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Anton: Lazos de amistad

Drama Ucrania, año 1919. Es la historia de dos niños, uno cristiano y uno judío, cuya amistad logra sobreponerse a los prejuicios, el odio y el paso del tiempo en la devastación de Ucrania por la Revolución Rusa y la I Guerra Mundial.
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Críticas 11
Críticas ordenadas por utilidad
16 de febrero de 2021
16 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hace unos años se estrenó en los cines españoles una notable película titulada "Mandarinas (2013)", que logró colarse en el quinteto de nominadas al Óscar. Su responsable Zaza Urushadze es el director de esta película que filmó poco antes de morir a finales de 2019, y que tiene muchos elementos en común de la película por la que saltó a la fama internacional. Una pena que hayamos perdido a un director con dos propuestas tan interesantes.

La película adapta la novela escrita por Dale Eisler, que está inspirada en hechos reales sucedidos durante la Revolución rusa y la I Guerra mundial, con dos niños que son vecinos y amigos inseparables, que viven en un pequeño pueblo de Ucrania. Anton es católico y es el monaguillo, teniendo en cuenta que su tío es el cura de la localidad, mientras que Jakov es judío. La propuesta está narrada por este último ya de mayor, al que vemos en el prólogo que llega a una ciudad y se sienta en un parque, en donde recuerda lo vivido hace muchos años junto a su amigo Anton. En los últimos minutos se cerrará el círculo y conoceremos el motivo por el que Jakov ha viajado a esa ciudad.

A lo largo de sus poco más de 90 minutos la propuesta cuenta muchas cosas, y nos permite conocer cómo era la situación de la época en 1917 en una región en medio del conflicto, con unos ciudadanos enfrentados a otros, en donde salen a relucir el miedo, las traiciones o la venganza. En medio de todo ello aparecen en escena esos dos jóvenes con espíritu aventurero, que aprovechan cualquier lugar para esconderse dentro de la paja o en una cueva, que les permite alejarse del mundo de los adultos y vivir esos momentos de soledad e intimidad.

Con el paso de los minutos hay una evolución paralela de las tramas de los protagonistas y de las de los adultos, y las dos mantienen el interés hasta el final, con alguna que otra sorpresa, con algo de violencia inherente a los conflictos bélicos, y con un espíritu de superación que impregnan Anton y Jakov.

Una película que demuestra el nivel del cine filmado en los países de formaban parte de la extinta URSS, y que está muy bien dirigida por parte de Urushadze que mueve la cámara con naturalidad y sutileza.
La dirección de fotografía de Mikhail Petrenko es parte fundamental en el proyecto, gracias al cual nos permiten disfrutar de unas bellas imágenes naturales de los paisajes ucranianos.

Una película sencilla, que tiene algunas escenas de gran dureza, y otras de alegría, esperanza y compañerismo, que puede tener su público, que recomiendo a casi todo el mundo, excepto a los que se aburren con historias dramáticas que se desarrollan durante o después de un conflicto bélico.

LO MEJOR: Lo que cuenta y cómo lo cuenta. La dirección de Zaza Urushadze y la fotografía.
LO PEOR: Cuesta identificar a algunos personajes. Me quedé con ganas de conocer algo más de algunos personajes secundarios.

Pueden leer esta crítica con imágenes y contenidos adicionales en: http://www.filmdreams.net y https://www.estrenosdecine.online/
WILLY74
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6 de febrero de 2021
20 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
*Una bonita amistad

Con una duración de 102 minutos, Anton, su amigo y la Revolución Rusa sigue la historia inspirada en hechos reales de dos niños, uno cristiano y otro judío. Unos niños a los que les tocó vivir los convulsos acontecimientos de la Revolución Rusa y las atrocidades de la Primera Guerra Mundial. Película basada en hechos reales que se argumenta principalmente y de forma sólida como una oda hacia estos dos amigos de la infancia.

El reparto es excepcional e incluso los personajes más secundarios tienen mucho carisma y presencia en cámara para dar empaque a la obra. El cura de la Iglesia del pueblo, el comerciante o la comandante del ejército bolchevique son ejemplos claros de unos personajes bien definidos que afianzan la atmósfera de la historia hacia buen puerto.

