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Dublineses (Los muertos)

Drama El día de la Epifanía de 1904 está a punto de empezar una de las fiestas más concurridas de Dublín, la de las señoritas Morkan. Entre los invitados se encuentra Gabriel Conroy, sobrino de las anfitrionas y marido de la hermosa Gretta. Esa noche, los invitados disfrutan de una magnífica velada. Gabriel, muy enamorado de su esposa, observa su emoción cuando suena una antigua canción de amor. De vuelta a casa, Gretta le confiesa un secreto. (FILMAFFINITY) [+]
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Críticas 70
Críticas ordenadas por utilidad
5 de agosto de 2009
22 de 34 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pocas veces una película me había aburrido tanto, sobran los comentarios, porque no le veo nada buena en ella. El argumento es lento y para mi gusto absurdo, solo hablan y hablan sin decir nada, no me transmitieron nada. Lo siento pero para mi ésto no es cine, si acaso la palabra adecuada es literatura. No es posible el cine dialogando todo el rato hasta desesperar al espectador. Se hacen ésos 75 minutos interminables y agobiantes para cualquier persona con sentido común. Cabe destacar que los 5 minutos finales es cuando uno comprende el propósito de todo.
Insisto ésto no es cine hubiera sido mejor teatro.

Un cordial saludo
'DIDAC'
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10 de enero de 2014
10 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
“The dead”, el título original de la película que dirigiera John Huston antes de morir, bien podría ser un título en singular, “El muerto”, pero tradicionalmente se ha optado por la traducción en plural, pues en este brillante relato de James Joyce hay al menos dos muertos: uno; Michael Furey, el muchacho que amó a Gretta (Anjelica Huston) en su adolescencia y que murió por ir a despedirse de ella una noche fría y lluviosa, y otro Gabriel, el marido (Donal McCann) por motivos que explico en spoiler. Pero hay un tercer muerto, John Huston, que falleció tras un penoso enfisema pulmonar antes de su estreno comercial.

Cuando todos los aficionados pensaban que “El honor de los Prizzi” (1985) sería la última película de Huston, y las compañías de seguros americanas se negaban a cubrir riesgos, unos productores alemanes, responsables de películas tan arriesgadas como “Bajo el Volcán” (1984) del propio Huston y “Paris Texas” (1984) de Win Wenders, le propusieron realizar la adaptación del más extenso de los quince relatos que James Joyce escribió y recopiló entre 1904 y 1906 en su libro “Dublineses”. El libro, concebido como un retablo de la vida en el Dublín de principios de siglo, está organizado por grupos temáticos: la infancia, la juventud, la madurez y, finalmente, la muerte, representada por el último relato, posiblemente el mejor, y que dio lugar a la película que nos ocupa. Una lección de cine que nos brinda el maestro, desde el momento en que una melodía capta la atención de Gretta en la escalera y le abre las heridas más profundas de su alma.

Un relato elaborado desde un inusitado sentido a todos los pequeños detalles que Joyce en el texto, y Huston con sobria maestría en el filme, nos habían mostrado. Resulta curioso observar, que las tres últimas películas de Huston, giran en torno a ceremonias funerarias o ecos mortuorios. Para Huston la muerte, sin embargo, no era otra cosa que la oportunidad de reencontrarse con los orígenes y de revalidar su irreductible fe en la búsqueda incesante de la pasión que da sentido a la vida. El cineasta deja bien claro las razones de fondo que le movían a sentirse atraído por el relato, que sería su obra póstuma.

Los materiales narrativos son mínimos (una reunión social, una cena, una canción evocadora, una conversación íntima entre marido y mujer…), pero el sustrato dramático es intenso incluso turbador: el eco de los sueños frustrados, la añoranza de una lejana juventud vitalista, el recuerdo de un amor imborrable, una difusa conciencia de la decadencia de clase por parte de un colectivo que se reúne para exorcizar en compañía sus demonios más íntimos, la nostalgia de una vida ancestral ya desaparecida para siempre. John Huston, ejemplo de hombre vitalista hasta sus últimos días, dirigió esta hermosa película desde una silla de ruedas y conectado a una bombona de oxígeno; pero el proyecto le interesaba demasiado para como para abandonarlo: un guión escrito por su hijo Tony a partir de un relato de su autor favorito, ambientado en su amada Irlanda, aunque no pudo desplazarse allí para rodar, y protagonizado por su hija Anjelica. Si después de tantas películas alguien pensaba que Huston estaba agotado, se equivocaba.

