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Encubridora

Western. Drama Vern Haskell recorre todo el Oeste en busca del hombre que violó y mató a su prometida. Alguien le dice que quizá lo encuentre en Chuck-a-Luck, un rancho que sirve de escondite a toda clase de criminales y cuya propietaria es la cantante Altar Keane. Para entrar en el rancho sin despertar sospechas, se hace pasar por un forajido. El problema es que en ese lugar hay una norma inviolable: está prohibido hacer preguntas. (FILMAFFINITY)
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Críticas 36
Críticas ordenadas por utilidad
10 de junio de 2020
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con todos los elementos característicos del western, presenta Fritz Lang una cinta fuera de lo común. Guión sólido y bien montado, historia creíble y dramática, banda sonora perfectamente adaptada a la acción que se desarrolla en cada momento, ritmo con momentos trepidantes que alternan con otros que no lo son tanto. Tal vez de haber tenido algo más de metraje la cinta hubiera ganado en sosiego que le falta, pues son muchas las cosas que se cuentan y las escenas que se describen en muy poco tiempo. Alguna, incluso, no termina de entenderse bien.
Mención aparte a la interpretación de Altar (Dietrich), en línea con las mejores de su filmografía. Mujer dura con los "duros" y fatal que abate todas sus defensas con indefensos. Buena también labor de Frenchy (Ferrer), y solo regular en el caso de Vert (Kennedy), no parece una elección acertada teniendo en cuenta la hondura psicológica que representaba.
La historia ya la han contado muy bien otras reseñas, con un resolución final del drama que refuerza la solvencia del guión. En cualquier caso una obra que bien merece más de una contemplación.
Lafuente Estefanía
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7 de febrero de 2021
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Inclasificable obra maestra, técnicamente perfecta, dirección genial, ritmo implacable, elenco acorde, fotografía absorbente sin exceder su función. En fin, la considero una de las mejores pelis de la historia, por encima de géneros, y como western decir que todo está en ella de forma canónica, como sólo Lang podía hacerlo: robos, tiros, buscavidas de ambos géneros, juego, romance, outlaws, peleas, salón.... Hasta los indios tienen su papel, sin que aparezcan como tal. Qué la hace especial, entonces?. La mezcla de clasicismo de perfecta configuración con un revolucionario tratamiento de la historia, en sus elementos de violencia contra la mujer, feminismo, venganza, manipulación, odio, justicia, todo en una gama de matices casi literaria propia de obra mayor.
spartacusxxi
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1 de febrero de 2019
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Incursión del maestro austríaco Fritz Lang en la mitomanía del cine americano...El western.
Siendo como era, uno de los más grandes diseccionadores de los demonios interiores del alma humana, el gigante del cine negro Lang, nos ofrece un film de bajo presupuesto, trasladando al Oeste sus preocupaciones constantes.La fatalidad, el determinismo, la ausencia de Justicia, la venganza, la codicia, la tragedia y la imposibilidad de regeneración de unos seres, que una vez que han escogido un camino, ya no hay marcha atrás.
Film extraño y personal, nos cuenta la historia de un hombre, cuya novia ha sido violada y asesinada, quién buscando a su asesino, recalará en un refugio de criminales regentado por una mujer de pasado oscuro, que vive de la comisión que los bandidos le ofrecen a cambio de un escondite seguro.
Aún siendo una película apreciable, está lejos de las grandes de su autor y tampoco me parece muy destacable dentro del género.
Pero eso no quiere decir que no merezca la pena verse, pues es un film con unas escenas muy interesantes y un triángulo amoroso, trágico y fatalista, que atrapará nuestra atención hasta el último minuto.
No. No tiene el poder de fascinación, marca de la casa de Fritz, pero sí tiene ráfagas de genialidad. Muy disfrutable.
Izeta
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17 de abril de 2021
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Al poco tiempo de que empezara, una sensación se apoderaba de mí. La sensación de estar viendo algo muy especial, único y difícilmente repetible. Y, desde luego, no me equivocaba. Encubridora es una obra maestra, increíblemente moderna y transgresora pese a tener más de cincuenta años desde la que el prodigioso ojo de Fritz Lang analiza la mitología americana desde una mirada extranjera; la forja de las leyendas y mitos del Salvaje Oeste como si fueran cantares de gesta a través de la tradición oral de las canciones populares y los rumores, la dicotomía del bien y del mal, del honrado y del bandido que se topan en el mismo plano moral, la reivindicación del hito femenino en el folclore americano y una preciosa poesía sobre amores que nacen y mueren con la frialdad e infortunio de una bala directa al corazón. Un híbrido imposible entre cine negro y wéstern con un muy marcado romance 'ménage à trois' y hasta cuidados momentos musicales apostados sobre las raíces expresionistas de su director y el wéstern clásico. Como digo, una película excepcionalmente singular.

