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Argentina, 1985

Thriller. Drama Inspirada en la historia real del fiscal Julio Strassera, Luis Moreno Ocampo y su joven equipo jurídico que se atrevieron a acusar, contra viento y marea, a contrarreloj y bajo constante amenaza, a los altos mandos de la sangrienta dictadura militar argentina (1976-1983) en el llamado Juicio a las Juntas de mediados de los años 80. Una batalla de David contra Goliat, con los héroes menos esperados. (FILMAFFINITY)
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Críticas 108
Críticas ordenadas por utilidad
2 de octubre de 2022
116 de 135 usuarios han encontrado esta crítica útil
Argentina 1985 es una película imprescindible y necesaria, porque llega en un momento donde los argentinos nos sentimos divididos y desalentados.

Entonces es bueno mirar para atrás y encontrar un suceso histórico donde nadie puede quedar indiferente: la película retoma el momento en que comienza la decisión de juzgar a los principales responsables de los sucesos más oscuros de la feroz dictadura iniciada en 1976, que se extendió hasta el regreso de la democracia en 1983.

Después de verla, no olvidaremos a ese fiscal y su ayudante, que no se presentan como héroes convencionales sino como seres humanos que ante la alternativa de dejar hacer y que todo pase, deciden ponerle el cuerpo y el alma para ejercer lo mejor de su oficio. Los méritos desbordan, empezando porque la película es ágil, y entretenida como para olvidarse de su duración.

También son admirables las actuaciones donde todos los roles, aún los más pequeños, están sumamente cuidados, son verosímiles y convincentes. Darín realiza una de sus mejores caracterizaciones con una actuación apasionada y admirable; Lanzani está magnífico como el ayudante inesperado que aporta toda la fuerza de la juventud y esto es fundamental, porque la película tiene un fuerte mensaje para recordar las posibilidades de la gente joven para hacer posible lo aparentemente imposible. Porque muestra cómo seres comunes pueden ser excepcionales simplemente no mirando hacia otro lado ni desentendiéndose del esfuerzo para lograr un poco de luz en momentos de tanta indiferencia y falta de horizontes. La recomiendo enfáticamente.
rouse cairos
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25 de septiembre de 2022
98 de 121 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ganadora del premio de la crítica en el Festival de Venecia y del premio del público en el de San Sebastián, donde emocionó en su pase en el Teatro Victoria Eugenia al grito de "¡Nunca más!", "Argentina, 1985" va camino de convertirse en una de las películas del año 2022.
Y es que esta película de Santiago Mitre relata el Juicio a las Juntas de la Dictadura Militar de Videla, con el forzado héroe Julio Strassera como fiscal acusador, interpretado por un enorme Ricardo Darín, y que supuso el paso oficial de Argentina hacia la democracia. La película se formula bajo el thriller político con una puesta en escena efectista con aroma a algunas de las mejores películas del cine de judicial y mainstream americano, pero a la que no le falta garra y capacidad de debate, consiguiendo transmitir la importancia de lo que este juicio supuso para la ciudadanía argentina y global, como demuestra el eco que está provocando la propia película en quienes la ven en cualquier parte del mundo. El difícil proceso real al que se atrevió el joven equipo de juristas retratados en la película, largo, complejo, bajo la presión del tiempo y en constante amenaza, queda hábilmente condensado para ser popular, convincente y, en determinados momentos, emocionante, especialmente cuando entran en juego esas dosis de humor que sorprenden y destensan una narración vibrante colmada de ingredientes históricos, domésticos e idealistas de gran interés.
Una película con vocación universal que redondea su oportuno llamamiento a la memoria, resultando tan épica, sincera e inmortal como actual.

Strassera cerró su alegato de la fiscalía con estas frases:
"Señores jueces: quiero renunciar expresamente a toda pretensión de originalidad para cerrar esta requisitoria. Quiero utilizar una frase que no me pertenece, porque pertenece ya a todo el pueblo argentino. Señores jueces: "Nunca más".

