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La historia del último crisantemo

Drama. Romance En el Tokio de 1885, Kikunosuke Onoue, hijo de un prestigioso actor, descubre desolado que es aplaudido únicamente por ser el heredero de su padre y que, en realidad, el público se mofa de sus interpretaciones. La única persona que se atreve a ser sincera con él es Otoku, la niñera de los hijos de su hermano. Pero precisamente por ello es despedida, y a Kikunosuke le prohiben verla por temor a los rumores que se desatarían por su ... [+]
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Críticas 29
Críticas ordenadas por utilidad
18 de abril de 2015
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
No voy a ser el primero en empezar mi crítica hablando de la escena de la sandía, aquellos afortunados que han visto "Historia de los crisantemos tardíos" y saben valorarla como deben, reconocerán que esos momentos en la cocina entre el nefasto actor y la criada desprenden algo especial. No soy un seguidor modelo de Kenji Mizoguchi, no soy un incondicional suyo, y es que reconozco haberme sentido desencantado en alguno que otro de sus largometrajes. Aquí, con la historia de amor incondicional entre los dos personajes protagonistas, me ha vuelto a ganar, me ha convencido desde el contenido, desde el mensaje, absolutamente universal.

Vale la pena insistir en ello, estoy obligado a subrayar ese amor que sienten los personajes entre ellos, que es una de las cosas que el espectador agradece cuando se encuentran en el cine y están bien explicadas. Hay una cantidad enorme de amores que el cine nos ofrece y que no cuelan, hay pocos que nos emocionan mínimamente y después, en la gloriosa minoría de la poesía y el lirismo encontramos amores que hacen que te duelan las cejas. Tenía ganas de escribir esto último, que el amor si es amor verdadero duele mucho, no siempre caramba, también habrán momentos de distensión, pero "Historia de los crisantemos tardíos" me ha hecho recordar esto mismo: si el amor duele, es porque es amor de verdad.

Y no me olvido de la inexistencia de planos cortos, que a mi juicio, y ahora me pongo el disfraz de entendido, es un homenaje en toda regla al teatro. No nos hace falta conocer la cara de él, si tiene una nariz horrible, si es calvo o está rapado. Y lo mismo de ella. Lo importante son sus actuaciones, que sepan ofrecer su realidad y nos la comamos como nos comeríamos esa sandía. Por ello los planos medios y la ejecución de los movimientos sencillos de cámara en los planos largos le sirve a Kenji Mizoguchi, y de qué manera, para dejar claro que esto no es teatro, que es cine. Corría el año 1939 y confieso que me da vergüenza ver algunos productos del siglo actual que mueven cifras astronómicas de presupuesto y espectadores cuando los comparo con el cine que hizo Mizoguchi.

'Aquí me quedo' es lo que piensa y hace la joven Otoku, que sí sabe lo que es el amor, de manera que me desmonta, me mata y me hace sentir un capullo, ya ves, hablamos de una película de hace casi ochenta años y seguramente me he quedado corto elogiándola.

