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Alanis

Drama Alanis es una trabajadora sexual, madre de un niño pequeño, que deberá pelear por hacerse un lugar en la sociedad. (FILMAFFINITY)
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Críticas 25
Críticas ordenadas por utilidad
29 de diciembre de 2017
13 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
Fui a verla sencillamente porque es un asunto sociopolítico en permanente debate y yo soy firmemente partidario de distinguir la prostitución voluntaria de la trata de blancas, persiguiendo penalmente el segundo y regulando el primero de modo y manera que, como todo trabajo, cumpla con las leyes laborales, fiscales y sanitarias en vigor.

Tras verla, me quedé estupefacto. No es que la directora no tenga criterio propio al respecto, que no lo tiene. Si dudan al respecto, no tienen más que leer la entrevista que concedió, sobre el film, a Página 12 [Argentina], el 17 de octubre pasado: de auténtica vergüenza ajena.

El problema es mucho mayor. Estamos ante una obra que nació como cortometraje y que se convirtió en largo sin pies ni cabeza. Eso sí, trata de la prostitución libre, no de la trata, y el trabajo de la protagonista, aunque carezca de personaje que interpretar, es correcto; pero no hay nada más.

Simplemente, estamos ante la vida cotidiana de una prostituta de bajo nivel y sus correspondientes y habituales problemas. Tiene toda la pinta de un flojo documental teatralizado sin historia sugerente que contar, con un lamentable guión -tambien de la realizadora, en colaboración con Javier Van De Couter– y donde parece que el verdadero interés de la directora se centra en el niño de la prostituta que, oh casualidad, es el hijo real de la propia protagonista, amorosamente filmado, por cierto.

La ambientación es muy de cartón piedra y el montaje de lo más pedestre. Una realización sin imaginación, chata y pedestre. Hasta elimina la banda sonora, salvo en los títulos de crédito, seguramente para reforzar el ambiente sórdido que el tema precisa, cuando lo sensato hubiera sido incorporar la música adecuada.

En resumen, la película no aporta nada de consideración salvo una confirmación más de que la desregulación de la prostitución libre perjudica a toda la sociedad.

Aunque, afortunadamente, Anahí Berneri deja en evidencia que tal tipo de trabajo no supone mayor dominio que el que supone venderse y que el negocio, cuando se lleva a cabo en comandita, suele ser regentado por mujeres.

Por otra parte, la ambivalencia de tal tipo de mano de obra, mediante el cual mujeres -y hombres, de todas las tendencias sexuales y cada vez en mayor número- logran una retribución por su trabajo corporal, como en tantos otros trabajos, permite que pueda ser ejercido sin que la actual oleada de ‘correcciones políticas‘ y de ‘igualdades de género‘ le haga más mella de la sectariamente inevitable. El aborto y los vientres de alquiler han contribuido a que esta otra forma de autogobierno personal sea mucho menos cuestionado por quienes se dedican a enjuciar la libertad de los demás.

Algo más: los premios recibidos por el film me producen, una vez más, puro sonrojo. Sobre todo los del Festival de San Sebastián. Y la mayor parte de las críticas profesionales, también.

Sórdida e inconsistente visión de una prostituta proletaria [3 sobre 10]

El quicio de la mancebía [EQM]
https://elquiciodelamancebia.wordpress.com/2017/12/30/alanis-argentina-2017-de-anahi-berneri/
elquicio
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15 de diciembre de 2017
8 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una de las películas clave en la construcción del nuevo relato neoliberal del emprendimiento es, sin lugar a dudas, En busca de la felicidad (2006). La película dirigida por Gabriele Muccino nos planteaba en la cara la premisa básica de toda epopeya aislacionista: si perseveras, triunfarás por encima del resto. Nadie nos contó qué pasa cuando perseveras, insistes y hasta incordias, pero no prosperas. Ahora, la argentina Anahí Berneri nos regala en Alanis una reflexión preciosa (que no preciosista) y cruda sobre este último punto. La película, rodada con una elegancia magnífica, se ciñe al contrarrelato cultural de la Argentina oculta y mundana que nos pretende enseñar.

No esperen de Alanis una película bonita o encontrarse con edulcoraciones de la realidad. Uno de los primeros planos, el que precede a estas líneas, es toda una declaración de intenciones de la directora de Por tu culpa, entre otras. En él, vemos a la protagonista, Alanis, como a una Venus moderna, hiperrealista, asolada por el mal funcionamiento de una sociedad podrida hasta los cimientos. Amamanta a su bebé, recién duchada, inocente, limpia. Cuando termina, hace acto de aparición su proxeneta. Alanis es una prostituta.

La revelación, concebida como despertar primigenio de lo ignoto, no es más que el primero de mil y un giros que da la vida de Alanis en los poco más de ochenta minutos que dura el filme. Por si fuera poco, la película se apaga al negro justo cuando el espectador cree que puede empezar a respirar de alivio. Reconstruir una vida, sin dejar morir a la anterior. Eso es esta película.

