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Voto de Luis Guillermo Cardona:
6
Intriga. Drama En el castillo Vogeloed, unos aristócratas están esperando a la baronesa Safferstatt, cuando, de repente, aparece el indeseable conde Oetsch, al que nadie había invitado. Todos están convencidos de que él asesinó a su hermano, el primer marido de la baronesa Safferstat. Sin embargo, Oetsch, pese a no ser bien recibido, se queda en el castillo, arguyendo que él no sólo no es el asesino, sino que además encontrará a quien mató a su hermano. (FILMAFFINITY) [+]
13 de septiembre de 2010
9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tras una temporada de dos años (1919 -1920) -que podríamos considerar de escasa relevancia, si nos atenemos a quienes afirman que sus nueve filmes extraviados (o destruídos… ¿por el mismo Murnau?) “fueron de poca trascendencia y algo triviales”, por fin la obra del gran director alemán comienza a salir a la luz con “EL CASTILLO VOGELÖD” y, ateniéndonos a las cualidades de esta película, es una buena premisa para considerar que, sus trabajos anteriores, pudieron no ser más que ejercicios de estilo, antes de que la inspiración le llegara con su sorprendente “Nosferatu”.

La historia de este filme, aunque escrita por el ilustrísimo Carl Mayer, también es un poco ligera: Un grupo de hombres se prepara para una partida de caza, y mientras esperan a la viuda Safferstätt, un juez retirado del que todos sospechan que es el asesino de su propio hermano, entra en el recinto, y tras declararse inocente, dice que él mismo demostrará quien fue el verdadero criminal. La viuda, quien también le acusa, se confesará entonces ante el sacerdote Faramund y le narrará los hechos ocurridos antes.

El filme, rodado como los anteriores de Murnau, en un tiempo record (16 días) y con escasos recursos técnicos, logró ser estrenado antes de que en el Berliner Ilustrado apareciera el último capítulo de la serializada novela de Rudolf Stratz. Pero no fue muy bien recibido, y esto talvez se explique por la teatralidad que mantiene a lo largo de su narración y porque los hechos son contados con cierta rutina en los planos y con escasa relevancia artística.

Durante el gran auge del cine alemán y de la escuela Expresionista, fue probablemente Ernst Lubitsch, quien primero descubriera la particular efectividad estética que podía lograrse colocando la cámara en el bajo de las escaleras y enfocando hacia arriba el descenso de los personajes. En “Los ojos de la momia Ma” (1918) logró, con este efecto, planos de bella plasticidad que realzaron significativamente el filme. Después, sería cosa harto común, las escenas en las escaleras tanto en el cine alemán como en el cine hollywoodense.

En “EL CASTILLO VOGELÖD”, Murnau repetirá este ejercicio hasta el cansancio, pero, toca decirlo, sin efectividad alguna, porque ningún plano de estos conduce a un hecho dramático y los hace tan sólo como una forma de integrar una nueva escena.

En todo el filme, quizás el único plano que merezca recordarse aparece durante el sueño cuando una mano, idéntica a la de Nosferatu, entrará por una ventana con el propósito de causar pánico. Se anticipaba así el inició de una obra cinematográfica imperecedera.
Luis Guillermo Cardona
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