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Críticas 50
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
9
29 de julio de 2019
22 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
Interesante y sentido documental acerca de los Parchís. Aquel grupo musical infantil, o mas bien preadolescente, que fue furor en los años ochenta tanto en su país de origen (España) como en varios países de Latinoamérica, principalmente Argentina y México.

Si bien el auge de la banda en mi país coincidió con mi niñez, personalmente su éxito no había significado gran cosa para mi gusto de aquel entonces (salvo la muy agradable reversión del tema "en la armada" de Village People). Sin embargo, 30 años más tarde, qué es lo que hace que la visión de este documental relacionado con la etapa mas exitosa de ellos me impacte y hasta me emocione?
Pues creo, en principio, que es esa sensación de honestidad intelectual del realizador y los entrevistados en donde lo real de aquellos tiempos de frenesí se esboza tan íntimo como problemático.

La actitud reflexiva, sincera, celebratoria y hasta por momentos melancólica de los testimonios de los miembros de la banda dan prueba de ello. Protagonistas de un boom descomunal siendo niños reflexiona uno de ellos "creo que no sabíamos bien que era el éxito a los doce años, a esa edad sabes cosas más tangibles como la palabra piedra o rojo pero el concepto de éxito no lo entendíamos". Agregan que en medio de las giras y en los mejores hoteles "llamábamos por teléfono larga distancia un rato a la semana a un padre y este le contaba al resto lo que estaba sucediendo". O incluso resalta el carismático y talentoso Tino, algo así como el líder nato de la banda (hoy bastante cambiado con sus 50 años y con un brazo amputado luego de un accidente pero con la misma sonrisa) que a él se le acercaban intimamente las niñas, las no tan niñas y hasta algunas madres.

Pero aún hay más en este valioso documental además de testimonios de integrantes, managers, empresarios y algunos padres. Se hace un excelente uso de material de archivo. En este aspecto se insertan imágenes que asombran por su calidad de fragmentos de películas (especialmente las rodadas en Argentina), publicidades, videoclips, giras, canciones, artículos de diarios, discos y casi todo lo que la arqueología cultural pueda rescatar. Porque en este trabajo audiovisual el realizador entiende que todo suma a la hora de ilustrar el suceso retratado.

Que los integrantes o más bien sus padres no hayan ganado muchísimo dinero luego de todo el fenómeno musical es también una nota interesante acerca de la industria del entretenimiento. Discos Belter, la compañía discográfica que explotó los derechos de este fenómeno, obteniendo ventas millonarias de sus discos presentó la quiebra cuatro años después de la separación del grupo. Aún así se aclara que para esa máquina de facturar los empresarios habían invertido muchísimo dinero en la producción y en la mayoría de los caprichos de los niños como juguetes, anillos, lujosos hoteles y las comidas más caras.

Lo calificaría un ocho o hasta con un nueve a este lindo documental. No le pongo un diez porque creo que le falta desarrollar algo más acerca del proyecto estético y cultural que sostuvo al grupo como exponente de un fenómeno de masas. Una potente magia que los chicos lograron transmitir con lucimiento y eficacia. Mérito de los chicos sin duda, pero también un fascinante trabajo de coaching, entrenadores y creativos que asociaron a cada miembro con una ficha de color, pasitos de baile, canciones, juegos, merchandising y actores de cine que los hicieron archifamosos. La imperfección de lo perfecto que los hacia tan encantadores para ese inmenso público.

