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Impulso criminal

Thriller. Intriga. Drama Dos brillantes jóvenes de clase alta cometen un asesinato sin motivo aparente; pero, aunque creen haber realizado un crimen perfecto, lo cierto es que han dejado pistas que los incriminan... (FILMAFFINITY)
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Críticas 32
Críticas ordenadas por utilidad
27 de agosto de 2014
8 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una mente llana y limitada como la mía no puede profundizar a través de la comparación con el filósofo Friedrich Nietzsche en las almas criminales de dos indeseables jovencillos que teniéndolo todo han de demostrar su superioridad. Ellos son lo que yo llamaría igual en mi barrio como enel Beverly Hills de los años 20: dos cabroncetes malparidos, lo cual me hace pensar, esto es a lo máximo de profundidad analítica que llego, si estos dos seres humanos hubieran hecho lo mismo de pertenecer a otra clase social. Que lo tengan todo no tiene mérito, ellos se creen superiores en mente, alma y poseedores de la virtud. Hasta uno de ellos habla catorce idiomas. "Impulso criminal" atrae desde su gestación, desde esa presentación de estos dos individuos que están a punto de atropellar a un ser insignificante para ellos.

En la segunda parte esperaba encontrarme con Orson Welles, que es a quien he venido a buscar. No aparece y asombrosamente no lo he echado de menos porque en su lugar aparece un fiscal que pisa el pedal y acelera de forma brusca e inesperada. Porque los acorralan, porque hay unas gafas que el estúpido que se cree superior ha perdido y porque descubrimos poco a poco que los van a atrapar. Al espectador aquí está a punto de darle algo (yo me incluyo, que quede claro que pertenezco a la masa inferior) porque está cerca el momento de que quede constatada que su altanería no les servirá de nada y serán cazados por la justicia. Esta parte central de la película se lleva todos mis elogios y es para mí su verdadera cima.

En el último tercio de película por fin aparece Welles, con quien me había citado al inicio. Llegar tarde no debería ser malo por eso mismo, su presencia es siempre bienvenida y además su aparición tiene que ver con lo que es presumiblemente la clave del mensaje de la película. A través de un discurso majestuoso, a través de una interpretación majestuosa también, el abogado defensor utiliza su dialéctica para que el juez no se pronuncie a través de la sentencia de muerte. Me temo que Welles los defiende a regañadientes, me temo que a sus dos monstruitos defendidos él mismo los llevaría al cadalso y lo que es peor, me temo que echar de menos la palabrería del fiscal no es bueno para la película. Oímos a Welles apelando a la juventud de los asesinos, al sentimiento humano que jamás debería permitir la pena de muerte... El que lo vea y lo escuche que juzgue su contenido, pero yo opino que se sobrevalora y sobre todo, he echado de menos el discurso de la acusación. Eso es imperdonable.

Que lo de las gafas fue cosa Dios, el visible hastío de Welles y el mínimo arrepentimiento de los dos asesinos son más cosas por las que tener muy en cuenta "Impulso criminal"; más de lo que lo hago yo, que me quedo a medio camino. Puede que esperara más de la última parte judicial.
Luisito
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6 de julio de 2013
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película que tiene varios referentes con "La Soga" de Hitchcock y "12 Angry Men" de Lumet, pero que sin embargo saca lo mejor casi a punto de terminar, gracias a un impactante, sólido y casi irrepetible Orson Welles, en una interpretación para sacarse el sombrero. Sin duda lo mejor es este señor, y vale la pena verlo.