Anton, su amigo y la Revolución Rusa representa claramente la inocencia de estos dos niños que sin saber lo que pasa en su entorno deciden hacer lo correcto sin tener idea de las consecuencias de sus actos. En vista de los últimos minutos de la cinta esto indudablemente cae como una losa para los dos compañeros de la infancia ya mayores.

*La parte técnica

Está rodada con gran elegancia atendiendo a movimientos de cámara cuidados al milímetro con enfoque y composición perfecta. Al ser una fotografía tan correcta, a veces resulta demasiado estática y no consigue tener esa versatilidad que se le pedía por lo menos, en algunos momentos de la cinta. A mi parecer se echa de menos una lectura menos clásica en el tratamiento del film para, en ocasiones, darle más fuerza e impacto en sus escenas de más acción o tensión.

Antón, su amigo y la Revolución Rusa contiene una bella iluminación en los rostros de los personajes siendo suave, sutil y muy delicada. A veces el uso del angular en la cámara distorsiona las esquinas del plano y ensucia la experiencia del espectador. Aunque tampoco sea un impedimento para disfrutar de la película, sí que se aprecia cierta desilusión y apaciguamiento en las escenas posteriores.

Las imágenes de la película son el resultado del trabajo del director de fotografía Mikail Petrenko formado en Toronto. La película se rodó en alemán y ruso para capturar la autenticidad del período. Se ha realizado en colaboración de coproductores de Ucrania, Georgia, EE.UU y Canadá.

*Momento culmine de la cinta

Es una película que deja a medio camino la resolución de los dos amigos por lo que al acabar la cinta nos deja un sabor agridulce. Además, la presentación del personaje principal en Anton, su amigo y la Revolución Rusa, no queda del todo clara hasta el final del film y aunque esto sea premeditado da una sensación extraña y escueta. No obstante consigue su objetivo y en general la cinta transmite emociones poderosas en momentos clave de la película.

En los últimos compases del largometraje tampoco se observa una buena construcción de los planos que se resuelven torpemente sin ningún tipo de épica, tensión o intriga. En los momentos finales de la película constantemente por sí sola advierte febrilmente, lo que va a ocurrir y por lo tanto esa esencia de suspense se disipa cayendo, lamentablemente, en saco roto. Sin embargo, sin paliativos, podemos decir que es una dolorosa construcción de una infancia difícil en un momento de la historia de la humanidad escabrosa y convulsa.

“Para un director, Anton, su amigo y la Revolución Rusa proporciona una rara oportunidad que explotar no solo un desconocido período histórico, sino las poderosas y complejas emociones que se desatan en tiempos revolucionarios. Combina tragedia con venganza, miedo con esperanza, todo contrastado con la inocencia de la infancia”, apuntó Zaza Urushadze al finalizar la película.

*Conclusión

No obstante en Anton, su amigo y la Revolución Rusa hay algunas secuencias memorables de la mano de Sebastyan Anton, Natalia Ryumina, Oleg Simonenko o Simson Bubbel que hacen un trabajo excelente en toda la trayectoria de la historia que comienza en el 1918. Es una oda al romanticismo que tuvieron los dos amigos para con su amistad y al cómo lograron anteponerse a la adversidad de la vida.

Con respeto y admiración solo me queda decir: ¡Descanse en paz Zaza Urushadze!

Escrito por Cristian Urriaga Sepúlveda
Cinemagavia
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13 de febrero de 2021
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Anton, Su Amigo y la Revolución Rusa (2019).
“No me imagino un cielo sin amigos.”
Llega esta semana a las pantallas otro largometraje de hace casi dos años estrenado con retraso debido a los efectos de la pandemia sobre el Séptimo Arte. En este caso hablamos de la última obra del fallecido director y guionista georgiano responsable de la premiada cinta “Mandarinas”.

“Las semillas de la muerte nunca brotan.”
La coproducción de la que nos ocupamos está basada en la novela del escritor georgiano Dale Eisler, quien también hace labores de producción y coescribe el guión junto al director, cuya historia es observada desde el punto de vista de unos niños ucranianos que sufren la supuesta agresión totalitaria rusa en tiempos de la revolución bolchevique. Como no podía ser de otra manera, la película coproducida por ucranianos, georgianos, lituanos y curiosamente por norteamericanos (EE.UU. y Canadá), demoniza al bando que derrocó a los zares, aunque por la conocida ley de la acción-reacción hubo sin duda violencia injustificada por todos lados.

