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El bazar de las sorpresas

Romance. Comedia Alfred Kralik es el tímido jefe de vendedores de Matuschek y Compañía, una tienda de Budapest. Todas las mañanas, los empleados esperan juntos la llegada de su jefe, Hugo Matuschek. A pesar de su timidez, Alfred responde al anuncio de un periódico y mantiene un romance por carta. Su jefe decide contratar a una tal Klara Novak en contra de la opinión de Alfred. En el trabajo, Alfred discute constantemente con ella, sin sospechar que es ... [+]
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Críticas 63
Críticas ordenadas por utilidad
3 de junio de 2011
9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con el título creo que lo dejo todo dicho. Es CINE con mayúsculas. Es una joya más de Ernest Lubitsch. Es comedia como casi sólo se hacia antes: primero Frank Capra y el propio Lubitsch, despues Wilder... Una de mis favoritas del cine en general que si no la has visto te recomiendo encarecidamente. El pretendido remake puesto al dia es "Tienes un e-mail" pero a esa le pongo con mucho un seis. Creo que en la cinta que nos ocupa algunas cosas se entienden sin necesitar explicarlas al modo moderno de hacer cine comercial, más visual. Aqui nos encontramos con costumbrismo, sentimientos, emociones. Todo ello sutilmente mostrado, sin estridencias. Con actuaciones contenidas y espléndidas.
SHERLOCKCATALA
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25 de noviembre de 2012
9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
No he visto gran cosa de su filmografía, apenas una pequeña representación, y sin embargo tengo claro que Ernst Lubitsch no es un nombre propio importante en la historia del cine porque sí. Gracias a este "El bazar de las sorpresas" nos sumerge en un mundo en el que la bondad y las buenas maneras lo ocupan todo, como muchos apuntan se parece a Capra, al del inmenso corazón, porque por no haber mal rollo no lo hay ni por parte del propietario del bazar, pequeño burgués que no enseña ni pizca de la ratería capitalista propia de los de su clase. No hablaré del "toque" Lubitsch, no soy capaz de diferenciar entre una escena de esta película superior a otras, yo soy más de un cine de contenido y de mensaje y el hecho que esté bien realiza, que lo está, significa para mí no encontrar tropiezos y sentir que todo fluye. Lubitsch no engaña a nadie, desde el inicio es fácil presumir por parte del espectador un final determinado, de otra manera no podría ser, pero la maestría está en saber hacer que se digiera tan placenteramente.

No sé cómo decirlo de otra manera: yo detesto las comedias románticas, por lo general me resultan molestas, estupidizantes y absolutamente ajenas al mundo que vivo. ¿Por qué entonces Lubitsch me ha ganado con esta típica película? Lo cierto es que no lo sé, por Stewart no, que está bien y me encanta siempre, la respuesta de que la historia de este bazar me haya ganado es por la manera de hacer del director, difícil de explicar para mí, por el B/N, porque la ambientación no es en USA, se va a Hungría, puede que porque los sinceros movimientos de los personajes, sin fisuras, desde el corazón, sea inequívoca, alejada de la falsedad que impera a nuestro alrededor. Yo no sé qué tiene Lubitsch pero me tiene robado el alma...
Luisito
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12 de octubre de 2020
9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
La conclusión para un espectador después de ver El bazar de las sorpresas debe ser la de haber visto una película deliciosamente contada, con humor, con ternura, con veracidad y sensibilidad. Una película de Lubitsch, vamos. A estas alturas todos sabemos quién era este señor y su estilo para filmar, y por lo demás, saber que es una historia acerca de un bazar, el dueño, sus empleados y lo que acontece, que aunque parezca poco, son muchas las cosas que suceden, algunas tan graves que incluso es necesaria la participación de un detective.

