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Voces distantes

Drama La acción se desarrolla en Liverpool en el seno de una famila obrera. El padre ha muerto y, delante del ataúd, su esposa y sus hijos empiezan a recordar el pasado. Reviven anécdotas insignificantes, pequeñas alegrías, episodios dolorosos.
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Críticas 9
Críticas ordenadas por utilidad
29 de noviembre de 2009
27 de 30 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Voces distantes" es un drama británico de los exquisitos, rodado con actores de primerísima categoría (Postlehwaite está monumental) y con esa manera única que tienen los cineastas ingleses de facturar historias cien por cien sentimentales sin hacerte sentir que te están manipulando para que te emociones cochinamente, como hacen los sibilinos de los italianos o los pesados de los americanos.

El título original no sólo es muy poético sino que además resulta bastante descriptivo de lo que vamos a escuchar y a ver: voces distantes y vidas tranquilas. En la primera mitad de la película se trata de la infancia de los protagonistas bajo el yugo de su autoritario padre. En la segunda mitad, ya adultos, se casan, tienen hijos y en general, se dedican a vivir. Por partes "Voces distantes" es una obra de arte, con un buen puñado de secuencias al borde de la perfección y una banda sonora increíble que repasa casi todo lo mejor que ha dado la música inglesa de antes de los cincuenta, tanto clásico como moderno. Y lo mismo te digo Gershwin que unos madrigales del medievo de ponerte los pelos como escarpias.

Sin embargo, la película a partir de la segunda parte se vuelve bastante repetitiva, escasea en escenas memorables y los personajes empiezan a perder interés. Pasa de ser un drama costumbrista a costumbrismo a secas. La selección musical, eso sí, se mantiene en todo lo alto y a la postre, resulta ser lo mejor de la experiencia.
Neathara
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12 de febrero de 2010
20 de 31 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una de las películas capitales de los años ochenta. Así la define un tal Miguel Angel Palomo entre hipos, no cabe duda, después de cerrar el último bar. O eso o, vista la buena opinión que se tiene de ella por la red y el aura de culto que arrastra, de nuevo vuelvo a andar perdido, aunque yo abogaría por lo primero, obviamente. Opera prima de Terence Davies y seguramente mi particular hola y adiós a su filmografía. Davies, al que no se le puede negar un estilo y unas intenciones muy particulares, una voz, en definitiva, esboza aquí un drama familiar que parte de la defunción del cabeza de familia para ir desgranando, a base de viñetas y retazos, una estampa de sus risas y sus lágrimas, sus aliolis y sus sinsabores. El primer cargo que le imputaría yo a Davies es el modo que tiene de atiborrar la función de cuatrocientas canciones tradicionales irlandesas e inglesas que acaban por ser más dolorosas que los golpes de Truffaut, ya sea mediante la BSO o mediante los personajes, que parecen vivir inmersos en un continuo musical melancólico, orgullosos de poseer el remedio definitivo para los silencios incómodos y los infortunios, y así se pasan la vida, cantando con una pinta en la mano. O eso es al menos lo que decide mostrarnos Davies, en un claro intento de enternecer al pequeño Shane McGowan que todos llevamos dentro sin tener en cuenta los daños colaterales. Así pues, la voz de Davies consiste en una frialdad dramática, salpicada de ocasionales accesos de comedia aprovechables, ribeteada de melancolía en fosforito, un acentuado sentido estético que asfixia la emoción, y una épica intimista muy inflada, todo ello sacando bastante pecho y con la camisa desabrochada hasta el tercer botón, sin percatarse de que la forma mata al fondo. Como atenuante cabe reseñar que Davies, supongo que consciente de la densidad de su brebaje, ajusta la duración a 80 minutos, cosa que se agradece. Y este es el sabor de la resaca, al menos el mío, por que parece ser que allí donde va triunfa, ya digo. Y en este punto llamo a declarar a Chet, cuya opinión sobre ella en la licorería fue la causante de que descorchara esta botella.
Peter Gabriel 77
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15 de octubre de 2012
19 de 30 usuarios han encontrado esta crítica útil
A ver cómo cuento yo esto, porque la cosa tiene su intríngulis. Ésta es la historia de una familia que tiene una peculiaridad consistente en que cada vez que se juntan para algo, para lo que sea, pues ellos cantan.

