La noche oscura

Esta película, bastante olvidada en estos tiempos, como muestra la ausencia de críticas, consiste en una inquietante aproximación de Saura a la vida y espiritualidad de uno de los grandes poetas españoles de todos los tiempos, durante el periodo que pasó recluido en Toledo. Encarnado en un muy buen Juan Diego, Juan de la Cruz se enfrenta a los hostigamientos de los hermanos Carmelitas, que le reclaman su retorno a la disciplina de la orden, después de que éste haya hecho voto de pobreza y se haya sumado a la reforma teresiana (de Teresa de Jesús) y al desarrollo de la orden de los Carmelitas Descalzos. La reclusión y la tortura serán los medios utilizados para devolverle a la rectitud, lo que le conducirá por nuevas experiencias espirituales, entre el afán de libertad y la desesperación.

El resultado es un trabajo de bases inconfundiblemente saurianas, aunque quizás no uno de los más logrados. A pesar del reconocimiento recibido veinte años atrás, la película no ha envejecido del todo bien, resulta un tanto monótona y carece en varios tramos de esa genialidad del director, capaz de dibujar con claridad a los personajes con una simple composición escénica. Esta vez, en cambio, se pierde un poco por los senderos de la religión y de los versos. Pero a pesar de todo, encontramos varias perlas, especialmente el genial recitado que realiza Juan Diego de la poesía "Noche oscura" y en el relato con que Saura la acompaña. Sólo por escuchar tan hermoso e inolvidable poema en la voz del excelente actor español, vale la pena ver este trabajo, imprescindible además en la filmografía española de los últimos años 80.

Es lo más destacable de la película: la hermosa fotografía tremendamente tenebrista. Por lo demás adolece especialmente de monotonía. Es el peligro del minimalismo, de tanto quitar para buscar la esencia deja uno el espacio vacío.
Sobre la visión espiritual que ofrece de San Juan se podría estar debatiendo años, y la postura al respecto de cada cual depende de sus propias creencias y prejuicios.

Juan de la Cruz no se merecía esta película a pesar de que tiene una estupenda factura técnica que ya presagia la estética de los años 90. Carlos Saura no entendió nada de la grandeza e innovación espiritual de Juan de la Cruz. La innovación Juan de la Cruz aclara que la época de privaciones absolutas es solo la primera etapa para ascender a otra etapa superior.

Es una versión del ajusticiamiento y de la vida de San Juan de la Cruz que no gustó a nadie, ni a los espectadores con sensibilidad religiosa porque se refleja a un Juan de la Cruz con demasiados deseos carnales, y por tanto se infiere que su ansia mística como su resultado lógico.

Ni a los amantes del cine porque no refleja en ningún momento la elevación espiritual ni la grandeza humana de Juan de la Cruz sobre todo viniendo de Carlos Saura de algún modo descendiente de Luis Buñuel que aunque atacaba constantemente a la espiritualidad católica de forma descarnada solía hacerlo con más perspectiva y profundidad.

Le deberían cambiar el título a la película y ponerle otra como San Anselmo o de algún santo manifiestamente pecador.

Fray Juan de la Cruz (Juan Diego) es encerrado en una celda como castigo a su díscola utilización de las reglas de su Orden y tras haber fundado la Orden de los carmelitas descalzos. La película es un relato de estos hechos y de cómo allí San Juan de la Cruz compuso sus mejores poemas.
Un proyecto ambicioso, largamente querido por Saura, y un film especialmente malo, lleno de defectos y torpezas a cada cual más grave y deconcertante (más al ser Saura ya un veterano realizador), como si el director actúase bajo la influencia del síndrome de "El Dorado".
Desde la penosa dirección de actores (con un trabajo especialmente patético e histriónico, aún alabado, de mi querido Juan Diego) y en la creación de personajes (son particularmente penosos los de Fernando Guillén y la francesa Julie Delpy), contiene unas ridículas secuencias oníricas que ni encajan en el conjunto de lo pretendido ni siquiera están bien realizadas; tiene además una puesta en escena torpe, arbitraria y de nulo principiante, e incluso una mala utilización de lo único digno del film: la fotografía de Teo Escamilla. A todo esto cabe añadir que, dejando de lado cualquier consideración religiosa y sin entrar en un debate acerca de la debilidad en sus creencias y del mantenimiento de su fe en el santo (signo por otra parte inequívoco de presuntas santidades, por cierto; quien no duda, no existe de verdad), es un film ignominioso no para el personaje tal cual pero sí para su Obra literaria y, por tanto, para la Cultura española con mayúsculas. Es San Juan de la Cruz un poeta pluscuamperfecto con poemas estremecedores y dónde le concepto de mística alcanza cotas de absoluta tangibilidad. Se hace un empleo de todo esto estúpido y bochornoso, pues pretender claustrofobizar al monje y poner en tela de juicio a la Iglesia y sus métodos para con sus propios militantes me parece no solo interesante sino que estoy de acuerdo con ello: pero claustrofobizar al espectador con semejante falta de consideración a la ingente y maravillosa obra del personaje es intolerable. Más vale olvidarse de semejante engendro cuanto antes y en base a él no demonizar a Saura, pues éste atravesaba, por lo visto, por una etapa muy desafortunada cuanto más ambiciosa. Corramos, pues, un tupido velo con el que tapara a fray Juan de la Cruz y admiremos hasta la extenuación su fabulosa poesía.

Mala. Por momentos más parece un mamarracho grotesco que un santo mártir de las nuestras letras. Se lo toma por el lado de la caricatura y el delirio, el dolor y el extremo, su parte humana queda relegada en favor de un estrambote torturado y torturante. Sus captores son igualmente adefesios o fantoches iluminados, abominables odiosos, y la creación literaria es mostrada a través de espasmos compulsivos frenéticos en medio del tormento y el espanto. Es una visión del personaje exaltadamente tópica y prejuiciosa y romántica, no hay acercamiento real a la persona ni profundización interesante en ningún aspecto, ni como figura histórica o literaria tampoco, es un lugar común superficial y tremendo, mucho más cerca del exorcista de Friedkin (hasta incluso del protegido/elegido de Shyamalan si me apuras) que de la poesía mística renacentista.
Lo mejor o más bueno es su ascetismo, Bach, el final tan seco austero real simbólico. Pero ni Juan Diego está bien, no lo entendió o no se lo hizo entender Saura, se pasa de frenada, convierte/representa al santo como a un majadero sufriente solamente. Lo peor son la groseras obvias bastas alusiones sexuales.