Once (Una vez)

Me pongo a criticarla, para ello necesito un café tras su visionado.

La banda sonora es buena, supongo que casi todo el presupuesto se ha ido en ese aspecto de la película. Me he aburrido y bostezado de vez en cuando, lo que es señal de haber salido por la noche o de que la película es del género somnífero.
El protagonista resulta estúpido al intentar acostarse con una mujer casada y perdonar más adelante los cuernos de su ex; son contradicciones demasiado grandes. Es un film independiente, pero que a la hora de la verdad ha tenido un presupuesto grande para la composición de las canciones.
El momento en que todos están en la playa jugando al freesbe... bueno, sólo diré que John Carney carece de sentido de la realidad.
El técnico del estudio de grabación les llama gilipoyas a la cara y, de repente, cambia su actitud radicalmente para acabar chupándoles la polla a todos a la orilla del mar.

En fin, once y no más.

La banda sonora del film, a cargo de Glen Hansard, suena excelente, es lo mejor de todo el film; con su encanto melódico atrapa nuestra atención y gustosa escucha.

La historia no es explosiva sino refrenada: en la atracción entre este hombre y esta mujer talentosos musicales, no hay locuras, no se atreven a que en la jerarquía de valores de su encuentro y conocimiento mutuo el primer de los peldaños sea para el amor, no, este lugar primordial del apasionamiento se lo dejan a la música. ¡Lástima, ambos se lo ganan y ambos se lo pierden!.

Lo que la película cuenta, a grandes rasgos, es el casi romance salpicado de canciones entre un músico treintañero irlandés y una joven inmigrante checa que queda prendada de sus composiciones.

Está muy bien que nos cuenten los sueños de unos personajes singulares. El chico ya no es un niño, tiene sus años y se supone que un bagaje con el cual resulta extraño que continúe siendo tan idealista, rasgo que sería más propio de ella dada su juventud. Sin embargo no es así, la chica sabe perfectamente lo que es tener que ganarse la vida repartiendo flores por la calle o limpiando casas. Cuando por fin llega a su humilde hogar por la noche, la jornada no acaba para ella: aún debe cuidar a su hija y ayudar a su madre en la tareas del hogar.

La contraposición con él es, por tanto, notable. Este tipo tiene un carácter de adolescente: arregla aspiradoras en la tienda de su padre y, cuando le parece, se marcha al centro de Dublín a darle un poco a la guitarra a ver si saca unos cuartos.

Aunque la película sugiera que los sueños pueden llegar a cumplirse, me resulta ciertamente inverosímil que el protagonista masculino no haya encontrado a esas alturas otro medio de vida y se pase el día lamiéndose las heridas causadas por un amor perdido.

Quizá el retrato de personajes se haya concebido como el cruce entre el acomodo de los ciudadanos que dentro de la Unión Europea gozan de cierto nivel de bienestar y el de aquellos que, procedentes de la Europa del Este, luchan por hacerse un hueco en el marco comunitario.

Una nota positiva es la calidad de las canciones interpretadas, si bien es verdad que ya hacia el final acaban resultando ciertamente repetitivas. Es muy destacable el plano secuencia en la que la cámara retrata a Markéta Irglová mientras regresa a casa en plena noche escuchando una música a la que pone letra mentalmente.

No es un filme que haya despertado mis sentimientos más profundos ni he salido del cine con un buen rollo que no me cabía en el cuerpo. Es solo una más.

No entro a discutir la calidad técnica, ni el presupuesto y/o ilusión que se puso en este proyecto. Ya se han ocupado casi todos de discutir eso. La historia es ramplona y simple como pocas, no entiendo tanto alboroto por la película. Y encima, un musical. Para mi, infumable.

Siento discrepar con todo el mundo, pero a mi esto me ha parecido un videoclip largo, y menos mal que el final me ha gustado, los 5 mejores minutos, los últimos. La cancioncita no estaba mal, estilo Coldplay, pero si la llego a oir una vez más...puff...como en la Naranja Mecánica... No respondo de mi.