Sin caer en la mirada nostálgica, Parchís: el documental, se nutre de todo esto. En la inteligente complementareidad entre entretenimiento y buen cine.
6 de abril de 2020
18 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Interesante documental sobre la guerra de Malvinas. Un trabajo audiovisual muy poco visto. Su difusión ha sido escasa debido seguramente a que está protagonizado por ex combatientes de la ciudad de Miramar y Mar del Sur. De hecho llegó a mis manos por casualidad un día de playa cuando estaba veraneando hace un par de años en esa ciudad balnearia.
Debo reconocer que el material documental es valioso. En este trabajo no vamos a encontrar ninguna pedagógica voz off que quiera evangelizar alguna idea determinada acerca de la guerra con Inglaterra. Porque en este documental toman la palabra un grupo de soldados que fueron protagonistas. Que padecieron la guerra. Que la pelearon con identificación pero también la sufrieron.
Son testigos bastantes diferentes entre si por más que vivan en una misma ciudad.
Hay testimonios que brillan por las historias que narran a causa de la maldita guerra y la infame conducta de los altos mandos como también aquellos que nos cuentan como era la situación de los pibes de la clase 63 que había sido reclutada sin tener la mínima idea de lo que es una guerra y yendo sin instruccion. "Yo no era Rambo, yo era un pibe rockero que quería tocar la guitarra, esos tipos estaban mal del bocho". Otro agrega "yo volvería nuevamente a la lucha porque es mí bandera la que estaba defendiendo", afirma convencido. Y el resto de los entrevistados también suman relatos acerca de sus vivencias que son también imperdibles.
Se nota sobre todo que los "chicos de la guerra" hoy ya no son chicos a los que durante mucho tiempo fueron ninguneados. Son sobrevivientes, héroes y personas maduras que tienen mucho para divulgar acerca de uno de los sucesos trágicos y memorables de la historia argentina
La gran noche del pop
Documental
Estados Unidos2024
7.3
1,699
Documental, Intervenciones de: Lionel Richie, Quincy Jones, Bruce Springsteen ...
8
14 de febrero de 2024
16 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con los detalles y la narración de Lionel Ritchie, La gran noche del pop se luce dando a conocer la trastienda de la grabación de la inolvidable canción “We are the world”. El tema, escrito por Michael Jackson y Lionel Ritchie, que convocó en 1985 a más de 45 estrellas de la música reunidos en una sala para grabar el himno solidario con la intencion de mitigar el hambre en África, más específicamente en Etiopia.

El trabajo audiovisual recientemente estrenado en Netflix, se disfruta por revelar nuevos aspectos y anécdotas algo olvidadas acerca del backstage de aquella larguísima noche. Una maratónica sesión en la que aparece un cartel escrito con marcador por Quincy jones que decía que a partir del momento de entrar a sala y comenzar con la grabación “los egos quedan afuera”.

Bob Geldorf (autor del exitoso "I dont like Mondays") fue el encargado de pregonar un punzante discurso introductorio sobre el hambre en el mundo y sobre las urgentes necesidades de África, palabras recibidas con atención y creando un clima de trabajo y de respeto por todos. El objetivo era grabar en pocas horas una canción solidaria escrita por un muy visiblemente inspirado Michael Jackson y Lionel Richie. Pero para llegar a eso, previamente hay una primera parte que está dedicada a los preparativos, con Quincy Jones enviando cintas de casete a cada uno de los artistas en forma secreta con los fragmentos asignados para cada cantante.

Hay varios detalles fascinantes y curiosos que muestra el documental, como cuando centra su atención en un Bob Dylan algo perdido, claramente fuera de su zona de confort, y luego gracias a la ayuda de Steve Wonder -que se sienta al piano y lo separa del resto- logra superar la falta de inspiración inicial para agregar el inolvidable puente “just you and meee”; o el caso de Bruce Springsteen que se lo ve haciendo un esfuerzo descomunal por llegar a la armonía requerida por más de tener la voz semi destruida luego de su larga gira de presentación del disco "Born in the Usa".

Incluso a medida que avanza la noche, las cosas se vuelven un poco más complicadas: los ingenieros se enfrentan a un Al Jarreau ya de madrugada cada vez más borracho intentando dignamente cantar su fragmento. Resulta curioso (y a la vez gracioso) ver a todas esas figuras compartiendo espacios con otras de igual tamaño y poder observar como muchos de ellos actuaban casi como fans de los otro. A tal punto fue así que en un momento la sesión incluyó una serie cruzada de firmas de autógrafos entre los propios cantantes sorprendiendo incluso al Sr. Belafonte con una interpretación coral y espontánea de su éxito de mediados de los años 50 "The Banana Boat Song (Day-O)".

Sabían que querían una canción que fuera fácil de cantar y memorable, un himno, y lo lograron. Las primeras líneas del coro repetitivo proclaman: «We are the world, we are the children, we are the ones who make a brighter day, so let's start giving» —«Somos el mundo, somos los niños, somos los que hacemos un día más brillante, así que comienza a dar» Una canción que está prácticamente instalada en la memoria colectiva.

