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De canción en canción

Drama. Romance Dos triángulos amorosos interrelacionados, la de las parejas formadas por los compositores Faye (Rooney Mara) y BV (Ryan Gosling), y la del productor musical Cook (Michael Fassbender) y su novia camarera (Natalie Portman), persiguiendo todos el éxito mientras tropiezan con la obsesión y la traición en el mundo de la escena musical de Austin, Texas. (FILMAFFINITY)
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Críticas 30
Críticas ordenadas por utilidad
18 de enero de 2023
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Alberga tantos significados que es imposible quedarse solo con uno, es cine experiencial, cine que sirve de plataforma para ahondar en reflexiones esenciales, eso sí, planteadas de una forma muy pueril. Requiere, y mucho, de un estado óptimo del espectador para adentrarse en sus burdas calamidades. Hay un exceso en los planos, a veces descontrolado, que genera una sensación rara entre la esperanza de hallar lo bello y la pesadez del cambio. Forma de alguna manera, parte del viaje religioso que el director a hecho a lo largo de su carrera, y que desde mi punto de vista no lo a favorecido en nada.

La mayoría de escenas, me molestan, por su cutrez, por su fisonomía kitsch y por su dilatada e innecesaria superficialidad. Aunque también son de alguna forma sugerentes. También me consigue atrapar en su historia ni que sea para construirme una formula entendible de como criticarla; de como comprender lo que veo, de como digerir la concepción de las ideas que retransmite. Por eso, hay algo meritorio en la obra, más allá del sugerente apartado estético, aunque también, hastío y ridiculez en partes de su guion y en la construcción de sus personajes, y cierta burla, innecesaria, a los propósitos del consumidor mundano.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Frank Booth
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18 de octubre de 2020
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Terrence Malick es una rara avis en todos los sentidos del término. No sólo personalmente (un director hermético absolutamente que no acude a festivales, no concede entrevistas y apenas se tienen un puñado de fotos de él para constatar que es real y está vivo) sino también en lo referente a su filmografía, extraña como pocas, especialmente en los últimos tiempos.

A mí es un creador que me entusiasma hasta “El árbol de la vida”, inclusive por supuesto, porque para mí es su gran obra maestra. A partir de la misma y del encuentro con un estilo filosófico a base de grandes citas con voz en off y preciosismo visual con su habitual uso portentoso del gran angular y los contrapicados, empiezo a comprobar que se repite y se autoplagia a estas alturas por encima de sus posibilidades. Y le ha dado por volverse prolífico justo cuando más se copia a sí mismo, habiendo dejado desde entonces casi más cintas que durante el resto de su trayectoria profesional y todas sospechosamente parecidas unas a otras, que no digo que malas, pero demasiado parecidas. Y la fórmula ya se agota, o quizás es que está ya agotada.

“Song to song” es más de lo mismo: un drama romántico que hace entremezclar personajes como excusa para un virtuosismo formal impresionante ante nuestros ojos (en eso Malick es pura magia), pensamientos presuntamente elevados y filosóficos recitados por distintas voces en off y… poca historia. Porque, hasta que se demuestre lo contrario, el cine es el arte de contar una buena historia como si estuviéramos rodeando una fogata de campamento en una noche de verano, y a ratos parece que a Malick se le olvidara y se nos despistara.

No queda nada del genio creador de obras maestras imperecederas como “Malas tierras”, “Días del cielo” o “La delgada línea roja”. Sublimó su estilo en “El árbol de la vida” y tocó techo. A partir de ahí, se ha dedicado a copiarla cinta tras cinta conforme decidió convertirse en un director prolífico.

Y todo ello tiene bastante delito porque el elenco actoral de la película es de los que quitan el hipo: un Rooney Mara como estrella de la función que está de matrícula de honor, una Natalie Portman reina y señora como siempre es ella, una Cate Blanchett estratosférica… y hablo solo de actrices porque, en esta cinta, las actrices se comen a los actores, que quedan a demasiada distancia de ellas, Ryan Gosling y Michael Fassbender incluidos.

Como dice su protagonista en un momento concreto de la película, "quisiera que todo este dolor sirviera de algo".
Sergio Berbel
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23 de septiembre de 2020
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Son muchas las formas de hacer el mismo viaje de Ulises, el regreso a Ítaca, el retorno a la felicidad y a la familia, al hogar y a la patria. En esta ocasión el viaje descrito no es tan inusual: se ha buscado desesperadamente calmar el ansia de ser amado en fuentes que no llenan, sino que vacían todavía más. Captar y transmitir de un modo poético la necesidad del amor verdadero es una auténtica odisea, cuanto más en una película de Hollywood. Y la pregunta sigue siendo si realmente es necesario el descenso a los infiernos para valorar lo auténtico, lo que merece la pena, lo que está arraigado en la naturaleza. Ese es, en mi opinión, el tortuoso itinerario que recorren los protagonistas de esta película, magistralmente llevados por la mano de Malick.

