Harry el sucio

Ha sido tildada de fascista, de misógina, de machista y de derechona. Y no se puede decir que lo haya sido sin razón, todo sea dicho. Pero también hay que decir sin rubor alguno que ya es todo un clásico del cine.

Qué buen cine se hacía en los años 70, copón. Pero qué cantidad de clásicos nos ha legado esa década. Películas que son impensables que se puedan hacer a día de hoy porque vivimos en un clima políticamente correcto que espanta y que conlleva una autocensura imperdonable (es la peor de las censuras). ¿Alguien se imagina a día de hoy una película de un policía que se pasa por el forro los derechos de los delincuentes y que los trata como la basura que son? ¿En serio? ¡Pero si vivimos en los tiempos en los que “El fuego de la venganza” fue calificada de fascista porque el buen de Denzel da matarile a unos cabronazos que reptan a una niña indefensa! En definitiva, que si res una persona que piensa en términos de corrección política, no te acerques a este film. Si eres (en caso de que no hayas visto la película todavía) de los que disfruta pasando un buen rato de FICCIÖN en un mundo en el que los malos pagan por sus actos, vas a pasar un buen rato.

Clint Eastwood es el pedazo de cineasta que es hoy gracias a haber trabajado con genios de la dirección como Sergio Leone o Don Siegel y aquí, en el personaje que más famoso le hizo, encarna a un policía sin medias tintas, a un héroe de los de antes, sin matices ni tonos grises. Hoy sería recibido como un fascista, misógino violento que roza la psicopatía, pero si somos sinceros, en momentos complicados, ¿quién no querría tener a un Harry Callahan a mano? Como ya hemos dicho anteriormente, sería impensable rodar una película tan políticamente incorrecta hoy en día (no sé si eso habla demasiado bien de nuestra sociedad) ni seguramente el bueno de Hrry lo consintiera: si hay algo que odie más que a un criminal, es a los chupatintas y a los blandengues pusilánimes políticos que le ponen cortapisas.

En definitiva, que se pasa un buen rato viendo el film y no podemos olvidar que tiene momentos que han pasado a la historia del cine como ese “alégrame el día” o cuando espera a Escorpio encima de un puente. Con dos pelotas.

Soy muy fan de Clint Eastwood, suelo conectar con sus películas, su forma de actuar donde hace mucho con muy poco o su personalidad fuera de la pantalla; pero es para pegarme una paliza, lo reconozco, el no haberme animado hasta el día de hoy el ver una de las cumbres de su larga carrera, y es que no veo cintas por ver sino cuando creo que es el momento; pero tranquilos, que todo llega.

Al contrario que en la 'trilogía del dólar', el señor Eastwood no lleva poncho y lo sustituye un traje y corbata, más eso no quiere decir, ni muchísimo menos, que se haya domesticado. Harry 'el sucio' puede ser muchas cosas, pero domesticado ni por asomo. El señor Scorpio lo sabrá en sus propias carnes a través de la mirada de un Don Siegel que da uno de sus mejores trabajos.

En principio puede parecer un filme simple, un policía y un asesino juegan al gato y al ratón, es mucho más que eso. Hay varias lecturas que se pueden extraer como el dilema entre una ley que a veces está indefensa o tomarse la justicia por la mano; el propio villano de la función que no es un chalado cualquiera sino que sabe lo que se hace, a pesar de que haya momentos que lo parezca, o si el propio Harry tendría cabida en una sociedad real.

Siegel con una factura elegante, maneja el pulso con brillantez y dirige a 'tito' Clint otorgándole uno de los papeles por los que hoy en día, a un solo año de que se cumpla el 50º aniversario de su estreno, se sigue recordando a Harry Callahan y se tiene en los altares a Clint Eastwood. Que triste será el día que tengamos que decirle adiós.

La tesis es conocida: la ley ampara a las alimañas más repugnantes. Los buenos policías se ven impedidos en el sano y justo desarrollo de su gran trabajo por una montaña de obstáculos burocráticamente perversos y nocivos, caprichosos y estúpidos. O dicho más suavemente: la salvaguarda de los derechos individuales forma una red espuria por la que se cuelan con alegría y desparpajo ciertos desalmados.
La jerarquía, también: alcalde lerdo (cada aparición suya es un ejemplo máximo de estulticia perfecta) y superiores incompetentes, lo de siempre.
El panorama, aterrador: el mal anda suelto, campa a sus anchas, y los que deberían perseguirlo son los que le dan más estímulo y alimento o aliento.
La ciudad, hermosa: San Francisco. La vemos de día y de noche en todo su esplendor. Soleada y perniciosa.
El compañero, honrado: maestro y leal a carta cabal.
El guardián entre el centeno: el que nos salva. Nuestro caballero andante. El más chulo y el más valiente entre mil. El más guapo y el más listo de todos. Harry, Clint.
El malo: en este caso casi se come la película y le roba cacho al tito Callahan. Logra con pericia carnavalera convertirse en un ser asquerosamente degradado y miserable, completamente repulsivo. Un sádico masoquista a pulmón abierto que da berridos horrísonos de cerdo en matanza y tiene ojos de loco agusanado.
La trama: floja. Mucho.
El director: muy bien. Don tiene estilo.

Harry el sucio podrá tener un historia simple, y quizá una que otra incoherencia también, pero nadie puede negar que es un filme que captura los nervios del espectador y lo mantiene tenso, e incluso cómplice de las hazañas del inolvidable inspector Callahan.
Las actuaciones tanto del protagonista como del antagonista son excelentes; uno verdaderamente llega a sentir rabia por el enfermizo psicópata y empatía por el enigmático Harry.
La dirección es buena, aunque pienso que pudo haber sido mejor. Y por lo demás, el filme está bien; no califica para ser una obra cinematográfica pero si es un buen producto para pasar un buen rato al estilo policiaco.

Para mí este segundo visionado ha sido una derrota; cuan magnánimos son los ojos de un niño y cuan cruel el paso del tiempo. Sin duda el poder icónico de Harry Callahan se mantiene intacto y repetiremos una y otra vez, imitando la voz de Constantino Romero, el famoso discurso de las 5 o 6 balas, pero he de decir con dolor que la película ha envejecido mal. No poca culpa la tiene la horrenda banda sonora, setentera en el peor sentido, pero sin duda las líneas de guión del malvado antagonista y la elección de casting no es idónea; está muy sobreactuado y parece más un pobre imbécil que un genio del crimen. Nuestro amigo Eastwood pone el careto como solo él sabe, y junto con su inseparable Magnum 44 hace las delicias de todos aquellos que consideran el Estado de Derecho como un refugio de hippies, vagos y maleantes. En definitiva, entretenida película de aires míticos pero que se ha quedado como ejemplo de un cine muy determinado.