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La muerte de un viajante (TV)

Drama El viajante de comercio Willy Loman está en crisis. A punto de perder su trabajo, no puede pagar las facturas y su vida familiar se desmorona. Por si esto fuera poco, sus hijos no le respetan y, además, no están a la altura de lo que se esperaba de ellos. (FILMAFFINITY)
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Críticas 7
Críticas ordenadas por utilidad
25 de agosto de 2010
21 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
Brillante adaptación a cargo de Arthur Miller de la obra "Muerte de un viajante". Si esta maravilla se hubiera estrenado en cines, se habría llevado unos pocos Oscars.

Desde luego Dustin Hoffman lo tenía en el bolsillo, su interpretación es tan impresionante como compleja. Esto es un actor de verdad en perfecta fusión con el personaje, es una gozada verle.

Por su parte John Malkovich creo que hace uno de los papeles de su vida como el hijo de Willy, auténtico y conmovedor. Un drama de los grandes.
Randall_Flagg
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3 de enero de 2016
13 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
El carácter del cineasta alemán Volker Schlöndorff como lujoso y brillante adaptador literario parece quedar definitivamente confirmado después de esta versión filmada para la televisión de “Muerte de un viajante”, la célebre obra de Arthur Miller, encarnando el papel de Willy Loman, un espléndido Dustin Hoffman que lo había representado en los escenarios de Broadway. En efecto, fue el propio actor quien convenció al cineasta con el fin de aportar una perspectiva distanciada a esa crítica feroz del llamado “sueño americano”. El cineasta demuestra conocer exactamente los límites que separan la novela del teatro y, cada uno de ellos, del cine.

Por eso, su versión filmada parte de elementos netamente teatrales, el patetismo conceptual de unos personajes sin futuro ni horizonte, así como una escenografía plenamente estilizada y funcional, aunque estructurados con el fin de ser observados por el visor de una cámara que llega a moverse con una cierta agilidad e innegable elegancia. El reparto artístico y técnico es de superproducción, Alex North con la música, Michael Ballhaus como operador, un joven John Malkovich y el siempre eficiente Charles Durning.

Desde el estreno de esta obra el 10 de febrero de 1949 en el Morosco Theater de Nueva York, bajo la dirección de Elia Kazan, Miller fue considerado un clásico, resulta curioso que falleciera un mismo 10 de Febrero pero de 2005. El autor consideraba que el arte debía servir para transformar a la sociedad. Esta fue su convicción y su máxima. Aunque a día de hoy, algunos de sus planteamientos ideológicos hayan quedado obsoletos, no es menos cierto que la desgarradora conexión entre los conflictos y colisiones que plantean sus obras, es lo que siempre atrajo al público incluyendo los de este nuevo siglo. Su teatro fue cada día menos americano y más universal, Arthur Miller hablaba a todos los seres humanos más allá de su raza, religión, sexo, nacionalidad o circunstancias sociales o políticas en las que se encontraran.

Pienso que lo que más sigue inquietando de este texto es su demoledora capacidad para poner contra las cuerdas a esta sociedad maquillada de bienestar, confort, éxito y consumismo. Pues en lo más hondo de nuestra conciencia, todos sabemos que esto no es más que un escaparate y que todo se puede tambalear bajo nuestros pies. De ahí que en cada visionado de esta terrible historia de frustración y desesperanza, el espectador perciba que el destino de Willy Loman, un pobre diablo que no puede evitar que de repente su universo se derrumbe, también puede ser el nuestro.
Antonio Morales
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4 de octubre de 2010
12 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Triste historia. Otro requiem por el sueño de éxito que no llega a buen puerto. Un cascado padre de familia (Hoffman) mantiene desde más de treinta años a su familia a base de matarse a trabajar como comercial con vehículo. Lo triste es que él espera de sus hijos lo que él ha sido incapaz de conseguir, y no acepta que ellos no aspiren a una vida mejor.

Poco a poco, la trama se va hilvanando con "viajes" al pasado que imagina Willy, el protagonista, donde se ven acciones que trágicamente desembocarían en la situación actual.