Fiel a su técnica narrativa, constituye un auténtico gozo para el espectador intuir esas reflexiones de interioridad, esa catarsis evolutiva, esos rostros de tedio que advierten que el embotamiento de la sensualidad no llena, sencillamente entristece.

De verdad que está tan mal diseñada la plenitud del amor en la familia, en la fidelidad, en la apertura a la vida? Y, no será esa, por casualidad, la razón de ser de la sexualidad?

Pienso que ésta es la reflexión de fondo que Malick, filósofo, director de cine, intenta transmitir.

Y una pista: aunque son muy pocos los fotogramas, mira cómo trata a los niños y a sus madres.

Por todo lo dicho, este director, obviamente, no encaja en lo políticamente correcto. Lo machacarán. Pero nadie podrá reprocharle su libertad interior y la defensa a ultranza que hace del respeto al espectador, ofreciéndole oportunidades para reflexionar sobre los temas más importantes de la existencia.
juanbranders
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26 de septiembre de 2020
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Recuperada en Filmin tras el estreno tardío de Knight of Cups en el reciente y capado festival de San Sebastián, pertenece a la época digital y algo temblona de Terry Malick, donde filma rodeado de estrellas que quieren aparecer en sus larguísimas disquisiciones impresionistas y filosóficas, rodeados de sus elementos indelebles: agua, steady cam, grandes angulares, la fotografía excelsa de Lubezki, arquitectura de vanguardia, voz en off... Y montaje obsesionante, donde al director especialista en Heidegger, no le importa cortar toda la participación de Chistopher Nolan en este caso.

Mientras teje una levísima ¿historia? de dos parejas con amantes intercambiadas donde aparecen una mujeres tan bellas, tan tenues, tan delgadas y tan rubias, que parecen todas la misma. Y mete una levísima banda sonora, una de las características de Malick, con más de 50 canciones que aparecen en ráfagas de unos pocos segundos, mientras unos que pasaban por allí, Iggy Pop, Pattie Smith, Val Kilmer... hacen unos cameos como les viene en gana. Claro que en una película sin guion como esta, tampoco desentonan mucho.

Dos horas que dan para mucho, la versión original era de ocho, para asomarse a su universo truncado, a sus elucubraciones chuecas en torno al amor, la compasión y la piedad, la futilidad de la vida, el glamour estúpido del show business, y el vacío mental de divos como Michael Fassbender cuando le dejan a su aire delante de una cámara que te sigue como un chihuahua con síndrome de abstinencia. Pero aquí, la reiteración de elementos acaba tejiendo un tapiz de finísimos y deslumbrantes relieves.

Hasta el mejor escribano echa un borrón. Pero un borrón de una paleta maravillosa.
alfonso
minke
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1 de octubre de 2020
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Song to Song es una nueva entrega del cine que su director Terrence Malick ha ido realizando los últimos años.

Rodar sin Guión. Reparto de lujo. Fotografía espectacular. Gran angular. Trama desdibujada y una aparente falta de rumbo buscando estimular emocionalmente al espectador más allá de la narrativa convencional.

Con muchos fans y detractores hay que reconocer la habilidad del director para crear films de extraordinaria belleza, despreocupados de narrar, buscando emocionar. Narración postmoderna o impresionismo visual, se le llame como se le llame, sus films son algo diferente en el panorama cinematográfico del siglo XXI.

En el caso que nos ocupa, pese a contar con un cast espectacular y sus colaboradores habituales, el resultado no llega a las cotas de brillantez de trabajos anteriores. Podríamos citar como elementos que no acaban de funcionar: El abuso del gran angular, una fotografía menos lujosa que en otras ocasiones, el hecho de que la música rock (como hilo conductor) no case con la buscada plasticidad de las imágenes, y unos cambios de ritmo que son difíciles de justificar dramáticamente, más allá del hecho de rodar sin guión y darle forma al film en la sala de montaje.

No es una mala película, porque su director es un gran creador, pero, al final, asistimos a una sucesión de monólogos interiores sobre la necesidad de amar, el vacío existencial, y un encadenamiento de cameos de músicos (Iggy Pop, Patti Smith, Lykke Li,...) y secundarios de primer nivel (Cate Blanchet, Holly Hunter, Val Kilmer) que dejan al espectador una sensación de estado de ensoñación, de consciencia alterada, donde los gestos, la sonoridad de las voces, la cadencia de los sonidos acaban por tener más peso que un supuesto mensaje.
Mauri
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