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El Gran Hotel Budapest

Comedia. Aventuras Gustave H. (Ralph Fiennes), un legendario conserje de un famoso hotel europeo de entreguerras, entabla amistad con Zero Moustafa (Tony Revolori), un joven empleado al que convierte en su protegido. La historia trata sobre el robo y la recuperación de una pintura renacentista de valor incalculable y sobre la batalla que enfrenta a los miembros de una familia por una inmensa fortuna. Como telón de fondo, los levantamientos que ... [+]
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Críticas 283
Críticas ordenadas por utilidad
16 de abril de 2018
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Debería escribir antes de leer las reseñas. Sobre todo en las películas poco convencionales que al espectador medio español le resultan en algún punto insatisfactorias, probablemente porque su sensibilidad artística es escasa, y su paciencia también, a juzgar ya no solo por la nota media de 7,2. El problema no son las reseñas con una crítica negativa, el problema es que pretenden ilustrar un gran criterio, con una pompa forzada en sus palabras, cuando en realidad esconden una pobreza sentimental alarmante. ¿Reaccionarios quizá? ¿Un rechazo encubierto a su protagonista bisexual? ¿Ganas de de destacar por ir a contra corriente? ¿Síndrome de Dunning-Kruger? A saber.
Dicho esto, y a modo simplemente de advertencia a quien todavía no haya visto esta película, paso a comentar lo que me ha parecido a mí.
Como es evidente, o debería serlo, el arte es subjetivo. Por más que uno haya estudiado, en este caso, de cine, no importa, puede no gustarle una obra maestra, o no considerarla tal. Su habilidad y coherencia para realizar una crítica objetiva es relevante en cuanto su análisis técnico, pero sobre gustos: no hay nada escrito.
Esto es sencillo, si no te gusta este director, no veas Hotel Budapest, no pierdas tu tiempo.
Hotel Budapest es una película que se basa en recursos narrativos propios de la novela, personajes hilarantes, y a menudo estáticos (como sus planos), cuya fuerza está en la construcción de sus personalidades y discursos, con tanta o más fuerza que la historia en sí misma.
La forma en que se narran visualmente los acontecimientos no es a la que estamos acostumbrados, ya que no hay grandes efectos ni cambios de plano rápidos que nos mantengan en alerta, no hay tampoco una línea de discurso sencilla, la retórica puede llegar a ser cargada, y su protagonista es un señor afectado de gustos poco convencionales.
El encanto de cada personaje y elemento de la historia se encuentra en su singularidad (no esperes que sea realista, pero tampoco una fantasía desvinculada de la psicología y la complejidad de las personas reales). La historia, en mi opinión, es consecuencia necesaria para desarrollar los personajes principales, y esto hace que el relato sea especialmente interesante, pues como en una buena novela, los personajes evolucionan con nosotros mientras los vemos secretamente.
Si valoras los pequeños detalles, si te gusta la sensación de contemplar un cuadro a través de una película, si das un valor especial a los personajes singulares y su trasfondo, y si te gusta la literatura, es muy probable que disfrutes de principio a fin con Hotel Budapest.
Si te gustan las películas rápidas, claras, modernas, frenéticas, con personajes con los que te puedas identificar fácilmente, no sueles leer, te repelen los cuentos y/o tienes algo contra las masculinidades no convencionales, probablemente (sino seguro), no te gustará Hotel Budapest.
¿Y por qué un nueve? Porque soy fan de este director, y debería verla una vez más con la cabeza fría para poder sacar algún pequeño "defecto" que impidiera dar el 10, pero no creo que pueda tener la cabeza tan fría para ello.
Richard Parker
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19 de abril de 2019
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Muchos dicen que vista una película de Wes Anderson, vistas todas. El realizador tiene un estilo muy personal, un sello particular que imprime en todas y cada una de sus creaciones, pero eso no quita para querer meterse en todos y cada uno de sus proyectos. El que nos ocupa, me parece uno de los más depurados y originales hasta la fecha. Anderson domina con maestría el guión, la dirección de actores, la puesta en escena y el diseño de producción acorde a las necesidades de cada historia. Es una auténtica delicia visual y auditiva.
PD: la utilización de diferentes formatos de imagen para diferentes épocas es de lo más original.
vikingofurioso
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18 de noviembre de 2019
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A ese mundo solo se podía acceder por un camino: alguien te tenía que contar cómo una vez conoció a una persona que a su vez le relató cómo recordaba aquel acontecimiento de su pasado que le cambió la vida. Tres niveles narrativos que forman la cadena de seguridad de una puerta que esconde un universo extravagante que obedece a sus propias reglas. En él, los ojos se mueven con 'travellings' laterales, hacen 'zooms' rapidísimos para no perder detalle y cada plano que enfocan está diseñado al milímetro. Una mirada curiosa que nunca está quieta y se deja embelesar por un estilo retro y unos personajes que, adornados con una carcasa de histrionismo cercano a la carcajada, esconden en su interior altas dosis de realismo. Y en esta ocasión, Wes Anderson los reúne en un lujoso hotel de montaña para desentrañar la historia de un crimen, una herencia millonaria y el robo de un cuadro, todo enmarcado en la Europa de entreguerras que presenció el ascenso de los totalitarismos.
El protagonista de 'El gran hotel Budapest' es 'monsieur' Gustave, un afamado conserje, adalid de las buenas formas, defensor de la elegancia y la exquisitez en los detalles y protector entusiasta de las inquilinas maduras y adineradas. Acusado de asesinar a una de ellas para hacerse con su fortuna, deberá enfrentarse a los familiares de la fallecida para limpiar su buen nombre y recuperar su vida anterior. En sus periplos lo acompañará el nuevo mozo del hotel, un avispado joven que se convertirá en su aprendiz y lo ayudará a desenmascarar a los verdaderos asesinos. Él será el narrador que nos guíe en el genuino universo de Wes Anderson.
El director estadounidense premia a sus incondicionales con una película que exprime su mundo excéntrico y cautivador, pero que confirma al mismo tiempo su madurez detrás de las cámaras. Al delirio visual de sus anteriores filmes se suma un guion más profundo y un ritmo acelerado que no dejará aburrirse al público que acepte y comulgue con sus herramientas cinematográficas y peculiar estilo narrativo. Anderson se deja en el camino la emotividad de 'Moonrise Kingdom', pero su humor excéntrico y sus cuidadas escenas continúan muy presentes. Ya pueden aparecer a la vez 25 personajes en pantalla, que cada uno ocupará a la perfección el lugar que le corresponde para formar uno de esos planos convertidos ya en marca de la casa.
No falta tampoco el plantel de estrellas que seguiría al realizador texano allá donde fuera. Bill Murray, Willem Dafoe, Edward Norton, Adrien Brody, Owen Wilson, Harvey Keitel y Jason Schwartzman, entre otros, se vuelven a poner a sus órdenes para completar un reparto liderado en esta ocasión por un acertado Ralph Fiennes. El actor británico sabe muy bien cómo perfilar la dualidad de su personaje: un gigoló desatado con grandes lagunas morales que se convierte en héroe a ojos de su aprendiz, que lo tendrá durante toda su vida como modelo a seguir.
La historia juega con la visión melancólica de un pasado repleto de hechos catastróficos y penosos, pero del que sentir añoranza porque fue el que nos marcó y nos hizo ser quienes somos ahora. Una reflexión oculta tras un impactante aspecto visual y un frenético montaje -tan determinantes en las películas de Anderson-, junto a unas cómicas secuencias inherentes a su estilo y no recomendadas para un espectador al que solo le guste soñar de noche.