Luego del espectacular Concierto para Bangladesh (1972), convocados por George Harrison para conseguir fondos destinados a combatir la pobreza en África, considerado como el primer concierto benéfico de la historia, y poco antes del Live Aid (1985) organizado en simultaneo en el estadio Wembley y en el Kennedy Stadium de Filadelfia, la plana mayor de las estrellas del rock de los 80 acudieron a la cita promovida por el músico y activista social Harry Belafonte.

Este lindo documental es como entrar en un túnel del tiempo para revivir ese espacio y ese preciso momento que reunió al colectivo de artistas con fines benéficos que se denominó Usa for Africa. (United Support of Artists for Africa).
26 de enero de 2020
14 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nadando por un sueño posee rasgos estilísticos de lo que desde hace algún tiempo se ha dado en llamar como "cine proletario europeo". Será por eso que se la asocia constantemente con la inglesa The Full Monty (1997) que también se la encasilla en ese subgénero. Pues bien, en mi opinión, también estas películas me recuerdan a otro film francés hoy un poco olvidado que se llamaba Disco (2007) de director Fabien Onteniente.

Creo que los tres largometrajes tienen ese tono común de entretenimiento y humor de gusto popular no exento de drama y de comentario social. Tanto Le gran Bain (nombre original del film), Full monty como Disco tienen como protagonistas a un grupo de personajes de clase media o proletaria ya entrados en los 40 años que se lanzan a practicar distintas actividades en la búsqueda de objetivos de recompensa o superación personal. Las ideas de concurso, exhibición o competencia serán motivos ficcionales claves para elevarlos y poder llegar a alcanzar sus sueños o un mejor pasar.

En Full monty se trataba de unos obreros un tanto entrado en años que intentaban brindar un espectáculo con gracia de streaptease masculino para lucirse y conseguir dinero; en Disco hay un grupo de amigos que regresan varios años mas tarde a las pistas de baile en un concurso de Disco Music y danzar a lo Travolta con el objetivo de ganarse un viaje a Australia; finalmente, en Nadando por un sueño, la idea que los motiva es la de formar el primer equipo de natación sincronizado masculino para representar a Francia en eventos nacionales e internacionales.

Y claro, en un deporte típicamente femenino de corta o mediana edad, todo parece resultar grotesco de antemano para unos cuarentones con físicos poco agraciados. Sin embargo, a medida que nuestros protagonistas van superando o haciendo caso omiso a las burlas o estereotipos, la película nos va metiendo de a poco en el mundo del nado sincronizado por medio de un guión que va ofreciendo distintas viñetas de una actividad no muy conocida.

El googleo por internet durante una escena reveladora en donde uno de los personajes investiga y descubre la existencia real de varios equipos europeos que presentan planteles competitivos masculinos adultos, o bien la captación de la convivencia dentro de un natatorio municipal frente a un grupo de musculosos waterpolistas que en más de una ocasión humillan al resto dan una idea de una cámara atenta, de un registro que por momentos linda con lo documental.

No sería justo comentar esta película sin mencionar la descomunal actuación de Leila Bekhti una joven actriz que hace de lisiada y que en su silla de ruedas cumple el rol de entrenadora de los muchachos. Una exigente y simpatiquísima coach que lejos de despertar pena parece como una especie de serpiente a punto de atacar cuando se la provoca o el grupo abandona los entrenamientos. Un personaje si se quiere como salida de films como Reto al destino (1982) o el Robert De Niro de Hombres de Honor (2000) y sobre todo muy motivadora.

Disfruté mucho este film que, si bien fue exitoso en Europa, en la Argentina paso muy rápidamente por muy pocas salas. Si bien es cierto que su argumento se centra en historias de gente común y en sus lazos familiares, también incursiona en ese lado B del deporte. En la actividad y el entrenamiento competitiva en edades adultas y a nivel amateur. Temática que si el cine se lo propone seguramente tiene bastante para contar. En le Grand Bain eso se puede ver. Bienvenido sea.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Más hacia el final, y en una escena magistralmente filmada, llega uno de los momentos esperados. La gala de presentación para los protagonistas en un torneo europeo. Como un grupo de guerreros que marchan en estilo marcial hacia el combate ingresarán al agua orgullosos para presentar su coreografía. Una secuencia que es un magnífico juego de luces, cámara lenta, tomas desde arriba y también submarinas que se combina a la vez con una banda sonora estupenda. Suena un popular hitazo de los 80 bien fuerte (Easy lover, Phill Collins,1984) y comienza la performance en un brillante ejercicio de danza, coordinación grupal y buen gusto. Cada lección y cada momento sugerido durante el relato cobra su sentido. Se produce la epifanía que nos emociona a todos.
4 de julio de 2021
16 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
Buenos aires. Día del padre. Después de un larguísimo período de veda de los cines en mi ciudad, finalmente se abre la posibilidad de ir a una sala junto a mis hijas. Debatimos por algún titulo disponible que nos pueda gustar a todos y finalmente triunfa Cruella. Uno de los tanques de Hollywood que se ofrece entre las pocas opciones en cartelera.