Lang arranca la película con un íntimo y precioso primer plano de un beso protagonizado por Vern Haskell (Arthur Kennedy), precedido de la simbólica canción de Emil Newman y Ken Darby a modo de leitmotiv, cantada por un narrador omnipotente llamado William Lee en forma de balada en la que se nos cuenta, a modo de leyenda, el camino de odio y venganza que el azaroso destino guarda para este protagonista tras el asesinato y violación de su prometida y la incansable búsqueda de su causante por el Viejo Oeste de mitad del s. XIX. De esta forma, el director alemán diseña una primera parte con una narración creada a partir de analepsis, tal y como hizo la mastodóntica leyenda Orson Welles en su Ciudadano Kane (1939), utilizando el viaje de Haskell para reconstruir la épica de Altar Kane (Marlene Dietrich), una inusual cabaretista vista en la 'Rueda de la Fortuna' ('Chuck-a-Luck') afamada por sus locuras y sus misteriosos vínculos con el mundo criminal. Lang demuestra, una vez más, lo conciso, claro y versátil que es para narrar un argumento, en este caso, uno de historias cruzadas en el que su segunda parte, más lineal aunque con un excelente dominio de las líneas narrativas paralelas es puro noir, con unos personajes más parecidos a unos mafiosos que a unos forajidos en la que los diálogos se plagan de confidencias, intenciones y secretos más propios del cine de gánsteres de las décadas consiguientes que de un wéstern clásico de 1952 en el que acomoda a nuestro atípico héroe en una sociedad corrupta y ausente de valores como una especie de inversión de M, el vampiro de Düsseldorf (1931), en el que su corrupto protagonista se hacía invisible en una sociedad civilizada interpretando la contraparte de su esencia natural.

El poco presupuesto de la RKO no le impidió a Lang convertir su película en una obra maestra. Es capaz de encontrar una atmósfera extremadamente opresiva en medio del polvo del desierto a través de interiores cargados de conspiración, rencor y odio que se dispara con la inherente fuerza con la que los actores se miran y, sobretodo, se escupen a través de palabras proferidas sin titubeos. El uso de luces y sombras, totalmente expresionistas en un producto cien por cien americano como es el wéstern, eleva la represión amenazadora en la que Lang disecciona a sus personajes principales; Altar, Vern y Frenchy Fairmont (Mel Ferrer), ese trío de corazones de solitarias sombras que se proyectan en el hogar de la inmundicia moral sobre el que se cierne la sombra de la justicia y de la venganza, pero también del amor, de la soledad e, incluso, de la vejez. ¿Y qué decir de Marlene Dietrich? Esa fuerza de la naturaleza, comodísima en su papel de jefa de una organización criminal, leyenda del Salvaje Oeste, apostadora cabaretista rompecorazones y musa del hombre americano por su carácter indomable contra los cánones femeninos de la época que, por ello, permanece en Tierra de Nadie, sola y marchita, entre el crimen y la ley, entre los corazones de dos hombres. Con una presencia descarada en el plano que devora al resto del elenco, es increíblemente fría, pero también sabe ser cálida y vulnerable como un rayo de sol en el ocaso de su día. ¿He dicho ya lo apasionante y seductora que es Marlene Dietrich? Un papel que solo ella podía hacer tan bien antojado como una extensión del que representó en la gran obra de George Marshall, Arizona (1939).

Es una película de personajes atormentados. Uno emprende su aventura incansable como un centauro del desierto menos peofesional, pero igual de heroico, para rescatar a su amor de las garras de la injusticia. Otro, recorriéndolo de la misma manera, pero desde la moral adversa de un criminal restringido por la sociedad, sin hueco ni redención, y que su valía es la leyenda de miedo que él mismo imprime en el oeste americano. Otra, una mujer hecha a sí misma para la que la codicia es la única solución para el desazón, la soledad y la pesada madurez en la que se sugestiona. Y qué bonita es la fotografía de Hal Mohr, explotada por el único ojo del alemán capaz de ver mucho más allá que otros de vista entera. Nos ofrece emotivos, y muy fordianos, cuadros dentro del cuadro; llegadas y partidas de nuestro protagonista a su nuevo hogar capaz de colmar su espíritu, y que encierra un amor imposible y turbulento, explícito y sensual que es menos sugerente pero igual de bonito que el de Ethan y Martha en una de las más grandes películas jamás filmadas: Centauros del desierto (John Ford, 1956).
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Tiggy
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29 de agosto de 2021
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Western original con un toque detectivesco. El maestro Lang, en su carrera en Hollywood, tras un incierto y duro comienzo como exiliado político, y creo que pasando por encima de escepticismos y zancadillas, se impuso desde su primera película allí, "Furia", espléndida y que, además, fue un éxito comercial. A partir de ahí, tocó varios géneros y rechazó proyectos para no repetirse ni encasillarse.

Parece que él no guardó muy buen recuerdo de "Rancho Notorious", donde no se llevó bien con la estrella Marlene, pero lo cierto es que es un magnífico western, una película más del maestro Fritz Lang, no importa el género, en la que enseguida mete al espectador en la trama y ya no le suelta hasta el final, y siempre tratando de respetar la inteligencia del espectador, sin chapuzas, trampas pueriles ni escenas tediosas. Buen guion, buenos elementos a la altura y acertada dirección. No hay ni ha habido demasiados directores de cine con ese don.
Daniel
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