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No Direction Home: Bob Dylan

Documental Extraordinaria historia del viaje de Bob Dylan desde sus raíces en Minnesota hasta la época de sus comienzos en los cafés del Greenwich Village, pasando por su sonada ascensión al estrellato del pop en 1966. Joan Baez, Allen Ginsberg y otros comparten sus pensamientos y sentimientos sobre el joven cantante que cambiaría para siempre la música popular. Incluye entrevistas exclusivas y, además, secuencias y actuaciones inéditas. (FILMAFFINITY) [+]
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Críticas 30
Críticas ordenadas por utilidad
24 de noviembre de 2013
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Se podría considerar que existen varios tipos de documentales. Sin embargo, jamás sabría donde colocar a "No Direction Home", en cuanto a categoría. ¿Es un musical? ¿Un Biopic? ¿Un simple relato? Yo creo que son todos. Dirigido por la maravillosa mente de Scorsese, este documental nos adentra en los inicios del increíble Bob Dylan, pasando por su ascenso al estrellato y algunos de sus momentos más turbios. Y todo ello está narrado de una forma soberbia, recogiendo testimonios de las personas que formaron parte de su vida y las suyas propias, con un montaje que quita el hipo en ocasiones.
Y es que Dylan ha sido siempre enorme, y jamás ha estado mejor que en este documental tierno, duro, alegre y triste a partes iguales. En el título digo: Maravilloso Dylan. Genial Scorsese. Si, pero ellos dos han conseguido que este "relato" sea Eterno.
Fans del cine, de la música, de la vida: Imperdible.
aMarquinacotino
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25 de enero de 2016
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Palabras mayores, señoras y señores. Preguntad a cualquier cinéfilo de pro que se haya empapado de la filmografía de Scorsese, cuáles de los trabajos del neoyorquino le hacen más tilín. Soslayando la evidente perogrullada, puesto que un sujeto que no haya repasado el currículum de Don Martin ni es cinéfilo de pro ni de proa, por norma ante semejante cuestión emergen de la respuesta títulos que merecidamente copan el imaginario colectivo: “Uno de los nuestros”, “Taxi driver”, “Casino”, “Toro salvaje”... Pero si además ese susodicho cinéfilo de pro, que lejos de ser un impostor se ha dejado caer inclusive por alguno de los documentales del reputado director, siente especial predilección por la música, ni mucho menos sería descabellado imaginar que en aquella lista scorsesiana incluiría “No Direction Home: Bob Dylan” en los puestos de honor (quizá también “The Last Waltz”, aunque ese último vals ahora mismo son otros López). “¿No direction lo qué? ¡Esa no la he visto!”, pensarán varios despistadillos. Pues mal hecho, troncos.

Mal hecho porque estamos ante casi tres horas y media de una densa y jugosa travesía. Ahí es nada. Mas como ocurre con las grandes obras el film atesora la virtud de contraer el espacio-tiempo y esfumarse en un tris. O por lo menos esa sensación tiene este menda cuando hacia el final aparecen las letras blancas sobre fondo negro mientras Dylan le canta a un público hostil aquello de “How does it feel?” de la soberbia “Like a rolling stone”.

En dicha travesía asistimos a la paulatina transformación del joven Robert Zimmerman (criado en un gélido pueblo minero de Minesota del que renegó prácticamente desde la infancia) hasta convertirse en uno de los principales y más controvertidos iconos de la música en la segunda mitad del siglo XX (imposible entender este proceso de autoafirmación sin la figura de Woody Guthrie, a quien idolatró, imitó y a posteriori homenajeó). En buena medida es el propio Bob quien nos permite hacernos una composición de los hechos mediante las honestas confesiones que, pasándose los edulcorantes por el forro, regala al etéreo entrevistador. Confidencias aderezadas por acotaciones de artistas coetáneos y demás personajes que compartieron vivencias con él, confluyendo en descifrar un portento en ciernes cuyo apetito voraz de experiencias y conocimiento llevaría a perpetrar alguna que otra controvertida anécdota derivada de la astucia, y por qué no decirlo, de la sinvergonzonería más ambiciosa. En efecto, en este mejunje de canciones y viajes (físicos e interiores), ligado por impagables imágenes inéditas y por el pegamento de un trabajo de contextualización histórica a la altura de un realizador con el talento por castigo, se nos reparten las cartas boca arriba sin trampa ni cartón.

