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9
29 de julio de 2011
29 de julio de 2011
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película con una sugerente propuesta. Villeneuve explora algunas intuiciones sobre un tema cotidiano, pero normalmente no bien abordado: nuestra historia: ¿cuál es nuestra historia?, ¿dónde comienza?, ¿dónde termina?, ¿qué contamos y qué dejamos de contar?, ¿qué vemos y que dejamos de ver?, ¿cuán doloroso es aproximarnos a ella?, ¿cuánto nos condiciona y/o determina?, ¿quién cuenta nuestra historia?, ¿qué papel juega la mujer en la construcción y narración de nuestra historia?
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Incendies tiene varias intuiciones interesantes. En principio, tiene la virtud de involucrarnos rápidamente en la búsqueda de Nawal. Asumida en soledad por esta madre heroína, no culmina con su muerte, sino que es continuada por sus gemelos Jeanne y Simon. Resulta llamativo que ellos participen de su búsqueda, cuando lo “normal” es que los padres protejan a los hijos de experiencias difíciles vividas creyendo, con ello, librarles de posibles “traumas”. Aquí se apuesta porque la persona se aproxime al pasado, aunque éste no sea “directamente” suyo. No sólo como parte del cumplimiento de una promesa, sino como oportunidad para enfrentarse con el comienzo de su historia. Es una manera colectiva de entender al ser humano. La sociedad sufre, espera, celebra, llora, nace, muere, promete, mata a través de cada uno de sus miembros y, a su vez, cada uno está llamado a comprenderse en la totalidad de lo que acontece en esa sociedad.
Una segunda intuición radica en los personajes femeninos. No sólo permiten dar más realismo al filme porque vidas semejantes a las suyas las encontramos por millones en nuestras sociedades, sino porque en él se percibe una dedicación especial a la sensibilidad femenina. La manera como sienten y piensan el mundo, no sólo descoloca a los personajes varones, sino que las hace portadoras especiales de la intuición, capacidad humana que permite adentrarnos en la complejidad agotadora de los problemas humanos.
Una tercera intuición está relacionada con la matemática. No es casualidad que una de las protagonistas, Jeanne, sea matemática y que se mencione la conjetura de Siracusa. Además, se hacen dos equivalencias. Por un lado, la matemática “tradicional”, al igual que la vida cotidiana, busca respuestas a problemas exactos y definitivos. Por otro lado, la matemática pura, al igual que la vida que intente comprenderse desde su pasado, se introduce en una aventura donde reina la soledad y nuestra única herramienta es la intuición. Asimismo, Jeanne clarifica el punto de partida distinguiendo datos y variables del problema orientada por un profesor de matemática. Finalmente, Simon, en el desenlace de la película, da a conocer su tétrico descubrimiento a través de una proposición matemática.
Una cuarta intuición propone la vida como la escuela de aprendizaje determinante, aunque no predilecta, del ser humano. Uno puede difundir ideas, crear instituciones para incentivar determinados comportamientos humanos, pero es la vida misma la que nos enrostra el contraste de nuestros discursos con la complejidad de la convivencia humana.
Finalmente, si bien somos portadores de la miseria humana, también lo somos de la capacidad de amar, de luchar “cantando” por lo que amamos, de intuir el origen de nuestros problemas, de decidir ¿dónde comienza la historia, mi historia, tú historia, nuestra historia? y de enfrentarnos a todo lo que nos impida amar con libertad porque “nada es más valioso que estar juntos”.
Una segunda intuición radica en los personajes femeninos. No sólo permiten dar más realismo al filme porque vidas semejantes a las suyas las encontramos por millones en nuestras sociedades, sino porque en él se percibe una dedicación especial a la sensibilidad femenina. La manera como sienten y piensan el mundo, no sólo descoloca a los personajes varones, sino que las hace portadoras especiales de la intuición, capacidad humana que permite adentrarnos en la complejidad agotadora de los problemas humanos.
Una tercera intuición está relacionada con la matemática. No es casualidad que una de las protagonistas, Jeanne, sea matemática y que se mencione la conjetura de Siracusa. Además, se hacen dos equivalencias. Por un lado, la matemática “tradicional”, al igual que la vida cotidiana, busca respuestas a problemas exactos y definitivos. Por otro lado, la matemática pura, al igual que la vida que intente comprenderse desde su pasado, se introduce en una aventura donde reina la soledad y nuestra única herramienta es la intuición. Asimismo, Jeanne clarifica el punto de partida distinguiendo datos y variables del problema orientada por un profesor de matemática. Finalmente, Simon, en el desenlace de la película, da a conocer su tétrico descubrimiento a través de una proposición matemática.
Una cuarta intuición propone la vida como la escuela de aprendizaje determinante, aunque no predilecta, del ser humano. Uno puede difundir ideas, crear instituciones para incentivar determinados comportamientos humanos, pero es la vida misma la que nos enrostra el contraste de nuestros discursos con la complejidad de la convivencia humana.
Finalmente, si bien somos portadores de la miseria humana, también lo somos de la capacidad de amar, de luchar “cantando” por lo que amamos, de intuir el origen de nuestros problemas, de decidir ¿dónde comienza la historia, mi historia, tú historia, nuestra historia? y de enfrentarnos a todo lo que nos impida amar con libertad porque “nada es más valioso que estar juntos”.

