La fuente de las mujeres

La fuente de las mujeres es una cinta estructurada como un cuento con moraleja social, que tiene sus raíces en un relato de Aristófanes, llamado Lisístrata, donde las mujeres hacían una huelga de sexo para evitar que sus maridos fueran a la guerra.

En esta ocasión se cambia el marco de fondo y las calles de Atenas y Esparta son sustituidas por las desérticas llanuras de un pueblo apartado del norte de África donde los hombres han impuesto una férrea jerarquía social que pone a la mujer al mismo nivel que una mula o una cabra, una simple bestia de carga que debe cumplir con los quehaceres domésticos, aunque estos pongan en peligro su integridad física.


El conflicto principal encuentra una mínima oportunidad de cambio gracias a la rebelde y bella Leila y a la madura y sabia Fusil que deberán hacer frente a la oposición tanto de hombres como de mujeres que viven ancladas en el pasado y en el peso de la costumbre. Y lo que empieza como una voz de protesta, poco a poco encontrara su eco en el resto de mujeres que se irán uniendo a esa huelga de sexo, que busca equiparar un poco la justicia social y otorgar a las mujeres los mismos derechos que poseen los hombres.


La cinta de Radu Mihaileanu no es solo un hermoso cuento sobre el empoderamiento femenino. También es un canto a la sororidad y la unión de las mujeres para trabajar por un bien común. Es una cinta reivindicativa y necesaria que pone en evidencia la problemática de la mujer (que sigue existiendo a día de hoy en muchos lugares del mundo), el maltrato, abandono y las vejaciones a las que son sometidas solo por hacer nacido como mujeres en un mundo de hombres. Y solo por eso, merece ser visionada por el mayor número posible de personas.


Las costumbres, los ritos y el bullicio de las ajetreadas calles de los zocos de la capital son plasmados de forma realista y minuciosa. ‘’La fuente de las mujeres’’ es una cinta bellísima por muchos motivos. La fuerza de su argumento, el colorido intenso que baña las escenas de vida hasta en los momentos más dramáticos, el tono amable y bienintencionado de su narración (criticado por algunos) pero que rebaja bastante el tono dramático y nos deja muy buen sabor de boca tras su visionado y su mensaje de amor universal hacia la figura de la mujer, como creadora de la vida y pilar indiscutible de la existencia humana.


Sin embargo, lo más importante es la valentía de su propuesta y de su existencia en sí misma. Necesitamos más películas como esta, capaces de meter el dedo en la llaga, revolviendo la herida cuando sea necesario.


El trabajo de los actores, en especial del reparto femenino merece una mención especial. Las actrices que interpretan a Leila y a Fusil están soberbias y consiguen transmitir la fuerza y el poder que desprende de sus personajes. Leila Bekhti y Biyouna tienen unas interpretaciones brillantes con unos monólogos abordados por esta última que nos dejan un sinfín de frases para recordar.
Hafsia Herzi también brilla a su manera, regalándonos un par de escenas amables y cómicas que harán que nos resulte imposible olvidar una frase; la de ‘’te quiero Esmeralda’’, que nos dice tanto y tan poco a la vez….

Esta obra maestra a mi modo de ver, sencilla, sin más pretensiones que la de contar una historia de amor en la que posiblemente le sobren algunos minutos, que de paso denuncia la situación de la mujer musulmana frente al hombre. No me gustan nada las películas feministas, ni las películas que denuncian situaciones ya que para eso ya tenemos los documentales, pero esta cinta que ciertamente denuncia esta situación de la mano de una historia tan sutil, con frases tan duras como brillantesque al fin y al cabo solo se trata de la busqueda de la igualdad y el amor. Aunque la puntuación quizás debería ser la de un 8 ó un 9, esa capacidad de crear unas conversaciones que deberían pasar a la historia y que te hacen saltar las lagrimas, merecen ya la más alta puntuación. Aunque se me hizo un poco larga al comienzo, me quedé sin palabras a medida que avanzaba. Una película que hay que sentarse a ver y escuchar sin palomitas y sin gente jodiendo la marrana a tu alrededor por que si te pierdes los detalles del diálogo, te parecerá una película mala.