“Cae la nieve, cae sobre ese solitario cementerio donde yace Michael Furey, cae levemente en todo el universo, y levemente cae como el descenso de su último final sobre todos los vivos y sobre los muertos” James Joyce (1882-1941).
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Antonio Morales
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19 de agosto de 2016
10 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Versión fílmica del cuento "Los muertos" de Joyce y adaptación extremadamente libre (como debe ser): se añaden diálogos, se varían situaciones de lugar e incluso se usa la voz en “off”, aunque conservando su esencia. Huston se moría mientras la rodaba. Y en los ojos del moribundo aparece y queda fijada para el cine esta sordina navideña, su último esplendor, su despedida.

Sabía que era su último filme y lo hizo hermoso, muy hermoso, y puso en él un The End que a cualquier cinéfilo tiene que emocionar hasta la raíz de las entrañas. Drama íntimo, elegantísimo, viscontiniano, premonitorio y crepuscular, con una austera, resabida y serena mirada que se alza más allá de la añoranza complaciente y de las ordinarias evocaciones sentimentales, sin duda una de sus películas más personales y al mismo tiempo un grandioso testamento.

A modo de cabal y lírica glosa de amor a la vida se hace patente una concluyente celebración de pasión y existencia que se consigna finalmente con el estremecedor epitafio de Gabriel (la voz interior de Huston.) Imposible hallar más hermoso colofón a su filmografía.
Isidoro Feria
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24 de septiembre de 2006
21 de 33 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Los dublineses” es una película realizada por la maestría de un director que lo fue todo en Hollywood. Un academicista experto de la técnica al cual le gustaba rodar bajo los principios clásicos que hicieron tan grande este arte y que ocultaba su excéntrico y ácido carácter regalando al gran público obras maestras inmortales que ya ocupan su merecido lugar en la Historia.
Rodar “Los dublineses” tuvo que ser duro y aun así formalmente la película roza la perfección. Abalado por una plantilla de actores con un deje teatral muy acertado, Huston se dispuso a firmar su testamento hablando sobre la muerte a través de las palabras geniales de James Joyce.

Pero llegados a este punto, faltaría a la verdad si dijese que el film no tiene carencias, y muy graves además. La primera de ellas es el argumento. Prácticamente no existe. Si analizamos la estructura nos damos cuenta que básicamente se compone de dos primeros tercios, los que abarcan la cena y todo lo que en ella acontece, que son meramente introductorios, lo demás no es más que un pequeño diálogo y el monólogo final. Cabe preguntarse en este caso si realmente el relato de Joyce, tal como fue concebido, era adecuado para la realización de una adaptación cinematográfica que no intentase disimular su falta de dinamismo visual para trasmitir el lirismo de lo abstracto siendo lo más fiel posible al texto original.
Un problema éste que junto al ritmo sereno que imprime Huston al relato hacen que la película, pese a su escasa hora y veinte de duración, resulte por momentos anclada en la nada, reiterativa y en última instancia incluso tediosa. El lirismo tan pretendido y que es el pilar fundamental sobre el que pivota todo el entramado narrativo se pierde por los personajes, tan distantes e insulsos que nos son del todo indiferentes.

Un sofisticado drama costumbrista que levanta el interés solamente en los diez últimos minutos mediante un monólogo brillante calcado literalmente de la obra de Joyce y que cierra el film con elegancia e inusitada tristeza. Una reflexión profunda y poderosa que habla de la muerte y el paso del tiempo dando sentido a la arriesgada elección de Huston pero cuyas palabras son insuficientes para llenar el hueco de un argumento inexistente.
William Munny
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15 de noviembre de 2010
9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sorprendente película de un Huston en sus últimos momentos. Testimonio vivo y perdurable de su obra, en mi opinión llena de altibajos.
Un metraje lento y denso que refleja a la perfección los recovecos de la sociedad dublinesa de principios de siglo, pero que se aleja del imaginario y el costumbrismo popular del avanzado siglo XX.
Película densa y de tardo desarrollo, con mucho contenido conversado, incluyendo poemas empalagosos y arias desprovistas de verdadera profundidad. Atmósfera casi agobiante la que nos enmarca continuamente en una de las salas de la mansión que acoge a los invitados de una curiosa cena navideña repleta de recuerdos y de un amasijo de datos que no se asimilan. Sinceramente no consigo apreciar la belleza de los detalles, ni siquiera la que se supone procedente de las piezas musicales.
En definitiva se trata de una secuencia demasiado prolongada de personajes planos y en apariencia simplones, que culmina en alguna escena de exteriores en la que agradecemos y oxigenamos la vista, y nos conduce irremediablemente al final nostálgico en el cual lo único que trasciende de toda la película es un nombre, Michael Fury.
Michael Fury.
Dave Tapia
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