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Backyard: El traspatio

Thriller Blanca Bravo es una policía idealista recién llegada a Ciudad Juárez, donde se enfrenta a la epidemia local de mujeres asesinadas. Ella se dedica a investigar los asesinatos con tesón, y descubre una sociedad corrupta en la que pocos quieren abrir los ojos y ver qué sucede a su alrededor. Juanita Sánchez viene de Tabasco, a trabajar en la maquila y tiene 17 años. En cosa de tres meses se vuelve una mujer dueña de sí misma. Pero el azar ... [+]
Críticas 3
Críticas ordenadas por utilidad
24 de febrero de 2009
11 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Viernes 20 de febrero, 4:50 pm. Cinemex Plaza Insurgentes. Las muertas de Juárez no es el tema de moda que los cineastas tienen en mente por filmar; es la denuncia prolongada a esta serie de asesinatos perpetrados en contra del sector obrero femenil de Ciudad Juárez, desde principios de la década pasada e incesantes en la actualidad. Caso que presidentes, gobernadores, políticos y policías prefieren ignorar, debido a la ineficiencia mostrada desde el inicio de las investigaciones y aunada a los actos de corrupción inevitablemente arraigados en los cuerpos de seguridad mexicanos.

Con este nuevo trabajo de Carlos Carrera y de Sabina Berman, se nos acerca al problema que perdura después de casi dos décadas, mostrándonos las diferentes líneas de investigación, los posibles implicados, así como la intervención de inversionistas extranjeros y de la política en el asunto, las cuales obstaculizan los avances para detener los feminicidios. Cada uno de los anteriores elementos han hecho del problema un caso complejo, que algunos otros aprovechan para cometer las mismas atrocidades y pasar por inadvertidas ante las autoridades.

Carlos Carrera y su equipo de trabajo han desafiado los obtaculos nuevamente, manifestados con amenazas, debido a un trabajo que incomoda y reitera las fechorías de alguno que otro polítiquillo o comandante que tolera la impunidad. El cineasta se introduce en el patio trasero mexicano y así presentarnos la marginalidad o pobreza en que muchas personas viven, presas de la ignorancia, necesidad y conformismo, y que pueden resultar aspectos idóneos para satisfacer la mano de obra que los grandes corporativos requieren.

La adaptación que realizó Sabina Berman de hechos reales, sigue paralelamente a dos protagonistas: la policía (Blanca Bravo) mujer entregada a su labor y la víctima (Juanita Sánchez) ingenua e ignorante de las hostilidades del entrono. Ambas en sus respectivos contextos irán descubriendo la mediocridad en la que se encuentran inmersas, e imposibilitadas para actuar autonomamente por el machismo imperante en la sociedad juarense. Ninguna de las dos tiene poder de decisión, son subordinadas de ellos y sin importar las circunstancias deberán acatar las ordenes.

Para concluir, este año se comienza con filmes mexicanos interesantes y aunque hace poco más de seis meses hubo un documental titulado “Bajo Juárez”, el cual no tuvo la difusión deseada, esperemos que Paramount demore la exhibición de "El Traspatio" suficiente tiempo para que la gente no olvide, se informe más detalladamente de este archivo sin aclaración ni detención de los responsables.

Ciudad Juárez es el traspatio de México, ignorado, por cuestiones de "inversión". Aquí ser mujer también es peligroso, no solo en Afganistán o Pakistán, no veamos solo la paja en el ojo ajeno.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Coleccionista Visual
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19 de junio de 2010
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
La reciente película del cineasta mexicano Carlos Carrera, “El traspatio” es una cinta menor en su filmografía. Independientemente del tema enunciado, la historia carece (a pesar de estar basada en hechos reales), de naturalidad en algunos pasajes. Sinceramente hay diálogos y personajes que restan categoría a la puesta en escena.

Además, soy un convencido que este film es un palimpsesto de “Ciudad del silencio” (2007), del mexicano Gregory Nava, en la afirmación de tomar el hecho real de los asesinatos de mujeres en Ciudad Juárez. Además, es mejor esta cinta en su configuración del suspenso, que “El traspatio”, siendo ambas, eso sí, bienintencionadas pero torpes.

Muy poco que añadir a esta película, con ribetes comerciales, amén de unos serial killers sueltos y una red de tráfico de órganos. “El traspatio” no es que sea una película snuff, pero tampoco cumple las expectativas de ese otro cine al que nos tiene acostumbrado el cineasta Carlos Carrera "El crimen del padre Amaro").

