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Hipócrates: El valor de una promesa

Drama En un hospital de París, un joven se convierte en médico residente del ala gestionada por su padre. Le espera un arduo camino. (FILMAFFINITY)
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Críticas 21
Críticas ordenadas por utilidad
14 de julio de 2015
30 de 34 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un escenario casi único: un hospital. Unos protagonistas divididos en dos bandos: médicos y enfermos. Una historia que se ramifica hasta completar un cuadro bastante certero de lo que significa ser médico en el trastabillado mundo actual donde los hospitales – aunque sean públicos – deben tener una racionalidad y viabilidad económica que en algunos casos parece en abierta contradicción con sus fines. Unos conflictos argumentales que no por previsibles y hasta casi prototípicos, dejan de interesar, inquietar, preocupar y hacer pensar al espectador.

Aquí no es una ideología la que toma la palabra, sino que a través del hilo conductor de un par de jóvenes médicos residentes en prácticas asistimos al afanoso devenir en el quehacer de la profesión médica, con sus luces y sus sombras, con sus limitaciones y sus grandezas, con sus dudas éticas de calado y su generoso acompañamiento humano. En primera instancia, es la historia de un aprendizaje: centrado en la profesión médica pero también a la realidad de la vida, lejos de idealismos trasnochados, muy a ras de tierra. La pasión, la entrega y la fuerza de voluntad muchas veces deben suplir la carencia de medios. Y no siempre con éxito.

También abre un debate que trasciende la medicina: que sobre la mentira no se puede construir una sociedad sana o firme, ni una personalidad autosuficiente y segura. Pero todo ello sin estridencias, sin salidas de tono, sin esquivar los claroscuros pero sin recrearse sólo en los ocres o los grises. Sabemos que la sanidad está malherida, pero los profesionales sacan fuerza de flaquezas para remediar la a veces nefasta situación. De buenos propósitos están los cementerios llenos, pero también de personas que han salvado su vida por la entrega profesional de algunos conciudadanos diligentes. Eso que algunos llaman vocación, como si bastara por sí sola para salir siempre adelante.

La cinta transmite verdad, cercanía y contagiosa verosimilitud. Parece más un testimonio que no una ficción, y que funciona como radiografía certera de unas vivencias cotidianas llenas de fuerza – aunque algo dulcificadas o con cierta idealización simplificadora, no exenta de un optimismo vital que no siempre casa bien con la burocracia imperante. Consigue lo que se propone, abre preguntas, denuncia situaciones y no se contenta con ofrecer soluciones tópicas de baratillo. Recomendable (aunque uno no desearía ser atendido en aquel hospital, por si acaso).
antonalva
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2 de diciembre de 2017
24 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hipócrates, es una sencilla pero interesante y realista película, que nos cuenta el trabajo cotidiano en un Hospital Público francés, la relación entre médicos, el trato con los pacientes, así como las problemáticas entre los distintos Departamentos del mismo, unas situaciones que no deben diferir demasiado con las de la sanidad en otros países. En ese día a día nos demuestra las muchas limitaciones con las que se encuentran y deben trabajar sus profesionales, situaciones que pueden acarrear errores de diagnóstico, y donde es fácil ver las ayudas entre compañeros, aunque pocos son los que libremente se atreven a encubrir a otros en situaciones muy comprometidas.

El director Thomas Lilti, conocedor del tema por procedencia médica, nos demuestra que para realizar una cinta interesante no es necesario de grandes actores, ni de grandes escenarios, como hemos podido ver en series y películas americanas, con un buen guión y buenos actores, también es posible hacer una interesante película.
La historia central nos viene a relatar los inicios de un joven médico (Vincent Lacoste) en sus primeras prácticas en un Hospital Público cuyo director (Jacques Gamblin) es su padre. Muy pronto necesitará ayuda de alguien más experimentado y la encontrará en Abdel (excelente Reda Kateb) un médico argelino interno en el mismo hospital, y que necesita obtener una buena cualificación para poder conseguir un puesto mejor cualificado dentro de la sanidad francesa, a partir de aquí surgirá el conflicto.

