Pues sí, mi querido lector, supongo que usted hará como yo y que volverá a mirar una y otra vez el año de la película. Sí, ¡1930! Realmente increíble. Esta soberbia cinta parece el comienzo de algo. Por un lado, supone el comienzo de carreras tan dispares como la de Lew Ayres (galán habitual y posterior doctor Kildare) y la del magnífico James Cagney (casi siempre en roles de eléctrico hampón mafioso de lengua rápida y viperina). De otro, la película también forma parte de la génesis del cine de gánsteres. Y, como tal, muchas de sus innovaciones serán el germen para futuras realizaciones: fundas de instrumentos asesinos, gánster sutil y elegante, reuniones de capos mafiosos, polis pobres pero honrados hasta la médula, busconas de doble cara... A todo esto, Archie Mayo añade con acierto la historia del ingenuo e inocente muchacho como contrapunto al sórdido mundo delictivo. La interpretación del pequeño es admirable. Y la del otro 'pequeño', Lew Ayres (contaba solo veintidós años), más admirable todavía.