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España España · Barcelona
Voto de polvidal:
6
Comedia. Romance Rafa (Dani Rovira) es un joven señorito andaluz que no ha tenido que salir jamás de su Sevilla natal para conseguir lo único que le importa en la vida: el fino, la gomina, el Betis y las mujeres. Todo cambia cuando conoce una mujer que se resiste a sus encantos: es Amaia (Clara Lago), una chica vasca. Decidido a conquistarla, se traslada a un pueblo de las Vascongadas, donde se hace pasar por vasco para vencer su resistencia. Adopta el ... [+]
12 de marzo de 2014
63 de 89 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando decides rodar una comedia sobre los tópicos que inundan este país debes andarte con cuidado. Puede que la sociedad española, andaluza o vasca estén ya lo suficientemente maduras como para reírse de sí mismas pero quizá no estén tan preparadas para verse representadas en pantalla con un dudoso sentido del humor. Porque cuando en Ocho apellidos vascos se van sucediendo los chistes sobre flequillos, cajeros automáticos y cócteles molotov uno no duda que la cinta pueda herir sensibilidades políticas sino más bien que atente contra el orgullo de dos pueblos que quizá merecían un poquito más de ingenio en los guiones.

Molestarse por la imagen que plasma la película sobre los andaluces o los vascos demostraría muy poca amplitud de miras. En cambio, lo que sí debería indignar, no sólo a los implicados sino a toda la platea, es el pobre tratamiento de la imagen y la falta de nervio en unos gags que se quedan a medio camino. Los primeros minutos de Ocho apellidos vascos, sin ir más lejos, son bochornosos. Tras la tormenta de efectos nada especiales con la que Euskadi da la bienvenida al protagonista pasamos a un plano aéreo de Donostia que parece realizado desde un globo sin rumbo, todo ello sin mencionar los numerosos planos interruptus y la sobreactuación de Clara Lago haciendo de chica dura del norte con un clavel en la cabeza.

Por suerte, la cinta cuenta con los suficientes elementos para salir airosa y provocar la risa del personal, que al fin y al cabo es el objetivo de toda comedia sin pretensiones. Mientras Lago va acomodándose poco a poco al personaje de Amaia, la joven vasca que debe camuflar a su pretendiente sevillano, su compañero de reparto, el cómico Dani Rovira, debuta en la gran pantalla por todo lo alto, llevando con sorprendente soltura casi todo el peso del metraje. El desparpajo que demuestra en sus monólogos lo traslada sin problemas al carismático Rafa/Antxon, personaje que podría catapultarlo a esa escasa lista de cómicos imprescindibles del cine español.

Su cometido no era fácil. Se estrenaba en el cine de la mano de dos pesos pesados como Carmen Machi y Karra Elejalde. La primera, salvo contadas excepciones, parece totalmente desaprovechada por un guión que no le brinda más grandes momentos que el de Anne Igartiburu. Elejalde, en cambio, explota al máximo su oportunidad y satiriza a la perfección el ideal de vasco que la mayoría guardamos en nuestro imaginario. Pese a algún pequeño resbalón, el casting es el gran chaleco salvavidas de Ocho apellidos vascos.

Lástima que el guión de Borja Cobeaga no esté a la altura de los topicazos y que la dirección de Emilio Martínez-Lázaro luzca tan poco entusiasta. Ese final, por ejemplo, merecía más emoción, más espectacularidad y más medios, los que sí supo amortizar Javier Ruiz Caldera en 3 bodas de más, convirtiéndola en la comedia española más ingeniosa de los últimos años. Pero no conviene alarmarse. La maquinaria Mediaset ya se ha puesto en funcionamiento y tan insignificantes fallos quedarán eclipsados por la enorme acogida en taquilla. Al final, sólo importa la cuenta de resultados.
polvidal
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