Para mí es una interpretación muy original del mito del licántropo, tanto por su enfoque feminista -ésta es una película de mujeres y sobre mujeres- como por encuadrar la historia a través de dos hermanas adolescentes obsesionadas por la muerte, que hacen montajes fotográficos simulando muertes horribles, que van al instituto en una indeterminada localidad canadiense, y que duermen en un extraño dormitorio con luces fluorescentes sobre el cabecero de sus camas. Emily Perkins y Katharine Isabelle no sólo dan el físico perfecto para sus respectivos papeles, sino que además los interpretan a la perfección. La estadounidense Mimi Rogers, como la madre de las hermanas protagonistas, y Kris Lemche como Sam, el traficante de drogas que tratará de prestar ayuda, también encarnan muy bien a sus personajes.

Sin duda es un film de terror que merece el estatus de film de culto que posee. Por cierto, en los créditos finales aparece el director de cine Vincenzo Natali, un nombre clave, como John Fawcett, en el cine de terror canadiense.