La imagen ausente

Lo tremendamente desasosegante de la dicotomía imagen, representación y realidad estremece la conciencia. Una reflexión lapidaria con una narración aunque excesivamente correcta, profundamente pragmática. Cada frase es para ser enmarcada, subrayada y recalcada. La paradoja de la elección de esa imagen perdida, anhelada y buscada por la historia no deja de asombrar, aunque la dualidad con imagen real se complementa adecuadamente. La práctica ausencia de horror visual real llama la atención aunque es por ese motivo que llega de una forma más lenta y constante, para mantenerse en la retina interior.

Una página más de ese libro que el ser ¿humano? escribe con sangre a lo largo de su historia. Cuatro años de horror en una parte del mundo ancestral, olvidada para occidente en tanto en cuanto no sea colonia o no esté en juego intereses comerciales de cualquier tipo. Eso que llaman la comunidad internacional con mayúsculas miró para otro lado mientras que un grupo asesinos de masas, exterminaba a millones de ciudadanos con la excusa de una utopía comunista, que encandilaba a progresistas de la acomodada Europa. En nombre de Dios y de Marx se han cometido los mayores crímenes de la historia.
Con sutileza, con originalidad, buen gusto fílmico y con un profundo y sosegado dolor Rithy Panh afronta sus recuerdos de su infancia, como terapia personal y exposición universal de lo que no debe olvidarse a pesar de que no queden imágenes. Esos muñecos están tan vivos quizás animados por los espíritus de aquellos a los que encarnan y que descansan en fosas comunes, iguales a otras que agujerean el planeta como un gran gruyere