www.peliculismo.es
Peliculismo
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2 de noviembre de 2022
84 de 97 usuarios han encontrado esta crítica útil
Uno podría decir que la película está bien, incluso muy bien, dentro de los géneros político, histórico y de tribunales, y aunque difícilmente se sorprendiera por la originalidad de su tratamiento cinematográfico (que no existe) probablemente empatizaría con la proeza de los dos fiscales y se emocionaría con los testimonios desgarradores de las víctimas de la dictadura, y se quedaría sencillamente ahí. Pero el problema es que uno es argentino y que desgraciadamente vivió los tristísimos años de esa locura cruel llamada "proceso de reorganización nacional", desde 1976 hasta después de la bendita derrota de Malvinas, que nos permitió salir de aquella pesadilla.
Al ser uno argentino, viejo y estar, probablemente sin razón, persuadido de que tiene al menos dos dedos de frente, la película hace ruido por todas partes. Subrayo las siguientes arbitrariedades:
1) Solo se menciona al presidente Raúl Alfonsín de costado y como desentendido de todo lo que estaba pasando en el juicio.
2) Se ignora por completo que ni bien asumió Alfonsín derogó la ley de autoamnistía que había dictado el último presidente militar, Reynaldo Bignone, para protegerse a sí mismo y a sus compinches.
3) Se ignora por completo que recién asumido Alfonsín creó la Comisión Nacional por la Desaparición de Personas, Conadep, que investigó a fondo las torturas y desapariciones y que presidió el cuentista y novelista Ernesto Sabato, a quien ni siquiera se nombra.
4) Se ignora por completo que la Conadep produjo un informe completísimo y desgarrador que se tituló "Nunca más".
5) Se ignora por completo que los opositores políticos de Alfonsín, desde el Partido Justicialista, se oponían a la derogación de la ley militar de autoamnistía.
6) Se ignora por completo que fue Alfonsín el que logró transferir el caso de la así llamada "justicia militar" al fuero civil.
7) Se ignora por completo que sin la valientísima aparición de Alfonsín no hubiera habido juicio ni castigo a los culpables.
8) Se ignora que las muertes y desapariciones y el plan de aniquilación del terrorismo a cualquier precio había comenzado con toda energía antes de la llegada de los militares, durante el gobierno peronista de la presidenta Isabel Martínez de Perón y del superministro espiritista y fascista José López Rega.
9) Se presenta como único villano cívico de la época al ministro del Interior de Alfonsín, Antonio Tróccoli, de cuyo discurso se seleccionan únicamente las frases que lo convierten en villano, porque Tróccoli, si bien pertenecía al ala más conservadora del radicalismo, era auténticamente un demócrata.
10) Se sugiere, sin decirlo, que después Alfonsín abdicó de su lucha contra los represores pero que fue retomada a partir de 2003 por Néstor Kirchner, que volvió a poner presos a los responsables del Proceso, claro que cuando ya eran ancianitos, usaban pañales descartables y no asustaban ni a los nenes de pecho.
Sin Alfonsín no hubiera habido Strassera, y mucho menos Moreno Ocampo. Se podría decir que es un "recorte", que una película no puede abarcar la historia entera. Pero ¡pavada de recorte! Es como hablar de la Santa María, la Pinta, la Niña y el navegante Pinzón sin recordarle ni una vez al espectador desmemoriado -que los hay, y en cantidad enorme- que fue Colón el descubridor de América.
walser
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6 de octubre de 2022
49 de 72 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es necesaria, es emotiva, es entretenida, es Argentina en estado puro. La nueva obra de Mitre es una película concebida para llegar directamente al corazón del público y de la crítica, pero que desaprovecha la oportunidad de convertirse en una obra maestra por su exceso de frivolidad. El humor ácido tan presente en la sociedad platense es un arma de doble filo que debe ser manejada en su justa medida, algo que aquí no sucede.

Cuesta ser consciente de la gravedad de los hechos que se cuentan, de la sensación de angustia que vive el protagonista, de la presión que sufren los implicados en un proceso que va a marcar un antes y un después en todo el mundo, y eso ocurre por usar la herramienta de la comedia con desmesurada abundancia. Destensar el ambiente y dar un respiro en la narración es necesario para no acabar rechazando inconscientemente el relato de las brutales facturas sociales que dejó la dictadura de Videla, pero el director se ha pasado de frenada. Una sensación agrandada por la errática selección musical.

No obstante, en los momentos de cine más clásico es donde de verdad la cinta eleva su nivel. Los testimonios de las víctimas, el proceso judicial, y la garra del fiscal (encarnada por un excelente pero pelín encasillado Darín) dotan de una contundencia que hacen palidecer a otros tramos de la película, como, por ejemplo, a la ridícula selección de profesionales que acompañarán a Strassera en una labor que fue cualquier cosa menos una chanza. Todo parece demasiado impostado en busca de una frescura que solo llega a aportar de forma natural el jovencísimo Santiago Armas, que firma un estupendo papel como hijo pequeño del fiscal.