Precisamente este último punto es uno de los más fuertes de la obra de Berneri. Alanis es una hija del mundo y su contexto pero, por encima de ello, es una madre. Una madre que ha de lidiar con su hijo físico y su hija metafórica, representada por su proxeneta. El retrato de la maternidad al que sirve de maniquí Sofía Gala es uno de los más realistas y representativos que se haya visto en una pantalla de cine. Obviamente, no todas las madres han tenido que lidiar con la prostitución como telón de fondo en su vida, pero todas ellas se habrán visto en los dilemas morales y éticos a los que tiene que hacer frente la joven Alanis. El filme no se detiene ahí, si no que, además, nos da la perspectiva propia del sufrimiento de la protagonista. Nos da su dilema, sí, pero también nos entrega su juicio y su castigo. Cine que va más allá del cine.

“No quería que el nene fuera el hijo de puta”. Decíamos, pues, que Alanis es el retrato de una madre. Y es, además, un retrato costumbrista. La película no esconde nada, pero no se vanagloria de ello. La cámara se acerca, se aleja y se muestra, derribando tabúes como quien va a comprar el pan. Alanis no pretende ser alegato de nada, no busca colgarse ninguna medalla. Se trata de una producción que, siendo ficción, se siente y se percibe tan real como el más premiado de los documentales. La ausencia de música ayuda. Les podríamos contar cómo se desarrolla Alanis palabra por palabra y aun así querrían verla. No es morbosidad, es verdad. Pura verdad.

La historia que cuenta la argentina Berneri es también una reflexión sobre lo que somos y lo que nos dicen que tenemos que ser. La mera consciencia de la diferencia entre estos dos conceptos sirve, en Alanis, como la instantánea de un avión japonés a punto de estrellarse en Pearl Harbour. Nos hace libres y nos esclaviza a la vez, pero siempre despierta nuestro interés. Nadie deja que la mujer protagonista decida lo que quiere ser. Que se convierta en kamikaze o que traicione al Imperio.

En definitiva, la película, premiada hasta la saciedad en el pasado Festival de Cine de San Sebastián, es un cuadro tan bello como tremebundo. Alanis es una rara avis dentro de los milagros que son las producciones cinematográficas, pero no tanto por conmovedora como por sincera. Es cine con mayúsculas porque no intenta estructurar un relato, si no que se apoya en la realidad para transgredir la narrativa cultural imperante. Otra vez, verdad. Cine que va más allá del cine.

LO MEJOR:

Sofía Gala entrega una interpretación magistral.
Su retrato puro y duro de una maternidad complicada.
Su falta de respeto por los cánones narrativos.

LO PEOR:

Cuando se terminan los créditos y se enciende la luz de la sala.
MatiasGRebolledo
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28 de octubre de 2017
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Largometraje argentino estrenado en el Toronto International Film Festival del año en curso, la protagonista, quien le da nombre al filme, es una joven madre de un bebé que ejerce la prostitución. Su día a día se complica cuando es expulsada del apartamento donde vive, debido a sus prácticas y a la persecución de los inspectores municipales. En este punto, se abren dos posibilidades, una en la búsqueda de recuperar sus cosas personales, y la segunda, ver cómo seguir con su trabajo ya no desde la comodidad de su hogar, lo que trae mayores dificultades.

Sofía Gala, la actriz encargada de darle vida a este personaje, logra una actuación muy destacada por la simpleza con la que se expresa en pantalla, elemento que también va de la mano del filme como comentaré más adelante. Sobresale por lograr transmitir un personaje fuerte y decidido, que tiene claro que su hijo es lo primero y el medio, la posibilidad que tiene para mantenerse. A pesar de las dificultades de su entorno —como es de esperar, turbio— en ningún momento se sensibiliza o se recurre a maniqueísmos baratos para producir lástima.

Las escenas de sexo o intento de son muy bien manejadas y muy bien llevadas por ella, quien se muestra segura. La larga secuencia donde tiene relaciones con un hombre sobre el final, muestra lo frustrante para ellas, y lo banal que puede llegar a ser algo como tener sexo sin ningún tipo de consentimiento y solo por un placer (en el caso del hombre), que finalmente termina en nada. A lo largo del metraje, Gala con su accionar, sus movimientos, su voz, su lucha logra transmitir fuerza y fiereza. No en vano, su actuación fue premiada en el Festival de San Sebastián, poniendo su nombre a la par de grandes leyendas del cine argentino como Evangelina Salazar, Graciela Borges y Norma Aleandro.

Claro que la interpretación de la protagonista no sería igual sin el trabajo detrás de cámaras de Anahí Berneri, realizadora quien a lo largo de sus cinco largometrajes siempre ha explorado a personajes envueltos en algún dejo amoroso o sexual, aquí presenta quizá su obra más arriesgada junto con su ópera prima Un año sin amor (2005), que versa sobre un homosexual con SIDA que se ve inmiscuido en prácticas sadomasoquistas. Con Alanis presenta un trabajo pausado, muy ascético en cuanto a la forma en que la cámara se posiciona, de forma estática siendo testigo vivencial del argumento.

