Haz click aquí para copiar la URL

Hipócrates: El valor de una promesa

Drama En un hospital de París, un joven se convierte en médico residente del ala gestionada por su padre. Le espera un arduo camino. (FILMAFFINITY)
<< 1 2 3 4 5 >>
Críticas 21
Críticas ordenadas por utilidad
14 de mayo de 2015
5 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con cierto tono de comedia e ironía comprobamos como el nuevo médico residente de uno de los principales hospitales de París recibe su habitualmente pulcra vestimenta laboral, fiel reflejo de limpieza y sinceridad del honorable doctor. Gran momento para el recién llegado. Sin embargo, cuando Benjamin recibe una bata profanada con ‘manchas limpias’, percibe la realidad de un sistema sanitario –el francés aunque lo mismo valdría para el español– atacado por los recortes (en el sistema sanitarios entiendo que a golpe de bisturí) y en muy precaria situación. Una situación que refleja el choque entre las ganas y esperanza de quien se quiere comer el mundo con la agonía de quien sufre el tener que desempeñar una labor tan importante en condiciones tan ignominiosas (exceso de horas, falta de material…). Una escena que habla por sí sola de la precaria situación en la que se encuentra éste y muchos otros hospitales en Francia y tantos otros países. Una mirada, la de Thomas Lilti, cocinero antes que fraile y que sabe de lo que habla.

‘Hipócrates’ es uno de los estrenos de la semana y, como viene siendo habitual, viene del país vecino: Francia. La película supone el debut en la dirección de Thomas Lilti (a través de un guion en el que también ha colaborado), médico de profesión que siempre soñó con mostrar en pantalla sus experiencias como doctor y que, además de presentarse en sección oficial en Gijón, tiene el gran mérito de obtener 7 nominaciones a los César (2014) y el premio al mejor actor secundario para Reda Kateb.

El film narra la historia de Benjamin (Vincent Lacoste), un joven recién salido de la facultad que llega de médico residente al mismo hospital donde su padre es un veterano y renombrado doctor además de alto cargo del mismo. La ilusión del novato pronto chocará con el hastío de los compañeros residentes así como la excesiva responsabilidad que recae tan prontamente en sus manos. En el desarrollo de la historia conoceremos también a Abdel (un notable Reda Kateb), un experimentado médico extranjero, quién padece la misma problemática que el novato Benjamin. La historia tiene un tono más dramático que cómico, aunque es cierto que tenga algunas situaciones que inviten a la sonrisa, y refleja las situaciones –algunas exageradas– que se viven a diario en los centros hospitalarios de países desarrollados en época de crisis económica, donde la praxis y la ética de los médicos pueden tener muchas aristas e interpretaciones y donde sus errores pueden tener unas graves consecuencias. El reparto los completan Félix Moati, Jacques Gamblin, Marianne Denicourt y Carole Franck.

Lo interesante de ‘Hipócrates’ radica en que no muestra una descarnada crítica moralista y que se aleja de situaciones épicas (curioso el guiño a la serie ‘House’) a las que da un guantazo en toda la cara, sino que está auspiciada bajo una cúpula de realismo que, aunque tiene algún bajón, interesa lo suficiente como para recomendar su visionado. Quedarán en nuestra memoria Interesantes diálogos y discusiones sobre el juramento hipocrático, las vacaciones, la religión o la vida interina.

Lo mejor: El guion y Reda Kateb.
Lo peor: Que se vista de comedia.

Valoración:
Banda sonora: 6
Fotografía: 6
Interpretación: 7
Dirección: 7
Guion: 6,5
Satisfacción: 6
NOTA FINAL: 6,4

