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Voto de FEnrique:
10
2005
7,8
5.208
Documental
Extraordinaria historia del viaje de Bob Dylan desde sus raíces en Minnesota hasta la época de sus comienzos en los cafés del Greenwich Village, pasando por su sonada ascensión al estrellato del pop en 1966. Joan Baez, Allen Ginsberg y otros comparten sus pensamientos y sentimientos sobre el joven cantante que cambiaría para siempre la música popular. Incluye entrevistas exclusivas y, además, secuencias y actuaciones inéditas. (FILMAFFINITY) [+]
11 de junio de 2023
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Los vientos de los viejos días
Alguien me dijo alguna vez que era más fácil estar toda una vida con una mujer a la que no amas que con una a la que amas verdaderamente. En unos segundos se me vino a la mente la canción que más me gusta de Joan Báez y que los amores mueren de amor. Esta cantante no ha contado nunca con mis bendiciones, estando ideológicamente cerca de ella tampoco me convence su forma de representarlo; por la falta de realismo y una ingenuidad, con más peligro del que parece, para dividir el mundo en dos direcciones, así se mostraban los artistas izquierdistas de su generación embriagados por el himno de las flores y cierta simpatía hacia regímenes que ya habían demostrado su desprecio por la libertad y métodos expeditivos para convencer a la disidencia.
Escuché "Diamantes y herrumbre" después de haber visto un documental que intentaba explicar su relación amorosa con Dylan y nunca me he sentido tan cerca de ella, de repente me pareció tan humana, tan entregada al talento del cantante más grande que había conocido. Al escuchar la canción pensaba que la había compuesto en 1965 y que una herida de tal extensión solo se podía sentir cuando acaban de clavarte el puñal. Joan, al contrario de lo que hizo con otras canciones dedicadas a Dylan, algunas ya eran delatadas por el título o por la claridad de las metáforas todas relativas a los verdes años del mito, mantuvo cierto secreto sobre esta e incluso Bob llegó a pensar que se la había dedicado a su ex-marido, debía tener los ojos azules como él, pero ella lo acabó sacando del error.
A pesar de mi inglés entendí que dos lustros pueden ser tan largos como dos años sin luz. Al terminar con Sarah, tras unos meses de tortura que recogió el arte, hubo una reconciliación artística de Dylan con Joan, volvieron a subirse juntos a un escenario, para sus seguidores quedó para siempre la sensación de que volvieron a pasar algunas noches componiendo en la misma habitación, aún estaban a tiempo de cambiar el mundo y Dylan acababa de escribir la que sería su obra maestra más querida entre sus amantes más depresivos; "Sangre en el camino".
La separación de Dylan fue dolorosa y parece más que probable que fuera él quien propiciara el acercamiento sabiendo que ella, su valedora desde el principio de su carrera y su más ferviente admiradora, no le fallaría nunca, que no volverían aquellos años convulsos pero excitantes, y que ella aún aireaba aquel perfume penetrante que le permitiera vivirlos aunque fuera un poco. No sabemos si Bob volvió a enamorarse de Joan, pero si prestamos oído a la canción solo podemos pensar que ella nunca había dejado de estar enamorada de él; amor es solo una canción que tiene cuatro letras.
Con respecto a la valoración artística de Joan, se me hace difícil reconocerlo pero no me llega y es algo que he aprendido a no forzar, me ocurre también con Janis Joplin que tiene todos los atributos para gustarme. Joan tiene virtudes celebradas por muchos y reconozco sin esfuerzo que son muy buenas, empezando por su voz de soprano tan alabada por los entendidos, y ese idilio especial con la tristeza que llenaba de autenticidad y lirismo sus canciones más convincentes. Pero me gustan muy pocas canciones de Joan Báez, eso sí, mucho. "Diamantes y herrumbres" es la que prefiero, en ella narra su reencuentro sentimental con Dylan, es magistral y uno se da cuenta de ello con una sola audición, es uno de los cantos más hermosos de amor no correspondido en la música popular, en la línea del llanto solitario de una muchacha sefardí que se hunde en la noche. Pero no le va a la zaga, “En las mañanas tranquilas”, un canto elegíaco dedicado a Janis Joplin, una rememoración sincera de una época en la que aún había flores entre los jóvenes americanos que no querían ser como sus padres y se oponían a todas las guerras y, sobre todo, su sobrecogedora versión, en la que vuelve a insistir como mujer abandonada, ese papel que tanto le iba e interpretó tan poco cuando tenía en la mano todas las cartas para construir un mito irrepetible, de la canción de Stevie Wonder "Nunca pensé que te marcharías en verano".
