En aquellos tiempos en que se pensaba en una nación unida luchando entre ellos, llena de héroes en el ejército y con la victoria en la bandera, llega una historia de lealtad, donde se plantea el dilema de dejar atrás el convencimiento político para salvar una profesión, no hay mucho dramatismo sobre la conmoción generada por los rebeldes, es más bien la ambientación la que pone en escena, el arranque no está mal pero sólo quiere introducir en el juicio, en lo complicado de la defensa tanto para ganar el caso como para no salir mal parado socialmente, es el dolor de toda una nación simplificado en la madre, es ese soldado amante de su patria frente al abogado novato que hace un juramento.

La estructuración es mediocre, no aburre, pero no tiene nada, ni una flor en el matorral, de hecho el escenario del juicio es... tétrico?, no hay espíritu desgarrador, es convencional, se basa en entretenimiento, en adquirir algo de conocimiento de la situación y de cómo funcionaban o funcionan las cosas, en comprender la intriga judicial y la única salida, pero la química entre personajes es nula, lo peor de todo, las pruebas y las dudas razonables quedan anuladas al no haber una sola mirada de complicidad, invita a mirar más allá de uno mismo y muestra como se hace perder el miedo, como se hace olvidar al pueblo, no había más, desde el principio, que mostrar.