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Voto de Luis Guillermo Cardona:
3
Cine negro. Intriga. Drama Un escritor intenta demostrar la deficiencia de las leyes y la ineficacia de la policía, colocando falsas pruebas contra sí mismo en un caso de asesinato. (FILMAFFINITY)
12 de diciembre de 2011
14 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
Plenamente satisfecho con la labor realizada por el director Fritz Lang en su película “Mientras Nueva York duerme”, de inmediato, el productor Bert E. Friedlob, le ofreció dirigir una historia de Douglas Morrow que tenía en su escritorio. Satisfecho con la relación que venían sosteniendo, Lang asintió sin reparos, y confió tanto en que todo marcharía como en el filme anterior que, de palabra, acordó que podría hacer al guión todos los cambios que considerara necesarios… pero, firmado el contrato sin apenas leerlo, notó después que (quizás por exigencia del guionista… o del mismo productor) éste incluía una cláusula que le impedía hacer la más mínima modificación al argumento.

Lang, que había visto la ocasión de lanzar un magnífico alegato contra la pena de muerte de la que tanto abominaba, se vió de pronto obligado a cumplir con la intempestiva resolución final donde, lo que quedaba, era una justificación de la pena capital y una clara apología del sistema judicial norteamericano… aunque, en principio, todo apuntara a lo contrario.

El caso propuesto resultaba original e interesante: Tom Garrett es un periodista en vacaciones -con la venia de su suegro Austin Spencer- quien, ante el éxito de su primer libro, ha decidido escribir otra historia. Al enterarse del crímen de la bailarina Patty Gray, a ambos se les ocurre demostrar que la pena capital de tanto en tanto pone en la silla a seres inocentes, y de paso saben que, así, arruinarán la carrera del fiscal del distrito que anda ejecutando a cuanto preso pueda para ganar adeptos a sus aspiraciones como gobernador.

La ocurrencia es riesgosa, pero podría ser certera: Se crearán todas las pistas para que Garrett se convierta en el principal sospechoso del crímen y Spencer, el director del periódico, tomará registro de todo lo planeado, con lo que luego demostrará que el escritor es inocente.

Pero, bien sabido es que, en todo plan por perfecto que parezca, el destino pone su parte y siempre surgen cosas que no estaban en el juego… y así, los hechos tomarán un giro inesperado… y la coherencia… y el estilo progresista… y el sentido humanitario que habíamos visto en el Fritz Lang de “M” y de “Furia”, quedan aquí severamente colgados dando paso a la reafirmación, como “acto de justicia”, de la horrenda silla eléctrica.

Para Lang, con esta enorme gota se derramó la copa… y ya jamás aceptaría un contrato en Hollywood.
Luis Guillermo Cardona
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