Esta esponja humana al que apenas bastaron un par de meses sumergido en los locales del Greenwich Village para interiorizar la esencia de una suntuosa colección de artistas y hacerla carne de su carne, elevándola a la excelencia con la amplificación de su privilegiado ingenio, rompió los moldes y ninguneó las expectativas de algunos de sus colegas, pero sobre todo de una airada porción de un público que sintiéndose traicionado por la electrificación de su folk acústico, mutó la idolatría en pataletas continuas. Pero a él, cómo no, lo que pensase o ladrase el resto del cosmos se la traía bastante al pairo. Con la fría determinación de quien se sabe libre y poderoso, con ese gesto desafiante y chulesco del que tiene la sartén por el mango, tras oír lindezas como “¡Judas!”, se giraba hacia su banda (The Band, peccata minuta...) y soltaba: “Play it fucking loud!”.

“Plat it fucking loud!”, que en cristiano significa algo como: “¡Hagamos que estalle la cabeza de ese memo!”.


(Crítica para "LA VOZ EN OFF" de esturionmusic.com)
Vic
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9 de agosto de 2016
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Poco que añadir a lo dicho. Sólo que, como toda gran película, permite indefinidas revisiones y, en cada una, se obtiene un nuevo paradigma, un punto de vista diferente. No trata sólo de cómo R. Zimmerman, (un chaval estrafalario, descarriado, mentiroso y, al decir de la mayoría de quienes le conocieron, bastante desagradable) inventó un ser adorable, quasidivino, un fenómeno músico-cultural, aportando letra con sentido y pensamiento al R&R: Bob Dylan, No: trata de la creación de un monstruo que trasciende al propio creador, porque, en buena parte, pertenece al colectivo al que se pretendía deslumbrar con su creación. En defintirva, es una reflexión sobre el proceso de creación (ver el principiio de la segunda parte) y si en él puede haber verdad o sólo mito.

Por cierto, en alguna conocida biogafía se llega a poner en cuestión el tan citado acccidente de moto: nadie lo vió. Los testigos de primera mano se limitaron a asistir a un Dylan que afirmaba haberlo tenido y que, por esas fechas, estaba más interesado en la pintura que en la música (ver el terrible album "Selfportrait") y no quería participar en las giras internacionales comprometidas ni ir ese verano a Woodstock..
ALFREBOBO
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26 de septiembre de 2022
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Usar el término "voz de una generación" es injusto para la mayoría de los casos en los que se aplica, pero es indiscutible que la frase se ajusta como anillo al dedo a Bob Dylan. ¿Cómo podría no ser la voz de una generación cuando fue invitado a tocar en el mismo escenario en el que Martin Luther King pronunció uno de los discursos más citados de la historia reciente? Y ese es uno de los puntos fuertes de este documental de Scorsese. No solo se conforma con retratar a la voz, sino a la propia generación, convirtiéndose en algo más que un documental biográfico o musical.

Tampoco es un documental musical al uso en el que se repasa toda la trayectoria de un artista o banda, si no que está centrado principalmente en la etapa que va desde 1961 a 1966. En el espacio de tiempo en el que ocurren acontecimientos históricos del calado de la crisis de los misiles de Cuba, el asesinato de Kennedy o el auge del movimiento de los derechos civiles, surgen la voz de un adolescente que, como comenta uno de los entrevistados, parece canalizar el inconsciente colectivo americano. Es una crónica apasionante de esos años desde la perspectiva que proporcionan Dylan y su música, y que parecen abarcar toda una vida o carrera.

