Los gallos de la madrugada

Un pueblo pesquero andaluz. Una mujer (Concha Velasco) ha llegado a ese pueblo despertando las pasiones masculinas. Ha establecido una relación con un ya maduro hombre (Alfredo Mayo). Su hijo (Isbert) llega de la mili. Al pueblo también ha llegado un mugriento afiladero (Fernán Gómez.). La película comienza por el final (spoiler).
Una película tan irregular como ambiciosa, tan desaprovechada como brillante en algunos aspectos. El guión de Carlos Blanco es bastante flojo, pero la idea, suya también, muy brillante. No sabe contar la historia convincentemente ni conciliar brillantemente las posibilidades argumentales y genéricas - a ello tampoco ayuda una fatigosa realización de Saénz de Heredia-, pero el resultado acaba por ser estimable.
Combina muy desigualmente la comedia costumbrista/pueblerina típica del cine español del final de los 60/principios de los 70, con el melodrama erótico/generacional y la intriga. Ésta última queda diluida por los múltiples vértices en que deviene el melodrama: la mujer como elemento desequilibrante, como ser superior al hombre por la fuerza de sus carnes; el afiladero viene a ser el personaje clave de toda la historia, quién equilibra todo el entorno, un sabio experto, que acaba por ser el único hombre fascinante para la bella muchacha, el único hombre que la comprende, que fabula con ella y la hace soñar y aprender, que no solo la desea; el conflicto generacional padre/hijo a causa de una pura cuestión de sexo; la envidia de todo el paisanaje que rodea a los cuatro personajes (las mujeres por no ser tan bellas; los hombres por no poseerla).
Excelentemente interpretada por Conchita Velasco, genial en Fernán Gómez como un patético y más bien inverosímil final (que no es que sea propiamente inverosímil sino que no acaba de ensamblarse a la matriz de la historia por el maldito problema del guión, narración o estructura, como quiera llamarse), es una película que como casi todo el cine español pudo ser mejor de lo que finalmente es, y en la que la mayoría de la crítica la ha visto como una ficción machista o misógina (harto comprensible revisando la filmografía de su autor), pero yo la veo como una fábula crítica hacia la facilidad con que el ser humano peride la racionalidad. Buena.

Interesante film de Jose Luis Saenz de Heredia, muy bien interpretado y con una trama ingeniosa y muy bien elaborada.
La conjunción de todo lo dicho anteriormente da lugar a una película muy bien desarrollada mezclando acertadamente el thriller en lo que al desarrollo del film se refiere con una atmosfera social que sirve para contextualizar mejor la trama y los personajes.
Muy recomendable como ejemplo de cine negro de la época en España ( aunque no es una rareza pese a lo que pueda parecer ) y también para pasar un rato enganchado a una trama mucho más que interesante.
Un saludo, efelson.

He tenido la ocasión a través de televisión de volver a ver esta película y he vuelto a disfrutar de ella como lo hice en su día cuando se estrenó en un cine de la Gran Vía madrileña cuando era yo uno de los proyeccionistas en este local, y digo esto porque nunca me cansaba de verla una y otra vez, y sigo pensando lo mismo que entonces e incluso revalorizarla más por sus buenos contenidos a pesar de los más de cuarenta años transcurridos.
Opino que es un film poco valorizado pues, lo tiene todo lo que podemos pedir a un film. Las interpretaciones son excelente, en especial Concha Velasco que, aparte de sus buenísimas cualidades de actriz, luce una belleza muy sugestiva y brillante de acuerdo con el argumento del film .y muy bien acompañada de los demás actores que también brillan a una altura considerable.
La dirección de José Luis Sáenz de Heredia en más que correcta así como el montaje que considero muy importante en el argumento de esta película española que se estrenó en una época en que el cine español era muy poco reconocido es su valía, y que realizado hoy día (2016) hubiera tenido un gran éxito y especialmente una mayor dimensión erótica al no existir las limitaciones de censura de entonces.

"Los gallos de la madrugada" es una adaptación muy libre del mito de Fedra hecha en clave de humor y a la que se le añade una intriga policíaca que no existe tampoco en la obra de Séneca. El guión de Carlos Blanco es bueno, pero extraño, pues combina forzadamente el humor costumbrista con elementos fantásticos dignos de Jardiel Poncela. Pero consigue interesar de principio a fin, gracias a la calidad de los diálogos, el logrado ritmo de la historia y la profundidad del mensaje. Pues en la trastienda de una estética pintoresca y esperpéntica (recuérdese el cadáver que en vez de llevárselo una ambulancia lo hace un motocarro) descubrimos una crítica a las convenciones sociales, desde los maridos aburridos de sus mujeres que persiguen a la descarada forastera (Concha Velasco), mientras no dejan de despreciarla por su desvergüenza, al simbólico rechazo a la propiedad privada que expresa el afilador vagabundo (Fernando Fernán Gómez) cuando afirma odiar las tapias que protegen las fincas.
Realismo, pasión, suspense, capricho y disparate se suceden con peligrosa audacia que no deja de producir algunos desequilibrios. Uno de ellos se da en la comedia, donde el juego de palabras en algunos momentos resulta irreal, sobre todo en la relación entre el afilador y la desmadrada buscona. En compensación el relato policíaco alcanza una rara perfección. No sólo está sólidamente estructurado, sino que resulta imposible descubrir al asesino, mérito que a estas alturas consiguen pocos títulos del género.
Sáenz de Heredia, que por esas fechas no tenía ya grandes ambiciones artísticas, recuperó su inspiración clásica y dirige con pulso enérgico y excelente técnica narrativa este film ambientado en una desértica costa andaluza donde nadie tiene acento andaluz y donde las playas ambientan no pocas secuencias, como la caída del viejo coche al mar o las peleas del enfurecido hijo (Tony Isbert) con el personaje de Concha Velasco. Esta última hace un recital interpretativo a la italiana de un personaje malhablado, imprevisible, que pasa de la furia a la risa en pocos segundos; que se burla de todos, incluido un guardia civil, y que sólo respeta la, para ella, sorprendente inteligencia del afilador, un pequeño filósofo capaz de reparar un transistor con pan rayado.
Gran parte del mérito de los actores reside en lo bien que están dirigidos por Sáenz de Heredia, que por esas fechas logró que Paco Martínez Soria dejara de hacer el payaso en "Don erre que erre" y "Se armó el belén".
El film, en la fecha que se estrenó, correspondía ya a otra época y, además, fue un fracaso comercial. Sin embargo hoy sigue muy vivo y me parece uno de los últimos buenos productos comerciales españoles de calidad de los años setenta.

Es sorprendente qué bien ha envejecido esta película.

Qué mezcla tan sugerente de realismo mágico y surealismo trágico tan propio del cine español. Y todo teñido de un humorismo que respeta siempre lo dramático y la profunda denuncia que en realidad subyace en la historia.

Cine español en estado puro en el que se puede disfrutar de una Concha Velasco en estado de gracia.
Una auténtica Elizabeth Taylor peninsular.

Lo dicho, una obra maestra de los años 70.