Reda Kateb, fue premiado con un Cesar de la Academia francesa, por su trabajo en éste film. Una interesante película digna de ser visionada, más por las situaciones que nos presenta, que por las lecciones que nos quiere mostrar.
Vfoul
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29 de abril de 2015
29 de 37 usuarios han encontrado esta crítica útil
Gran película del Director Thomas Litti. En mi opinión, una película puede merecer este calificativo por tres razones, que no son excluyentes: Por su factura, por las emociones que despierta y por la oportunidad del grito que lance.

En este caso, sin desmerecer las otras dos razones, el grito que lanza es de una rabiosa actualidad aquí y ahora: "No os dejéis arrebatar la Sanidad, pues os va en ello la vida".

Cuando era un niño me sorprendió saber que unos aldeanos de edad avanzada, a los que trataba, tenían unos millones de pesetas en el banco. "¿Para qué los quieren, si viven tan humildemente?", pregunté. "Por si se ponen enfermos". Aquel no era un caso aislado, los que podían ahorraban cantidades muy significativas de dinero para poder afrontar con ciertas garantías una posible e indeseable enfermedad. Uno de los éxitos indiscutibles que han tenido los españoles en su reciente Historia es haber puesto en pie un Sistema de Sanidad, admirado —y hasta envidiado— por la inmensa mayoría del mundo. Del ahorro forzado para atender los vaivenes de la salud a la Sanidad universal, rayana en la excelencia, en pocos años y hasta hace muy pocos años.

Recuerdo un debate en la campaña a las elecciones para Presidente de EE.UU. del 2000 entre Bush hijo y Al Gore. En lo que se refería a la Sanidad, su rivalidad consistía en quién ofrecería menor interés en los créditos concedidos para que los estadounidenses pudiesen disponer de un Seguro Médico. Obama ha contado recurrentemente que su madre, enferma de cáncer, se pasó los últimos años de vida litigando con su aseguradora médica porque ésta no quería cubrir parte de los tratamientos que necesitaba.
En prestaciones sanitarias, indiscriminadas y generalizadas, hemos estado, y todavía estamos, muy por encima del país más rico y poderoso del universo.

En esta película se explica muy bien cómo operan los recortes en Sanidad. En principio, se supone que hay que poner orden en los hospitales porque tienden al derroche. Se encarga de ello a un avezado administrador, que sea un virtuoso en el manejo de las cifras —no digo ya nada si se opta simple y llanamente por privatizar—. Se empieza a recortar en cuestiones prescindibles, y los servicios no se resienten. Pero se sigue... y se sigue... hasta que falta un aparato médico que no se ha podido arreglar, no se puede administrar un tratamiento, por inviabilidad presupuestaria, o un médico o una enfermera no están finos en una decisión, por saturación de trabajo; y se produce la tragedia.

Uno de los méritos de la película, achacable, sobre todo, a las estupendas interpretaciones de Vicent Lacoste y Reba Kateb —por cierto, con un gran parecido físico a Pablo Iglesias, por lo que se podría recurrir a él para interpretarle en el cine, si la cosa llega a ese punto—, pero también, en papeles menores, a las del consagrado Jacques Gamblin y de la bellísima, y siempre inquietante, Marianne Denicourt, es su fisicidad, su corporeidad, su afán en hacernos palpar la realidad. Uno forma parte de las escenas en que los protagonistas cumplen con sus rutinas diarias, participan en celebraciones o se debaten en un dilema moral. Estamos en la esquina en penumbra de esa Sala de Juntas, detrás de la cabecera de esa cama donde descansa el paciente, en esa silla alejada de la mesa de despacho del Jefe de Servicio, cuando se toman decisiones trascendentales...
A destacar la secuencia, casi al final, en que los médicos residentes dan réplica a la Dirección. Es increíble hasta que punto se logra la catarsis y el espectador se siente solidario con ellos.