Otro elemento que eleva a este film por encima de otros del estilo es su negación a convertirse en una hagiografía del personaje central. Scorsese no esconde el carácter gruñón de Dylan, que siempre parece hastiado por creerse el más listo de la clase. Hay imágenes de archivo, o tomadas directamente de otras películas de la época como 'Don't Look Back', que no son nada halagadoras. Incluso el Dylan entrevistado para el documental tiene alguna salida de tono típica del personaje que hace tiempo entró a formar parte de la mitología americana.

Tampoco se esconde Scorsese a la hora de mostrar que el compositor de 'Like a Rolling Stone' no era querido por todos sus fans, sobre todo a partir del cambio a la guitarra eléctrica. Dylan era un trovador del folk americano, y pasar de un escenario que incluía como único instrumentos a su voz, su guitarra acústica y su armónica a uno con una banda de rock enfureció a los fans más militantes. Había leído sobre esto pero no ha sido hasta este visionado que he comprendido que no era cuestión de una minoría elitista, estaba presente en sus conciertos, donde recibía abucheos constantes durante sus sets eléctricos. "Venimos a ver a Bob Dylan, no a Bob Dylan y su banda de pop", decía uno de los británicos indignados.

Scorsese demuestra de nuevo su maestría en la aproximación a una de las leyendas vivas de la cultura popular, algo que repetiría más de una década después con 'Rolling Thunder Revue' pero desde una perspectiva diferente y más juguetona. Puede que la duración sea un tanto desproporcionada y que no todas las partes mantengan el interés, pero estamos ante un documental esencial sobre una de las figuras más misteriosas, complejas e inabarcables de la historia del arte contemporáneo.
Paco Silva
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11 de junio de 2023
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Los vientos de los viejos días

Alguien me dijo alguna vez que era más fácil estar toda una vida con una mujer a la que no amas que con una a la que amas verdaderamente. En unos segundos se me vino a la mente la canción que más me gusta de Joan Báez y que los amores mueren de amor. Esta cantante no ha contado nunca con mis bendiciones, estando ideológicamente cerca de ella tampoco me convence su forma de representarlo; por la falta de realismo y una ingenuidad, con más peligro del que parece, para dividir el mundo en dos direcciones, así se mostraban los artistas izquierdistas de su generación embriagados por el himno de las flores y cierta simpatía hacia regímenes que ya habían demostrado su desprecio por la libertad y métodos expeditivos para convencer a la disidencia.

Escuché "Diamantes y herrumbre" después de haber visto un documental que intentaba explicar su relación amorosa con Dylan y nunca me he sentido tan cerca de ella, de repente me pareció tan humana, tan entregada al talento del cantante más grande que había conocido. Al escuchar la canción pensaba que la había compuesto en 1965 y que una herida de tal extensión solo se podía sentir cuando acaban de clavarte el puñal. Joan, al contrario de lo que hizo con otras canciones dedicadas a Dylan, algunas ya eran delatadas por el título o por la claridad de las metáforas todas relativas a los verdes años del mito, mantuvo cierto secreto sobre esta e incluso Bob llegó a pensar que se la había dedicado a su ex-marido, debía tener los ojos azules como él, pero ella lo acabó sacando del error.


A pesar de mi inglés entendí que dos lustros pueden ser tan largos como dos años sin luz. Al terminar con Sarah, tras unos meses de tortura que recogió el arte, hubo una reconciliación artística de Dylan con Joan, volvieron a subirse juntos a un escenario, para sus seguidores quedó para siempre la sensación de que volvieron a pasar algunas noches componiendo en la misma habitación, aún estaban a tiempo de cambiar el mundo y Dylan acababa de escribir la que sería su obra maestra más querida entre sus amantes más depresivos; "Sangre en el camino".

