Al ritmo del corazón (Yuli)

Historia real del bailarín Carlos Acosta que alentado por su padre ha llegado a ser uno de los grandes en el mundo de la danza. Protagoniza la película el mismo para presentar el personaje en la actualidad, pero también hay dos actores más que le interpretan cuando era joven.

Paul Laverty ha escrito un gran guión basándose en el libro que escribió Acosta "No Way Home" en 2007 y nos muestra aparte de su tesón para alcanzar la fama, un arraigo a su tierra muy fuerte, mostrándonos una Cuba agobiada por el injusto bloqueo al que está sometido desde hace tantísimos años.

Cuenta con un holgado presupuesto y se nota en la calidad final, Iciar Bollain consigue un acabado perfecto con una impecable fotografía, música y puesta en escena. Nada que reprochar a esta gran directora que ya demostró su talento en películas como "Te doy mis ojos""También la lluvia" o "El Olivo" todas con ese toque de denuncia social (Típico de Ken Loach-Paul Laverty).

Para mi lo que más me atrajo es la relación de padre e hijo y la profesora cubana que consiguen darle al film la dureza y la carga emocional que requiere para contar esta historia. Esperemos que el público apoye este film y que consiga buenos resultados en taquilla porque fue de los títulos mejores presentados en el Festival de cine de San Sebastián.
Destino Arrakis.com

Icíar Bollaín nos brinda una hora y media de puro espectáculo para los sentidos.
Escenas de danza desgarradoras que tienen que ver con la vida del protagonista en todo momento, una gran música durante toda la película.
Belleza pura, bien ambientada, buen manejo del color, nos transmite en todo momento las emociones y la historia también de su madre, de su padre, de su hermana, y como no, del propio Yuli, hace sentirnos dentro de una Cuba que pasaba por malos momentos. Se disfruta cada mínimo detalle, imprescindible en este 2018
Al menos a mi me ha llegado al corazón. Y me quito el sombrero ante la actuación de Santiago Alfonso.

Tras una larga cola para recoger las invitaciones del día siguiente tuvimos que correr para llegar a las 09:00 en el Victoria Eugenia de un nuevo pase de la Sección Oficial: la española Yuli, de Iciar Bollaín. Feliz en una Cuba llena de niños en la calle e integrado dentro de una familia humilde, Carlos es forzado a dedicarse a la danza en contra de su voluntad por deseo de su padre, que le inscribe en una prestigiosa escuela de Ballet. Años después, Carlos se convirtió en uno de los mejores bailarines del mundo, pionero en lograr premios de danza para su país y consagrándose viviendo en Londres o Houston, siempre lejos de su familia. Un emotivo biopic, que combina la preparación de un espectáculo en honor a su vida del Carlos adulto con una narración en retrospectiva de su vida desde su infancia y juventud. Una película elegante, bien interpretada y filmada con gusto, ofreciendo la realización hermosos planos generales y logradas estampas. Los números de danza están realizados y coreografiados con mucho estilo, siendo de lejos lo más logrado de la película. Una película, tristemente, condenada por su guión y estructura a ser tan predecible y convencional, alcanzando a lo largo de su metraje todas las etapas que podíamos prever y siendo incapaz de sorprendernos. Es una película blandita, fácil, peliculera en su manera de construir la diégesis, que ya hemos visto miles de veces antes, muchas mejor hecha que esta. Una película competente, sí, que agradará a las señoras y a las familias, pero nada más. Tan entretenida como altamente olvidable. En un contexto como en el de un festival, lleno de cine de autor denso y complejo, se diluye mucho más.

Recuerdo mi primera crítica en filmaffimity: "También La Lluvia" me pareció una película tan grande que me abrí un usuario al día siguiente con ganas de compartir ese entusiasmo. Diálogos brillantes, conflictos complejos, inteligencia y sensibilidad. Icíar y Paul se revelaban como una pareja creativa perfecta.

Pues nada de eso encontrarás aquí. Mi única explicación es que sea un encargo o que, a ambos, la edad (o el entorno) los esté domesticando .

Coge un poco de forma al final pero la primera hora es floja, aburrida (que no lenta), con aire de telefilme, diálogos explicativos y reiterativos, cero ambientación y cero retrato de la Habana (y un rollo postal en la foto y la realización que apesta a colonialismo). ¿Sabes cuando no hay vida en una secuencia porque los personajes están tooodo el rato al servicio del guión, soltando su texto estáticos sin movimiento en la puesta en escena? Tiene un nombre: culebrón.

Luego, el conflicto inicial de la bio de Carlos (él no quería bailar y su padre se empeñó) que se cuenta a los cinco minutos es...¡el mismo toda la película!, no cambia, no evoluciona, se adereza con algunos apuntes dramaticos resueltos con simplismo (su hermana, conflictos con los amigos) pero todo muy naif, sin carga dramática y dándole vueltas a lo mismo y a lo mismo: que no quiero bailar, que sí, que no, que me convierto en el puto amo mientras, que sí, que no...dios: con la de subtemas que alrededor de eso se podrían tratar. Yo no sé si es que la bio de este bailarín no daba para una peli o simplemente que no se ha filmado bien. (O que el Carlos se ha puesto en plan divo brasas con la dire si es que al final es un encargo que huele a que sí) Desde luego, el personaje hiperfascinante no parece (por ser suave y respetuoso).

Por supuesto, no encontrarás nada que recuerde a Billy Eliot si por casualidad te gusta el género. Dicen que las coreografías están bien filmadas, pues claro, faltaría más que no lo estuvieran (y más con ese presupuesto) pero de Icíar y Paul me esperaba algo más.

Una pena.

Nueva maravilla de Icíar Bollaín, sin duda una de las directoras con más talento de nuestro cine, que esta vez nos regala una auténtico espectáculo para los sentidos, una especie de Billy Elliot negro pero al revés, en el que el niño odia bailar y es el padre el que se empeña en que dedique su vida al ballet (aunque en el fondo los padres de ambas películas buscan lo mismo: que su hijo salga de la pobreza en la que se criará si no aprovecha su talento natural).

Con una música fantástica (Alberto Iglesias nunca falla), un guión excelente aunque bastante predecible de Paul Laverty (ídem), y una fotografía que hipnotiza, la película se beneficia de unas interpretaciones auténticamente magistrales en las que destacan sin duda Santiago Alfonso en el papel de padre y Laura de la Uz como profesora de baile.

Lo que lastra en mi opinión el interés de la cinta son los muchos números de ballet; ¿se puede hacer una película de un bailarín sin incluir números de baile? Evidentemente no, pero el excesivo número de minutos de metraje dedicados a las coreografías (bellísimas y fantásticamente rodadas, eso sí), limita el público al que la película puede interesar.

Sin duda alguna “Yuli” mereció una mejor carrera en taquilla y premios, pero especialmente llama la atención que una de las pocas nominaciones a los Goya fuera la inexplicable nominación como actor revelación para Carlos Acosta que no hace absolutamente NADA en la película, mientras el resto del reparto se iba de vacío.

Elegante, hermosa y triste. No hay que perdérsela.