El reiterativo recurso de la ironía y la argentinidad hace encallar a Mitre, y acaba cometiendo el pequeño crimen que sentencia y aleja del éxito perpetuo a una película que, aun así, debería ser vista por todos. Para evitar que, nunca más, perdamos la memoria.
cachaforlan
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26 de octubre de 2022
52 de 82 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Una película necesaria", sentenciaron unos. "Me lloré todo en el cine", presumieron otros, postulándose para campeón en el torneo de "buenismo" tan de moda últimamente. Por otro lado, estuvieron los que reprocharon la ideología, el recorte histórico o incluso la tergiversación, pero aclaran, eso si, que "técnicamente es buena".

Me parecen debates delirantes, porque habiendo visto esta película con ganas, me pareció realmente es mala, en el más estricto sentido cinematográfico. Creo que básicamente no hay película, porque todo te lo cuentan. La producción de capitales argentinos (entre otros) más cara del año redunda en un montón de guita que se lleva Darín para parlotear 2 horas y media. Su perorata les ahorra a los cineastas la difícil tarea de hacer cine. ¿Para qué filmar la escena de la hija que, parece, andaría noviando con un espía miltar, si te lo puede contar Darín y ya? ¿Para qué te van a hacer una buena escena de Alfonsín, si pueden poner a Darín contándole a la mujer que estuvo con Alfonsín y le dijo esto y aquello? Como esos hay mil ejemplos más. Da la sensación que los que filmaron este guión se hicieron todos los goles en contra ellos solitos: proponen buenas ideas, pero luego no las filman. La película se podría escuchar por radio, y casi sería lo mismo. Pero ojo, hay más, mucho más.

No contentos con reemplazar el cine por un parloteo constante, hay que escuchar esos diálogos. No son aptos para mayores de 12 años. "Papá, vas a meter preso a Videla!" la primera vez que lo dicen te sabe horrible; ya la tercera vez que dicen esa misma estupidez te querés martillar un huevo. Para colmo, las demagogias Woke, como cuando la mujer del Fiscal Strassera escucha a un tipo justificar la represión y acota "pero este tipo está culpando a la víctima!" Es una subestimación tan brutal hacia el público que enseguida pasas de la bronca a la depresión.

Encima, todo este sumiso radioteatro, atenta contra la obra, que entonces carece de clima de época, de ambiente pesado, de peligrosidad. Casi no hay amenazas, porque te las cuentan. No hay brutalidad policial. Los milicos son cuatro tipos que aparecen en un auto 3 segundos, que encima es un Torino verde!!, ni siquiera tuvieron la dignidad de usar un icónico Ford Falcón. Ya se, es una pavada esto último, pero lo que de verdad me disgustó, peor que la falta de cine en el cine (podría ser una buena película de diálogos, pero estos no aportan), es esa falsa emotividad argento-identitaria propia de las publicidades de Cerveza Quilmes. Y no las que hacen cada cuatro años para el mundial de fútbol, que al menos tienen de donde agarrarse; si no las otras, las de las minitas lindas y felices y el locutor que cancherea complicidad con el "pueblo argentino". A esto sabe, a radioteatro parlanchín mezclado con Quilmes, el sabor del encuentro. El Secreto de sus Ojos es El Padrino al lado de esto. Imaginemos que, en vez de la escena con la hinchada de Racing en la cancha de Huracán, hubieran puesto a Darín contando que estuvo en la cancha. Si hasta Granizo resulta con más contenido cinematográfico que esto.

Y Darín... no hay caso con Ricardo ya. Parece que hay que pedirle perdón por verlo actuar. Todo el tiempo con cara de orto y expresión del tipo "uf, me están rompiendo las bolas...", que lentamente va virando a "uf, ya me rompieron las bolas, los voy a tener que salvar". Es infumable. Cómo se extraña al garca de barba candado de Nueve Reinas. Tuvo tanto éxito que desde entonces tenemos que soportar a este personaje que "nos sufre" a los argentinos pero es tan superior que nos termina salvando o enseñando alguna pelotudés. Y hay que pagarle un dineral para que nos narre todo aquello que podría estar filmado.

Ya está, yo creo que el país está subdesarrollado por culpa de Darín y su cachet. No me quedan más dudas.
Repoman
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