“El amor forma parte de todo: es droga para unos, pan para otros, pero para mí es poder.”
El ritmo es lento para tratarse de un drama bélico. Demasiado me atrevería a sentenciar, y aunque las interpretaciones son dignas, recuerdan más a las formas del mundo del teatro que a las de la Gran Pantalla. Entre los personajes que aparecen, se distingue un Trotski desalmado e inmisericorde en los años anteriores a su exilio al país norteamericano más poblado de habla hispana.

Raúl Cabral.
Puntuación personal: 6
https://www.filmaffinity.com/es/film173597.html
Raúl
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12 de febrero de 2021
10 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si bien es cierto que las guerras del siglo pasado –en especial la Segunda Guerra Mundial– son episodios muy recurrentes y usados en el cine, no por ello tienen que defraudar o las piezas deben ser iguales las unas a las otras. En este caso, nos enfrentamos a una visión mucho más intrapersonal que, más que exponer a Trotsky y su séquito bolchevique, quiere mostrar las emociones y las reacciones al dolor.

Como hilo argumental principal, tenemos a un viejo Jakob –encarnado por Mykyta Dziad cuando es joven y por Juozas Budraitis de mayor– accediendo a una residencia geriátrica en busca de su viejo amigo Anton (Regimantas Adomaitis). A partir de ahí, se empieza a contar la historia. Él, judío, y Anton (Nikita Shlanchak), cristiano, son íntimos compañeros que comparten absolutamente todo. En ese sentido, apenas se hace hincapié en la amistad tan dicotómica, en términos religiosos, más que en algún comentario.

La fotografía es especial. Durante todo lo que parece ser el recuerdo de Jakob, los bordes de la pantalla están un tanto difuminados. No es algo que agote, se acostumbra uno rápido.

Por otro lado, la realización y el tratamiento de la cámara no son una virguería, al contrario, son bastante modestos; lo justo como para que no sea un problema: el ritmo es adecuado en momentos sosegados, con primeros planos y barridos lentos, a la vez que lo es en situaciones de acción, con un enfoque más abierto y dinámico.

La música también resulta muy correcta. De nuevo, no destaca aunque es crucial para la inmersión de la misma manera que lo es el guion y la interpretación. Hay figuras bastante significativas para el argumento y conceptualmente potentes, como por ejemplo Dora (Tetiana Grachik), la figura femenina que capitanea el trabajo sucio de Lev Bronstein.

En definitiva, no es que vaya a ser la película más taquillera del año, pero desde luego está a un nivel alto: no porque sobresalga en general, sino porque tiene pocos errores y eso la hace accesible y digerible para un público muy amplio. Lejos de ser la misma trama de siempre, este drama bélico-biográfico soft, es muy disfrutable.

www.contraste.info
Revista Contraste
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18 de abril de 2022
9 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Otra película que por su argumento podía haber sido grandiosa, sobre todo si nos apasiona esta época, ese país y esos sucesos, como es mi caso, es decir, la Revolución Rusa, a partir de 1917. Sin embargo, las expectativas más o menos altas de por lo menos disfrutar de un buen espectáculo, al menos visual, se van a pique con una obra de lo más parca y sobria, que transcurre prácticamente en su totalidad en un aldea en mitad del campo. Sea como fuere, esta "Antón, su amigo y la revolución" más que basarse en hechos reales, lo que hace es inspirarse, que no es lo mismo, a partir de la novela parcialmente biográfica del periodista canadiense Dale Eisler.

Como un amigo de esta página apunta en su crítica, el resumen de este largometraje es que se trata de cine europeo, lo que significa que está bien hecho pero que resulta vacío. Yo no sé muy bien lo que me quiere contar Zaza Urushadze, si la amistad de unos niños, sobre la que pasa de puntillas, por cierto, si la lucha antisoviética, que si el cura, el judío o la anacrónica comisaria badass. La narración resulta lenta y plomiza, la trama es muy banal y su tendencia al mero panfleto antisoviético chirría demasiado. Diría que ha tratado de hacer un retrato más bien costumbrista, logrando en el intento que toda ese mundo fascinante nos resulte aburrido.
Reaccionario
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