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El abanico de Lady Windermere

Comedia. Drama La señora Erlynne, mujer de dudosa reputación, regresa a Londres y manda llamar a Lord Windermere. Le revela que es la madre de su esposa, a quien ésta cree muerta, y exige dinero por su silencio. También solicita una invitación a la fiesta de cumpleaños de Lady Windermere, pero ésta se niega. La señora Erlynne toma la carta de rechazo por la invitación y se presenta en la fiesta, desatando los celos de Lady Windermere. (FILMAFFINITY)
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Críticas 10
Críticas ordenadas por utilidad
30 de septiembre de 2008
15 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lubistch es un director cuya categoría cinematográfica está fuera de discusión, sin contar, evidentemente, con aquellos que se complacen en reventarlo todo, solo por el hecho de ser incapaces de comprender ni valorar nada. Digo esto por alguna crítica sin sentido que acabo de leer acerca de su película El abanico de Lady Windermere.

Decir que Lubitsch, en su etapa USA, se vende a los americanos, quienes le dan la fórmula del éxito es manifestar la basta (a propósito con b) cultura de que se dispone. En todo caso la fórmula del éxito se debe a la obra literaria de un escrito irlandés universalmente conocido como fue Oscar Wilde, quien en esta comedia satirizaba la hipócrita moralidad de la sociedad victoriana.

O sea, que va a ser que no. Que los americanos no le vendieron nada a Lubitsch sino al contrario. Este les vendió la vasta (a propósito con v) cultura europea.

Con ello no estoy diciendo que sea la mejor obra de Lubitsch, ni que tenga su famoso toque. Nada de eso. Ahora bien, el director berlinés introduce esos elementos diferenciales y esas pinceladas de humor que poco a poco le van haciendo reconocible para los espectadores. Quienes hayan visto, Las hijas del cervecero (etapa alemana) y especialmente Los peligros del Flirt (etapa americana) comprenderán lo que quiero decir. La escena del hipódromo con sus “visones y cotorras” y sus anteojos está francamente bien conseguida. Lo mismo que los “engaños” en las que no se muestra a alguno de los engañadores. O la diferencia entre las delicadezas de una primera visita a la dama a a quien se desea cortejar y las posteriores visitas habituales.

Es Lubitsch. No hay duda...

¿Y el toque?: Se está gestando...
FATHER CAPRIO
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20 de agosto de 2010
12 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Llevar al mudo una obra del Profesor de estética es complicado. Nos vemos privados de los diálogos en los que participan Graham y Dumby, por ejemplo, que son santo y seña del estilo cínico y frívolo del dramaturgo.

En todo caso, hay paralelismos entre los mundos de Oscar Wilde y Ernesto (doble sentido y sugerencia rijosa). Y pese a las diferencias evidentes entre ambos formatos (cine y literatura), sí creo que existen momentos en los que la imagen recoge la esencia de la palabra con la misma intención y resultado incisivo e irónico (la pluralidad de perspectivas de los binoculares-espías es un gag que encuentra resonancia directa en la aviesa intención de frases de la obra teatral).

La cinta incorpora alguna variedad espacial de escenarios inexistentes en la obra original (el hipódromo) para darle vivacidad cinematográfica a la configuración de la trama, y simplifica el hueso de la retranca wilderiana dialogada –como es lógico- simplificando la estructura y cambiando definitivamente de ubicación la revelación del nexo entre las dos protagonistas (en la peli se comenta al principio mientras que en la obra teatral sucede más tarde… y además por recomendación ajena, ya que Wilde por lo visto pretendía no soltar prenda hasta el final).

El plano último introduce un chascarrillo en el desenlace de la historia, y aporta algo del humor Lubitschiano anticipando parte de la sutileza cinematográfica de dobles giros que habría de venir (pese a que el juego de puertas en esta cinta no existe, al mostrarse el contenido de las habitaciones –a través de la cerradura o entrando nosotros directamente en la estancia- en un remarcado propio del mudo pero impropio del cineasta).

En fin, interesante ejercicio para comprobar el manejo expresivo del plano de Lubistch a la espera de que esos detalles acabaran por conformar el famoso tono propio.
Bloomsday
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2 de abril de 2014
8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
¡Qué atrevimiento! Que aparente imposibilidad, hacer una película muda con un texto de Oscar Wilde. El mayor interés de esta película radica en esa contradicción, en ese reto. Aunque no es el único. Uno de sus mayores atractivos consiste en ver el resultado de una unión tan atrayente: dos ingenios, dos sutilezas distintas pero no tan lejanas, una de las mejores obras del dramaturgo irlandés y la maestría del judío socarrón que hacía dos años que trabajaba en Hollywood. Pocos matrimonios artísticos tan originales y con tantas posibilidades. De las “amistades peligrosas” entre literatura y cine nace, cuando menos, una obra original, se ha debatido mucho y siempre con distintos criterios, los lenguajes son distintos, pero puede salir una película interesante.

