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Me Too

Comedia. Fantástico El bandido Sanya, su alcoholizado colega Oleg, su amigo Yura y el anciano padre de éste, se montan en un todoterreno negro en la -improbable- búsqueda del “campanario de la felicidad”, que supuestamente ofrece un viaje rápido al paraíso y se encuentra junto a una central nuclear abandonada entre San Petersburgo y Uglic. Al alegre comando se suma un quinto pasajero, una doctoranda que descubriendo que “no hay trabajo en filosofía” se ha ... [+]
Críticas 4
Críticas ordenadas por utilidad
4 de noviembre de 2019
12 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me Too (2012) se trata más de una despedida que de una película. Es el adiós de Aleksei Balabanov, que rodó su última película, siendo consciente que tenía una enfermedad grave. Con apenas 83 minutos de duración, la película no debe mirarse como una película más, sino como un escrito directo al público conocedor del artista ruso. Sin duda la película más poética del cineasta, y porque no decirlo, la más repelente. Avisados quedan

Para entender Me Too, hay que tener muy claro el contexto en el que se circunscribe la película, y es que Balabanov sabía que seguramente sería su última película, porque ya le habían notificado el cáncer que acabaría con su vida antes de que empezará a rodar la cinta. Así pues, la película sería lo que en el cine se conoce como Testamento cinematográfico. Y de hecho, argumentalmente la película es un adiós con todas las letras. De ninguna otra manera puede entenderse la película. Porque a diferencia de otras películas de Balabanov, donde existe una evolución y desarrollo argumental, o donde simplemente podríamos decir que se cuentan historias, en Me Too nos encontramos con una película totalmente simbólica, que en realidad guarda muchas similitudes con Stalker, la mítica película de Andrey Tarkovski.

La película se inscribe en un realismo mágico que poco tiene que ver con las películas más célebres de Balabanov, donde siempre se nos mostraban los entresijos de la nueva Rusia que había surgido después de la caída de la URSS y como muchos grupos mafiosos se hicieron con el poder. Aquí por el contrario, nos encontramos con una historia en la que un grupo de personajes (a pesar de que uno de ellos es efectivamente un mafioso), literalmente "Quiere ser feliz" y deciden a ir a un lugar mágico donde una especie de ser superior les puede dar esa felicidad (eso sí, no la concede a todo el mundo). Como vemos las similitudes con la ya anteriormente citada Stalker, son más que evidentes.

Sin embargo, incluso el propio desarrollo de la película en realidad derivará por unos cauces que no son para nada los habituales. Uno de los aspectos que más choca del filme es la ausencia de diálogos. Al director no le importaba mostrar una historia, porque su objetivo era el de mostrar un estado de ánimo, rodar un sentimiento. En muchos momentos la película se vuelve reiterativa y simplemente se dedica a mostrarnos la repetición de algunas acciones, como es en la primera parte del metraje, donde solo se nos presenta la búsqueda de nuevos personajes para integrarse en el grupo, que "Quiere ser feliz".

Al igual que en las películas más conocidas de Balabanov, como es la duología de Brat, el filme da una importancia capital a la utilización de la música, a pesar de que lo hace de una manera radicalmente distinta. La banda sonora de la película la compone Leonid Fedorov, miembro del grupo "Auctsion". De hecho, había de ser este compositor el que interpretara el papel de músico en la película, pero finalmente no pudo y el papel recayó en Oleg Garkusha, también miembro del grupo "Auctsion". Es conocida la relación de amistad que existió entre Balabanov y muchos miembros de grupos musicales de la escena peterburguense. No podía faltar la música en una despedida de tan singular director.

La música apoya ese mensaje de desesperanza, llegando a sonar incluso al mismo nivel en términos auditivos que los diálogos. Está claro que la intención del director era la de taladrar y machacar al espectador mediante su uso. Transmitir la propia sensación de depresión que estaba sufriendo el director en aquellos momentos. Y ciertamente, lo consigue, porque a partir de los veinte minutos el espectador está ya pidiendo un respiro.

En realidad la película también esconde una visión amarga sobre la propia vida. Nuestros personajes son un grupo de personas desesperadas, que fácilmente pueden representar los estratos más pobres del pueblo ruso. Todos ellos han tenido una vida dura y quieren huir de esta realidad espantosa. Un concepto puramente ruso, que no sorprende a quien está familiarizado con dicha sociedad. Todos ellos buscan una nueva vida, que amargamente no podrá ser para todos, porque el lugar que da la felicidad solo la otorga a unos pocos elegidos.

El propio director aparece hacía el final de la película. Balabanov en realidad hace de sí mismo, interpretando a un director que busca también la felicidad. En un discurso amargo, el propio director se despide de la audiencia, relatando su futura muerte. Un momento sencillamente desolador, que llega a poner los pelos de punta. ¿Por qué él no puede ser feliz también?

La película solo puede verse si uno sabe quien es el director, y sabe además las condiciones en las que rodó Balabanov la película. De esta manera puede apreciarse el testamento cinematográfico que supuso Me Too. Si no, la película puede suponer una auténtica tortura.