@hilodeseda - www.habladecine.com
Hilodeseda
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
7 de julio de 2016
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Imprescindible porque se carga absolutamente todo tipo de falsa vocación médica. Sirve para anular endiosamientos y para decepcionar a falsos idealistas con complejo de héroes, ridiculiza a los posturitas de bata impoluta, critica con saña los proteccionismos, los amiguismos y las jerarquías socioprofesionales y desengaña a los económicamente ambiciosos. Obliga a desconfiar de todo eso que pelis médicas más mainstream enseñan a idolatrar, y a admirar cualidades como la humanidad, o simplemente la amabilidad, que a menudo quedan en un segundo plano. Imprescindible también porque a cambio del proceso desmaquillante te da razones mucho más contundentes, duraderas y sencillas para afianzar el amor por la profesión. Y hablo por mí, pero estoy segura de que en TODOS y cada uno de los casos conduce a una dura autocrítica, ejercicio que cualquier médico tendría que repetir tan a menudo como revisar la literatura médica.
Ardid
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
26 de noviembre de 2014
5 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Apasionante por momentos, muy bien interpretada, excelentemente narrada y dirigida película francesa que debería estar entre el palmarés de FICXixón 52, ya que el resto de las películas a competición ha circulado a mucho menos nivel que la más que notable "Hippocrate". Las dudas entre la praxis médica, la ética, lo que está o bien humanamente posible, el derecho a una muerte digna....son muchos de los temas que refleja esta película. Quizá su final, autocomplaciente, resbale un poco con el resto de la historia pero, es tan digno su desarrollo, que todo se le perdona y queda de ella un mensaje con múltiples interpretaciones. Toda una sorpresa.
enyel
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
25 de agosto de 2015
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Quién no quere llegar a ser George Clooney en E.R. -emergency room-?, ¿ese atractivo, sufridor, incomprendio y entregado Dr. Ross?, ¿o el carismático Dr. House y encontrar la cura de esa patología, extraña e insondable, que dejará a todos pasmados?, ¡protagonizar ese momento inolvidable de ser el héroe de una noche de urgencias y salvar al moribundo herido!, dictar firmes y seguras ordenes, demostrar tu valía, obtener el respeto de la profesión, admiración de los colegas y ¡el amor de la chica!
Sólo que se te olvidan las dificultades del proceso, el bajo presupuesto, la falta de medios, la ausencia de sueño, el agotador cansancio y las consecuencias catastróficas de todo ello, esa juventud protagonista, intacto divino tesoro, quienes, osados en su camino, son ignorantes de los baches del mismo, quienes, impetuosos en su conocimiento, son frágiles en creer que lo saben todo, debilidad que se convierte en lucha de grupo y fuerza tenaz de elección correcta, donde eliges medicina interna por el trato con el paciente, por la relación personal y de seguimiento que se establece.
Internos a la búsqueda de la coronación en su doctorado, esa alcanzada consciencia de ser médico, ¡por fin, doctor!, orgullo y responsabilidad de lo elegido al tiempo que encarar ese doloroso y atroz debate, que tarde o temprano se abre, entre el interés del hospital/del propio médico o del paciente, no siempre unidos ni en la misma estela, una sobre explotación en todos los sentidos donde el beneficio de unos no siempre conlleva el del otro, números, fondos, costes, ganancias y ajustarlos como se pueda, en ocasiones supervisores de rentabilidad más que responsables de vidas humanas, una ejercicio sereno, adecuado, honesto y veraz de la rutina que encierra la profesión médica y los incómodos, tristes e injustos entresijos que dentro de ella se llevan a cabo.
"Ser médico no es un trabajo..., es una especie de ¡maldición!", pues supone sentida implicación, participación en vidas ajenas, preocupación no siempre compensada, intervención no siempre meritoria e inevitable frustración muchas veces llena de tensión y rabia, tantas alegrías como penas, celebraciones como desvelos, no permanecer ecuánime pues, en caso contrario, o te has equivocado de trabajo, o estás tan quemado que necesitas un descanso.
Drama reflexivo -olvídate de hallar atisbo de comedia que provoque risa- que expone entrañas, vergüenzas y alabanzas de la sanidad y de todos sus hilos adyacentes encarándose, en su recta final, más por la figura intocable de Hipócrates -de quien toma nombre para su título- y la dignidad honorable que supone su juramento, que por acabar de mancharse y entrar de fondo en la suciedad que expone, interesante de manera moderada, asoma cabeza de protesta y reivindicación válida pero no acaba de presentar tinte colérico en todo su cuerpo, sólo mechas superfluas de una tragedia, más viva e intensa, que nunca se desarrolla ni extiende.
Thomas Lilti expone los problemas rutinarios de un hospital que todos, alguna vez, hemos oído en el telediario o sufrido en propias carnes, y lo hace con eficacia envolvente y claridad de posturas, aunque sin incidir en exceso en la herida provocada, comodidad visual para relatar lo conocido e intuido, con destreza y habilidad, pero sin superar la barrera de la aprobación de conjunto pues se busca, en el fondo, la complacencia, el disfrute de un acople donde el abuso se castiga y la rectitud y moralidad se aplaude y remunera, armónicos ingredientes acostumbrados a ser vistos en cualquier episodio de serie hospitalaria que venga a la cabeza del usuario, donde la llegada de esa inocenta esperanza, de grandeza intacta, que el novato lleva en su esencia, tropieza con la crueldad y error de un día a día diferente de lo esperado.
De enorme éxito en Francia, país de origen, la devoción de su público galo no garantiza la taquilla fuera de sus tierras, es una competente y meritoria muestra de la santísima trinidad hospital-trabajadores-enfermos, pocas veces tan santa como debiera, aunque es reservada en su apuñalamiento a los mandamases y al tinglado burocrático que se esconde detrás, en despachos, lejos de las camas, y que oculta y apoya a conveniencia.
Duración apropiada para lo que oferta, cubre con esmero su tiempo logrando una meditación media sobre su exposición y decantada actitud, vale para coprometer al público en su visionado pero sus consecuencias meditativas no se alargan más en el espacio; para los conocedores del terreno que pisa, insuficiente y pobre, para el resto, logrado entretenimiento que ni supura, ni arde, ni necesita volver al mismo para revisión de lo sucedido.
"Juro por Apolo médico, por Esculapio, Higias y Panacea, por todos los dioses y todas las diosas..., cumplir fielmente este juramento y compromiso:...Si el juramento cumpliere íntegro, viva yo feliz y recoja los frutos de mi arte, y sea honrado por todos los hombres y por la más remota posteridad; pero si soy transgresor y perjuro, avéngame lo contrario"
¡Despertar de la ingenuidad nunca fue fácil!

lulupalomitasrojas.blogspot.com.es
lourdes lulu lou
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
17 de enero de 2016
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una película francesa que pretende acercarse al día a día de los internos y sus experiencias, tanto laborales como personales, en el mundo hospitalario. Así dicho, puede parece una especie de casi documental o de drama televisivo, en plan Urgencias o Doctor Hourse. Y es ahí donde la película crece, puesto que se aleja de tópicos y de referentes más o menos explícitos y se hace grande, abordando la perspectiva de un médico hijo de médicos, francés, de clase social asentada, y la de un médico que si bien lo es, debe ejercer de interno para lograr un puesto, porque su procedencia (Argelia) así se lo demanda. Todo esto, aderezado del momento actual en la sanidad pública europea, con los recortes de fondos, la búsqueda de la rentabilidad que sobrevuela cualquier actuación, nos presenta una película con poso, con mensaje. Buen cine, otro tanto para La France.
melchorin
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
<< 1 2 3 4 5 >>
Cancelar
Limpiar
Aplicar
  • Filters & Sorts
    You can change filter options and sorts from here
    arrow