Del resto del reparto destacar a un actor que si bien no se destaco como uno de los más grandes actores, si es uno de los que más recuerdo, me refiero a Dean Stockwell.
darkman
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24 de mayo de 2015
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tiene su aquel construir un alegato contra la pena de muerte, que es el fin último de esta película, sobre un par de personajes que provocan una total antipatía en el espectador. Dos niños ricos y extremadamente inteligentes (los mediocres, que somos mayoría, odiamos a quienes envidiamos), tan pagados de sí mismos que se sienten más allá del bien y del mal. Para ellos, cometer acciones malignas e irreversibles sólo supone un entretenimiento, una nueva experiencia para confirmar su supuesta superioridad. Su crímen, además, es particularmente cruel, cobarde y alevoso. Y para más abundamiento, su relación es sospechosamente homosexual.
A lo largo del visionado me he sorprendido a mi mismo pensando que no me importaría que diesen matarile a este par de idiotas morales, que es algo que va totalmente en contra de mis principios o mis convicciones (en realidad, no se distinguir unos de otras). Supongo que era la voz de mis más bajos instintos. Y es cuando he reparado en la valentía de la película, que no ha hecho uso de ambigüedades morales como la del condenado "no tan culpable" ("Quiero vivir", Robert Wise, 1958), la del condenado "porque el mundo le hizo así" ("Llamad a cualquier puerta", Nicholas Ray, 1949; "A sangre fría", Richard Brooks, 1967) o la del condenado "redimido" ("Pena de muerte", Tim Robbins, 1995). Estos dos, hasta el final, se muestran como dos irredentos hijos de puta.
Su alegato contra la pena de muerte no ha apelado tanto a nuestros sentimientos como a nuestra razón (aunque en el discurso del abogado defensor encarnado por Welles se mezclen unos y otra y que, tras ser dictada la sentencia, se recurra, incluso, a argumentos metafísicos). Contra la pena de muerte porque no, porque convertirnos en asesinos a escote no remedia ningún mal. Sin subterfugios ni paños calientes. Hacía falta valor.
La puesta en escena de Fleischer es notable hasta el amaneramiento (las virguerías que se pueden hacer con las lentes de unas gafas) y la factura técnica es más que notable, empezando con unos créditos que podría haber firmado el propio Saul Bass. Los intérpretes realizan unas notables caracterizaciones y para Orson Welles, en funciones de "prima donna", se reserva un auténtico recital. Un película entretenida, valiente y enjundiosa.
iñaki
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21 de febrero de 2014
5 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
No está mal, aunque el comienzo sea un poco embarullado y alguna fase no muy creíble (ver spoiler). Realmente la película toma fuerza a partir de que los muchachos se ven acorralados por alguien que es más sagaz que ellos. A partir de ahí la historia toma un tinte judicial que plantea interesantes reflexiones, con el personaje encubierto de Orson Welles como referencia (si bien ponerlo como protagonista me parece un engaño al espectador, pero en fin).
Sin embargo, "Impulso criminal" carece de la maestría de Hitchcock en cuanto a lograr mantener el suspense. Ambas abordan con sutileza el tema de la posible homosexualidad de uno de los chicos, disimulada por una gran admiración hacia la privilegiada mente de su amigo. Pero James Stewart le gana la partida a Welles por tiempo en pantalla, por su perfil y por esa discreción para descubrir la verdad de los hechos (claro que no es abogado defensor).
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Luis Miguel
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4 de mayo de 2016
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película de Richard Fleischer que aborda la crueldad humana (volverá años más tarde sobre ella en su cruda "Mandingo" de 1975). La pareja masculina protagonista, heredera innegable de "La Soga" (A. Hitchcock, 1948), está formada por dos jóvenes de buena posición y oscuras intenciones, dónde uno ejerce una fuerte atracción personal e intelectual sobre el otro, arrastrando al más débil a descubrir y explorar la belleza del mal, argumentando la superioridad de su inteligencia. Crueldad gratuita, al fin y al cabo, malinterpretando a Nietzsche, que busca irritarnos desde el minuto uno.

Buenas interpretaciones de los actores: una Diane Varsi encarnando la bondad y la comprensión, y un Bradford Dillman más que convincente en su papel de impulsor de la acción, que halla en su compañero de reparto (Dean Stockwell) un excelente contrapunto, espejo totalmente necesario a su personaje. Diríamos que el fuerte requiere del débil para crecer y regodearse en su maldad; aunque le humille le necesita íntimamente. Grande Orson Welles en su papel de abogado defensor, haciendo que desde su aparición la película gire en torno a la reflexión de la pena de muerte y su inutilidad y grande el speech del actor frente a un juez, un jurado y un público enmudecidos ante tan magno gigante.

Aunque el pulso de la película está bien llevado por el director y el ritmo se mantiene hasta el final, el guión avanza en línea recta hacia lo previsible (especialmente desde el momento de la fatídica aparición de las gafas de pasta), haciendo que la cinta (a mi modo de ver) no dé más de sí ni pueda ir más allá. La historia está totalmente predeterminada, fuertemente trazada de antemano, haciendo que todo parezca algo encorsetado: los personajes (víctimas de sí mismos) y la investigación avanzan según lo previsto. Tal vez por ello sea éste un film algo sobrevalorado.

De lo mejor, sin duda, es la frase final que lanza un agudo Orson Welles a un aturdido Dean Stockwell: dardo directo y certero que supone un brusco descenso a la realidad haciendo que se rompa el encanto al que el joven estaba sometido.
soundtrackmovie
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