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Prisionera de su pasado

Drama. Cine negro. Intriga Una mujer sale de prisión en libertad condicional y empieza a salir con un hombre atractivo. La relación peligra porque ella no sólo le oculta cuál es su situación judicial, sino también el hecho de que tiene una relación sentimental con el funcionario de prisiones que supervisa su caso. (FILMAFFINITY)
Críticas 4
Críticas ordenadas por utilidad
6 de julio de 2012
14 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aun en un papel inadecuado como polinesia, la bellísima Gene Tierney ingresó en la mitología del cine de aventuras en un título mítico de la Fox, El hijo de la furia (1942), formando con Tyrone Power una de las parejas más fructíferas de la historia del cine. La batuta corría a cargo de un cineasta que el tiempo ha reivindicado como un autor de peso merced a un puñado de títulos que atestiguan un estado de salud narrativa a prueba de bomba (o de puristas). Uno de ellos, Sin remisión (1950), un desasosegante drama carcelario, es hoy una obra de culto que estableció una parrilla de salida para un filme que reúne algunos de sus elementos conceptuales: Prisionera de su pasado (1951). Aunque la historia de una exconvicta que pone a prueba la buena voluntad de su amiga ante la posibilidad de volver a prisión pueda servir en bandeja un drama convencional, estamos ante una película cuya estructura concibe las constantes vitales del cine negro: ambiente opresivo, manipulación criminal, autodestrucción, mujer fatal, amour fou, huída del pasado, lucha por la supervivencia, traición. Cromwell capta el contenido invisible de las imágenes para delimitar la esencia que el cine negro siempre arrastra consigo: la amenaza latente de la muerte. Tenga rostro de mujer o de realidad profunda inscrita en quien la espera sin saberlo, la muerte es el tema indispensable de los autores de film noir.

Lejos del barroquismo y del glamour de otras vamps del género, Cromwell nos devuelve dos rostros emblemáticos de la iconosfera del noir que la soberbia fotografía de Nicholas Musuraca recoge hasta extremos de mitificación: Jane Greer, memorable femme fatale en Retorno al pasado (Jacques Tourneur, 1945); y Lizabeth Scott, su actriz fetiche, excelente intérprete y mito turbador a quien vimos junto a Bogart en Callejón sin salida, también de Cromwell (1947). Su imagen hierática y sofisticada se acompaña de una sonrisa lánguida y una mirada entre el sueño y el asombro que parece portadora de angustia y fatalidad, y sugiere signos de un destino fatídico. Ambas se disputan al mismo hombre, el apuesto Dennis O'Keefe, se ven arrojadas a situaciones extremas y pierden sus escrúpulos y sus ilusiones al cabo de sus idas y venidas por una historia en la que son víctimas desde el principio al fin.

La película trabaja esta violencia mediante colisiones afectivas a través de un triángulo amoroso complejo que la puesta en escena de John Cromwell introduce en medio de una intriga tensa y sórdida, narrada con un lirismo que debería servir para desempolvar algunas joyas de su filmografía.
Borsalino
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30 de julio de 2014
9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
The Company She Keeps (Prisionera de su pasado). John Cromwell, 1951.

Qué hay. Cuando vi esta foto el otro día, me llamó poderosamente la atención por escasamente habitual. Dos grandes actrices del noir (ese cine negro "social" tan apasionante), nada menos que Jane Greer y Lizabeth Scott, compartiendo primer plano y protagonismo, las dos con actitud entre temerosa y expectante (por distintas razones), siendo evidente en un solo fotograma que se acaban de conocer (el consejo encargado de aprobar la libertad de las reclusas, también está formado por mujeres, así como la directora del hospital que acoge a Jane). Visto el filme del imprescindible John Cromwell (por no menos de una docena de grandes títulos, como "In Name Only" o "Callejón sin salida", films muy apreciados por servidor ), no puedo más que recomendar su visión y análisis, por lo inaudito y singular de su argumento. Jane Greer (Joan) es una reclusa que acaba de salir de la cárcel, y Lizabeth Scott (Diane) es su agente de libertad condicional. Lo impactante es que ambas desempeñan papeles que habitualmente en el cine negro de lo 40 y 50 están destinados a hombres. Ambas se encuentran con conflictos habituales del género, la fatalidad y el convencimiento de que no se puede luchar contra ella, de que no existe posibilidad de redención por la imposibilidad de aprender a creer en otro o la competencia entre ambas por el mismo hombre. Destaco especialmente el personaje de Lizabeth Scott, una profesional íntegra, con tal sentido de la lealtad y la justicia, que es capaz de ofrecer su propio sacrificio para oponerse al previsible destino de Joan.
No es ni mucho menos una serie B, se trata de una producción RKO de John Houseman, nada menos, lo cual no quita para que, por ejemplo, no sea citada en estudio sobre El Cine Negro de la RKO de Gonzalo M. Payés (¿?).
Nada más, solo recomendar de nuevo su visión, porque aparte del argumento, la realización es una gozada, da gusto como el mítico Nicholas Musuraca ilumina a las dos actrices con un espectacular blanco y negro, abundando planos que ponen los pelos de punta, como cuando Jane está trabajando en el hospital aplicando un masaje a un paciente, y cae una lágrima sobre su espalda, con lo que éste sabe que ella está llorando.
griffinjazz
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20 de julio de 2020
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Interesante melodrama y film negro sobre el choque de sentimientos y de emociones entre una reclusa en libertad provisional, su agente femenino de vigilancia y un periodista, novio de esta última, que se enamora de la delincuente.

Película clásica, sin florituras estilísticas, con una magnífica fotografía, intérpretes muy adecuados y dirigida con destreza por John Cromwell.

Obra atractiva y recomendable.
Luis Ángel Lobato
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2 de mayo de 2024
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Resulta muy curioso ver como protagonistas de este melodrama semicarcelario y semipolicíaco, y con tintes sociales, a dos actrices que destacaron lo suyo en el cine negro estadounidense de la segunda mitad de los años 40, Jane Greer y Lizabeth Scott. Los papeles que interpretan se complementan entre sí: Greer es una mala con ribetes de buena, y Scott es la buena, con ribetes de mala. En realidad ambos personajes son positivos, sólo que Greer es una ex-presidiaria que sale de la cárcel en régimen de libertad condicional, y Scott es su agente de la libertad condicional.

El guión y el argumento, obra de la guionista Ketti Frings -que fue la coguionista en dos grandes títulos del cine USA de los años 40 como "Si no amaneciera" (Hold Back the Dawn, 1941), de Mitchell Leisen, y "El caso de Thelma Jordon" (The File on Thelma Jordon, 1949), de Robert Siodmak-, llevan la trama por el terreno del melodrama cuando Greer le roba el novio (Dennis O'Keefe) a Scott, pero se las ingenian para llevarla también por el lado de lo social al narrar y exponer las grandes dificultades de las mujeres que salen de la cárcel y tratan de reintegrarse en la sociedad. A destacar la secuencia de la rueda de reconocimiento y la secuencia posterior en la que aparecen los Hermanos Bridges, Beau (como un niño pequeño) y Jeff ( como un bebé). La escena de la playa no es ni mucho menos tan erótica como sugiere el cartel que reproduce Filmaffinity.
Pedro Triguero_Lizana
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