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España España · Castellvell del Camp
Voto de Jordirozsa:
6
Terror. Thriller Virginia hará lo imposible para rescatar a su pequeña hija que ha sido secuestrada. Deberá elegir entre la muerte o vivir un día más para intentar salvarla. En su camino enfrentará actos que la harán descubrir que hay cosas peores que la muerte. (FILMAFFINITY)
20 de noviembre de 2023
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Antes de ver «Ataúd Blanco: el juego diabólico» (2016), del argentino Daniel de la Vega, tenía tan solo la referencia fugaz del tráiler y algunos comentarios y críticas de la red, en varias plataformas y medios que, más que expectación, me dejaron un mal sano prejuicio hacia la cinta.
Esto se debía a que varios sostenían la presencia de influencias «tarentinianas» y de otros renombrados directores, como Sam Raimi, en la fresca idea del argumento de esta pequeña joya de las «tierras de la plata».
Me imaginé, no sé por qué, una especie de comedia de terror que siempre procuro evitar por la disonancia que me causa la combinación de ambos géneros (llámenme puritano). No denuesto los productos de este lenguaje, que a mí siempre me sabe a espaguetis con mermelada, pero, para gustos colores. Y he de decir que con «El Ejército de las Tinieblas» (1982) de Sam Raimi; «Mordiscos Peligrosos» (1985), de Howard Storm; o «El Día de la Bestia» (1995), de Álex de la Iglesia, por poner algunos ejemplos, he llegado a disfrutar.
Así que decidí desprenderme de mis ideas preconcebidas y me dispuse a darle un espacio de mi tiempo a una película que se me antojaba cómica, al esperar una especie de «gincana», con una de sus protagonistas haciendo el «Fórmula 1» en un coche fúnebre, al estilo de «La carrera del siglo» (1965), de Blake Edwards, con sus toques humorísticos.
Sin embargo, la cosa iba en serio, y de la Vega elabora algo tan tonificante cómo ingenioso, y no tanto por una supuesta originalidad temática, sino por su capacidad de saber coser la multiplicidad de retazos de los que bebe su telar.

Ahí tenemos un montón de tópicos de los que bebe e incorpora en su entramado: «road movie», «slasher», cultos y ritos satánicos, historias de ultratumba (que le dan un especiado muy gótico, innovador en los parajes argentinos), y un largo etcétera de componentes con los que el realizador tiene la habilidad de recrear algo que logra, no solo entretener, sino hasta cierto punto entusiasmar al espectador (hablo en general, no solo del fan del terror), en un escaparate del género que ofrece muchas posibilidades creativas, pero del que muy pocos saben aprovechar los recursos, ya sea por desidia o por imposición de los intereses, las demandas sociales o las limitaciones de presupuesto y de mercado.

Presentada en el festival Fantasia de 2016 en Montreal, «Ataúd Blanco: El Juego Diabólico», hace honor a su subtítulo por lo menos en dos sentidos. En primer lugar, la aparentemente enrevesada trama que los hermanos García Bogliano hilvanan alrededor de la historia de una madre que, huyendo de un asfixiante y castrador pasado (como no podía ser de otra manera, un marido presuntamente tirano del que sale escapando en su coche con su hija), se verá sumida en el desafío de tener que rescatar al retoño del tan implacable como despiadado destino que le quiere deparar una comunidad de culto (pagano, maligno, satánico... no me quedó claro el origen de la secta, a pesar de lo que se pueda presuponer).
Ahí falla el factor contextual, así como otros aspectos del sustrato vital de los protagonistas. Tenemos a otras dos señoras que se ven igualmente metidas en el enredoso plan. Me supo a poco guisado y elaborado, un filme que apenas llega a los 80 minutos. Y aún no concluida la presentación del planteamiento, se desarrolla y consume a un ritmo trepidante y angustioso, en el que no se escatiman truculentas escenas (sin caer, eso sí, en el abuso y desparpajo de la hemoglobina). Un tiempo que requiere de la más total y absoluta concentración en la pantalla, y no permite desviar la vista, el oído, el gusto ni el tacto (mejor no estar en un ágape viendo la peli), y, aún así, no nos permite perder detalle de cosas que quizás habrían requerido alguna explicación o reflexión más profunda.

Otro aspecto por el que podemos hablar de un auténtico «juego diabólico» es la inversión o perversión de algunos valores personales y sociales de las «concursantes», así como los dilemas a los que éstas se van a someter en la comisión de sus acciones, las cuales, en principio, no llevarían a cabo por mor de estos valores. Por lo tanto, se echa de menos un proceso narrativo de desarrollo más concienzudo de los personajes de Julieta Cardinali (Virginia) y sus competidoras: otra madre interpretada por Eleonora Wexler y una profesora a la que da vida Verónica Intile. Las tres, curiosamente mujeres, en nuestro imaginario colectivo, especialmente el mediterráneo, latino y el de nuestros primos hispanoamericanos, representan las imágenes arquetípicas de la maternidad protectora, capaz de desplegar la furia necesaria para proteger a la prole. Con un irregular espectro de logros, sus actuaciones llevan el encargo implícito de pelear cada una de ellas por el menor que tienen bajo su protección, desde su condición.
Esto implica que en tal empresa salga lo peor de cada una de ellas como ser humano y, ojo ahí, porque según cómo queramos interpretarlo, podemos ver intenciones caricaturescas o burlonas en el papel de la mujer como madre custodia. De hecho, se produce un proceso de transferencia, pues (ya sea uno de «los caídos» o de «los celestiales»), Virginia tendrá su propio ángel guardián en el personaje de Rafael Ferro (Masón).
Es un tema pantanoso desde la perspectiva de género, pues tras la máscara del papel de «mamá heroína», también se puede entrever la puesta en escena de un ser. De las conversaciones del inicio, logramos adivinar que la protagonista se lleva a su niña, a pesar de que su padre tiene la custodia legal.

Así pues, asistimos a una especie de «show» macabro muy parecido en formato a esos programas tipo «Supervivientes» que, a modo de concurso, ponen en liza a varios competidores (en este caso ellas), de los solo uno (o una) podrá salir victorioso (o victoriosa), tras demostrar sus habilidades por encima de las de los demás. Por razones obvias, en este caso resultará muy previsible, puesto que la cámara de Alejandro Giuliani,
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Jordirozsa
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