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Master and Commander: Al otro lado del mundo

Aventuras. Acción Guerras napoleónicas, año 1805. Bonaparte domina Europa. Inglaterra consigue resistir porque es la primera potencia naval del mundo. Precisamente por eso los mares se convierten en un crucial y estratégico campo de batalla. En el Atlántico, el Surprise, un navío inglés capitaneado por Jack Aubrey (Crowe), es atacado por sorpresa por un buque de guerra francés. A pesar de los graves daños sufridos por la nave, Aubrey decide navegar a ... [+]
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Críticas 164
Críticas ordenadas por utilidad
30 de noviembre de 2021
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Master and commander (2003), de Peter Weir, nos sitúa en el espacio incierto del mar, y del horizonte. Porque éste es real, material, a diferencia del de su obra precedente, El show de Truman (1998), un horizonte que era decorado, con el que chocaba la proa del barco en el que huía Truman (Jim Carrey) de la prisión de ficción de vida en la que había estado sumido con una identidad y estructura y concepción de realidad condicionada (asignada). Se rebelaba contra esa imposición de escenario de vida y cruzaba el umbral hacia una realidad aún no prefigurada, en busca de la forja su propia forma de habitar y de relacionarse con la realidad. Asumía la naturaleza líquida e inestable de la realidad, en la que se puede perder pie porque es vulnerable, pero afrontaba la confrontación con esa oscuridad incierta de la vida (ese espacio en negro en el decorado), paradójico papel en blanco, como una singladura en la que navegará cual explorador en un territorio que es dinámico (como el territorio desconocido de los mapas de la antigüedad) y no estático como la prisión de la ficción en que vivía, donde todo estaba ajustado en su sitio, programada realidad mecánica e inercial donde todos y todo cumplía su función preestablecida y previsible. ¿Pero en esa búsqueda de lo verdadero, en ese discernimiento de un propósito propio, cual funambulista en ese medio líquido, puede uno desprenderse de los lastres de los espejismos, sin quedar atrapado en la telaraña ficcional de lo que se convierte en un propósito o misión que puede ser tanto obsesión como posesión, preso de un papel que inconscientemente encorseta, con un enajenado afán por dominar y controlar las coordenadas o circulación la realidad?

En Master and commander nos encontramos con un navío estratificado como una reglamentada sociedad en donde todos saben el lugar que ocupan, y que asumen (como en la ficción de realidad predeterminada en El show de Truman). El inicio es revelador, es el despertar de esa nave. Sonámbulos en un sueño, a la espera de cumplir su función, que quizá también sea un sueño. Navegan entre la bruma. Y es entonces cuando aparece lo que se revela como su propósito. Un adversario, cuya presencia (en el horizonte difuso) movilizará la nave para que se ponga en marcha, y realice su función. Sin ese enemigo no es nada, navío a la deriva. Como las apariciones de los maoríes en La última ola (1977), como la inicial aparición fantasmal del arquitecto en los maizales en Sin miedo a la vida (1993), el navío enemigo aparece en la bruma indiscernible. ¿Es real, o es una fantasmal proyección? ¿Existe, o lo creamos porque lo necesitamos para ponernos en movimiento? El trayecto de esta admirable obra relata la persecución de ese otro navío, ese contrincante, esa nave escurridiza y espectral, que aparece cuando uno menos lo espera, fuerza más poderosa por las capacidades de las que dispone, casi como si fuera aquella ballena que poseía atributos sobrenaturales, más por proyección, en el Moby Dick de Herman Melville. Y el trayecto nos plantea varias preguntas, condensadas en las dos figuras principales, contrapuestas, el capitán del navío, Aubrey (Russell Crowe), y el médico cirujano, Maturin (Paul Bettany).

Aubrey acata su papel, lo asume como su afirmación, es lo que debe ser, por lo que respeta las reglas y leyes de lo que representa el navío, que es a una sociedad, una forma de estructurar la visión de la vida, y de las funciones que cada uno cumple, y él sabe cuál es la suya, y da por sentado que es la que debe cumplir, cada uno tiene su sitio, y todos saben que es lo que deben hacer para que la nave, la sociedad, se ponga en movimiento. Es un rígido orden que suministra una certidumbre, una mecánica de previsiones, y nadie puede cuestionarlo. Excepto Maturin. El médico es un anarquista que cuestiona toda noción de autoridad, poder y jerarquías. Él es librepensador que cuestiona el sinsentido y arbitrio de lo que Aubrey considera como lo que es o debe ser. Aubrey tiene clara su identidad así que los cuestionamientos de Maturin son una irreverente disidencia, que necesitaría de una reprimenda o castigo. Pero no todo es simple o maniqueo. Entre ambos, tan contrapuestos, existe una poderosa amistad, definida hermosamente en los conciertos de música que ambos interpretan con sus instrumentos de cuerda. Más allá de los rígidos corsés de la identidad social les une algo tan inasible e indefinido como el arte, la música. Una comunicación más auténtica e íntima.

