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Voto de Martin:
9
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13,773
Drama
Anton es un médico que divide su tiempo entre una idílica ciudad danesa y un campo de refugiados en África, donde ejerce su profesión. Anton y su esposa, padres de dos hijos, están separados y se plantean el divorcio. Elias, el mayor de sus hijos, entabla una estrecha amistad con Christian, un chico que acaba abandonar Londres para establecerse con su padre en Dinamarca. Sin embargo, Christian involucra a Elias en una peligrosa revancha ... [+]
10 de agosto de 2011
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
En un mundo mejor narra las reacciones que experimenta el ser humano en situaciones límites de injusticia, impotencia, inseguridad, marginación. Esas circunstancias constituyen el crisol por donde atraviesan nuestras vidas quedando muchas veces condicionadas por las experiencias de muerte. La propuesta de Sussane Bier intuye que si somos capaces de enfrentar esas situaciones estaremos en condiciones de construir un mundo mejor. De lo contrario nos moveremos como marionetas al vaivén de la espiral de la violencia.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
La película puede interpretarse como una perspectiva de aproximación al problema del mal. Sussane Bier se pregunta por las razones de una de las formas en que éste se manifiesta: la violencia, pero no aquella que está fuera de nosotros sino en nuestro interior. ¿Qué la provoca?, ¿Qué hacer ante ella? ¿Son las personas las que son violentas o son sus acciones las que son violentas? No se entretiene en buscar la naturaleza de ese lado inhumano, pues sabe que ese camino continúa siendo una aporía. Entonces, resuelve encararla en la cotidianidad de la vida, allí donde la sufrimos o donde la promovemos.
Esta intuición, probablemente no esté muy distante de la realidad, si la comparamos especialmente, con la preocupación cotidiana de quienes encaran día a día ese lado tenebroso de nuestra humanidad: padres de familia, amas de casa, profesores, policías, psicólogos, psicoanalistas, etc. Y también de quienes viven cualquier situación de marginación acumulando una memoria de insatisfacción que no pueden expresar. Pero el filme es audaz y sugerente porque nos obliga a mirar más allá del muro que solemos colocar entre la violencia (el mal) y nosotros llevándonos a no identificarnos únicamente como víctimas sino muchas veces como promotores de la violencia.
“Cada uno da lo que recibe y recibe lo que da”. Este fragmento de una canción de Jorge Drexler quizás resuma mejor lo que Bier cree que provoca la violencia. Tiene la agudeza de adentrarse en algunos de los espacios de sus personajes (escuela, familia, amigos), especialmente de Christian y Elías, para mostrarnos cómo en medio de las relaciones que se dan en ellos se preparan “la pólvora y los explosivos” que alimentan la violencia.
Sin embargo, en el horizonte no deja la pregunta, ¿cómo el ser humano puede llegar a actuar como Christian, Elías o el Big Man?, sino que propone la no-violencia como teoría y praxis, norma y vida, idea y actitud ante la violencia. Y no hay mejor lección que la dada por el médico a los niños de “poner la otra mejilla”, cuando ante esa escena hasta en nosotros mismos presionaba el deseo de venganza. Bier en el horizonte pone también a Anton. Este comprometido médico, sin idealizarlo, nos invita a preguntarnos individualmente y como colectividad ¿cómo se llega a construir una persona como él? y a respondernos admirados (como su compañero en el campo de refugiados): “tú eres un hombre extraño”.
Sussane Bier no deja entrever si piensa que bien y mal broten de la misma fuente, es decir, de nuestra condición humana; pero considera que cada individuo puede convertirse indistintamente en un cuerpo reflector o refractor de ambos. La elección (de uno u otro) y nuestra vida dependerá de la manera como enfrentemos las “experiencias de muerte” (y personalmente creo) en la medida en que reconozcamos ese lado inhumano como parte de nuestra humanidad al cual tenemos que intentar comprenderlo y domesticarlo.
Esta intuición, probablemente no esté muy distante de la realidad, si la comparamos especialmente, con la preocupación cotidiana de quienes encaran día a día ese lado tenebroso de nuestra humanidad: padres de familia, amas de casa, profesores, policías, psicólogos, psicoanalistas, etc. Y también de quienes viven cualquier situación de marginación acumulando una memoria de insatisfacción que no pueden expresar. Pero el filme es audaz y sugerente porque nos obliga a mirar más allá del muro que solemos colocar entre la violencia (el mal) y nosotros llevándonos a no identificarnos únicamente como víctimas sino muchas veces como promotores de la violencia.
“Cada uno da lo que recibe y recibe lo que da”. Este fragmento de una canción de Jorge Drexler quizás resuma mejor lo que Bier cree que provoca la violencia. Tiene la agudeza de adentrarse en algunos de los espacios de sus personajes (escuela, familia, amigos), especialmente de Christian y Elías, para mostrarnos cómo en medio de las relaciones que se dan en ellos se preparan “la pólvora y los explosivos” que alimentan la violencia.
Sin embargo, en el horizonte no deja la pregunta, ¿cómo el ser humano puede llegar a actuar como Christian, Elías o el Big Man?, sino que propone la no-violencia como teoría y praxis, norma y vida, idea y actitud ante la violencia. Y no hay mejor lección que la dada por el médico a los niños de “poner la otra mejilla”, cuando ante esa escena hasta en nosotros mismos presionaba el deseo de venganza. Bier en el horizonte pone también a Anton. Este comprometido médico, sin idealizarlo, nos invita a preguntarnos individualmente y como colectividad ¿cómo se llega a construir una persona como él? y a respondernos admirados (como su compañero en el campo de refugiados): “tú eres un hombre extraño”.
Sussane Bier no deja entrever si piensa que bien y mal broten de la misma fuente, es decir, de nuestra condición humana; pero considera que cada individuo puede convertirse indistintamente en un cuerpo reflector o refractor de ambos. La elección (de uno u otro) y nuestra vida dependerá de la manera como enfrentemos las “experiencias de muerte” (y personalmente creo) en la medida en que reconozcamos ese lado inhumano como parte de nuestra humanidad al cual tenemos que intentar comprenderlo y domesticarlo.