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Críticas de Luis Guillermo Cardona
Críticas 3.333
Críticas ordenadas por utilidad
9
1 de junio de 2012
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sí, Selma Lagerlöf (1858-1940) es una insigne personalidad que honra al sexo femenino: Fue la primera mujer en obtener el premio Nobel de Literatura, en 1909, y fue también la primera dama en hacer parte de la Academia de la Lengua Sueca, en 1914. Tras un viaje que hizo a Palestina, entre 1900 y 1901, la señora Lagerlöf comprendió que, aquella enriquecedora y significativa experiencia daba para escribir una gran obra, y de inmediato, se dispuso a esta tarea publicándola en dos volúmenes con el título, “Jerusalem”, que, junto con, “La Saga de Gösta Berling” - y "El Carretero" -llevadas también al cine-, se ha convertido en su obra más representativa.

Sería el director danés, Bille August, quien asumiría la adaptación cinematográfica de, <<JERUSALÉN>>, logrando un estupendo filme sociológico, colmado de drama y de fuerza espiritual, donde describe, en forma muy sobria y respetuosa, pero no exenta de la necesaria crítica, los hechos que rodearon el surgimiento, en Dalecardia, Suecia, de la secta de los Hellgumianos entre los creyentes y esperanzados moradores que adoptaron, sin reserva alguna, las aspiraciones del pastor americano Hellgum, quien les hizo la promesa de crear una nueva Jerusalén y llevarlos luego a tierra santa como los elegidos para la salvación.

El filme contrasta, con sapiencia, las experiencias en aquella tierra liderada por los Ingmarsson, cuyo padre fallece pronto en un accidente, quedando en cabeza de su hija, Karin, las decisiones esenciales y a la espera de que crezca el pequeño Ingmar (entonces de 10 años) para seguir apoyando a aquella gente cuya fe en Dios se incrementa día tras día. Después, tendrá lugar el viaje a la tierra de Jesús, y allí comenzará el otro contraste que dará sentido a las inspiradas palabras del viejo, Hans, en el momento de la partida, quien comienza diciendo: “¿Pueden las colinas de Jerusalén ser más bellas que nuestros campos?”...

Fe, credulidad, renuncia, la búsqueda exterior de un tesoro que se lleva dentro, visiones, alucinaciones, esperanzas… y unas cuantas decepciones, se entremezclan en una historia cargada de bellas, profundas y encontradas emociones, en la que, Bille August, se luce con su equilibrada narrativa, su preciosa puesta en escena, y un estupendo conjunto de personajes pletóricos de vida y esperanza.

Para, Selma Lagerlöf, amor, bondad y trabajo responsable, son fuerzas muy poderosas en este mundo. Para, Bille August, actuar con conciencia es más importante que toda fe. Creo yo que, caminar por estos senderos, afianzaría sensiblemente nuestra vida en sociedad.
Luis Guillermo Cardona
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10
27 de mayo de 2012
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Definitivamente, carácter es lo que un hombre necesita para poder trasegar con firmeza por la vida. Un hombre debe saber lo que quiere; creer con decisión en lo que ha experimentado; y defender, contra todos, lo que tenga por Verdad. Probablemente, esto no le signifique muchos amigos, aplausos, ni prebendas… pero conservará algo que vale más que todo eso junto: el honor y la integridad. Se puede alcanzar cualquier éxito en la vida, se puede llegar a poseer el mundo entero, y se puede llegar a tener en el bolsillo dinero por montones… pero si no se ha logrado con transparencia y dignidad, jamás serás feliz aunque logres que los demás así lo crean; y esto por una sola y simple razón: porque tú lo sabes y sabes que Dios lo sabe.

Henrik Bergman, es un modesto ser humano que ha sufrido bastante. Huérfano de padre, junto a su madre pasó por todo tipo de necesidades, y ahora vive en un frío y pobre apartamento donde se esfuerza por adelantar sus estudios de teología. La presencia de su adinerado abuelo, rogándole que vaya a ver a su abuela moribunda, sólo despierta en Henrik viejos resquemores y deja ver con claridad la posición que asume -y asumirá en adelante- frente a cierta clase social. Su prometida, la camarera Frida Strandberg, es el único solaz de Henrik en algunas noches, pero la vida pronto lo llevará a conocer a Anna Akerblom… y una vida intensa, tampoco exenta de conflictos, pero con más brío y verdadero afecto, comienza a tener lugar en aquella Suecia de comienzos de siglo, donde la lucha de clases pesará más en su vida que el ejercicio religioso.