Se me olvidaban las versiones de Dylan, en conjunto lo mejor de su obra, la presencia de Dylan sería un acicate para ella, el amor y la admiración rivalizaban sin que hubiera un vencido, abundando los himnos de los años vertiginosos de la gran explosión creativa del genio que moriría en 1966. Desde mi punto de vista, el virtuosismo vocal de Joan no pudo evitar que las canciones palidecieran por cierta falta de fuerza; parecía más pendiente de la belleza de la ejecución y el lucimiento de su voz que alargaba las canciones en detrimento del tono agresivo, contundente y abrasador en su significado y su mensaje reivindicativo, y eso que creía en Dylan más que nadie, sobre todo en el bardo combativo de esos años en los que, para añadir más desventajas en las comparaciones, el genio de Duluth cantó mejor que nunca. Ni siquiera Joan estuvo cerca de los Byrds, y bien que habrá tenido que lamentarlo, hay que decir a favor suya que las versiones de los californianos eran imponentes, habrían hecho temblar al propio autor de las canciones, de no haber este pensado, con toda la razón, que Dios estaba de su lado.
El legado de Joan interpretando a Dylan es el más importantes, destacan como documentos históricos innegables las actuaciones que ambos realizaron juntos, aunque sean grabaciones deficientes, y, sobre todo, con un gran valor valor sentimental por lo que significaron; los jóvenes querían un mundo distinto e igualitario. Como curiosidad debemos decir que hay varias canciones (Acabó todo chica triste,Vas a ninguna parte, que cobran un gran significado porque las fechas en que Dylan las compuso coincidieron con el alejamiento de la pareja. Lo más extraño es que ambas canciones son de un desdén considerable hacia ella misma..
(Gracias a Juan Carlos y Elisabeth - 18 de noviembre de 2018)
fingiste 3 orgamos
Alguien me dijo alguna vez que era más fácil estar toda una vida con una mujer a la que no amas que con una a la que amas verdaderamente. En unos segundos se me vino a la mente la canción que más me gusta de Joan Báez y que los amores mueren de amor. Esta cantante no ha contado nunca con mis bendiciones, estando ideológicamente cerca de ella tampoco me convence su forma de representarlo; por la falta de realismo y una ingenuidad, con más peligro del que parece, para dividir el mundo en dos direcciones, así se mostraban los artistas izquierdistas de su generación embriagados por el himno de las flores y cierta simpatía hacia regímenes que ya habían demostrado su desprecio por la libertad y métodos expeditivos para convencer a la disidencia.
Escuché "Diamantes y herrumbre" después de haber visto un documental que intentaba explicar su relación amorosa con Dylan y nunca me he sentido tan cerca de ella, de repente me pareció tan humana, tan entregada al talento del cantante más grande que había conocido. Al escuchar la canción pensaba que la había compuesto en 1965 y que una herida de tal extensión solo se podía sentir cuando acaban de clavarte el puñal. Joan, al contrario de lo que hizo con otras canciones dedicadas a Dylan, algunas ya eran delatadas por el título o por la claridad de las metáforas todas relativas a los verdes años del mito, mantuvo cierto secreto sobre esta e incluso Bob llegó a pensar que se la había dedicado a su ex-marido, debía tener los ojos azules como él, pero ella lo acabó sacando del error.
A pesar de mi inglés entendí que dos lustros pueden ser tan largos como dos años sin luz. Al terminar con Sarah, tras unos meses de tortura que recogió el arte, hubo una reconciliación artística de Dylan con Joan, volvieron a subirse juntos a un escenario, para sus seguidores quedó para siempre la sensación de que volvieron a pasar algunas noches componiendo en la misma habitación, aún estaban a tiempo de cambiar el mundo y Dylan acababa de escribir la que sería su obra maestra más querida entre sus amantes más depresivos; "Sangre en el camino".
La separación de Dylan fue dolorosa y parece más que probable que fuera él quien propiciara el acercamiento sabiendo que ella, su valedora desde el principio de su carrera y su más ferviente admiradora, no le fallaría nunca, que no volverían aquellos años convulsos pero excitantes, y que ella aún aireaba aquel perfume penetrante que le permitiera vivirlos aunque fuera un poco. No sabemos si Bob volvió a enamorarse de Joan, pero si prestamos oído a la canción solo podemos pensar que ella nunca había dejado de estar enamorada de él; amor es solo una canción que tiene cuatro letras.