Gonzalo Restrepo Sánchez (Film critic. Barranquilla, Colombia)
gonzalo restrepo sanchez
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8 de enero de 2024
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es un buen intento de aproximación al tema de la matanza de mujeres en Ciudad Juárez, Chihuahua. La película plantea diversas hipótesis, todas válidas: una maraña criminal al servicio de personajes como «El Egipcio», que le ha servido a la policía para solapar sus propias trapacerías o al menos su ineficiencia, ineficacia, ineptitud exasperante y escandalosa, que inspira desconfianza y sospecha, porque no puede ser ajena a la corrupción; lo que ocurre en Ciudad Juárez y otras ciudades no sería posible sin una amplia red de complicidades en todas las esferas, desde lo más básico hasta las cumbres del poder político (poder formal, diría Lydia Cacho, en la medida que detrás está el poder fáctico del crimen organizado), para crear un ámbito de impunidad en el que la barbarie deja de ser noticia, se vuelve cotidiana y normal, si acaso materia prima para la prensa alarmista y la nota roja.

Con recursos periodísticos / informativos que hacen del thriller policiaco un documental, casi reportaje, el planteamiento de la información es correcto, aunque no aporta nada nuevo al público medianamente informado; la falla está en que, por momentos, es denso y aburrido. No hay equilibrio entre la documentación y la acción. Los méritos del guión de Sabina Berman se pierden en la dirección de Carlos Carrera, que no está a la altura de las expectativas (por el éxito de ‘El crimen del padre Amaro’ como precedente), al romper el ritmo a cada paso. Por lo demás, la trama se queda corta en su denuncia, si es que pretende tal cosa, pues los empresarios maquiladores no pasan de “las heladas aguas del cálculo egoísta” a la probabilísima perversidad o perversión, y el gobernador es un hombre con buenas intenciones y voluntad, pero políticamente impotente, frustrado, maniatado, que dedica entonces su atención a la imagen pública y desatina en la elección de su gabinete. Una historia valiente haría sospechosos a todos los políticos, incluyendo a los gobernadores y presidentes, los del municipio y los del país, así como a los empresarios con quienes hay una relación de favores mutuos.

Otras fallas de la película están en la personificación de los dos héroes. Para empezar, el hecho de que haya héroes en el cine parece un vicio contagioso, y tratándose de Ciudad Juárez es imperdonable. A eso hay que agregar que Ana de la Reguera, quizá para quitarse el estigma de mujer bonita que tanto estorba a su escaso talento, se dejó demacrar y engordar las chaparreras hasta que su cara pareciera la de una indigente y su cuerpo el de una cincuentona sedentaria. En el papel de mujer policía que dispara con la mano izquierda (¡qué original!), es la antítesis de Jodie Foster en ‘El silencio de los inocentes’. No más convincente es el locutor que funge como autoridad moral de la trama, la voz de la conciencia, encarnada por un actor que ni por asomo habla como locutor y hace un aspaviento grotesco al sacar su grabadora como si desenfundara una pistola en su no-entrevista a la mujer policía, quien termina la conversación con una frase lamentable: “Hágame un favor: a mí ni me mencione”. Hasta ese instante uno suponía que ella era una mujer inteligente y sensible, no una débil mental que terminará convertida en la versión femenina de Harry el sucio.

En resumidas cuentas, se trata de un esfuerzo honesto, pero con más fallas que méritos. Los errores menores abundan y para muestra un botón: un policía raso mira a la cámara dos veces al encontrar el cuerpo de una víctima en la árida soledad del desierto.

Ni hablar del título…

Yo no vería de nuevo esta película y, en el último de los casos, lo haría nada más para contar las veces que dicen “las muertas de Juárez” o simplemente “las muertas” (unas sin cuenta). Lo peor no es el aspecto físico / enfermizo de la “subcomandante” que dispara con la zurda ni su trasero gordo ni su pésima dicción o su dislexia, ni la ínfima calidad del sonido (quizás atribuible a la exhibición), sino la reiteración ofensiva, el insulto a la sensibilidad que termina transformándola en legítima ira: ¡No son “muertas de Juárez”! ¡Son mujeres vivas que trabajan o estudian hasta que las secuestran para violarlas, torturarlas, mutilarlas y asesinarlas en Ciudad Juárez! A muchas las desaparecen y muchas no son “de Juárez”, sino originarias de otros lugares. Decir “las muertas” es referirse a la muerte como algo natural, cuando en realidad se trata de asesinatos, feminicidios o femicidios con todos los agravantes posibles. Decir “las muertas” sería válido para cualquier lugar del mundo que no fuera Juárez ni alguna otra ciudad en donde ocurra este síndrome de barbarie reproducida sistemáticamente a gran escala, como un holocausto o alguna otra posibilidad de exterminio humano o genocidio.

Cada vez que escucho “las muertas de Juárez” me hierve la sangre porque generalmente lo dice gente que finge no ser indiferente al tema, estar preocupada y hasta ocupada, gente falsa, hipócrita, demagoga, inclusive oportunista, o simplemente imbéciles sin remedio…
Iván Rincón Espríu
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