<<LAS MEJORES INTENCIONES>>, es un filme para escudriñar interiores; para ver al ser humano desde sus emociones más íntimas; para sentirlo con objetividad desde sus contradicciones... y para entender el brillante juego que nos propone la vida con los polos de luz y sombra que, indefectiblemente, nos animan a unos y a otros durante toda la existencia. Lo grande y ejemplar en, Henrik y Anna (finísima semblanza de los padres del renombrado cineasta, Ingmar Bergman, autor del magnífico guion), es su infinita capacidad para trascender los errores; para aceptarse el uno al otro con sus altas y bajas; y para seguirse amando por una razón bien relevante: ambos anhelan con fervor el bien común, y el uno con el otro, hacen un perfecto complemento.

El director, Bille August, resulta más que digno de la tarea encomendada, pues, <<LAS MEJORES INTENCIONES>>, brilla admirablemente por donde se la mire. A un guion magníficamente estructurado, se suma una efectiva puesta en escena (véase la precisa conjunción entre relieves vivenciales y clima); una fotografía digna de enmarcar; una banda sonora fulgurante (Stefan Nilsson tan magistral como en, “Pelle el conquistador”)… y un conjunto actoral sobresaliente. Para, Pernilla August, Ghita Norby y Samuel Fröler, mis mayores manifestaciones de aprecio.
Luis Guillermo Cardona
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7
7 de mayo de 2012
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
En tiempos de crisis, los primeros que aseguran su sobrevivencia son los deshonestos, porque para ellos, el dinero no se consigue únicamente trabajando, ¡se consigue de cualquier manera! Y así, acudirán al robo, el asalto, la extorsión, la estafa, la usura, la falsificación, el secuestro, el chantaje, el desfalco, la expropiación… o el crimen si es necesario. Todo un sartal de medios con los que se tira a la caneca la dignidad, con tal de mantener el poder, el status o asegurar la sobrevivencia sin hambre y sin carencias de ningún tipo. Así funciona la mezquina y ruinosa ley del “Yo cuento y usted no cuenta”.

Durante la Gran Depresión, iniciada en el año 1929 en los EEUU –como en cualquier otra crisis económica de la historia reciente-, los bancos jugaron su particular papel: expropiaron inmisericordemente por el no pago de deudas, se quedaron con el dinero de la gente acusando falsas quiebras, y con idéntico argumento consiguieron que los gobernantes –sus mayores accionistas- les inyectaran grandes sumas de dinero en pro del manido argumento de que, de su solvencia, dependía la estabilidad económica del país (léase oligarquía).

Por todo esto, la gente llegó a tenerle una gran animadversión a los bancos y así, cuando surge John Dillinger, ese asaltante especializado en hacer abrir cajas fuertes, la gente lo acoge como a un héroe popular que los reinvindica ante los poderosos. Dillinger se hizo célebre por su presencia viril, su prontitud para asaltar un banco (un minuto y cuarenta segundos), y por su facilidad para huir de cualquier prisión donde estuviesse recluido. Pero sobre todo, el pueblo admiraba su talante dispuesto a hacer cualquier trabajo sucio lo más limpiamente posible, pues Dillinger solo mataba a servidores del Estado y siempre bajo presión, y además, respetaba sagradamente el dinero de los clientes porque solo le interesaba el de los banqueros (véase la precisa y veraz escena del primer asalto).

Aunque el filme fatiga y se viene a menos con esas pesadas tomas de cámara en mano, con esos extravagantes planos de medio labio superior hasta la frente, y con esa acción oscura donde rara vez se sabe quien dispara y los efectos ópticos son patentes, aún queda decir que Michael Mann logra un filme muy interesante como documento histórico y que, algunas escenas, además de realizadas en precisas locaciones y con una iluminación muy ajustada a la época, están hechas con la maestría de un artista cabal: El primer asalto de Dillinger; la atinada desmitificación del controvertido exdirector del FBI, J. Edgar Hoover; la detención de su novia Billie… o ese magnífico recuento de sus últimos momentos, con la película “Manhattan Melodrama” como acto premonitorio y visionario de una realidad en proceso de transformación. Faltó forma, pero siento que había profundo contenido.
Luis Guillermo Cardona
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7
24 de abril de 2012
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hace ya largo, muy largo tiempo, que un gran número de hombres ha asumido el exterminio de diversas especies animales con propósitos mercantiles. Y no les ha importado si para hacerse a sus carnes, sus pieles, sus colmillos o cualquier otro órgano que pueda mercadearse, han de ser crueles, torturadores y/o decididos asesinos. Se aplica la potencia del arma o la efectividad de la trampa contra la desventaja animal, y se hace luego lo que haya que hacer: maltratar, amputar, desollar vivo… importando única y exclusivamente que el cazador pueda satisfacer sus ímpetus. Y si aparece algún ser humano que pretenda oponerse a su caza o a su safari -aunque sólo acuda con argumentos en pro del respeto a la vida y la conservación de las especies-, tampoco tendrán miramientos en pegarle un tiro para seguir adelante con su empresa.