Crítica escrita para https://cinemagavia.es/
Kyrios
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28 de septiembre de 2020
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me too es una película dirigida por Aleksei Balabanov, estrenada 6 de septiembre de 2012. Aleksei Balabanov murió el 18 de mayo de 2013, ocho meses más tarde. Aunque un paro cardíaco le causó la muerte, esta no le alcanzó por sorpresa. El estado de salud del director se había deteriorado visiblemente en sus últimos años y, viendo esta película, queda claro que este lo tenia presente.
La trama de la película gira en torno a un disímil grupo de personas que emprende un viaje en busca de la felicidad. Afortunadamente para nuestros protagonistas, en la realidad de la película este intangible atributo puede ser alcanzado en un lugar físico: una iglesia, en el centro de una zona que quedo sumida en un perpetuo invierno a causa de una misteriosa catástrofe, barriendo con todos sus habitantes en el proceso. Según la leyenda urbana, al llegar a la iglesia, el individuo tiene una posibilidad de hallar la felicidad o morir en el proceso.
Aunque la temática de esta película es claramente fantástica, Balabanov la dirige fiel a su estilo. Este nunca fue particularmente adepto a la sutileza o las metáforas, y esta película no es la excepción. La fantástica y metafórica temática es presentada como otro acontecimiento de la vida cotidiana y el director no parece tener una reflexión final para compartir al respecto. Este es el aspecto más flojo de la película, Balabanov tiene una buena idea sobre el tema que quiere tratar, pero falla a la hora de desarrollarla, resultando en una historia que da la sensación de estar vacía de contenido.
En última instancia, la emoción más fuerte que me transmite esta película es impotencia. Esta sensación no carece de sentido, es cruel e inhumano exigirle total claridad a un hombre que se ve cara a cara con la muerte. vista en contexto, Me too tiene mucho más sentido. Sirve como ventana de la mente de una persona que plantea incontables conceptos, tratando de sacar una gota de verdad a su existencia antes del final. A esto me refiero cuando hablo de impotencia, ver esta película se asemeja a escuchar a un borracho narrando los motivos de su desgracia, tiene más de desahogo que de reflexión. En este sentido me recuerda a alguna de sus obras anteriores como Ruleta rusa (2005).
En conclusión, Me too tiene más valor como ventana a la mente del director que como película. Recomendada para conocedores y admiradores del cine de Balabanov.
German
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15 de abril de 2017
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Última película del fallecido cineasta ruso Alekséi Balabánov, nacido en la Rusia post-soviética y considerado por muchos en sus mejores años como L'enfant terrible del cine ruso, debido a que buena parte de su filmografía destaca por la causticidad de sus temas: comedias negras ambientadas en los resuellos del comunismo soviético ante la instauración del capitalismo (tergiversado por sus mafias, violencia y corrupción). También a decir de Balabánov, cofundador de la ya exitosa productora CTB Film Company.

Con miras más alegóricas... aunque Me Too (o En busca de la felicidad) carece de la ¿sordidez? del resto de su filmografía, y tal vez, si no lo conoces, la primera que deberías de ver es su primer gran éxito: Brat (1997)… Ésta es, después de todo, un filme imperdible y un muy singular cierre (para su carrera y para su vida, ya me comprenderás cuando la veas) en el cual presagiaba (irónicamente) su muerte.

Una historia “fantástica” que consigue reflejar con melancolía el hartazgo de la vida en su Rusia (y para algunos, en el mismo vapuleado mundo). Que a razón de ese agobio cansino un buen día dicta: “al diablo la vida, al diablo todos, yo quiero ser feliz”, te armas de un par de botellas de vodka e inicias un viaje sin retorno en busca de la felicidad. Emparentada desfachatadamente con Stalker (1979) de Tarkovsky, Balabánov construye esta historia protagonizada por un grupo de personajes agrestes y marginados, unos cínicos, otros misóginos, homofóbicos o racistas, pero todos ellos, decepcionados de la vida. Un viaje ideado por Sanya (a quien le vemos en los primeros minutos asesinando a un grupo de mafiosos) al corazón de un poblado asolado por la radiación y en donde eternamente es invierno, pues se dice, que ahí yace un antiguo campanario (rodeado de muerte) en donde sólo y únicamente si eres digno de, puedes ser transportado al paraíso.

Un filme distinto a como creí, pero agradable, muy agradable. Sencillo, cargado de humor negro y en momentos de “surrealismo”. Con una ambientación que nos ilustra de la ruralidad/urbanidad de San Petersburgo a la ruinosa jamás olvidada siempre buscada “zona”, salpicada de cadáveres helados. Personajes ordinarios interpretados por un elenco desconocido (a excepción de Aleksandr Mosin y del propio Balabánov), y una banda sonora donde encontramos a Leonid Fedorov (este aspecto me falla, me parece muy repetitiva). Un buen coronario, no el mejor para la carrera de este director ruso, pero si lo suficiente bueno.

http://teatro-vandrian.blogspot.mx
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Iván Roldán
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29 de octubre de 2020
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo más destacado para mí, de la película, es la música. Importante siempre en éste director, etiquetado como ''maldito'. Ya se ha dicho aquí, que su director sabía que su muerte estaba cercana y si la enfocamos en este contexto entenderemos mejor la historia.
Personajes derrotados: Un alcohólico perenne, una prostituta, que ha estudiado filosofía y dice que la mejor filosofía es poner el culo, un asesino sin escrúpulos que le encanta contar batallitas de sus maldades, un músico taciturno y profundamente tristón. Todos ellos van en post de la felicidad eterna.
Ligeramente simbólica. Los paisajes son un notable contrapunto a la excelente banda sonora.
No os perdáis la secuencia que el músico tristón, toca esa canción. Desmesurada, grotesca, alucinógena.
" Dios concédeme prudencia y serenidad... Para aceptar las cosas que no puedo cambiar... Coraje para cambiar las que puedo... Y sabiduría para reconocer la diferencia. Hágase tu voluntad y no la mía. "
Éste diálogo- petición a los 5 minutos de película, sintetiza la idea de Balabanov. A mí modo de entender.
Zappianin
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