La separación de Dylan fue dolorosa y parece más que probable que fuera él quien propiciara el acercamiento sabiendo que ella, su valedora desde el principio de su carrera y su más ferviente admiradora, no le fallaría nunca, que no volverían aquellos años convulsos pero excitantes, y que ella aún aireaba aquel perfume penetrante que le permitiera vivirlos aunque fuera un poco. No sabemos si Bob volvió a enamorarse de Joan, pero si prestamos oído a la canción solo podemos pensar que ella nunca había dejado de estar enamorada de él; amor es solo una canción que tiene cuatro letras.

Con respecto a la valoración artística de Joan, se me hace difícil reconocerlo pero no me llega y es algo que he aprendido a no forzar, me ocurre también con Janis Joplin que tiene todos los atributos para gustarme. Joan tiene virtudes celebradas por muchos y reconozco sin esfuerzo que son muy buenas, empezando por su voz de soprano tan alabada por los entendidos, y ese idilio especial con la tristeza que llenaba de autenticidad y lirismo sus canciones más convincentes. Pero me gustan muy pocas canciones de Joan Báez, eso sí, mucho. "Diamantes y herrumbres" es la que prefiero, en ella narra su reencuentro sentimental con Dylan, es magistral y uno se da cuenta de ello con una sola audición, es uno de los cantos más hermosos de amor no correspondido en la música popular, en la línea del llanto solitario de una muchacha sefardí que se hunde en la noche. Pero no le va a la zaga, “En las mañanas tranquilas”, un canto elegíaco dedicado a Janis Joplin, una rememoración sincera de una época en la que aún había flores entre los jóvenes americanos que no querían ser como sus padres y se oponían a todas las guerras y, sobre todo, su sobrecogedora versión, en la que vuelve a insistir como mujer abandonada, ese papel que tanto le iba e interpretó tan poco cuando tenía en la mano todas las cartas para construir un mito irrepetible, de la canción de Stevie Wonder "Nunca pensé que te marcharías en verano".


Se me olvidaban las versiones de Dylan, en conjunto lo mejor de su obra, la presencia de Dylan sería un acicate para ella, el amor y la admiración rivalizaban sin que hubiera un vencido, abundando los himnos de los años vertiginosos de la gran explosión creativa del genio que moriría en 1966. Desde mi punto de vista, el virtuosismo vocal de Joan no pudo evitar que las canciones palidecieran por cierta falta de fuerza; parecía más pendiente de la belleza de la ejecución y el lucimiento de su voz que alargaba las canciones en detrimento del tono agresivo, contundente y abrasador en su significado y su mensaje reivindicativo, y eso que creía en Dylan más que nadie, sobre todo en el bardo combativo de esos años en los que, para añadir más desventajas en las comparaciones, el genio de Duluth cantó mejor que nunca. Ni siquiera Joan estuvo cerca de los Byrds, y bien que habrá tenido que lamentarlo, hay que decir a favor suya que las versiones de los californianos eran imponentes, habrían hecho temblar al propio autor de las canciones, de no haber este pensado, con toda la razón, que Dios estaba de su lado.


El legado de Joan interpretando a Dylan es el más importantes, destacan como documentos históricos innegables las actuaciones que ambos realizaron juntos, aunque sean grabaciones deficientes, y, sobre todo, con un gran valor valor sentimental por lo que significaron; los jóvenes querían un mundo distinto e igualitario. Como curiosidad debemos decir que hay varias canciones (Acabó todo chica triste,Vas a ninguna parte, que cobran un gran significado porque las fechas en que Dylan las compuso coincidieron con el alejamiento de la pareja. Lo más extraño es que ambas canciones son de un desdén considerable hacia ella misma..

(Gracias a Juan Carlos y Elisabeth - 18 de noviembre de 2018)

fingiste 3 orgamos
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
FEnrique
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