Con respecto a la valoración artística de Joan, se me hace difícil reconocerlo pero no me llega y es algo que he aprendido a no forzar, me ocurre también con Janis Joplin que tiene todos los atributos para gustarme. Joan tiene virtudes celebradas por muchos y reconozco sin esfuerzo que son muy buenas, empezando por su voz de soprano tan alabada por los entendidos, y ese idilio especial con la tristeza que llenaba de autenticidad y lirismo sus canciones más convincentes. Pero me gustan muy pocas canciones de Joan Báez, eso sí, mucho. "Diamantes y herrumbres" es la que prefiero, en ella narra su reencuentro sentimental con Dylan, es magistral y uno se da cuenta de ello con una sola audición, es uno de los cantos más hermosos de amor no correspondido en la música popular, en la línea del llanto solitario de una muchacha sefardí que se hunde en la noche. Pero no le va a la zaga, “En las mañanas tranquilas”, un canto elegíaco dedicado a Janis Joplin, una rememoración sincera de una época en la que aún había flores entre los jóvenes americanos que no querían ser como sus padres y se oponían a todas las guerras y, sobre todo, su sobrecogedora versión, en la que vuelve a insistir como mujer abandonada, ese papel que tanto le iba e interpretó tan poco cuando tenía en la mano todas las cartas para construir un mito irrepetible, de la canción de Stevie Wonder "Nunca pensé que te marcharías en verano".
Se me olvidaban las versiones de Dylan, en conjunto lo mejor de su obra, la presencia de Dylan sería un acicate para ella, el amor y la admiración rivalizaban sin que hubiera un vencido, abundando los himnos de los años vertiginosos de la gran explosión creativa del genio que moriría en 1966. Desde mi punto de vista, el virtuosismo vocal de Joan no pudo evitar que las canciones palidecieran por cierta falta de fuerza; parecía más pendiente de la belleza de la ejecución y el lucimiento de su voz que alargaba las canciones en detrimento del tono agresivo, contundente y abrasador en su significado y su mensaje reivindicativo, y eso que creía en Dylan más que nadie, sobre todo en el bardo combativo de esos años en los que, para añadir más desventajas en las comparaciones, el genio de Duluth cantó mejor que nunca. Ni siquiera Joan estuvo cerca de los Byrds, y bien que habrá tenido que lamentarlo, hay que decir a favor suya que las versiones de los californianos eran imponentes, habrían hecho temblar al propio autor de las canciones, de no haber este pensado, con toda la razón, que Dios estaba de su lado.
El legado de Joan interpretando a Dylan es el más importantes, destacan como documentos históricos innegables las actuaciones que ambos realizaron juntos, aunque sean grabaciones deficientes, y, sobre todo, con un gran valor valor sentimental por lo que significaron; los jóvenes querían un mundo distinto e igualitario. Como curiosidad debemos decir que hay varias canciones (Acabó todo chica triste,Vas a ninguna parte, que cobran un gran significado porque las fechas en que Dylan las compuso coincidieron con el alejamiento de la pareja. Lo más extraño es que ambas canciones son de un desdén considerable hacia ella misma..
(Gracias a Juan Carlos y Elisabeth - 18 de noviembre de 2018)
fingiste 3 orgamos
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
Paseando por Greenwich Village
I want you (A María A)
Nunca te deseé tanto
como en aquel hotel
de mala muerte,
cuando te ajustabas las medias
después de haberlo hecho,
con poco arte de mi lado
corroído por la culpa como estaba.
Porque tú y yo sabemos
que yo deliraba, estancado
en un sueño de amor
que nunca se abriría
por más que me chocara
contra el muro
de las lamentaciones.
Te ponías la falda
para ir a tus clases de Francés,
me dejaste para un taxi...
y no he vuelto a verte;
te fuiste para siempre con Musset.
... ... ... ... ... ... ...
Y te deseo, te deseo,
te deseo tanto
que eres una masturbación
en silencio
en tantas noches de soledad en compañía,
que me hieren y me derrumban
desde que no veo aquellas piernas.
(Robert Zimmerman's Nightmare)
Dylan un dinosaurio de un tiempo que no existe
y es nuestro propio tiempo; guerras y disparates.
(Para nadie)
Creo que ni siquiera me sitúo en un nivel medio entre aquellos que han escrito sobre Dylan o esos otros que lo han seguido con fervor; son horas de estudio o de devoción las que han podido lograr que todos ellos hayan conseguido una imagen aproximada de la realidad de un hombre acorralado por la memoria de un tiempo.
Pero yo soy poeta, ya sabes lo que me ha costado llegar a esta conclusión a la que tantos llegan, en estos días de comunicación vacía y pretenciosa, una vez han escrito siete poemas aunque entre ellos se les haya colado alguna cesta de la compra o un listín de direcciones perdidas, y eso significa que no persigo el rigor de aquel que se deja la piel en una tesis o en un trabajo de fin de grado. Este luchará para que, durante esos meses que atesora con avaricia la información, nadie le supere a la hora de conocer datos concretos y constatables que su agudeza y su esfuerzo arrebate a la verdad entre el tumulto confuso y engañoso que regurgitan los labios de la fama. Tratándose de Dylan enumerarán de corrido los nombres de sus amantes más duraderas e incluso elucubrarán sobre aquellas que pudieron haberlo sido y se basarán para ello en alguna presencia en público juntos, alguna cita, en alguna carta o en alguna canción de la que nunca haya querido su autor desvelar el nombre o la marca de la blusa y las medias que envolvían una declaración de amor que agitaba el espíritu y apartaba el deseo. No podemos pedir que sienta como cualquier hombre que pasa por la calle a un transeúnte aventajado de los cafés de Greenwich Village.
