Vitoria, 3 de marzo

No es que sea un peliculón pero a mi este tipo de cine que nos cuenta la historia negra de España me encanta y me hace estar pendiente y activo toda la película.

Si es verdad que se podría haber hecho mejor, pero era una historia que yo personalmente desconocía y me ha hecho interesarme por ella.

A día de hoy creo que debemos mucho a todas estas personas que en su día se dedicaron a luchar por muchos de los derechos que tenemos hoy en día.

Cine político por el que apuesta en su debut Victor Cabaco y del que sale con "pocas bajas" artísticas a la hora de reflejar unos hechos concretos (la violenta  respuesta gubernamental ante una huelga obrera) mezclados con un melodrama familiar. Hechos que se repiten ciclicamente en esa lucha de clases permanente a la que se ven abocadas las sociedades piramidales que construimos desde que el homo sapiens existe.

Hechos concretos que quedaron enterrados en un momento histórico plagado de sucesos. El dictador aún estaba de cuerpo presente. Tiempos inciertos donde una transición comenzaba a gestarse ante la cerrazón de unos, la esperanza de otros y la convicción siempre pragmática de una oligarquía que nunca duda en  soltar el lastre que sea necesario para que sus privilegios sigan igual.

Memoria histórica de unos sucesos que vivieron los padres del director y al menos uno de sus guionistas, que serán reveladores para algunos contemporáneos de aquellos tiempos entre los que me incluyo y cabrearán a otros, también contemporáneos de los mismos que reclamaran un análisis más profundo del contexto social en que se produjeron los hechos. Luchas de clases que se han ido diluyendo como azucarillos en la conciencia generalmente abotargada de las nuevas generaciones. Al final los dioses de la violencia siempre cobran sus sacrificios. Murieron cinco personas y hubo cientos de heridos. La manipulación de los medios de comunicación permanece siempre como una constante histórica.

La producción de escaso presupuesto consigue una puesta en escena que nos sumerge en aquellos años y la estupenda labor actoral de Ruth Díaz y Amaia Aberasturi sustentan la parte melodramática del asunto. Dos mujeres que abordan y trasladan la situación desde su distanciamiento generacional y su rol de genero con todo lo que ello conlleva a sus vivencias personales. La utilización de las grabaciones reales de la policia no dejan de ser escalofriantes. A pesar de algunas carencias narrativas el empeño de Victor Cabaco da sus frutos. 

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La mejor película que he visto este año. La historia, aunque ficcionada para añadirle algo más de dramatismo, está basada en hechos reales, y explica de modo explícito cómo se han ido consiguiendo derechos laborales desde esa época hasta nuestros días. Una grandísima película que firmaría el mismísimo Ken Loach.

Historia reciente de la transición, que todavía tiene sus claras consecuencias en la España actual.
El reparto es completamente desconocido, por lo menos para mí. Supongo que lo han hecho adrede para representar a la gente corriente que solo quería ganarse el pan de forma digna y justa. Y viene muy bien que hagan películas como esta de vez en cuando, para recordarnos lo que generaciones anteriores tuvieron que pasar para tener un poquito más de justicia, en este caso en el ámbito laboral. Además, son unos acontecimientos que no todos conocerán o recordarán bien.
Así que, como mínimo, tiene un cierto valor como documental puro y duro.
Pero es una película. ¿Funciona bien cinematográficamente? En mi opinión, creo que lamentablemente no es así.
Para empezar, los actores son bastante malos. No solo es que no hagan unas interpretaciones decentes, sino que su falta de emotividad llega a ser desesperante. En la vida real no puede haber tanta gente junta así de fría y seria. Los personajes, en la mayor parte de la duración del film, parecen meros robots soltando sus frases, especialmente la chica joven, que es la peor actriz de todo el “casting”. Así no hay forma de empatizar con ellos.
Sigamos. Se pasan varios pueblos con las imágenes reales intercaladas, noticias de radio y televisión, etcétera. Su vocación de documental anula por completo la dramatización y la escasa historia, en la que es muy difícil entrar precisamente por tantos cortes en el montaje.
Cuando llega el meollo, con las manifestaciones y lo que realmente nos quieren contar, ya se está terminando la película. Y por si fuera poco, la cámara se mueve tan rápido y los actores siguen estando tan mal, que terminan siendo más importantes las molestas incursiones de las imágenes reales de los sucesos.
La verdad es que toda esta parrafada que he escrito se puede resumir en dos palabras: documental aburrido. Dura solo hora y media, y se me ha hecho casi tan pesada como “El irlandés”.
Por cierto, ¿por qué demonios tienen que fumar tanto para contarnos esto?

"Vitoria, 3 de marzo" es una película que narra los sucesos que ocurrieron en esa ciudad vasca en ese día de 1976, que se saldaron con cinto muertos y más de un centenar de heridos. Y aquí llegamos al delicado asunto de esclarecer bajo qué clase de régimen y de personalidades se produjeron, más allá de la cómoda etiqueta de "Transición". Lo cierto es que Franco había fallecido hacía unos meses pero el estado dictatorial seguía intacto. Y aunque técnicamente sea así, la voluntad de los principales líderes políticos implicados era democrática. Sin ir más lejos los ministros responsables políticos de la matanza fueron Manuel Fraga, Rodolfo Martín Villa y Alfonso Ossorio, pero todos fueron más o menos importantes a la hora de traer y consolidar la democracia en España, los dos últimos de la mano de Adolfo Suárez y el primero hasta fue un padre de la Constitución.

Aclarado este punto que Víctor Cabaco no hace en absoluto, que el crimen fue más bien postfranquista o incluso prodemocrático y desde luego no por parte de la reacción o del inmovilismo político, precisamente buena parte de la prensa de entonces culpaba a los manifestantes de Vitoria de poner en riesgo precisamente la apertura a la democracia y que eran las fuerzas policiales la que la defendía, lo que tenemos es una película que en vez de centrarse en estos hechos, divaga entre el panfleto político y el melodrama romántico. De tal forma que el que vea "Vitoria, 3 de marzo" no se enterará bien de qué reclamaban unos, a qué se negaban otros o cuáles eran las condiciones políticas, económicas y sociales del país. Es decir, que huye de la política y cuando no se dedica a soltarnos eslóganes vacíos de contenido que sólo contentarán a los izquierdistas radicales.