Un año más

Desde la primavera al invierno, Mike Leigh nos da un recital de cómo dirigir actores al mismo tiempo que se planifican las escenas, se sitúa la cámara en su sitio moviéndola después con un diseño fotográfico estudiado (cual arquitecto con escuadra y cartabón en la mano), y a la vez se pulen diálogos y expresiones para retratar sencillamente la normalidad. Una normalidad como cualquiera -valga la redundancia-, sin ningún sobresalto que rompa lo cotidiano, al mismo tiempo que nos muestra las bondades y tristezas que muchos de nosotros pudiéramos llevar dentro.

"Another year", emplazada sobre todo en esa época de las vidas más cercana al ocaso que a la floración, y apoyándose en la rareza de varios de sus personajes, en sus dificultades para desenvolverse socialmente, trata de muchas y pocas cosas, o quizás de cosas diminutas que en realidad en nuestras existencias nos parecen grandes. Pero nos habla de la soledad y la amistad por encima de todo. De la lucha entre el caparazón con que nos envolvemos para ocultar nuestras penas y frustraciones a los demás, y la necesidad de alguien con quien compartir esas penas y frustraciones mientras simplemente buscamos la alegría.

En la meritoria composición de imágenes me quedo con dos escenas... Una es aparentemente simple, casi anecdótica y muy breve; se trata de un tren que pasa como pasa la vida en unos pocos fotogramas donde casi todo es cielo y la vía aparece completamente horizontal en la parte inferior del plano mientras se aprecia la perspectiva al avanzar el tren de lejos hacia el objetivo, dando así una original perspectiva horizontal mostrada de izquierda a derecha. Y la otra, de mayor aportación argumental y contenido sugerido, es la escena final de conversación del grupo en la mesa con la cámara moviéndose despacio mostrando poco a poco a personajes escondidos hasta terminar en silencio con ese plano fijo sobre la excéntrica Mary.

Mary interpretada con una variedad destacada de registros por la actriz inglesa Lesley Manville, quien es sin duda la guinda de un reparto en el que prácticamente todos aportan veteranía y tablas del mundo del teatro. Jim Broadbent dando toda su empatía y dejando de lado la cara de sus intervenciones en la saga de "Harry Potter" para mostrarnos el lado más cercano a su papel en "Iris" (aunque aquel mucho más conmovedor). Una expresiva Ruth Sheen, habitual en películas de Leigh. El impagable personaje de Ronnie, encarnado por un impasible David Bradley... Y hasta unas apariciones al principio tan cortas como intensas de Imelda Stauton (la inolvidable Vera Drake del más reconocido trabajo del autor). En definitiva, todos desde el primero hasta el último entregándose con convicción a papeles cargados de realismo, sencillez y profundidad de sentimientos más nítidos en los ojos que en las palabras.

Primavera, verano, otoño, invierno... Un año más, otro año más...

Reconozco que no tenía demasiadas expectativas en esta película. Queramos o no, la publicidad sigue teniendo mucha fuerza en lo que a la promoción del cine se refiere, y en este caso tampoco ha ayudado que la obra haya llegado a nuestro país más de un año después de su estreno en EEUU (parece de risa si miramos el título). Pero después de ver los quince primeros minutos, descubres que estás ante algo realmente bueno.

Lo cierto es que, echando un vistazo a lo más profundo de la peli, no descubrimos nada que no hubiéramos visto antes. Son las interpretaciones y el ritmo que otorga Leigh lo que la hace grande. Lesley Manville está realmente extraordinaria, algo que no es nada fácil, ya que su papel podría haber resultado demasiado exagerado, casi avergonzante. Me parece una broma que ni siquiera la nominasen al Óscar, aunque ya sabemos como funciona la Academia. Broadbent y Sheen están perfectos, clavan lo que siempre he pensado que debía ser una feliz pareja que entra en la vejez definitiva. Todos los secundarios están realmente bien, pero destaco al breve y a posteriori sorprendente papel de Staunton, que ofrece un terrible punto de vista y mediante el cual se podría resumir toda la obra.

Como decía, tampoco se aporta nada nuevo desde el punto de vista argumental. Ya se nos ha ofrecido muchas veces lo que es la vejez, el cómo asimilar que uno ya no es el que era, ni desde el punto de vista personal ni mucho menos físicamente. Es Leigh quien agranda esta obra. Lo hace todo creíble, cortando cada escena donde no es necesario, con diálogos normales, sin frases prefabricadas. En ningún momento he pensado "esto es una película, no es real", porque de verdad creo que no sólo puede ser real, sino que situaciones como estas ocurren día a día.

