Hace falta ser tarugo, Sr. Stevens. Verá, le voy a contar un secreto: usted se va a morir. Créame. No digo que vaya a ser hoy, ni mañana, sólo digo que pasará. Y, cuando pase, todo habrá pasado. Las gentes le recordarán por lo bien que ponía usted la mesa, por lo atento que era con los invitados, por lo impecable de su vestir, por lo distante de su conversación, por su hermetismo extremo, por su inoperancia para dejarse llevar, por su incapacidad para arriesgar, por su falta de autoestima, por dejar correr su vida sin molestarse en vivirla, por ser, a fin de cuentas, un auténtico mendrugo, Sr. Stevens. Mis respetos.

Yo pondría esta película a todas aquellas madres, las de otros tiempos, que vivían sus días a lo Sr. Stevens. Ellas lo hacían por amor y porque habían sido educadas de esa manera y no se planteaban otra. Ellas tuvieron que adaptarse a los nuevos tiempos, de los que ya no entienden nada, pero valoran cosas. Ellas se merecen un homenaje. Si conoces a alguna de estas mujeres, por favor, ponle esta película y luego invítala a cenar por ahí. Y que no se te olvide despedirte con un beso.