No lo he dicho de ninguna otra película antes, pero ésta se lo merece: Debiera ser declarada de interés general y de higiene mental pública.
Martes Carnaval
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16 de junio de 2015
12 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
No se mucho de cine, pero he de decir, que lo que me ha cautivado de este film ha sido su realismo. Vivo en Francia y trabajo en un hospital. Y todo, repito, TODO lo que se muestra en la película lo he podido ver y vivir en mis años aquí (excepto la habitación de guardia, nunca la he visto tan destartalada); desde los diminutos apartamentos para médicos e internos, a los repartos de las guardias, o los peregrinajes de los pacientes. En cambio no sé si podría sentirse la misma identificación con el sistema sanitario español.
Mérito el del director por hacer una película de los sinsabores de la rutina diaria.
lola
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2 de junio de 2015
13 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Estamos acostumbrados a ver diversas producciones de ficción (especialmente series de televisión, y cine en considerable menor cantidad) en la que la trama se desarrolla entre los muros de un hospital, pero en la mayoría de los casos, éste sirve para poco más de un marco donde se desarrollan romances enrevesados y rocambolescos dignos de una telenovela, o integrantes tramas policíacas que parecen sacadas de un thriller de serie b; en lugar de retratar de forma mínimamente fidedigna el día a día dentro de una de estas instituciones. Pero, Thomas Lilti, médico pasado a director de cine, nos muestra un relato mucho más humano, y menos idealizado de la vida cotidiana dentro de un hospital; pero esto no quiere decir que el médico de turno nunca se comporte de forma heroica, si no el hecho de renunciar a tratarlo con grandilocuencia.

La trama central de la obra, y en donde se aprecian la mayoría de los puntos de fuertes de la misma, se encuentra en la relación entre dos médicos residentes, muy distintos entre sí; pero, a lo mejor, menos de lo que parece a simple vista. Por un lado tenemos a Benjamín (Vincent Lacoste), que se metió a médico por inercia, porque al serlo su padre a él le parecía lo más natural seguir sus pasos. Que su primera experiencia dentro de un hospital sea, precisamente, en el que su progenitor dirige, no será un hecho meramente anecdótico. Por otro lado, tenemos a Abdel (Reda Kateb), un médico argelino, cuyo dedicación plena y sacrificio, junto a la fidelidad ciega en sus principios y en lo que cree justo le costara más de una enemistad.

La narración irá avanzando según la evolución de ambos médicos, tanto internamente, como entre ellos, con sus pacientes o el resto de sus compañeros de profesión. Y aquí es donde la obra obtiene fuertes connotaciones de crítica social, especialmente contra la privatización de la salud, donde está se convierte en una mercancía más que se compra y se vende con el único objetivo de generar suculentos beneficios; si ello se hace con la reducción de materiales médicos o de personal, con las consecuencias que esto pueda traer, es completamente irrelevante. Donde los pacientes se ven como clientes, y al mismo tiempo como un gasto; el cual recibe el tratamiento, no según sus necesidades para curarles o ahorrarles sufrimiento, sino cual será el más rentable para el hospital.

Visualmente la obra no aporta nada realmente novedoso ni destacable, aunque el tono realista de la misma aporta fuerza a la apuesta realizada de contar la historia de forma realista y humana. La relevancia y vigencia de los temas tratados hace de su visión algo casi obligatorio; no tanto por sus cualidades puramente cinematográficas, que las tiene. Si no como muestra de los peligros de la despiadada y descontrolada privatización de algo tan fundamental como la sanidad. Aunque el final, pueda pecar de ingenuo, los compases antecesores del mismo muestra de forma acertada como el sistema se defiende ante los ataques recibidos; y todo aquel que se resista solo puede ser aplastado... ¿o no?
Time Bandit
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