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Dos hombres en Manhattan

Intriga. Thriller. Drama Un diplomático francés que trabaja en la sede de la ONU en Nueva York desaparece inexplicablemente. Con el fin de hallar alguna pista sobre su paradero o sobre las misteriosas razones que pudieron obligarlo a abandonar la ciudad, los periodistas franceses Moreau (Jean-Pierre Melville) y Delmas (Pierre Grasset) se trasladan a Nueva York. (FILMAFFINITY)
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Críticas 10
Críticas ordenadas por utilidad
28 de noviembre de 2010
13 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
284/17/21/11/10) Notable film galo del polifacético Jean-Pierre Melville, una de cine negro, para los gabachos polar, su cuarto largometraje, que también escribe, produce y protagoniza, es un sólido trabajo que se nos cuenta al frenético ritmo de jazz, en lo que es una feroz crítica al mundo del periodismo, a la vez un soberbio homenaje a la vitalista y luminosa Manhattan. El argumento sucede durante el corto espacio de tiempo de una noche en Manhattan, el delegado francés en la ONU, Fèvre-Berthier, no comparece a una votación, ha desaparecido y un periodista, Moreau (excelente Jean-Pierre Melville), se pone en una enérgica búsqueda por ser el primero saber y publicar que le ha ocurrido, lo hace con la ayuda de un buscavidas fotógrafo, Pierre Delmas (notable Pierre Grasset), se produce entonces un descenso a multitud de locales nocturnos neoyorkinos en los que vamos desbrozando la personalidad de los dos periodistas, y de lo carroñero que puede llegar a ser esta profesión en donde la línea es difusa entre la información y el amarillismo. La puesta en escena es un colosal tributo a la música de la noche por antonomasia, el jazz, a golpe de jazz nos paseamos por Nueva York, en el cual la fotografía de Nicolas Hayer (‘El confidente’) es uno de sus mejores pilares erigiéndose en un gran transmisor de sentimientos. Recomendable a los que gusten de notable cine negro con mensaje. Fuerza y honor!!!
TOM REGAN
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3 de marzo de 2020
10 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Éste diálogo suelta el propio Melville, interpretando a un periodista, en el minuto 31', ilustra con precisión lo que es esta historia. De los 13 filmes que rodó, éste hace el numero 5. Y es el único en el que no sólo interviene, si no se concede el papel principal. Muy aconsejable ver en 'vos', pues continuamente van simultaneando Francés e Inglés en los diálogos.
La secuencia del estudio de grabación, " Capitol Records", de una elegancia y buen gusto impecables. Ya había encontrado su estilo aquí. Y para mí en el anterior, también. " Bob el jugador ".
La foto de los pechos sacada con pillería por su compañero de fatigas en el filme, auna gran plasticidad con sensualidad. Así como la secuencia del camerino. Desde luego el director de fotografía, Nicolas Hayer, realiza un trabajo Cum Laude. Tanto en interiores, como mostrando la noche Neoyorquina. Estas en el centro del huracán de la ciudad, eso pocas veces se tiene la extrema habilidad de conseguirse. Pocas películas habrán retratado la noche de la gran manzana como esta. Esas atmósferas jazzísticas. Hasta la historia parece un pretexto para ello.
El argumento es muy sencillo, no así el dilema moral que plantea:
Contar la verdad, o contar una media verdad o mentira manipulada, para salvar la reputación de un alto mandatario de la O.N.U. La paradoja, la verdad mancha el honor, La mentira lo salva.
Creo que infravalorada cinta de Melville. Mucho más notable de lo que en apariencia parece. Y es, ese otro tema que toca, el mundo de las apariencias. Del quedar bien. Lo hace con tal sencillez de recursos, que creo es uno de los motivos de su incomprensión. Cuándo para mí es precisamente otro de sus logros, la ausencia de pretenciosidad y cómo plantea la línea argumental sin rebuscamiento ninguno.
Para mí, un filme a valorar en su medida. Tampoco es sublime, pero sí tiene mucha más calidad, de la que suele otorgársele por parte de la crítica especializada.
Sigue un poco en Spoiler.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Zappianin
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23 de noviembre de 2014
10 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando Melville realizó esta película ya había iniciado su particular camino hacia el “noir”, género que habría de convertirse en su predilecto, y del que fue, sin duda, indiscutible maestro. En su anterior película, “Bob el jugador”, ya había comenzado a pulsar los ambientes y personajes (turbios los unos, ambiguos y trágicos los otros) que serían característicos de su cine, aunque mostrando todavía ciertos titubeos, propios de quien comienza a orientarse y aún no tiene del todo claro cómo continuar su marcha. En esa transición hacia una narrativa cinematográfica definida se inscribe el presente filme, que adolece en parte de esa condición de “ensayo”.

