La princesa de Éboli (Miniserie de TV)

... la tuerta es Belén Rueda.

Miniserie de gente que se sienta para hablar, miradas torvas y ropajes aterciopelados. Se supone que relata una historia de amor apasionado, pero yo sólo he visto que la del parche se arrima a quien le da un poco de cariño. Tensión sexual bajo mínimos.

Las intrigas de palacio son muy básicas. Del nivel "quítate tú para ponerme yo". Cualquier resumen de Gran Hermano contiene más maldad y miseria humana que todo el primer capítulo de "La princesa de Éboli", una historia ingenua y caduca como la estirpe de los Habsburgo.

El avance del segundo episodio ha sido tan detallado que ya no necesito ver más. Gracias Antena 3 por eliminar cualquier interés por ver el desenlace de la historia.

Contrariamente a la opinión de algunos deseo resaltar que lo que más me ha gustado de esta miniserie televisiva es la labor de produción, así como la intepretación, en general, de todo el reparto, y la ambientacion de la época. Dejo a un lado el rigor histórico de la obra, pues también en las producciones norteamericanas e inglesas históricas no se ajustan la mayor parte de ellas a la historia real.
Las comparaciones son odiosas. Qué duda cabe que ese tipo de producciones lo hacen de maravilla los ingleses, pero para ser una obra de producción española es bastante digna,en general, y esta apoyada por una música muy adecuada a la ambientación.
Creo que esta miniserie mejorará bastante al contemplarla toda seguida, sin los inaguantables y abundantes cortes publicitarios que casi multiplican por dos el tiempo de su visionado desde la TV.


José Antonio ZG

Me encantan las TV-Movies, es algo que no puedo evitar, intento ver todas las que programan, y ésta no iba a ser menos, además si contamos con la presencia de un actor tan maravilloso como Hugo Silva.
La historia me enganchó enseguida, ya que también soy muy fan de las películas de época, me parece una parte de la historia bastante interesante y rica para conocer, y poco a poco te vas interesando más y más, la ambientación, el desarrollo, las interpretaciones de los actores principales.. se deja ver bastante bien.
Sin embargo, hay algo que no llega a cuajar del todo, hay como un ambiente de plasticidad que te hace ver el artificio en la obra. No llegas a empatizar todo lo que quisieras con los personajes, ni siquiera con la sufrida princesa de Éboli, ya que opino que los personajes no están todo lo bien dibujados que se podría.
Así, nos queda una interesante visión de nuestro pasado histórico, una TV-Movie que se deja ver pero que finalmente no entusiasma.

Mi nota: 5.96

Los vicios de planificación, guión e interpretación de las series de televisión españolas actuales (¿Dios mío, dónde está la vieja escuela?) se dan cita en ésta para dar como resultado un producto que se caracteriza por una puesta en escena lastrada por las antiguas formas de las comedias de situación añejas, por una dirección igualmente indigna de tal nombre (más le valdría el de realización y gracias), por un guión que avanza a golpe de diálogos, no apoyada en la acción o en la imagen, lo que conlleva por tanto una planificacion teatral y no audiovisual o cinematográfica. Pero lo peor no es esto, sino una falta absoluta de criterio a la hora de manejar los materiales dramáticos y unas dejadez y falta de cuidado en los modos y formas de actuación y en los diálogos pasmosas, muestra de lo cual es la pregunta que la Princesa de Éboli lanza a un interlocutor de la siguiente guisa: "¿Sabes qué?". Sin palabras. Lo único que se salva es la producción, aunque denota un cierto acartonamiento, no por su causa sino por el conjunto de deficiencias que la envuelven.

Serie con una primera parte muy lenta y con un argumento deslucido por su irrealidad. Se mezclan buenas actuaciones como el demasiado despiadado Felipe II con otras bastante flojas como Antonio Perez... convirtiendo una serie que podía ser ciertamente interesante en otra versión de culebrón de mediodía.

Cualquier foráneo pensará que esta serie ha sido argumentada por Holandeses o Ingleses porque tergiversa la realidad y tira piedras contra nuestro propio tejado.