14 de mayo de 2015
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Muchachos tímidos los ha habido en todas las generaciones y ha habido sobradas razones para serlo: La falta de sociabilidad; la autoestima por el piso a causa de las burlas y la subestimación al interior de la familia; el sentirse feo o mal hecho cada vez que se está parado frente al espejo; el maldito acné que vuelve el cuerpo impresentable; los necios prototipos que imponen las escuelas de modelos y las empresas productoras de tinturas y grasas de colores… y otras tantas causales que dan cuenta de que, esta sociedad, está reclamando a gritos que le demos una buena voltereta.

Benjamin Braddock acaba de graduarse, se ha ganado un premio en la universidad por sus buenos resultados, y su padre le ha regalado un Alfa Romeo porque se siente orgulloso de este logro. A una semana de cumplir los 21 años -la mayoría de edad en los años 1960-, Ben se ve abocado ahora a actuar como todo un hombre... pero más fácil es decirlo que conseguir hacerlo, y cuando de pronto la vida lo enfrenta a una mujer casada que desea acostarse con él, gran parte de los jóvenes de hoy lo considerarán ridículo, pero los que sabemos y sentimos en carne propia la timidez de la juventud, nos parecerá que Benjie es una perfecta remembranza de unos años que tenían mucho de encanto… y otro tanto de pendejada gracias a la cultura imperante y a la visión obtusa de las instituciones.

Mike Nichols, puso su flecha en el sol en esta inolvidable comedia, la cual siempre se ve con agrado, pasen los años que pasen, porque es registro de un tiempo doloroso pero contra todo inolvidable. La primera experiencia sexual con todos sus traumatismos… El primer amor que no sabes a ciencia cierta como retenerlo… El proyecto de vida que no tienes idea por donde agarrarlo… y todo se desenvuelve con gran creatividad en la composición de imágenes, en la edición... y emanando unos diálogos de pulso preciso en cada una de las frases.

El sólido guión de Calder Willingham y Buck Henry, basados en la novela homónima de Charles Webb, ha sido pensado escena por escena para que logre transmitir alma, y mucho se deben haber acordado –sobre todo Webb- de sus propias vidas, al momento de recrear estas inolvidables aventuras.

Generación 1960: La rebeldía, la decepción frente a la hipocresía de los mayores, la obligación de enfrentarse al mundo con lo poco que se adquiría del ejemplo de los padres –que poco dialogaban y menos compartían- y con lo escaso que enseñaban en las escuelas que más tenían de parqueadero de jóvenes que de instituciones formativas.

Con “EL GRADUADO”, queda para el recuerdo el lecho matrimonial de la señora Robinson… La habitación 568 del hotel de la primera experiencia… Aquel par de rostros empapados de lluvia que se enfrentan a la desencajada Elaine… Aquel autobús perseguido para forzar el encuentro… El grito en el cuarto donde los entrometiches vecinos miran como si se hubiera cometido un asesinato… y bueno, tienen que verlo (o volver a verlo), porque esta es una película que hace recordar, soñar y hasta nos devuelve el anhelo de volver a vivir cosas de las que parecieran perdidas para siempre.

Fue este el filme que subió a la cumbre a ese gran actor que luego ha sido Dustin Hoffman; fue otro enorme acierto para la gran actriz que fuera Anne Bancroft; y fue un enorme impulso para las magníficas canciones de Simon & Garfunkel, que ya hacen parte de los inmortales clásicos de la música pop:

“Hello darkness, my old friend
I’ve come to talk with you again
Because a vision softly creeping
Left its seeds while I was sleeping
And the vision that was planted in my brain,
Still remains,
Within the sound of silence”…
Luis Guillermo Cardona
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
10
24 de abril de 2015
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
En noruego, niña mía se dice: jenta mi, y es así como, el inmigrante Martinius Jacobson, llama siempre a su hija de siete años, Selma, para él la luz de sus ojos y el mayor aliciente de su existencia. La mayor parte del tiempo libre, Selma lo pasa junto a su primo Arnold, un pecoso y aventajado pequeñuelo que ahora pasa por la edad de los porqués y tiene ¡unas ocurrencias! que, inevitablemente, despiertan una sonrisa o una carcajada de sorpresa.