Y es que en el desarrollo de esta historia, ambientada en una Nueva York nocturna, fugazmente iluminada por las luces de neón y las que despiden los diversos garitos, fallan bastantes cosas. La película comienza casi como un thriller de espionaje, en el que un alto representante de la ONU ha desaparecido y un par de periodistas se encargan de buscarlo, pero precisamente en el desarrollo de sus pesquisas, el filme deriva hacia otros temas, sin llegar nunca a definirse por completo; a ratos parece que la historia quiere derivar hacia cierto documentalismo de la vida nocturna y “canalla” de Manhattan, pero tampoco acaba por decantarse por esa vía. Después, los pocos escrúpulos que muestran los periodistas para cumplir su objetivo, apuntan una reflexión crítica acerca del mundo de la prensa, más certeramente encarnada en el personaje de Delmas que en el de Moreau (interpretado discretamente por el propio Melville), pero en todo caso, alejada en sutileza e interés respecto de los modelos norteamericanos que trata de emular. A todo ello cabe añadir el escaso suspense de la historia y la ausencia de tragedia, elemento básico, absolutamente central, en todas las grandes películas de Melville.

Formalmente la película padece cierta “fascinación neoyorquina”, al punto de que gran parte de los recorridos de los protagonistas parecen no tener otro objetivo que mostrar las luces nocturnas, con sus bellos pero muy repetitivos efectos (todas las panorámicas aéreas de la ciudad), que en este caso no aportan demasiado a la historia (por cierto, casi al principio hay unas secuencias navideñas rodadas en el Rockefeller Center que Garci repetiría años después en “El Crack”). No obstante, cuando las tomas se realizan a pie de calle sí se consigue cierto aire documental, dotando así de mayor frescura e inmediatez a las imágenes; lástima que los interiores resulten bastante anodinos y poco cuidados, circunstancia que pudo deberse, en parte, al hecho de que fueron rodados en estudio, ya en Francia. También el uso de la música es un tanto tópico, recurriéndose al clásico Jazz en las panorámicas aéreas y en alguna secuencia concreta, sin que aporte nada en el campo dramático.

De todo lo dicho podría deducirse que la película no me ha gustado, pero no es así; la he visto entretenido y hasta con cierto agrado, incluso cuando sus imágenes me remitían a otras películas anteriores más originales o a otras posteriores mejor acabadas. Es una obra de transición, en la que el realizador no parece muy convencido de lo que hace, pero en ningún caso me parece una mala película. Podemos considerarla, como dije antes, una suerte de ensayo, y en ese sentido sin duda sirvió para que Melville definiera mejor su futuro cinematográfico, como ocurre a partir de “Le Doulos” (“El Confidente”), y sobre todo en el espléndido tríptico que componen “Le Samourai” (“El silencio de un hombre”), “El ejército de las sombras” y “Círculo Rojo”.
Quatermain80
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10 de octubre de 2021
9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Dos hombres en Manhattan" es una de las películas menos apreciadas de Jean-Pierre Melville y no es difícil entender por qué. Completamente inmerso en sus referencias del noir estadounidense, ésta es una obra que se siente derivativa, que no arriesga, no se sale de la línea ni busca un estilo propio. Por esto mismo cuesta imaginar a alguien eligiendo ésta de entre todas las demás como su favorita del autor.