7.2
13,937
9
10 de agosto de 2011
10 de agosto de 2011
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
En un mundo mejor narra las reacciones que experimenta el ser humano en situaciones límites de injusticia, impotencia, inseguridad, marginación. Esas circunstancias constituyen el crisol por donde atraviesan nuestras vidas quedando muchas veces condicionadas por las experiencias de muerte. La propuesta de Sussane Bier intuye que si somos capaces de enfrentar esas situaciones estaremos en condiciones de construir un mundo mejor. De lo contrario nos moveremos como marionetas al vaivén de la espiral de la violencia.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
La película puede interpretarse como una perspectiva de aproximación al problema del mal. Sussane Bier se pregunta por las razones de una de las formas en que éste se manifiesta: la violencia, pero no aquella que está fuera de nosotros sino en nuestro interior. ¿Qué la provoca?, ¿Qué hacer ante ella? ¿Son las personas las que son violentas o son sus acciones las que son violentas? No se entretiene en buscar la naturaleza de ese lado inhumano, pues sabe que ese camino continúa siendo una aporía. Entonces, resuelve encararla en la cotidianidad de la vida, allí donde la sufrimos o donde la promovemos.
Esta intuición, probablemente no esté muy distante de la realidad, si la comparamos especialmente, con la preocupación cotidiana de quienes encaran día a día ese lado tenebroso de nuestra humanidad: padres de familia, amas de casa, profesores, policías, psicólogos, psicoanalistas, etc. Y también de quienes viven cualquier situación de marginación acumulando una memoria de insatisfacción que no pueden expresar. Pero el filme es audaz y sugerente porque nos obliga a mirar más allá del muro que solemos colocar entre la violencia (el mal) y nosotros llevándonos a no identificarnos únicamente como víctimas sino muchas veces como promotores de la violencia.
“Cada uno da lo que recibe y recibe lo que da”. Este fragmento de una canción de Jorge Drexler quizás resuma mejor lo que Bier cree que provoca la violencia. Tiene la agudeza de adentrarse en algunos de los espacios de sus personajes (escuela, familia, amigos), especialmente de Christian y Elías, para mostrarnos cómo en medio de las relaciones que se dan en ellos se preparan “la pólvora y los explosivos” que alimentan la violencia.
Sin embargo, en el horizonte no deja la pregunta, ¿cómo el ser humano puede llegar a actuar como Christian, Elías o el Big Man?, sino que propone la no-violencia como teoría y praxis, norma y vida, idea y actitud ante la violencia. Y no hay mejor lección que la dada por el médico a los niños de “poner la otra mejilla”, cuando ante esa escena hasta en nosotros mismos presionaba el deseo de venganza. Bier en el horizonte pone también a Anton. Este comprometido médico, sin idealizarlo, nos invita a preguntarnos individualmente y como colectividad ¿cómo se llega a construir una persona como él? y a respondernos admirados (como su compañero en el campo de refugiados): “tú eres un hombre extraño”.
Sussane Bier no deja entrever si piensa que bien y mal broten de la misma fuente, es decir, de nuestra condición humana; pero considera que cada individuo puede convertirse indistintamente en un cuerpo reflector o refractor de ambos. La elección (de uno u otro) y nuestra vida dependerá de la manera como enfrentemos las “experiencias de muerte” (y personalmente creo) en la medida en que reconozcamos ese lado inhumano como parte de nuestra humanidad al cual tenemos que intentar comprenderlo y domesticarlo.
Esta intuición, probablemente no esté muy distante de la realidad, si la comparamos especialmente, con la preocupación cotidiana de quienes encaran día a día ese lado tenebroso de nuestra humanidad: padres de familia, amas de casa, profesores, policías, psicólogos, psicoanalistas, etc. Y también de quienes viven cualquier situación de marginación acumulando una memoria de insatisfacción que no pueden expresar. Pero el filme es audaz y sugerente porque nos obliga a mirar más allá del muro que solemos colocar entre la violencia (el mal) y nosotros llevándonos a no identificarnos únicamente como víctimas sino muchas veces como promotores de la violencia.
“Cada uno da lo que recibe y recibe lo que da”. Este fragmento de una canción de Jorge Drexler quizás resuma mejor lo que Bier cree que provoca la violencia. Tiene la agudeza de adentrarse en algunos de los espacios de sus personajes (escuela, familia, amigos), especialmente de Christian y Elías, para mostrarnos cómo en medio de las relaciones que se dan en ellos se preparan “la pólvora y los explosivos” que alimentan la violencia.
Sin embargo, en el horizonte no deja la pregunta, ¿cómo el ser humano puede llegar a actuar como Christian, Elías o el Big Man?, sino que propone la no-violencia como teoría y praxis, norma y vida, idea y actitud ante la violencia. Y no hay mejor lección que la dada por el médico a los niños de “poner la otra mejilla”, cuando ante esa escena hasta en nosotros mismos presionaba el deseo de venganza. Bier en el horizonte pone también a Anton. Este comprometido médico, sin idealizarlo, nos invita a preguntarnos individualmente y como colectividad ¿cómo se llega a construir una persona como él? y a respondernos admirados (como su compañero en el campo de refugiados): “tú eres un hombre extraño”.
Sussane Bier no deja entrever si piensa que bien y mal broten de la misma fuente, es decir, de nuestra condición humana; pero considera que cada individuo puede convertirse indistintamente en un cuerpo reflector o refractor de ambos. La elección (de uno u otro) y nuestra vida dependerá de la manera como enfrentemos las “experiencias de muerte” (y personalmente creo) en la medida en que reconozcamos ese lado inhumano como parte de nuestra humanidad al cual tenemos que intentar comprenderlo y domesticarlo.
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