Esto, acompañado por decorados y locaciones igual de austeras, es algo valioso por el modo en como Berneri en ningún momento se interesa por estilizar la imagen, por el contrario nos sumerge en lugares oscuros, con tonos amarillosos o rojizos principalmente. Es en este punto donde el trabajo de Luis Sens como director de fotografía toma mucha valía, logrando transmitir un sentir neutral y sin pasión de lo que vemos en pantalla. Porque la única lucha de la protagonista es su hijo.

El gran trabajo de Anahí se muestra también en la forma en que usa la imagen, segmentándola repetidas veces, cuestión que transmite su inquietante y fragmentada situación personal. Las tomas no son limpias, por lo general hay algún objeto que divide la pantalla, o se juega con el reflejo de espejos o bien, algún vidrio. Más que merecida la Concha de plata a Mejor dirección en San Sebastián. Alanis es un trabajo serio con un tema muy bien manejado, Berneri es fuerte en sus intenciones igual que su personaje y ese enérgico póster oficial que algunos cines han decidido omitir a la hora de publicitar el filme.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
10P24H
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28 de julio de 2018
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay una sutil diferencia entre tener una "vida digna" y vivir con dignidad. Analis es prostituta por elección, que tampoco es lo mismo que por convicción, por intentar conjugar los dos aspectos mencionados de vida, por sacar adelante a su hijo. Y a veces la elección es fruto de una cultura y un entorno social que apenas deja rendijas para las mujeres. Comerciar con su propio cuerpo, más allá de otras consideraciones, sin caer en las redes de las tratas es una de esas rendijas por donde respirar algo de libertad. Estigmatizar esta elección es el recurso fácil para no luchar contra sus causas y consecuencias. "Antes que ser explotada en otros trabajos preferiría ser puta", palabras de Sofía Gala la actriz que aporta su propia piel para comprometerse con un personaje comprometido. La actriz realiza un trabajo impecable en el que se ve motivada por la colaboración de su propio hijo en la vida real.
La mirada neutra, hiperrealista de su directora la argentina Anahí Berneri va más allá del fondo de la cuestión que acertadamente deja que sea el espectador quien lo analice y encuentra vías y caminos para manejar la cámara con sentido y precisión que no renuncia a la estética dentro de lo cotidiano. Un más que notable trabajo de dirección al servicio de una historia de supervivencia en un mundo donde prostituirse, no necesariamente de forma sexual, es el pan nuestro de cada día.

cineziete.wordpress.com
ELZIETE
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9 de mayo de 2021
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
La dignidad es algo que nos tendría que venir de serie, con el nacimiento, y es posible que así sea; pero alguien o algo tienen como meta en esta vida extirpar esta cualidad, que de crecer con nosotros haría nuestro día a día más agradable y humano. La gente se compra con el dinero cuotas de honorabilidad que previamente han sido robadas a otros mortales. Ser puta tiene que ver, como casi cualquier trabajo en este mundo, con la pérdida de la autoestima y la baja categoría que la sociedad actual ha decidido otorgarle; y me estoy refiriendo, claro está a las que ejercen desde la pobreza; las otras, que practican el mismo oficio en altas esferas tienen otra consideración, e incluso merecen el respeto, y hasta la envidia (por listas e independientes), de una buena parte de los mortales. Aquí habría que recordar que en el Antiguo Egipto, y algunas civilizaciones posteriores, existía lo que se denominaba prostitución sagrada, del templo o religiosa. Era un ritual en el que un sacerdote o sacerdotisa destinado a ello, mantenía relaciones sexuales pagadas con fieles o visitantes; eso sí, disfrazado de culto, acto litúrgico o rito simbólico. Ni que decir tiene que eran venerados o veneradas por el beneficio espiritual que inyectaban a los creyentes. Más admiración cuanto mayor fuero el óbolo de los fieles.

Y después de esta disertación antropológica sobre lo que algunos catalogan como la profesión más vieja del mundo, decir que nuestra Alanis argentina no tuvo la suerte de pertenecer al selecto grupo de vestales bien remuneradas. Y aunque ella misma creyera que hay laburos peores, lo cierto es que es muy complicado ejercer cualquier tipo de libertad cuando no tienes un mísero peso en el bolsillo. Tú no eliges, tú no decides, por más que la rebeldía te sarpulla el cuerpo entero.

Difícil creer que Anahí Berneri haya querido convertir el personaje de la convincente Sofía Gala, en una heroína. Solo se alcanza ese estatus si consigues triunfar en algo. Mantener a un hijo y un mínimo rescoldo de amistad, es un acto reflejo de supervivencia; y aunque yo a esta mujer imaginaria le deseo lo mejor, me temo que es un porcentaje ínfimo el que ha conseguido salir del fondo y subirse a la cresta de la ola.
Y por supuesto, en esta hipócrita marabunta en que nos desenvolvemos, la respetabilidad te la da el caché. Alguien que opera almorranas está alto en el escalafón. Si Alanis percibiera por servicio lo que un cirujano, no la estaríamos tuteando.
Sinhué
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