Hoffman está correcto, aunque un poco histriónico a veces. Malkovich lo borda; casi vale la pena ver la película por ver cómo le planta cara a su "padre". No en vano se llevó un Globo de Oro.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Numaios
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28 de agosto de 2018
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Muerte de un Viajante (1985)

Originalmente concebida como obra de teatro por el escritor Arthur Miller (a quien muchos recordarán como exesposo de la malograda Marilyn Monroe), fue trasladada a la pequeña y gran pantalla repetidas veces en diversos países tanto americanos como europeos (en España pudimos ver allá por 1972 en TVE a un joven Juan Diego como uno de los hijos de nuestro protagonista).
La obra de Miller fue estrenada en Broadway por el ‘cazador de brujas’ de Hollywood Elia Kazan y paseada por infinidad de teatros del mundo occidental (desde Roma a Londres o Barcelona pasando por Méjico o Francia).

“Lo importante no es lo que se diga, sino cómo se diga.”
Dustin Hoffman encarna en esta versión de más de dos horas de metraje a Willy Loman, un abnegado y persistente representante de comercio ‘venido a menos’ en la década de la Gran Depresión estadounidense que nos recuerda quizá a la reciente crisis financiera mundial que tanto daño nos ha hecho a todos. El alter ego de Hoffman es un hombre gris y de difícil carácter caído en desgracia por la falta de ventas, pero que apenas pierde la sonrisa ante las adversidades que se le vienen encima, haciendo frente a ellas como puede, pero sin perder su orgullo. Nuestro viajante procurará a duras penas mantener la estabilidad de su familia, formada ésta por su esposa (la actriz Kate Reid), y sus hijos interpretados por unos jóvenes Stephen Lang (el célebre villano de la taquillera Avatar del todopoderoso James Cameron) y John Malkovich premiado con un Emmy por su participación en esta película producida para la televisión estadounidense, y con quien contaría el realizador de la cinta que nos ocupa para volver a trabajar una década después en un drama europeo.

Dustin Hoffman fue también galardonado con un Emmy y con un Globo de Oro por la magnífica interpretación que nos brinda a sus 48 años, aunque caracterizado como un padre de familia tres lustros mayor. Cabe destacar su enfrentamiento interpretativo con Malkovich en el último tercio de metraje de la cinta, donde éste le habla claro poniéndole los puntos sobre las íes a cerca de la realidad que viven y la fantasía a la que nuestro viajante se aferra. A lo largo de la historia vemos al protagonista en diversas retrospecciones rememorando momentos del pasado que nos explican mejor su trayectoria vital.

Muerte de un Viajante, como opus teatral que es originalmente, es una obra de actores en la que no disfrutaremos de grandes localizaciones ni magníficas fotografías, banda sonora o efectos visuales, pero sí de estupendas interpretaciones como corresponden a los actores que en ella aparecen.

Raúl Cabral.
Raúl
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22 de marzo de 2018
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vaya por delante que la caracterización de Dustin Hoffman me ha parecido muy mala, uno se pregunta por qué no buscaron otro actor de más edad en lugar de avejentar tan mal a uno joven. Pero dicho eso, hay que reconocer que el personaje lo borda, se sale, es genial, consigue que uno se olvide de la calva postiza y las cejas blancas pegadas.

El personaje representado, que en un tiempo creyó ser un triunfador y se resiste a aceptar que el sistema se lo está comiendo, es tan real que duele. Sus hijos han creído esa realidad paralela de éxitos encadenados, y empiezan a afrontar los fracasos hasta asumir que todo era una gran farsa. La madre es el único personaje que siempre ha tenido los pies en la tierra, y a pesar de saber que todos están equivocados hace una demostración de ternura verdaderamente admirable.

De las pocas películas que me han impresionado tanto que, una vez que aparecen los créditos, no me puedo quitar de la cabeza. Me ha obsesionado durante varios días la tragedia de esta familia, precisamente por su sencillez y cotidianeidad.
No hay quinto malo
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