Diario de Navarra / La séptima mirada
Asier Gil
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13 de abril de 2020
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Interesante película por varios motivos:

La forma de narrar: ahora con flashbacks, ahora continúo, ahora pongo marionetas o dibujos... te absorbe y te extraña a partes iguales.

La historia a narrar: un cuadro robado se mezcla con el devenir del hotel a lo largo de los primeros años del S.XX en Europa y con la descripción de sus pintorescos huéspedes y empleados. Se cuenta con gracia, humor gamberro y picardía.

Unos fabulosos decorados que explotan de tanto color. Para mi gusto, son excesivos; pero ya sabemos como es Anderson...

El reparto: plagado de superestrellas desde el primero hasta el último personaje.

Las interpretaciones: Fiennes da el perfil de conserje competente y astuto que se mueve como pez en el agua codeándose por igual con ricos y con currantes. Dafoe, con ese físico tan rotundo y Revolori, con una mirada entre la tristeza y la inteligencia.

Los personajes: un conserje culto, elegante, refinado, de carácter noble pero...con un puntito canalla. Imposible que no empatices con él. Una de sus frases se puede enmarcar y ponerla encima de tu mueble-bar:
"Aún hay vagos destellos de civilización en este matadero salvaje que alguna vez fue la humanidad".
Un botones que observará (y absorberá) todo. Especialmente del conserje.
Un malo de libro (Dafoe) que destaca con su riguroso negro de la bacanal de colores que es el hotel (aunque los anillos con calaveras le devuelven a este universo bizarro) y muchos otros más...

La banda sonora: fascinante, hipnótica y algo melancólica.

Las localizaciones: La preciosa ciudad alemana de Dresde y varios edificios de Görlitz.

Estilo: las bonitas maletas de los huéspedes, las pastelerías, ¡la lechería!, el perfume ¿ficticio? que usa Gustav para seducir maduritas, la decoración del hotel...

La atmósfera del hotel y de la película en general: elegante, decadente, excesiva y melancólica.

Una buena película que llega a parecer un cuento animado para adultos.
Jose Solo Z
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9 de junio de 2020
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Me gustan los directores que, en el estricto ejercicio de sus funciones, acostumbran a rodearse de un mismo equipo; es algo, en mi opinión, que no sólo habla bien del grupo, lo que ya es mucho, sino que establece una unidad de criterio que le viene como anillo al dedo al mundo del Cine: de este modo, historias como la de EL GRAN HOTEL BUDAPEST continuarán buscando a directores como Wes Anderson durante toda su vida, y los espectadores nos consideraremos, para siempre, tan ricos como el más rico de Zubrowka.
Además de ser una ruina encantadora, EL GRAN HOTEL BUDAPEST es una película óptima: divertida, sensitiva, exquisita y adorable. Ralph Fiennes, el hombre más generosamente perfumado de la época, está inmenso, y el resto, varios de los pesos más pesados de la industria, disfrutan tanto con sus cometidos, tanto, que del todo se desprende un aroma dulce y maravilloso, como el de un pastel de Mendl´s. Y por encima, por encima de propios y extraños, por encima de la milagrosa fotografía, la música. Una música que se eleva incluso sobre la fiebre del escribiente Zweig y que se integra en el engranaje, perfecta, igual que se integra una manzana en el organismo de un niño.
Sigue tú.
PROT
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