Desconozco si es veraz el cuadro feminista que se traza de las mujeres en ese mundo islámico, ya sea magrebí o saudí, pero incluso tomándolo por correcto, toda la película resulta insípida, naif, insustancial. Se tiene la impresión de que el único sentido de filmar esta historia es alardear de una antropología buenrollista con el denodado objetivo de no pasar a la posteridad.

Por: John Harold Giraldo Herrera
Docente universitario y periodista
[email protected]

Una huelga de amor es la fuerza con la que unas mujeres de un pequeño pueblo de Oriente Medio, deciden cambiar una costumbre con la que han convivido: las mujeres deben cargar el agua hacia sus casas porque así ha sido y así seguirá siendo, si ellas no alteran el orden de los acontecimientos. Los hombres gozan de un descanso y se reúnen a deliberar; en el transcurrir del tiempo muchas mujeres han abortado por el camino tortuoso hacia la fuente y por el peso de traer agua. El baile y los canticos de esa rica cultura son tristes y evidencian el malestar de la población. El agua como vida no llega y el sopor de estar sin buenas cosechas ensalza pocas alternativas para el sustento y la sobrevivencia.

La película se puede considerar un poema a la capacidad de las mujeres. Son las dadoras de vida, sostienen el mundo en sus espaldas y entregan con su afecto los elementos para perpetuar la existencia. Son tan fuertes que si hacen una huelga de amor, lo hacen por amor, no por negligencia ni rencores, su esencia es la vida, luchan por ella a como dé lugar.

La película con una duración de 136 minutos captura nuestra atención. La dura huelga de cerrar la fuente del placer, se ve amenazada porque el Islam tiene –en apariencia- una interpretación de la mujer como esclava del hombre, por tanto en la población hay hombres e incluso mujeres que creen que si continúan tan irreverente y pacífica rebeldía, podrían ser asesinadas. La presión, el flujo de una cultura rica en matices, la huelga, la posibilidad de unos turistas de entrometerse en su pueblo y las costumbres, juegan un papel de conducirnos hacia lo “infinitamente pequeño”.

La fuente de las mujeres es hecha por el cineasta rumano Radu Mihailenau quien con la película El Concierto (2009) nos mostró el mundo de un músico formidable, exiliado y que su talento no debía ser arrinconado. En esta ocasión obtenemos un bello y duro retrato de a condición de las mujeres, de la causa de la igualdad. Con tintes de humor para atraer la atención del espectador, con planos intimistas de la cultura, con un tono musical fresco y ameno, y con una rebelión sin igual, nos sentimos complacidos de viajar a espacios, como de sabernos diferentes con derechos similares.
sigo en spoiler

La fuente es una metáfora evidente que nos pone delante de diversas parejas de polaridades clásicas, el hombre y la mujer bajo el peso de la tradición (justificadora del machismo); la razón enfrentada al sectarismo; la inocencia ante el artificio,...
No hay profundidad en el desarrollo de esas dicotomías, pero quizás no haga falta. No se reivindica el papel de la mujer de manera ridícula, no se solucionan las situaciones sin sentido ni se deja colgada ninguna línea argumental. Sólo es una situación a la que le ha tocado la lotería de no llegar al drama más descarnado, como podríamos prever.
Así, con el casi fácil devenir de lo que acontece, se ponen en juego de manera simple, como en un cuento de Las mil y una noches, los ingenios de las protagonistas para conseguir sus propósitos.
No es ningún insulto a la inteligencia suponer que lo que vemos pudiera pasar, aunque eso no deba ser la guía para valorar una película. Pero esa posibilidad que huye de lo más truculento, que facilita una situación que se nos puede antojar como inverosímil, es la que nos muestra algunas cosas que debemos recordar, como que la represión, sutil a veces o simplemente asumida sin cuestión, justificada en la tradición o el sectarismo, se puede romper sin violencia, utilizando la razón y con constancia. Sencillo y claro.
Esto es algo que ya sabíamos pero ¿y los jóvenes? De aquí la idea de película útil. Especialmente para las mujeres que se están haciendo, que deberían guardar recuerdo de este relato, que con tanta amabilidad, pone en juego la dignidad cultural, la dignidad femenina y los pequeños procesos de cambio social.
Una gran película para ver y debatir en clase, por ejemplo, al lado de ese otro cuento en imágenes, Pago justo, de Nigel Cole.