Tener tan claro el papel que uno cumple no exime de no enfrentarse a circunstancias dolorosas en donde no se sabe si se ha tomado la decisión idónea, como no se está exento de cometer errores. La realidad, líquida, inestable, imprevisible, no puede dominarse, por mucha capacidad y dominio de la función que uno tenga, por más que sea uno capitán de un navío, esto es, disponga de cualidades y conocimientos para saber controlar la realidad con las adecuadas maniobras y estrategias. Y a eso se enfrenta Aubrey en los diferentes avatares del relato, narrados con tal prodigioso dominio de la genuina aventura, su trance físico, su lucha con los elementos (desde una tormenta hasta el padecimiento de la inmovilidad de estar al pairo). Por otra parte, su propósito, aquello que debe hacer y que le afirma en su identidad, propósito y función, puede convertirse en una obsesión, y por pasiva, revelarse su condición ficcional. Su persecución de ese enemigo supera lo necesario, poniendo en peligro al propio navío, llevando más allá de lo razonable su propósito. Ese espectro se convierte en lo que dota de sentido a su vida, su persecución sin fin, porque sin nada que perseguir uno se queda varado. O es el reverso de quién tan rígidamente está preso de su papel o representación. La vida parece necesitar de esa representación, de esa condición de relato, donde uno debe perseguir algo de modo empecinado, aunque ciegue su mirada y discernimiento.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
cinedesolaris
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19 de abril de 2022
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Uno podría pensar viendo tanto los carteles promocionales cómo la sinopsis que "Master and commander" es una película llena de acción trepidante y batallas marítimas. Que es una de esas películas que, básicamente, consisten en narrar la guerra centrada en las explosiones de violencia y que estará llena de vísceras y sangre. Os aviso desde ya que si vais esperando eso al ver esta cinta os vais a equivocar y por mucho.

Master and commander es una película que va mucho más allá de sus batallas de barcos (las cuales, por cierto, si no son las mejores rodadas de la historia del cine, están en un puesto muy alto) ya que es una cinta sobre la supervivencia de un grupo de marinos que se debaten entre el deber y sobrevivir a un día más. Esto se encarna especialmente en la figura del comandante del buque de guerra (encarnado por un Russel Crowe que está francamente bien, en un papel muy comedido) y en el contrapunto que le da el personaje que interpreta Paul Bettany cómo el médico de abordo y el amigo personal del capitán Jack Aubrey.
Usando la relación de los dos el guion nos va a meter en esa nave (también nos va a meter con un dirección de diez, pero ya hablaremos de eso luego) y en las duras decisiones que se deben tomar cuando vas abordo de una "cárcel flotante" en tiempos de una guerra que podía determinar el futuro de toda una nación. Ese duelo interpretativo entre los dos, unido a los dilemas filosóficos y morales que se exploran mediante los diálogos que comparten, creo que es el verdadero alma de la cinta.

Por otra parte, en cuanto a lo técnico sólo se puede casi que aplaudir y rendirse a la evidencia. El uso del sonido durante las batallas, anticipando lo que puede llegar a ocurrir unos segundos antes de que ocurra. De la visión de los personajes (esos planos desde el catalejo) con lo que se ve o no se ve desde el barco (o con los planos desde dentro del buque, super cortos y dando la sensación de encierro), y, especialmente, el uso del montaje para meter una adrenalina a cada una de las escaramuzas es excelente. El trabajo de Peter Weir (el club de los poetas muertos, el show de Truman) creo que se alaba poco para lo bueno que es. No hace un plano malo y todo tiene sentido narrativo para ir conduciendo al espectador hacía esos momentos épicos entre una reflexión antibélica y la siguiente.

En definitiva, creo que nos encontramos ante una de esas películas que marcan un punto y aparte en cómo rodar películas situadas en el mar. Y que es capaz, al mismo tiempo, de ser suficientemente inteligente para no caer en lo fácil sino en lo necesario. Explorando temas más que interesantes que invitan al espectador a reflexionar. Muy recomendable.
Quique Martín
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11 de diciembre de 2005
6 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tal vez la nota triste de esta película sea esa que tenia 10 nominaciones a los Oscars entre los que se incluían los dos mas importantes (Mejor Pelicula y Mejor Director) y que solo haya conseguido 2 estatuillas (Mejor Fotografia y Mejor Edicion De Sonido) porque la pelicula en sí para mi es una obra maestra de principio a fin, las batallas navales impresionantes, el guion de lo mejor, las interpretaciones soberbias con muchas jóvenes promesas de por medio y siempre por delante el gran Russel Crowe un actor de grandes cualidades que lo ha demostrado en mucha de sus últimas películas como en Gladiator o Una Mente Maravillosa, ya que para mi este hombre hace de esta pelicula lo que un consumado actor haciendo lo que sabe hacer mejor. No nos olvidemos tampoco de la dirección de la pelicula hecha por Peter Weir que también dirigió otra gran película llamada "Gallipoli" ya que aquí nos regala una verdadera joya, cabe también destacar la belleza de las escenas filmadas en las Islas Galapagos.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
sch1z0phr3n1a
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8 de junio de 2005
5 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Primero comentarles que soy fanática de Russell Crowe, me parece que todas sus interpretaciones bordan la brillantez, en esta película una vez más se luce, pero también tengo que confesar que la actuación de Paul Bettany aquí es impecable. El film es excelente, nos muestra todo lo que pasan en esa gran travesía por barco arribando a diferentes lugares y pudiendo nosotros visionar esa hermosa Isla Galápagos. También nos muestra esa convivencia en el barco interna, como hay que remar la vida. Por todo esto me parece muy válida para verla.
Jacquelin
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23 de mayo de 2005
4 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Peter Weir es un monstruo; es más, para mi es uno de los mejores directores vivos que quedan. Lo ha demostrado con creces. Con El Show de Truman se puso el listón demasiado alto. Pero ha llegado a alcanzarlo. Estamos hablando sin duda de una de las mejores películas de 2003. Aunque es una superproducción, desprende buen cine por los cuatro costados y no hay chapuzerias tipo Michael Bay- Jerry Bruckheimer. La película tiene de todo; sentido del humor excelente, emoción, aventuras y unos prodigiosos Paul Bettany y Russell Crowe, este último en el mejor papel de su carrera.
Valerio
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