[Y todo ello sin darse un beso, sin apenas contacto físico... inmenso]
Luisito
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22 de octubre de 2007
5 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
¡Que magnífica, triste y emotiva película! Sobre el amor, la devoción, el honor, y el sacrificio.
Con lo poco que he podido ver de Mizoguchi, caigo en la cuenta de que es un retratista, refinado y minucioso, de la desgracia humana. Es la gran protagonista de sus films: el infortunio que va asomando cabeza desde las primeras escenas y termina acaparándolo todo, tiñendo cada secuencia. Un infortunio raramente suavizado con bienintencionados y curativos momentos de felicidad. Poca cabida hay para la dicha cuando se afana uno en perfilar la adversidad. Parece que Mizoguchi prefiere presentar la fatalidad tal cual, sin fisuras y pujante. Lo que hace que la historia no se nos eche encime cual indómita fiera es la calidad humana que a veces muestran los protagonistas; sobre todo, ella. Excepcional muestra de sacrificio, devoción y fuerza de voluntad, que da a la película una belleza inaudita, y la hacen conmovedora, sumando la fría belleza de las imágenes a la espiritual del personaje, aunque tales muestras de devoción al prójimo, mas que bellas, sean inquietantes. Esas actitudes y actos de afirmación de los sentimientos y valores es lo que contrarresta el oscuro relato que presenciamos. Se podría decir que estamos ante una historia de amor imposible, no por irrealizable, sino por incomprensible e inusitado, aunque se de más veces de lo normal, y de lo que debiera darse. Film de un romanticismo desatado, que no llega a virulento por la equívoca placidez con que lo pinta Mizoguchi.
irian hallstatt
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13 de octubre de 2015
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nunca es tarde cuando la dicha es buena. Sabía de Mizoguchi como uno de los componentes que conformó la triada clásica de maestros del cine japonés, junto con Ozu y Kurosawa, pero hasta la fecha no había tenido la ocasión de ver ninguno de sus trabajos y como me ocurrió con Ozu, la espera ha merecido la pena.
La copia no estaba en buen estado pero aún así, este melodrama ambientado a finales del XIX de más de dos horas de duración destila aromas y atmósferas embriagadoras a un ritmo pausado donde el estilo personal de Mizoguchi, innovador en muchos aspectos, nos convierte en testigos invisibles a media distancia, de lo que ocurre, observadores privilegiados que asistimos con reverencial silencio a la fuerza y al drama personal y social contenido en una sociedad donde las formas difieren de nuestro mundo occidental pero el fondo tiene siempre elementos comunes, en la discriminación de la mujer, la lucha de clases y la hipocresía de quienes temen perder su estatus por relacionarse con aquellos que rompen las normas establecidas.
Así la bella historia de amor incondicional se funde con la crítica social y el documento cultural del mundo del teatro popular Kabuki en una de sus diferentes fases.
Ausencia de primeros planos, travellings contrapicados, un plano por escena y una utilización de los elementos escenográficos como filtro y parapeto para observar a los personajes y sus acciones mediante la profundidad de campo y el fluido movimiento de la cámara, son algunos de los recursos que utiliza para dejar su firma personal.
Es de suponer que la venta de su hermana como gheisa por un padre despótico debió de influir en el tratamiento y el cariño que despliega ante el personaje de Otoku, paradigma del estatus y sacrificio del género femenino, que aún sigue coleando en cualquier nación del mundo en mayor o menor medida.
Fue una de sus primera películas de éxito a pesar de llevar más de 70 filmadas en la década de los 20. A partir de aquí supongo que me queda mucho por disfrutar con su cine
ELZIETE
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11 de marzo de 2022
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Itinerancia, desilusión y vergüenza, los principales escollos en el camino del actor, sobre todo cuando el reconocimiento y la fama escapan de él, sobre todo cuando se le impone una de las más crueles normas de dicho mundo:
"De nada sirve el talento si no va a acompañado del prestigio de un nombre que le respalde"...

La historia de un actor cuya existencia estuvo marcada por este estigma, a todas luces imposible de deshacerse de él; Onoe Kikunosuke existió realmente y perteneció a uno de esos linajes legendarios del teatro kabuki, adoptado en la familia y siguiendo la tradición, y su historia sería trasladada de un modo en parte ficticio a versión literaria por el autor Yoshikazu Moramatsu, conocido por sus cuidadas novelas históricas y su espíritu rebelde tras sus frecuentes estancias en China, donde compartió los ideales de intelectuales extranjeros y se empapó de la cultura moderna occidental.
La obra, "Zangiku Monogatari", se publica en 1.936 y resulta todo un éxito, incluso será muy adaptada al cine, radio y televisión con el paso del tiempo; el primero en el medio cinematográfico que se ocupa de ello es Kenji Mizoguchi, quien en ese momento vive una etapa agitada y no poco frustrante debido a los encargos de orden propagandístico que se ve obligado a realizar. Al no desear reincidir en este tipo de cine, como todos sus colegas de profesión, decide regresar a Kyoto para trabajar en Shochiku, tentado por la oferta del productor Shintaro Shirai, lo cual aprovechará dado su creciente notoriedad y exige una libertad artística total.