Pero vaya linda sorpresa. Yo preparado para ver otra cosa, la película me sorprende de arranque con la escena de una niña de cabello blanco y negro caminando al ritmo del sonido de piano de la hermosa letra de "Bloody well right" de Supertramp. Lo que me provoca un importante entusiasmo se va afianzando luego de transcurrido un buen rato con un torrente de otras maravillosas canciones. Un festival de sincronicidad entre imágenes y coros como el "nah nah, nah" de Hash de Deep Purple, y clásicos como "Whisper" de los Bee Gees, el hard rock "Stone cold Crazy" de Queen pasando por Blondie, Rolling Stones, Bowie y hasta la encantadora y sublime voz de "Livin Thing" de la Electic Light Orchestra. Y la verdad hay que ser petreo para no engancharse, sobre todo a los padres que acompañamos a los hijos con estas bandas sonoras de nuestra vidas.

Si bien la película se llama Cruella, el film resulta una especie de spin-off que toma alguno de los elementos de la historia madre de los 101 Dalmatas (1996) o La noche de las narices frias (1961) para desarrollar una especie de giro acerca de su villana principal: Cruella de Vil.
Una precuela de lo que fue su niñez como niña díscola y huérfana y transformar su personalidad al mejor estilo del Guason (2019), en una seductora villana que encuentra una oportunidad para consagrar su talento y su vocación en su afán por convertirse en la más famosa diseñadora de modas de Inglaterra.
Y digo spin-off porque acá el peso de la historia va por otro lado que en el cuento del Disney clásico. No se ve un odio visceral de Cruella hacia los perritos como en 101 Dálmatas ni una obsesión por hacerse un tapado de piel con la piel de los cachorros. Acá los dálmatas no son nada mansitos, mas bien muestran permenentemente sus colmillos, y actúan como guardianes de una de una de las protagonistas y antiheroina del relato: la engreida y soberbia Emma thompson.

Será el constante antagonismo y la complementareidad entre las dos Emmas: Thompson, la baronesa y Emma Stone, la famosa protagonista de La La Land (2016) la que le da ritmo y fuerza al relato. En una una película muy mostrativa en lo que atañe a contribuir y a relanzar la fotogenia del arte de vestuario entre dos estrellas femeninas, que cambian permanentemente de peinados, telas y maquillajes. Vestidos extravagantes y llamativos que más de una vez me recuerda a los corsets contra los cuales se revelaba Coco chanell (2017) o del tipo El diablo viste a la moda (2006). Dimensión que busca en detalle trabajar la psicología y la evolución de los personajes en el duelo actoral entre pliegues encajes y colores. La escena revitalizadora cuando Cruella hace su aparición en la cola de un camión de basura con un vestido desflecado pero interminablemente extenso y refinado es una escena bastante elocuente al respecto.

Si se piensa en una Cruella tan odiosa o villana como la “que es todo un espanto y que es mucho peor que Satanas” de su famosa canción extraida de los archivillanos de Disney olvídense. Acá hay una Cruella más querible, sensible y caricaturesca, más cercana a lo que puede ser un personaje “de circo o de vodevil”…
Será por eso que se reserva para el momento de los créditos uno de los himnos musicales de Disney, me refiero al tema Cruella de vil. Esa que sabemos todos y que se ensaya mucho en las academias de comedia musical de todo el mundo. Porque antes hay transcurridos 137 minutos de aventura, comedia negra, drama y bastante entretenimiento que recompensará esa tan ansiada y siempre bienvenida vuelta al cine en el cine.
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