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Voto de Morenito de Maracay:
9
Drama Don Plutarco, su hijo Genaro y su nieto Lucio llevan una doble vida. Por una parte, son humildes músicos rurales y, por otra, apoyan activamente al movimiento guerrillero campesino contra el gobierno opresor cuyo significado militares violan y torturan a la población. Cuando el ejército invade el pueblo, los rebeldes deben huir y abandonar las municiones. Haciendo valer su apariencia de inofensivo violinista, Don Plutarco tiene un plan: ... [+]
27 de febrero de 2008
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
La primera secuencia de El Violín anuncia una obra violenta, dura y desgarradora. Uno de esos proyectos en los que para denunciar la opresión de los pueblos, no hay más remedio que mostrar, con toda crudeza, el escarnio y la vejación.
La primera secuencia de El Violín te hace aferrarte a la butaca, respirar hondo y prepararte para hacer frente a la barbarie. Pero es solo una pincelada, un recordatorio lacerante. A Vargas Quevedo no le interesa el morbo, la estridencia ni el detalle milimétrico de la violación, la tortura y la ejecución sumaria. Es curioso compararla con el ensañamiento de otro mexicano, Guillermo del Toro, a la hora de mostrarnos los desmanes y abusos del capitán del ejército franquista en su El Laberinto del Fauno. Ahí radica lo sublime de su denuncia: La tragedia es inminente, sobrevuela todo el metraje sobre los personajes… pero no es necesario mostrárnosla. En este sentido, la secuencia final en la que Plutarco es descubierto, debería quedar en los anales de la historia del cine.

Ante nosotros aparece pues, una película bellísima, llena de humanidad, contada de un modo portentoso (apoyándose en su excelente guión): La historia de supervivencia de tres generaciones de músicos (abuelo, hijo y nieto) de cualquier estado mexicano (quien sabe si Chiapas) en su lucha suicida contra el opresor.

Además del guión, hay que destacar para completar el triángulo, la fenomenal dirección de actores y su fotografía:
Ninguno de los tres actores principales, abuelo-hijo-nieto, es actor profesional, pero se muestran mucho más creíbles ante la cámara que muchísimos de los histriónicos mitos de Hollywood. En especial Angel Tavira, el anciano que encarna al abuelo. Su Plutarco es uno de esos personajes que ya nunca te abandonan.
Y por último la fotografía de Martín Boege. Un asombroso y pausado blanco y negro, jugando a menudo con el contraluz para que solo veamos las siluetas (la de Plutarco en la burra acercándose y alejándose de los soldados es de una belleza fascinante) y que hace que durante el visionado tengas en más de una ocasión la sensación de estar ante una exposición de fotografía más que en una sala de cine.

Cine en estado puro.
Morenito de Maracay
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