El poeta se suele llevar por el fulgor de los mitos o se detiene en puntos concretos que, aparentemente, no son demasiado atractivos para el interés general, pero encuentra belleza en ellos y piensa que tienen un hondo significado. Pero hay poetas, creo que me encuentro entre ellos, que empiezan por sacarle brillo a este resplandor desordenado y, una vez llegado a un punto en el que parece que han logrado realizar bien su tarea, estas importantes razones dejan de interesarle hasta cierto punto y empiezan un largo camino por la intermitencia para desentrañar, más por azar o intuición que por un trabajo minucioso, la fragilidad de las miserias de un poeta perdido que llora en los escombros la amargura de su propio esplendor, la hierba de su inmortalidad que le alejan de las elegías cotidianas de aquellos para los que canta y empiezan a narrar la historia del indomable que se esconde detrás de un apellido sometido por las garras de una leyenda.
I want you (A María A)
Nunca te deseé tanto
como en aquel hotel
de mala muerte,
cuando te ajustabas las medias
después de haberlo hecho,
con poco arte de mi lado
corroído por la culpa como estaba.
Porque tú y yo sabemos
que yo deliraba, estancado
en un sueño de amor
que nunca se abriría
por más que me chocara
contra el muro
de las lamentaciones.
Te ponías la falda
para ir a tus clases de Francés,
me dejaste para un taxi...
y no he vuelto a verte;
te fuiste para siempre con Musset.
... ... ... ... ... ... ...
Y te deseo, te deseo,
te deseo tanto
que eres una masturbación
en silencio
en tantas noches de soledad en compañía,
que me hieren y me derrumban
desde que no veo aquellas piernas.
(Robert Zimmerman's Nightmare)
Dylan un dinosaurio de un tiempo que no existe
y es nuestro propio tiempo; guerras y disparates.
(Para nadie)
Creo que ni siquiera me sitúo en un nivel medio entre aquellos que han escrito sobre Dylan o esos otros que lo han seguido con fervor; son horas de estudio o de devoción las que han podido lograr que todos ellos hayan conseguido una imagen aproximada de la realidad de un hombre acorralado por la memoria de un tiempo.
Pero yo soy poeta, ya sabes lo que me ha costado llegar a esta conclusión a la que tantos llegan, en estos días de comunicación vacía y pretenciosa, una vez han escrito siete poemas aunque entre ellos se les haya colado alguna cesta de la compra o un listín de direcciones perdidas, y eso significa que no persigo el rigor de aquel que se deja la piel en una tesis o en un trabajo de fin de grado. Este luchará para que, durante esos meses que atesora con avaricia la información, nadie le supere a la hora de conocer datos concretos y constatables que su agudeza y su esfuerzo arrebate a la verdad entre el tumulto confuso y engañoso que regurgitan los labios de la fama. Tratándose de Dylan enumerarán de corrido los nombres de sus amantes más duraderas e incluso elucubrarán sobre aquellas que pudieron haberlo sido y se basarán para ello en alguna presencia en público juntos, alguna cita, en alguna carta o en alguna canción de la que nunca haya querido su autor desvelar el nombre o la marca de la blusa y las medias que envolvían una declaración de amor que agitaba el espíritu y apartaba el deseo. No podemos pedir que sienta como cualquier hombre que pasa por la calle a un transeúnte aventajado de los cafés de Greenwich Village.
El poeta se suele llevar por el fulgor de los mitos o se detiene en puntos concretos que, aparentemente, no son demasiado atractivos para el interés general, pero encuentra belleza en ellos y piensa que tienen un hondo significado. Pero hay poetas, creo que me encuentro entre ellos, que empiezan por sacarle brillo a este resplandor desordenado y, una vez llegado a un punto en el que parece que han logrado realizar bien su tarea, estas importantes razones dejan de interesarle hasta cierto punto y empiezan un largo camino por la intermitencia para desentrañar, más por azar o intuición que por un trabajo minucioso, la fragilidad de las miserias de un poeta perdido que llora en los escombros la amargura de su propio esplendor, la hierba de su inmortalidad que le alejan de las elegías cotidianas de aquellos para los que canta y empiezan a narrar la historia del indomable que se esconde detrás de un apellido sometido por las garras de una leyenda.