Vitoria, 3 de marzo

La nostalgia de la protestas con enjundia empieza inundando un film de gran carácter, al que se le transparentan las ganas de remover esa energía dormida que hiberna bajo el bienestar que los protagonistas de esta historia consiguieron para nosotros.

Bien por Cabaco que, en su ópera prima, rescata de la memoria una historia aún por juzgar, unos muertos que se siguen llorando y algunas reivindicaciones silenciadas.

Se estrena pues con un tema de tiros largos en el que laten inquietudes aún no apaciguadas. Y en busca de esa conexión con el presente, ha enrolado caras poco conocidas, algunas de las cuales son más que promesas, Ruth Díaz y Amaia Aberasturi dan vida a dos mujeres que llevan la historia de principio a fin. Ellas son el hilo conductor que, entre asamblea y huelga, introducen dos tramas paralelas que descongestionan la densidad de esta película denuncia.

La carga final que se saldó con cinco muertos y 150 heridos se recrea con acierto al reforzar las tomas con imágenes de archivo y audios de las brigadas policiales felicitándose por la gran paliza que metieron a los huelguistas. Un buen título para la memoria.

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Una película dura y necesaria basada en hechos reales para tenerla presente en nuestra memoria porque es nuestra historia. Algo que se debería estudiar en los colegios.

1976 fue un año convulso y difícil en España: había muerto Franco pero nuestro país no tenía aún democracia. Una familia de clase media vitoriana se involucra en el conflictividad laboral de su ciudad, que progresivamente se agudiza. Vitoria, 3 de marzo es un buen ejemplo de cine político, honesto y digno, y con la suficiente garra para conmover. La ficción se integra perfectamente en el contexto, en la crónica de unos días teñidos de sangre y dolor. Interesante y estimable.

Con estas dos palabras del título de la crítica me quedo, los audios de los policias implicados en la masacre , donde se demuestra lo que hace la impunidad cuando crees que haces lo correcto aunque sea ejecutar personas como si fuesen ganado porque es lo que has hecho toda la vida.

Mucho se habla de los que no condenan el terrorismo, también se puede hablar de los que permitieron y ejecutaron una matanza y tampoco lo condenan.

Respecto a la película me recuerda a los escarceos del Toni de Cuéntame contra el régimen , gran parte del metraje es un tanto aburrido viendo la convivencia de una familia trabajadora, al final se anima la cosa.

En el políticamente tendencioso cómic "Atado y bien atado. La Transición golpe a golpe (1969-1981)" (Akal, 2018), su autor, Rubén Uceda, trata la huelga obrera y la masacre de marzo de 1976 en Vitoria siguiendo el hilo de las comunicaciones internas de la Policía que intervino en dichos disturbios. Curiosamente, la película de Víctor Cabaco emplea esa misma estrategia narrativa y documental para elaborar, amparándose en ideas como la reparación o la recuperación de la memoria histórica, un relato no ya sólo tendencioso sino también políticamente correctísimo que enmascara la lucha obrera que aparentemente ensalza para ofrecernos una insulsa historia de amor. Si la acción se centra en torno al movimiento obrero de la Transición, ¿por qué centrar el guión en torno a una familia burguesa que tiene hasta criada? ¿No hubiera sido más honesto que uno de los cinco muertos, o los cinco, hubieran sido los protagonistas de la historia? Más aún, ¿por qué convertir a una adolescente de clase media (Amaia Aberasturi) en el personaje sobre el que pivota toda la historia? ¿Por qué se da tanta importancia a las mujeres? ¿Por qué todos los personajes femeninos se parecen físicamente?

El resultado es un homenaje adaptado a estos tiempos, es decir, muy "light", que no quiere entrar en cuestiones abiertamente políticas y que por tanto se guía por una nostalgia blanda (para eso está la música de Ibáñez, Moustaki y Llach) y por un costumbrismo y una trama de conflictos personales que, dramáticamente, resultan pobres y desangelados. Estamos mucho más cerca de la horrible serie de TV "Cuéntame cómo pasó" (2001- ) que de un verdadero cine político y reivindicativo del tipo de "Siete días de enero" (1978), de Juan Antonio Bardem. Se podría haber planteado la masacre del 3 de marzo de 1976 en Vitoria desde otras perspectivas, que hubieran sido más honestas, y más cercanas a los hechos históricos, y más pegadas al contexto de la época -por ejemplo, haciendo un documental puro y duro-, pero el film de Víctor Cabaco ha optado por el folletín y la manipulación sensiblera.

En suma, y por no extenderme mucho más, es un largometraje absolutamente indefendible. Por eso, algunas de las críticas (¡de profesionales de la crítica de cine!) que Filmaffinity adjunta sobre el mismo me parecen de aurora boreal.