El marfil, es visto como oro por los cazadores furtivos, y comúnmente, lo extraen de las morsas o de los elefantes. Se usa para adornar mesas, joyeros, bastones, puertas y otras nimiedades, pero tiene clase porque hizo parte del arte bizantino y lo usaron griegos y egipcios entre otras culturas. El sufrimiento de los animales se minimiza ahora pegándoles un tiro en la frente (aunque a veces se falla y primero les revientan un ojo o les destrozan la trompa), pero en todo caso, se asesinan sin piedad alguna, porque prima el interés mezquino sobre el sagrado derecho a la existencia.

Los cazadores que vemos en “TARZÁN Y SU COMPAÑERA”, son de los más “nobles” que pudieran existir: No van al África a “disfrutar del exterminio de los elefantes”, sino a llevarse el abundante marfil que se encuentra en el sitio-cementerio a donde los gigantes paquidermos se desplazan cuando presienten que van a morir. De paso, Harry Holt planea recuperar a su exnovia Jane Parker -quien ahora convive con el famoso Tarzán-, pues él está seguro que estará mejor a su lado en la civilizada Inglaterra. Pero Jane les mostrará, a él y a su socio Martin-mi-amigo, que en la selva no hay tiempo para aburrirse, y que se puede jugar, pasear, volar por el aire asido a una liana, tener una “mansión” en cada claro, y hasta lucir muy sensual sin artificio alguno.

Pero no todo será color de rosa, porque la ambición desata los instintos, y así se forja una aventura donde Tarzán tendrá que demostrar que está dispuesto a cualquier cosa, para evitar que se propague el uso del marfil.

El filme resulta entretenido, nos recuerda la gran armonía que puede darse entre el hombre y los animales, y Tarzán y Jane, nos traen a la memoria los placenteros tiempos de la infancia.
Luis Guillermo Cardona
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6
18 de abril de 2012
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Jeanne Deckers (1933-1985), la monja belga conocida mundialmente como “Sor Sonrisa” (Soeur Sourire), había ingresado al convento de las dominicas Fichermont en Waterloo, huyendo de sus padres con quienes no se llevaba muy bien y al tiempo deprimida por haber roto su relación afectiva con un joven con quien estaba comprometida. Convertida luego, en la hermana Luc-Gabriel, descubrió que la felicidad sí existía cuando, a la aceptable vida que llevó en el claustro, se añadió su presentación como cantante y compositora ante la disquera Philips en 1963, la cual la contrató para grabar un LP y la llevó a recorrer los países donde el disco se había convertido en un éxito. Hasta entonces, la monja fue la única cantante belga en estar en los primeros lugares del Hit Parade de los EEUU con su canción “Dominique”, grabada luego por numerosas cantantes en otros idiomas.

Pero el éxito llevó a Jeanne Deckers a ver la vida de otra manera… y pronto se convirtió en una rebelde que puso en entredicho al Vaticano al abandonar el convento en 1966 y tendiendo, luego, al alcohol y a las anfetaminas. Grabó una canción en la que apoyaba la contracepción, se hizo pública su convivencia con la también monja Anne Pecher, y hasta comenzó a ser perseguida por los recaudadores de impuestos que querían cobrarle porcentajes por sus grabaciones, cuando casi todo el dinero iba a las arcas de la Philips, y el pequeño porcentaje que le correspondía, pasaba a los fondos del convento (¡consecuencias de no leer los contratos!).

Esta historia, que años más tarde terminaría en romántica tragedia, sería tomada por Hollywood en 1966, y se convertiría en el filme de despedida del notable director Henry Koster, experto en aventuras cálidas y espirituales, a quien se le encarga filmar la, hasta entonces, edificante existencia de la monja belga, pues sería años después de que Debbie Reynolds la representara bellamente en el celuloide, que su vida comienza a tomar ese rumbo de depresión y crisis existencial.

“DOMINIQUE” no pretende ser un riguroso biopic y se inclina preferentemente por recrear la clase de vida que debería llevar realmente una monja: fuera del claustro, asumiendo compromisos sociales, actuando más y orando menos, viviendo con alegría y no con esas caras agrias, rompiendo el silencio sepulcral de los conventos y llenándolos de música y canciones. El filme es modesto pero simpático, un tanto edulcorado pero serio al mostrar una imagen no idealizada de la monja a la que podemos ver con sus falencias y premuras. Y actrices de renombre como Greer Garson, Agnes Moorehead y Juanita Moore, le dan fuerza a las interpretaciones y el filme es salpicado con toques de drama y de comedia que permiten pasar un rato entretenido.

¡Y vaya si se le pega a uno la cancioncita!: “Dominique-nique-nique / I will tell of Dominique / His goodness to acclaim…
Luis Guillermo Cardona
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