Debido a su amistad con artistas progresistas teme padecer su misma suerte (acabar en prisión o ser enviado a primera línea del frente), así que se orienta a dirigir historias sobre el teatro, lo cual no sorprende vista su pasión por todas las formas de espectáculo y su decisión de insertar representaciones de obras en sus películas o evocar la existencia de los actores; en su caso el teatro siempre está presente en su cine, sin embargo el relato de Moramatsu le hace declinar sus temas recurrentes, pues, ambientado en el último periodo de la era Meiji, será uno de sus pocos trabajos que sigue por entero el destino de un hombre.
Aquí, Onoe se presenta como un actor mediocre que vive dominado por la personalidad de su padrastro, maestro del kabuki, y pronto nos damos cuenta de que esto es un reflejo del mismo negocio del teatro, dominado por una arrollador y estricto orden patriarcal; sin embargo para el joven todo son falsos halagos debido a que pertenece a la familia noble de Matsusuke. Para vencer la parte opresiva del padre deberá enfrentarse a él (gesto muy audaz el de Mizoguchi, ya que tal rebelión y rechazo de la tradición podría ser interpretado en el Japón de aquellos '30 como una acción contestataria contra la patria y el emperador...).

Y más aún teniendo en cuenta su brutal visión sobre la lucha de clases sociales; en efecto, Onoe, al haber encontrado en la dulce criada Otoku a la única persona capaz de expresar sus sentimientos y opiniones con plena sinceridad, opta por dejar el asfixiante seno paterno y fugarse con ella. De este modo la estructura de la trama podría dividirse según los saltos temporales que presenta, a modo de episodios, para mostrar la evolución del protagonista en su largo peregrinaje con el objetivo de mejorar como actor sin tener que hallarse bajo la sombra de su padrastro.
Pero aquí se evidencia lo que llevó a Mizoguchi a aceptar esta historia: Onoe no puede ser un individuo viril y dominante, pues su sensibilidad artística y humana lo feminiza, sin duda la razón por la cual este cineasta de la mujer es capaz de volcarse en él con total indulgencia; esto se lleva hasta tal punto que al joven no le queda más remedio que interpretar papeles femeninos en el escenario para cristalizar sus dones y su naturaleza, descansado parte del drama en una dualidad de identidades. El papel de la mujer, por otra parte, vuelve a tomar una gran importancia, con Otoku prefiriendo sacrificar su felicidad a ver cómo su amado destroza su vida tras oponerse a los mandatos del padre.

(CONTINÚA LA CRÍTICA EN ZONA SPOILER)

En este sentido bien merecen ser alabados el diseño de producción de Hiroshi Mizutani, los preciosos decorados de Jotaro Kikukawa y Dai Arakawa y la fotografía áspera a la vez que sensiblemente vaporosa de Yozo Fuji y Minoru Miki (la cual logra captar el dramatismo en la naturaleza exterior como en la profundidad de los decorados interiores).
Mizoguchi puede sentirse orgulloso de su obra, aplaudida por la crítica y que gusta al público, donde empieza a exponer la gran belleza formal y la gravedad discursiva que distinguirán a todas las películas que están por venir. De ellas la más cercana será su versión (también sujeta a los patrones del kabuki) de la tan adaptada gesta histórica de los cuarenta y siete samuraís, "Genroku Chushingura".
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Chris Jiménez
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5 de enero de 2011
4 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Preciosa película del cine clásico japonés en blanco y negro.

La historia es la de un joven actor de teatro que rompe con su padre, actor también pero muy famoso, a causa de una criada de su casa, que es la única que se atreve a decirle la verdad y por lo mismo esto es suficiente atractivo como para quedar enamorado de ella; el problema es que al no ser de su clase no es aprobada para él por sus padres y familia. Entonces el joven tiene que elegir entre someterse a la tradición de obedecer las órdenes y gusto de sus mayores o desobedecerles yéndose tras esa mujer de la que se ha enamorado y empezar desde cero labrándose su propia trayectoria profesional sin el aval de su padre.

Sin duda es una película muy delicada, romántica, sentimental y amorosa a más no poder. Muy recomendable.
Semeocurre
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