Pero no, no es un musical en sentido estricto, o sea, no es que canten como parte de los diálogos, sino que cantan de verdad. Cantan constantemente lo que supongo que son cantos regionales, coplas tradicionales de su tierra, probablemente irlandesas o galesas o vete tú a saber. Y las letras de las canciones son algo así como:

Vi a la tía Molly en el parque y tenía un sombrero rojo; los pajatiros trinaban y la tía Molly estaba sentada en un banco.

Me gusta la escarola con vinagre, y el tomate también y la prima Harriet me mira y pela patatas. Oh, sí, la prima Harriet pela patatas.

Y claro, choca. Nosotros que somos más de letras como “Ojos verdes, verdes como la albahaca, verdes como el trigo verde y el verde verde limón”, o mismamente “Era hermoso y rubio como la cerveza, el pecho tatuado con un corazón, en su voz amarga, había la tristeza doliente y cansada del acordeón”, pues estas historias de la tía Molly y la prima Harriet y la escarola con vinagre no las pillamos muy bien. Resulta un poco raro ver a la gente en una boda cantando estas cosas, pero más todavía cuando te las cantan en un funeral. Cuanto menos, impacta, oye.

Y lo que no sabe una muy bien es por qué cantan tanto, porque entre cante y cante el padre de familia les da unas palizas que pa qué. La pobre Freda Dowie, que hace de madre, se pasa toda la película con la cara hecha un ecce homo y los brazos llenos de preocupantes moratones. Como no sea que canten por aquello de que “El que canta los males espanta” o por eso otro tan nuestro de que “el español cuando canta o está jodido o poco le falta”… Vete tú a saber, pero todo muy raaaaaro raaaaaro raaaaaro.
Talía666
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26 de agosto de 2011
10 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mi primer acercamiento a Terence Davis, constituye para mi todo un descubrimiento sobre una sensibilidad, enfoque, y forma de ver las cosas, que no había visto antes.

Rodada en dos partes, con años de diferencia (de ahí las diferencias físicas entre algunos de los protagonistas), Davies retrata una familia, que al final es el retrato de una época, que casi puedes sentir y tocar, con una acertada propuesta estética, a través de momentos compartidos entre los personajes, sin seguir un orden lineal. Davies nos hace mirar por el agujero del tiempo, y descubrir como se vivía, y que se sentía, en los tiempos que él narra, que constituyen su propia juventud, y que nos acercan a lo más intimo de las personas.

Bella, pausada, un tanto fantasmal, poética, meticulosa en la ambientación, y con una constante que la recorre, que son las canciones de toda una época en la que no había más entretenimiento que algún programa de radio, y que cantadas en grupo, unían, entretenían y emocionaban a la gente.
zymu
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5 de febrero de 2014
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Voces distantes" tiene algunas virtudes: el uso de la música popular como acompañamiento y complemento de la historia, la profusión de detalles con el fin de darle verosimilitud al relato, el ir y venir en el tiempo, que es el ritmo propio de la memoria, incluso de la vida.

Me doy cuenta de cómo Davies trata a sus personajes como personas reales, que entran y salen de la lógica que va construyendo el espectador como si su vida continuara fuera de la imagen registrada por la cámara. Y también percibo que, construyendo de esa forma la película, el director consigue que detrás de cada escena se vislumbren, acumulándose, los recuerdos, los sueños y esperanzas olvidados, el odio y el amor y el dolor fugaces, toda la vida vivida que impulsa a los personajes y les hace celebrar u olvidar, reír o llorar, acompañando la risa o el llanto muchas veces con el canto.

Pero me siento como si visitara la última sala de un inmenso museo. Estoy saturado de música y detalles y de vidas ajenas, y al final del camino encuentro un cristal sin puertas que me deja ver, pero no tocar. 80 minutos después, siento a esa familia más unida y real que al principio, pero tan distante como nunca.
catanoga
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