La senda del crimen

Pues sí, mi querido lector, supongo que usted hará como yo y que volverá a mirar una y otra vez el año de la película. Sí, ¡1930! Realmente increíble. Esta soberbia cinta parece el comienzo de algo. Por un lado, supone el comienzo de carreras tan dispares como la de Lew Ayres (galán habitual y posterior doctor Kildare) y la del magnífico James Cagney (casi siempre en roles de eléctrico hampón mafioso de lengua rápida y viperina). De otro, la película también forma parte de la génesis del cine de gánsteres. Y, como tal, muchas de sus innovaciones serán el germen para futuras realizaciones: fundas de instrumentos asesinos, gánster sutil y elegante, reuniones de capos mafiosos, polis pobres pero honrados hasta la médula, busconas de doble cara... A todo esto, Archie Mayo añade con acierto la historia del ingenuo e inocente muchacho como contrapunto al sórdido mundo delictivo. La interpretación del pequeño es admirable. Y la del otro 'pequeño', Lew Ayres (contaba solo veintidós años), más admirable todavía.

Estrenada el 18 de Octubre de 1930 por la Warner Bros supuso la segunda película de James Cagney, donde todavía interpreta un papel secundario, aunque no tardaría en dar el salto al año siguiente con el papel principal de El enemigo publico, donde el actor Edward Woods fue la primera opción aunque se decantaran por el desconocido Cagney.
"Es fácil entrar pero muy complicado salir", leitmotiv muy repetido a lo largo del cine clásico americano, sin embargo no quiero mostrar desprecio por esto porque no le resta un ápice de interés, eso sí, pocas sorpresas nos llevaremos.
Personalmente, me encanta la estética que desprenden estos films sobre el hampa rodadas en los años treinta, pre-cine negro, se pueden añorar algunas de las características intrínsecas de este género pero a su vez dibujan personajes más variopintos sin despreciar alguna nota humor. Tal vez sea causa del cine actual, tal vez tenga la misma impresión que inversamente tuvo el público cuando el cine empezó a mostrar escenas antes no permitidas, pero el uso de la elipsis en las escenas de violencia, bien dirigido, no deja de darme escalofríos. Si todo lo mezclamos en un cóctel que deja al espectador participar con su imaginación, se vigoriza y encumbran ciertas situaciones dramáticas, cuando veáis la película sabréis a que parte en particular me refiero. Por otro lado, en sólo 78 minutos se nos muestra todo un hilo argumental bien construido, donde pasan bastantes acontecimientos, eso sí, nunca podré creerme a James Cagney como un adonis que las vuelva locas. Disfruten de esta obra, merecerá la pena.

Y resulta que el cine se echó a hablar y ya lo tenía todo dicho.
Que un tal Archie Mayo, armado con pico y pala, ya había empezado a asfaltar la senda que, un par de años después, Hawks, Wellman, LeRoy...continuarían embreando, sembrando de traición y clandestinidad, violencia y asesinato una carretera asfaltada en dos, cuatro, dieciséis direcciones...sin pista de salida.
El que entra, no sale.
Mira que nos lo han dicho millones de veces pero uno nunca se aburre de comprobar cómo los " amigos" son para las ocasiones y la venganza también.
En el espejo se desvela la traición. Tras las cortinas adivinamos la muerte. El coche a toda velocidad escupe su cadáver y la moneda baila al aire perfilando la situación ( Y yo que pensaba que era Hawks el artífice de ella...)
Cagney aquí ya apunta maneras con su afilada mirada en un papel secundario. Al año siguiente, comenzaría su imparable carrera delictiva con los más grandes. Lew Ayres marca aquí el rumbo a base de inteligencia. Una reunión de acusados. Permítanme ausentarme unos segundos del juego caballeros. No, no se lo permitimos y a su vida privada tampoco. Aquí jugamos todos.

Después de escribir mi crítica he leído la publicada por Cristian Klee y me adhiero totalmente a lo que escribe. Es un magnífico análisis del film y una puesta en perspectiva histórica del género, tanto en la narrativa como en la economía expresiva. Modélico film que asombra también por su modernidad. Los planos del principio donde los gangsters juegan al billar son magníficos y adelantan formas expresivas mas tardías.