Sus vidas transcurren en un modesto pueblo que, algunos –como la nueva maestra- lo descubrirán, lo que tiene de grandioso es su gente y esto basta para que resulte una suerte de paraíso. Junto a aquel par de maravillosos chicos, y ese abnegado y amoroso padre, conoceremos a Bruna, la madre que juega a ser recia, pero es tan comprometida como la que más. El dueño de la gran tienda es Nels Halverson, otro inmigrante que sabe más del amor de lo que contienen unos cuantos libros; y la maestra, Viola Johnson, tendrá junto a él la ocasión de comprender que los buenos sentimientos no pueden ir a medias.

Roy Rowland, un irregular director que tuviera un fructífero comienzo (“Lost angel”, “Killer McCoy”…), fue el encargado de realizar esta emotiva y encantadora película, la cual parte del libro “For our vines have tender grapes” de George Victor Martin, autor que se basó en la ejemplar comunidad de granjeros de Benson Corners en Wisconsin, y quien tomó el título de El cantar de los cantares (2:15) que, en inglés, reza: “Take us the foxes, the little foxes, that spoil the vines: for our vines have tender grapes”. La adaptación cinematográfica la tuvo a su cargo Dalton Trumbo, el renombrado y humanista escritor, cuya impronta se nota en los diálogos y en algunas situaciones donde se percibe el esfuerzo mancomunado que se desarrolla en Fuller Junction.

Como “Ladrón de bicicletas" o “Niños del paraíso”, esta es otra película que da clara prueba de la grandeza de lo simple. En su puesta en escena y en todo su proceso técnico, se percibe la austeridad con que fue realizada, pudiendo casi enmarcarse dentro del género neorrealista. Pero, en la historia hay brillo y grandeza humana, y en aquel modesto pueblo, la vida luce de maravilla por una sola razón: Porque allí encuentras calidad humana.

En un estilo que nos remite de nuevo al edificante cine de Frank Capra, “EL SOLO SALE CADA MAÑANA”, es de esa suerte de historias que se ven muy a gusto con los hijos, porque ofrece una serie de situaciones colmadas de bellos sentimientos y de intensas emociones. Y al final, uno sale reconciliado con la vida y convencido de que queda mucho por dar que todavía no hemos dado.

Necesario hacer mención de la magnífica labor de Edward G. Robinson, quien, en un papel que borra de tajo a los malotes que representara en tantísimos filmes de gánsteres, aquí consigue que le queramos y le veamos como el mejor papá del mundo. Agnes Moorehead, muy equilibrada como la mamá entre dura y tierna, magnífico ejemplo de la mujer entregada con fervor a la crianza de su familia. Y súperespeciales: Margaret O’Brien, la genial niña de algunos filmes de grata recordación (“Secret garden”, “Meet me in St. Louis”…) y Jackie “Butch” Jenkins, el travieso pecoso que asegura la cuota divertida de esta inolvidable historia... y que, como la niña, es todo un filósofo.

La película nos deja un magnífico mensaje relacionado con el personaje de Ingeborg y que tiene que ver con aquellas personas que actúan con mucha bondad y comprensión con las víctimas, pero enseguida destilan crueldad y absoluta intolerancia con los victimarios. El amor no establece líneas divisorias. No desea el bien de unos y el mal para otros. No rescata a alguien del dolor y enseguida le causa dolor a otro. El amor comprende a ambos: a la víctima y al victimario. A aquella procura resarcirla, cuidándola y restableciéndole sus derechos, pero también al victimario le procura la ocasión de redimirse y lo acoge, en todo caso, como a un ser humano en condición de equivocarse y con el derecho a ser tratado de manera digna. En este sentido, esta es una narración pletórica de sabiduría.

Si te predispones a verla con el corazón abierto, es bien seguro que de esta película no saldrás siendo el mismo.

Título para Latinoamérica: “EL ROSAL DE LA VIDA”
Luis Guillermo Cardona
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
8
10 de abril de 2015
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
¡Cuánto duele la indiferencia de la gente y de las instituciones de salud ante las enfermedades mentales! Pareciera no haberse comprendido que, ésta condición, es muy diferente a cualquier otro caso de sufrimiento humano. Si alguien tiene un fuerte dolor de estómago, acude a una farmacia o (si es más sensato) a una tienda naturista y se busca un remedio; si aquel se corta un brazo o se fractura una pierna, va a una sala de urgencias a solicitar ayuda… pero, una persona que padece una enfermedad mental, con frecuencia no solo no sabe que puede y debe buscar ayuda, sino que, en muchos casos, teme comunicar a otros sus temibles impulsos, sus crisis interiores, y su enorme sufrimiento.