Lo importante es saber qué tipo de espectador es el que disfrutará con este Bazar de las Sorpresas, pues no todos quedarán contentos con ella. Pues bien, el espectador que disfrute con esta película tiene que ser soñador, tener algo de mago o de poeta, ser desprendido y ser una persona medio incomprendida por la gente que le rodee. Es más, posiblemente si pudiera apretar un botón que significara la destrucción del mundo, lo apretaría y acabaría con todo, pero después de ver esta película se lo pensaría, no fuera a perderse otra obra similar con unos diálogos y unas actuaciones tan buenas.
floïd blue
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27 de mayo de 2015
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Las obras maestras no exigen demasiadas palabras y menos aún esta sublime miniatura de maneras aparentemente suaves y ligeras que desprende a cada momento ráfagas cegadoras de melancolía, humor delicado y elegante ironía. Desarrollada en una tienda organizada como un espacio escénico fundamental, cuenta con un guión sencillamente perfecto y lleno de sutilezas de alto nivel que nos ilumina en un continuo de eterna belleza. Con unos actores en tal estado de gracia celestial que deberían haber sido beatificados –fíjense como James Stewart susurra cada una de sus diálogos-, cada segundo, cada fotograma de este joya emocionante y risueña habita nuestros sentidos y está rodado con tal inexplicable genio que si no fue hecho por los dioses sólo lo podría hacer Ernst Lubitsch.
Gould
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2 de enero de 2014
8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Basada en la obra teatral de Nicolaus Laszlo y adaptada para el cine por Samson Raphaelson, “El bazar de las sorpresas” rompe con las comedias sofisticadas que Lubitsch había filmado hasta entonces. Bajo un humor sutil, suave y medido, el film esconde la grisura cotidiana de la gente corriente, la tristeza mitigada con los afectos diarios de la amistad y el compañerismo, la melancolía que destilan las mañanas otoñales. Su ingeniosa construcción permite a Lubitsch mostrar su habilidad en la pincelada de personajes secundarios, pues las situaciones parten de los dependientes de la tienda de Matuschek y tienen un carácter coral. Ocupa el centro de la narración la relación entre Alfred Kralik (James Stewart) y Klara Novak (Margaret Sullavan), compañeros de trabajo que aparentemente no se soportan el uno al otro.

Entre las historias secundarias que tejen el relato cotidiano, destaca la de la infidelidad de la Sra. Matuschek. Si en el cine de Lubitsch, el adulterio y los engaños de pareja son casi siempre abordados de manera humorística, con un tono desenfadado de opereta vienesa, muy diferente es el tratamiento que recibe en esta ocasión. Esta película es una lección de cine en dos o tres decorados, un magisterio sobre la precisión del encuadre y un prodigio de ritmo. La composición minuciosa del espacio de la tienda guía los movimientos de los personajes y de la cámara y favorece la aparente simplicidad de la estructura narrativa. El director transforma la tienda de Matuschek en un teatro con su escenario (las vitrinas), sus bastidores (el interior), su camerino (el despacho de Matuschek) e incluso su patio de butacas (la calle y los transeúntes).

Lubitsch, bajo los contornos de un discreto galanteo, deja penetrar el aire del tiempo, de la Historia (estamos en 1940, periodo de entreguerras), que impregna todo el relato. La ligereza, que no levedad, del “toque” Lubitsch comparece con plenitud. Aquí no entramos en las intrigas de los dormitorios, ni nos movemos en el ámbito de la alta comedia plena de lujo y sofisticación, ni se sustancia un esmerado trabajo sobre puertas que se abren y se cierran, pero su poder de sugerencia, su capacidad de observación, su preocupación por el detalle, la hondura de su sensibilidad afloran en esta obra acerca de las escaramuzas entre los sexos, sobre los vaivenes del corazón, en su mostración del juego de los sentimientos.

Dotada de un envidiable y demoledor sentido del humor, su instrumental es la ironía, la desdramatización con su elegancia habitual. Su presunto tono frívolo recubre un pertinente estudio de personajes, la naturalidad de los actores en ese Budapest recreado en estudio. De sus sueños y miserias, anhelos y represiones. Una crítica mordaz de la pequeña burguesía y la precariedad laboral del proletariado. El cineasta con su fineza y penetración consustanciales, afronta temas pocos frívolos como la soledad, el miedo sexual, la frustración sentimental, incluso la alineación cultural. Nada de maniqueísmo simplón ni de declaraciones pomposas, sino un portento de depuración moral a cargo de un escéptico optimista, que alterna los puntos de vista, pasando de lo subjetivo a lo objetivo, que se vale de su dominio de lo alusivo y la elipsis para destrozar las convenciones habituales. Y por eso mismo, “The shop around the corner” es un film inolvidable del maestro Lubitsch.
Antonio Morales
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