Y sin embargo, funciona y lo hace muy bien. Ya desde la estética nocturna y jazzística que se imprime a la obra, convencional pero siempre eficaz, la atmósfera atrapa con facilidad. Los estupendos encuadres y la obsesión de Melville con el Manhattan urbano, su noche y sus luces de neón, hacen de ésta una cinta que disfruta perdiéndose en sus lugares y sus planos, de una forma genuinamente sincera. Porque tal vez narrativamente sea una copia de copias, pero no es en modo alguno una película impersonal y el director se encarga de dejarlo bien claro.

Todo esto no quiere decir que su desarrollo argumental sea malo en absoluto. En el peor de sus momentos es funcional, en la gran mayoría de ellos es una entretenidísima pieza de suspense, aderezada con buenos giros de guión y personajes con claroscuros y poco fiables. La trama retrata la investigación sobre el paradero de un delegado de la ONU, a través de las pistas que dan tres mujeres relacionadas con él. De este modo, el discreto —también en lo personal— detective Moreau y el desinhibido y aprovechado fotógrafo Delmas forman una curiosa pareja en busca de la verdad.

Moreau y Delmas se soportan y se aceptan, pero sus filosofías de vida son radicalmente distintas. Melville presenta a ambos con una dinámica que genera tensión por sí sola, pues a pesar de que son útiles el uno para el otro, no están ni remotamente motivados por la misma razón. Sin embargo, la película conduce a observar a los dos, dentro de sus diferencias, como un equipo eficaz que se complementa. Pero deja un resquicio para la duda que acabará cristalizando cuando las intenciones de Delmas choquen con la rígida moral y el servilismo de su compañero.

El tema principal es la ética periodística. No ya en cuestión de publicar la verdad a cualquier precio, pues Delmas no es ningún idealista, sino en manipular para vender el titular sin ningún escrúpulo, sin importar lo escabroso, dañino o irrespetuoso. El guión no es en absoluto benevolente con sus ideas, y la película puede verse claramente como una crítica fuerte al periodismo sensacionalista, pero el personaje de Moreau, a su modo, tampoco es un modelo a seguir: chocando con su sensatez moralista está el hecho de que recurriese a Delmas en primer lugar, y también hasta qué punto está dispuesto a aceptar sus métodos, llegando al extremo de torturar psicológicamente a una mujer suicida para obtener información.

Con todo, la historia que plantea "Dos hombres en Manhattan" y su línea a seguir no resultan especialmente novedosas, y sí que es cierto que sus personajes representan arquetipos rígidos dentro del debate moral que se plantea. Debate que, sí, está planteado con audacia y resuelto con pura elegancia clásica, pero que tal vez se quede corto en cuanto a capacidad de sugestión e inmersión. En general uno puede entender, sumado a que las interpretaciones no son excelentes —Melville es algo limitado como actor y las mujeres que se encuentran no lucen demasiadas cualidades interpretativas— que la película no dé para más, pero aún así tiene mucho encanto. En gran parte esto se debe a la cinematografía y la banda sonora, que trasladan esa visión puramente romántica, influida por los grandes títulos del cine negro de Hollywood, al distrito de Manhattan. Algo por lo que ya merece bien la pena perderse en esta cinta tan frecuentemente denostada dentro de la filmografía de su autor.


Texto escrito para Cine Maldito.
Ghibliano
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25 de marzo de 2022
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Como siempre Melville hace un cine sin concesiones. Directo, al grano. También sin medida, sin límites, sin dejarse nada. Es un director imprescindible, al manos para las nuevas generaciones y para la Televisión, los telefilm y las series.
Un trabajo impecable de guión, una música que acompaña sin inmiscuirse demasiado, y un trabajo de dirección artística total hace de la obra una película muy recomendable. Vives, literalmente, la noche de Nueva York, sus calles, su bruma, su alcohol, su angustia de vivir.
Los periodistas son el propio Melville, también autor del guión, y Pierre Grasset. Ambos espléndidos.
Un blanco y negro precioso, que, pasados 60 años sigue siendo nítido y claro. Le falta ese punto de madurez y sosiego de otras cintas suyas, sobre todo las últimas, pero es una muy buena película.
Me ha encantado, en realidad todo los del Melville me parece brillante. No sé dónde hubiera podido llegar, pues murió joven y en plena fuente de creatividad.
ÁAD
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