Un individuo con un trastorno paranoide de la personalidad (la psicosis es un síndrome que se produce en algunos de estos trastornos) está, en primera instancia, lleno de miedo, y por este motivo, teme al qué dirán, siente que todo el mundo conspira contra él y que, cualquier palabra que diga, va a ser utilizada en su contra. Por ésto, se vuelve resentido e intolerante… y con frecuencia responde agresivamente ante cualquier señal de ese tipo. De manera invariable, dicho trastorno está enmarcado en un incidente traumático que, en algún momento de su vida afectó a la persona, no supo tramitarlo ni encontró ayuda profesional al respecto, y entonces se vuelve recurrente… y así pasan años y años en que, este individuo –que con cada acto cruel inconscientemente está reclamando ayuda y un poco de afecto- solo encuentra comportamientos improcedentes contra él, los cuales desatan sus temibles impulsos. Es entonces, cuando cabe preguntarse: ¿Es él culpable de sus actos o lo es la sociedad entera? ¿Tenemos derecho a condenarle o deberían aunarse todos los esfuerzos para redimirlo? ¿Hay en él una maldad consciente y elegida, o una sujeción a fuerzas incontrolables?

Partiendo de la novela del estadounidense, Robert Bloch (1917-1994), que, Joseph Stefano, adaptó con bastante fidelidad haciendo su aporte principalmente en los diálogos, <<PSICOSIS>> se convirtió en la película más alabada del director Alfred Hitchcock, llegando muchos críticos a considerarla incluso como una obra maestra. Pero ¿lo es?

La trama está dividida en dos segmentos, arrancando con el caso de la empleada, Marion Crane (Janet Leigh), quien, varios años después de estar laborando en una oficina y sintiendo que no logra formalizar su relación con el apuesto y separado, Sam Loomis (John Gavin), por sus limitaciones económicas ve pintada la ocasión de resolver esta dificultad, apoderándose de una gruesa suma que su jefe le entrega para que consigne.

(Desde aquí tendré que hacer mención a situaciones claves) Todo arranca muy bien: Hace su entrada la magistral partitura de Bernard Herrmann -sin la cual es indudable que, el filme, no sería el mismo-, y Hitchcock comienza a crear tensión con la presencia de un policía que se cruza en la huida de la muchacha. Pero, por la tirria que el director mantuvo siempre contra la policía, el agente resulta tan incompetente como otros que ya nos ha mostrado en algunos de sus filmes, y así, en una noche que se torna lluviosa como presagio de que el cielo llora, Marion consigue llegar hasta el Motel Bates donde conocerá a, Norman Bates, el hijo de la propietaria, un chico afable y de muy buen aspecto, pero muy susceptible a suponer ofensas donde no las hay.

Lo que sigue está magníficamente servido y lo que se ha calificado –efectivamente- como una de las escenas mejor logradas de este notable thriller (la de la ducha), sin duda obedeció tanto a las presiones de la censura (creadora de ‘arte a la fuerza’), como al interior y consciente pundonor del realizador. Aunque ya harto se ha escrito sobre su estructura, mi sentir es que, lo que con una toma continua o de escasos cortes, podía resultar grotesco, morboso y quizás lacerante de la sensibilidad de los espectadores, con ¡78 pequeños trozos de cinta!, Hitchcock hilvanó una escena de 45 segundos que impuso arte, sutileza y fuertes significados (los agujeros, la sangre, la mirada…) sin perder, en nada, la efectividad terrorífica de la escena.

En el punto del encuentro entre, Lila Crane y la señora Bates, se tira por la borda todo el cuento de la técnica taxidermista que maneja Norman y que ya nos había ilustrado con numerosas y alusivas aves rapaces, pero podemos hacer la vista gorda para validar el efectivo uso de la cuenca vacía, asociable con los restantes agujeros (abismos negros) que habíamos visto antes. Otros detalles podrían enunciarse, pero, <<PSICOSIS>>, no pierde ese gusto a cine bien hecho y con un marcado aroma a arte.

Mientras escribo, he estado escuchando un CD titulado: “The great Hitchcock movie thrillers” de Bernard Hermann… y sigo sintiendo que sus composiciones ¡sí que son magistrales!
Luis Guillermo Cardona
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
Más sobre Luis Guillermo Cardona
Cancelar
Limpiar
Aplicar
  • Filters & Sorts
    You can change filter options and sorts from here
    arrow