Comento algo del final en el spoiler.

Entiendo que esta es una película que no te puede dejar indiferente, y que salvo que seas un gran analista de los detalles cinematográficos o un crítico en potencia o le pondrás una nota muy alta o muy baja, pero en mi opinión nunca puede tener un aprobado raspado. Tu voto también puede depender de la edad que tengas, ya que todo se ve y se siente muy distinto cuando eres muy joven a cuando ya te vas haciendo mayor, y tampoco digo que sea una peli para carrozones, pero sí hay que saber sentir lo que se ve en la pantalla y ponerte en la piel de sus protagonistas. Es real como la vida misma, aquí no hay héroes ni villanos, sólo personajes distintos que actúan según como les ha sonreído la vida, que en ocasiones tan sólo es una cuestión de pura suerte.

Los actores están magníficos y ninguno desentona, pero la feliz y compenetrada pareja formada por Tom (Jim Broadbent) y Gerri (Ruth Sheen) y la “indescriptible” Mary (Lesley Manville), sobresalen por encima del resto, sin que ello signifique que los demás queden muy por debajo, ya que cada uno de ellos hace simplemente lo que tiene que hacer, y muy bien en mi opinión.

Simplemente es una historia de contrastes, felicidad y amargura, serenidad y miedo, fantasías y realidades, de personas normales y corrientes que ven pasar la vida de formas distintas. El contraste a la madurez lo marcan los hijos que salen en pantalla, uno con un futuro que no aparenta sino felicidad, y otro cuyo porvenir parece mucho más sombrío, pero ninguno de los dos son conscientes todavía de lo que les espera, porque deberán esperar todavía algún tiempo para poder valorarlo.

Pobre Mary, con su vaso “medio lleno” que en realidad lleva vacío y seco desde hace mucho tiempo, ¿y tú?, ¿te has parado a pensar cómo está tu vaso?, en cualquier caso no te preocupes, quizás en “otro año más” veas las cosas de distinta forma a como las ves ahora.

Mike Leigh no necesita probarle nada a nadie. Ya había demostrado de lo que es capaz con Vera Drake y especialmente con la excelente secretos y mentiras.

Retoma un tema cliché en él: las relaciones humanas. Lo realmente importante en su filmografía es que en cada película aborda la historia desde un punto de vista diferente. Esta película no es la excepción, nuevamente explora el concepto de familia, en esta ocasión, comparándola con las amistades menos afortunadas.

Un guión complejo y cuidadosamente armado se une a los excelentes actores para completar una combinación que pocas veces funciona con tanta efectividad.

La película puede parecer larga, pero si uno se adentra realmente en la historia, al final quisiera que pasaran más cosas, que ojalá esa serie de personajes desafortunados encuentren su lugar en el mundo.

Another year es emotiva, triste, veraz... tan real y compartida como la propia vida. Tal vez por eso, en los momentos intensos en los cuales el cine made in USA suele cagarla metiendo a saco una quisquillosa banda sonora que produzca el llanto, Leigh se decide por la empatía de unos planos tan sencillos como bellos, porque sabe, que en la vida, no hay un puñetero piano ni un melodioso violín que acompañe tu sufrimiento, tu malestar.

Porque de eso trata "Un año más" (con todo lo cruel de esa expresión para quien está pasando un mal trago, una racha infame): de lo que nos sucede a tod@s, y uno descubre, que cualquier vida tiene el derecho a ser narrada, pues tod@s somos por momentos patéticos y excelsos, como cada uno de los protagonistas del film de Leigh (no puedo decantarme por ninguno), y por momentos aburridos. Y queda la soledad, que tan cruel y aparatosamente a nivel de estilismo nos mostró Rosales en "La soledad", o Zambrano de una manera más paladeable con "Solas", esa que nunca queremos gozar cuando nos viene impuesta, pero que siempre, de una u otra manera, nos envuelve.

Y sí, la película decae por momentos, no mantiene el pulso... pero prefiero perdonárselo, porque mi vida, asiduamente, tampoco mantiene le pulso, y en muchas ocasiones, como la de cualquier persona que esté leyendo esta crítica -si lo piensa aun sin exceso de detenimiento- merece ser contada, si lo hace Leigh.