El abanico de Lubitsch no es, exactamente, el abanico de Wilde. Sería inexacto no reconocer que la adaptación exige simplificar. Pero, a veces, éste es un buen ejemplo, eso puede concentrar el perfume, si no se pierde la intención. Ambos abanicos se han prestado mutuamente, perspicacia, sentido del humor y sabiduría sobre los corazones humanos. Hubo otras versiones de esta obra pero la de Lubitsch se mantiene como la más inteligente y la más divertida a pesar de sus innovaciones. Y es la única versión muda la que hubo de trasladar la incisiva historia de Wilde sin poder contar sus acerados diálogos. Lo que demuestra, entre otras cosas, que la obra del poeta está por encima de sus palabras, y el talento de Lubitsch está por encima de esas limitaciones.

Una película directa, sencilla, aparentemente elemental, pero cargada de sugerencias. Algunas excelentes en el puro plano visual. Las manos, que son las que sostienen el abanico, que son las que empujan las cartas, que son las que acarician sin conocer a sus dueños, que son las que se aproximan o se retiran, las manos como elemento expresivo sustancial. Las cerraduras, a través de las que los hombres parecen mirar directamente a los ojos de la mujer, los timbres de las puertas, ante los que los galanes dudan, las ventanas. El espacio y sus conexiones con exactitud y economía.
Antonio Morales
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30 de diciembre de 2006
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ateniéndonos a su filmografía silente en su época de Hollywood nos hallamos sin duda ante el mayor éxito de un Lubitsch recién llegado a América, precedido por grandes éxitos en su país natal como "Ana Bolena", "Carmen" o "Sumurun".
El genial director de origen alemán, que destacará por sus excelentes comedias, configura en este caso, un excelente drama en torno a un oscuro secreto, que mantendrá en vilo, a la crónica de la alta sociedad londinense.
En este temprano film ya se pueden intuir características muy definitorias del director a lo largo de su carrera.
o0_oscar_0o
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6 de agosto de 2014
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con cuanta maldad e irrespeto, por un error cometido alguna vez en su vida, una mujer se convierte en comidilla del barrio, y en secreto o a gritos, se osa llamarla: ¡Mala mujer! ¿Con qué derecho? ¿Quienes la insultan podrán mirarse en el espejo sin ver en sus propios rostros, improcedencias, celos o envidia? ¿Cuán bastante sabemos de la vida de alguien para atrevernos a juzgarle sin riego a equivocarnos? ¿No será que señalamos las faltas de otro para que nadie vuelva su mirada hacia las nuestras?

La señora Erlynne es otra víctima de su pasado y en la hipócrita sociedad londinense (como le ocurriera al escritor Oscar Wilde en su momento), es señalada, ignorada, vituperada. De otro lado, los Windermere (Arthur y Margaret), son ejemplo de respetabilidad y delicadeza entre aquella gente de títulos nobiliarios obtenidos ¡Dios sabe como! y con lenguas tan afiladas que no dejan títere con cabeza.

Cuando la señora Erlynne entre en sus vidas, en ese irreprimible afán de reencuentro con un ser al que mucho ama, va a dejar sentada una lección de integridad, de sacrificio y de desafío a los prejuicios sociales… que, aquellos que se enteren, no van a olvidarla jamás.

Hace algún tiempo, caí en la ligereza de desechar “EL ABANICO DE LADY WINDERMERE” de Ernst Lubitsch, porque habiendo leído la obra de Oscar Wilde, daba por imposible que, en un filme silente, pudiera captarse el sabor y la esencia del exquisito lenguaje del escritor irlandés. Pero me he llevado ahora una gratísima sorpresa, porque, lo que he visto, no es la obra de Wilde sino su argumento, contado a la manera de Lubitsch, en una forma tan personal y en un ambiente tan sensiblemente dramático, que el filme te sobrecoge y estremece, mientras que, el mismo director, se distancia del estilo de comedia que más le caracterizó y que, precisamente, lo acercaba mucho al también autor de “La importancia de llamarse Ernesto”.

Con eficasísimas actuaciones de Ronald Colman, May McAvoy, Bert Lytel, y muy especialmente, Irene Rich, como la grandiosa y adorable señora Erlynne, Lubitsch consigue llevarnos por una senda pintada con fuerte crítica social, pero donde pesa, sobre todo, la inversión de valores que ocasionalmente se da entre algunas personas a las que suele verse de manera bastante sesgada.

Además del aplicado uso del abanico que, tanto en la obra como en la película, es una suerte de enlace de muchos usos (arma, expresión emocional, motivo de encuentro, pista delatora...), hay otros momentos de un magnífico logro en su composición, como la escena en que Darlington sigue a Mistress Erlynne y la imagen se va cerrando en negro desde la derecha, o entre otras, aquella en que las tres cotillas se van levantando una a una, en procura de ver a la recién llegada.

“EL ABANICO DE LADY WINDERMERE” confirma que, no perdonamos porque jamás indagamos lo suficiente para conocer las razones ocultas que traerían luz al corazón.
Luis Guillermo Cardona
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